Era odiosa, vengativa y malvada. Se llamaba Hedda Hopper y era capaz de enterrar la carrera de un actor o director con solo desearlo. Era la reina de los tabloides de los años 30, una actriz frustrada que solo alcanzó la fama cuando se convirtió en columnista de Los Angeles Times. La pionera de la prensa rosa en su máxima expresión

Hedda Hopper  era capaz de enterrar la carrera de un actor o director con solo desearlo. Era la reina de los tabloides de los años 30, una actriz frustrada que solo alcanzó la fama cuando se convirtió en columnista de Los Angeles Times. La pionera de la prensa rosa en su máxima expresión.

Los mortales sedientos de chismes de las estrellas leían su columna de manera religiosa y su poder alcanzaba a 35 millones de lectores. En aquella época, cualquier actor recién llegado a la meca del cine tenía dos opciones: ser aceptado u odiado para siempre por Hedda. Sus columnas eran agresivas y directas, tanto en la alabanza como en la crítica, y un ejemplo de ello lo vivió Ingrid Bergman. 

La actriz sueca conquistó a Hopper en su llegada a Hollywood en 1939, escribiendo sobre ella asombrada de su talento, belleza y su sencilla vida doméstica con su marido dentista. Pero una década más tarde, la estrella de Casablanca le negó en una entrevista que estaba embarazada del hijo ilegítimo del director italiano, y casado, Robert Rossellini. Hedda publicó sus declaraciones desmintiendo el rumor pero Ingrid sí estaba embazada del cineasta y pocos días más tarde la exclusiva fue a parar a manos de su archienemiga, y mentora, Louella. 

Hedda jamás se lo perdonó y comenzó una campaña de odio contra la actriz consiguiendo que en pocos meses su nombre fuera veneno en la taquilla estadounidense.

Hedda llamaba a su mansión en Beverly Hills “la casa que construye el miedo” y detestaba a figuras como Marilyn Monroe, Elizabeth Taylor y Richard Burton. Pero también era elegante y divertida, conocida por sus famosos sombreros extravagantes. Pero también era obstinada con sus ideales siendo una de las figuras más influyentes en el 'blacklist’ que cerró las puertas -y hasta encarceló- a artistas de la era por pertenecer al partido comunista.

También era devota a su familia y no concebía el concepto del adulterio. Si un actor tenía una amante, de seguro prefería que su esposa se enterara antes que Hedda porque ella era capaz de difamar la reputación de cualquiera -como hizo con Bergman- señalándolos de adúlteros y promiscuos utilizando solo un papel y su pluma.

Y Hedda lo escribía todo, incluso si se trataba del rumor de una infidelidad dando detalles de cómo, dónde y cuándo. Y sobre todo, con quién. La reportera solo se casó una vez con el productor teatral William DeWolfHopper, un hombre que era 27 años mayor que ella y que le precedía su reputación del “marido del país” por haber contraído matrimonio en cinco ocasiones.

Hedda incluso se cambió su nombre real, Elda, para diferenciarlo de sus esposas anteriores que se llamaban Ella, Nella, Ida y Edna. Pero se divorció nueve más tarde tras encontrarlo con otra.