Tres historias de humillación 

A la niña que me ama 

Hablarte ahora no quiero
del maltratador sombrío
que ofuscó mi entendimiento
con su desprecio fingido
y en sus orgías de escarnio,
me degradó cuanto quiso
al tiempo que yo le daba
el trato del gran amigo,
le debo mi enfermedad
siendo un mediocre individuo,
sin coraje y sin honor,
lo peor que he conocido,
un malvado delincuente,
ordinario, insulso y frío,
que es ahora un profesor
universitario digno
porque no se pide un alma
al que al poder es subido,
te contaré tres historias
en las que fui escarnecido
sin motivo, por placer,
por el hambre de martirio
de unas almas infantiles
con deseos enfermizos,
quizá tendría trece años,
mi tormento era continuo,
me incitaban a peleas
con ofensas muchos niños,
ellos no amaban el bien
sino el desorden y el ruido,
nunca quise las peleas
y un día uno de los chicos
como buscando la paz
estrechar mi mano quiso,
por bondad, se la estreché
pero en ella había escupido,
tan extremada bajeza
me dejó muy aturdido
y no castigué la ofensa
y mi honor sentí perdido,
decía que era un cobarde
alguien que lo había visto,
mucho tiempo recordé
el lugar humedecido
y hasta lo habría quemado
con un hierro al rojo vivo,
volviendo del instituto
con un compañero vimos
llegar dos carros de mulas
por nuestro mismo camino,
el carretero primero,
“arre burro” a mí me dijo
pegándome con sus riendas,
todos dieron en reírlo,
ni siquiera lo sintió
el traidor que iba conmigo
y rieron más aún
porque crucé al otro sitio
porque el otro carretero
no hiciera otra vez lo mismo,
cuando lo expliqué en mi casa,
humillado y afligido,
mi hermana y también mi padre
se mostraron complacidos
como si pensaran ellos
que lo había merecido,
el quinto año de carrera
era como un monstruo visto,
la insidia de los demás
no me dejaba tranquilo,
me encontraba tan enfermo,
angustiado y deprimido
que hasta salir a la calle
me parecía un peligro,
no hallé en nadie la piedad,
por bien del mundo, lo digo,
pregunté si me llevaba
a un compañero de piso
que se marchaba en su coche
a mi propio domicilio
y aun siendo el que más confianza
de todos mostrarme quiso,
para jactarse ante el otro
que también me había oído,
respondió con ironía
degradante y sin sentido
que llevar acompañante
aceptaba femenino,
solo tres ejemplos son
de lo que yo he padecido
por la cobardía humana
de los orgullos fingidos
de que está llena la Tierra
en estos tiempos inicuos,
tú disfrutas la bondad
y me has con honra acogido,
nunca me agravias ni hieres,
tienes un pecho distinto
pero el mundo en que he vivido
enaltece el homicidio
porque el alma del fascista
siente afanes de dominio.

©Luis Rafael García Lorente