ENFERMO DEL ALMA    (1)

(fragmento de la Novela

En otro tiempo había sido un hombre triunfador, tanto, cuanto todos le conocían por su ingenio e inventiva. ¿Sería por eso que la gente en ese entonces lo saludaba con gran entusiasmo…? 

            De verdad en aquél tiempo, su vida era prometedora…

            Había ido escalando en el trabajo hasta llegar al puesto en que finalmente quedó por años, hasta el día cuando llegó su jubilación.

            Ah, pero cuando eso pasó, no sabía por qué, pero le sobrevinieron un sinfín de desgracias…

            Como si no estar en activo, fuera al estar en pasivo, la derrota total,  significando con  esta palabreja el padecer a decir basta.

            Ahora de verse como está, aunque no quiera le hace sentir una añoranza que no logra entender.

            Cierto, la pasa mal al estar tirado en esa cama, la cual es muy linda y agradable, por ser vestigio de épocas mejores, cuando gracias a su ingenio, logró que presentara una belleza inusitada.  

            Sí, porque originalmente, la primitiva cama, fue construida en barras y redondos de latón antiguo, pero después por orden suya, fueron cerrados los claros que quedaban entre barrote y barrote, utilizando para ello un aditamento que lucía inmensamente, dado fue todo un éxito de acojinamiento, terminado en terciopelo.

            Francamente a su criterio era una maravilla… tanto que decía… ¡Quedó del uno…! Quienes la vieron, de seguro la envidiaron.

            De verdad, logró conjugar lo nuevo con lo viejo, pero sin perder su valía de antigüedad. Eso sí,  con un buen colchón hecho de fibras de bambú, resultó bastante confortable. 

            Reconoce eso fue gracias a su ingenio y al operario que supo plasmar su idea.  

            ¡Una maravilla lograda por el obrero que la acondicionó…!

            Cómo recuerda cuando para comprarla, durante buen tiempo anduvo revisando camas de todos estilos y en todas las partes, sobre todo donde los anticuarios  venden camas de latón antiguas.

            Qué remedio, pero a él encantaban las cosas de antes.

            Además, no sabía por qué, pero él deseaba tener algo muy original.

            Unas le gustaban, pero no le convencían, así mejor seguía buscando.  

            Igual recorrió visitando almacenes, para ver estilos diferentes,  sin convencerse por ninguna, hasta el día cuando mejor eligió confeccionar por él mismo aquella cama de sus sueños, la cual mandó acondicionar, por saber que las cosas hermosas, él las lograba cumplimentar de maravilla, al estar renovándolas sin dañarlas, conjugando una mezcla de lo antiguo y lo nuevo.   ¿Por qué se tomó tanto trabajo…?  Bueno…

            Su pensamiento era, si fue en una cama donde fuimos concebidos, igual es en alguna, donde pasemos buena parte de nuestra vida, por tanto tener la mejor, alguna que a uno guste,  de plano no es un lujo, más bien es una necesidad.  

            Además, a petición expresa de parte suya, contaba con un aditamento perfectamente disimulado con dos lamparitas, las cuales permitirían leer al alumbrar,  cómodamente reposando en ella.

            Pero si eso fue en aquél tiempo, cuando todo le sonreía, pensando eso quería, la realidad era que ahora poco leía.

            No sabía si se le hubiera ido el gusto debido a la enfermedad, al aburrimiento o porqué fuera, pues sencillamente, de repente le había entrado la flojera por la lectura.

            Si acaso en la actualidad hojeaba un poco algunas páginas de uno de los libros que según se dijo, había elegido para disfrutar en esos días en que forzadamente pasaría tirado ahí en la cama, para luego en cuanto comenzaba, sentir que algo le hacía desistir del intento. 

            Era verdad,  estar como estaba, de plano era estresante…

            Y ahí estaba Jonás, doblándose agobiado, cada vez de sentir le sobreviniera la punzante sensación, precursora de lo que sabía se repetiría pronto, con aquel dolor del pecho.

            Era cuando abrumado a decir basta, hasta arrimaba una almohada para al apretarla intentar cubrir esa parte, para al menos al quedar boca abajo, cubriendo la parte adolorida, descansar un poco de aquella sensación horrible que tanto le angustiaba, pues parecía como si al apretar, el dolor se fuera hasta el fondo de su cuerpo, sintiendo una angustiosa desesperación, tal como si estuviera acabando su vida….

            ¡Y a ver…, sin encontrar nada para remediarlo…!

            De pronto se calmaba, podía respirar, era cuando enderezaba un poco y descansaba por un rato, esperando no volviera repetir el ataque que tanto pánico le causaba.

            Sin embargo,  aquella dolencia que golpeaba, de plano se repetía, el dolor no cejaba, si acaso disminuía un poco, sólo para repetir de nuevo con tal intensidad,  cuanto no por hacerse costumbre, fuese soportable.

            Así entre los períodos malos y los ratos peores, era como transcurría el tiempo. Su único paliativo era dormir.

            Pero ni modo pasarla en tal estado todos los días. Mejor aguantaba lo más posible la dolencia.  

            El dolor poco disminuía, y aunque el estar en posición de decúbito ventral, le permitía no sentirlo tanto, iba entendiendo, lo que en realidad paliaba, era el calorcillo que recibía, gracias la almohada que apretaba.

            Tanto que se decía, cierto,  no se quitaba, pero al menos él le hacía la lucha de no hacerle caso…, ¡No se iba dejar vencer tan fácilmente!

            Ultimadamente un dolor, o termina por acabar con la vida de quien lo padece, o llega el momento cuando se retira definitivamente.

            Había preguntado a cuanta persona imaginaba que pudiera saber sobre aquellos intermitentes ataques dolorosos.  Los más enterados, dígase un amigo médico y el farmacéutico que también era su amigo, dijeron,  sufría de una neuralgia intercostal…  

            Un término acuñado no sabía por quién, pero el cual indicaba claramente lo que era su dolencia. 

            Se oiría muy bien, rimbombante el nombrecito, pero la verdad sea dicha,  aquella dolencia en ocasiones resultaba insoportable.

            Cuando más agobiaba, le hacía retorcer en forma tal, cuanto pareciera estar a punto de sufrir un infarto.

            Más espeluznante el no saber a ciencia cierta,  si fuera un mal insufrible y duradero, o solamente fuese un dolor pasajero que dolería de vez en cuando,  hasta terminar por desaparecer…

            Al pensar en esto se confortaba…

            ¡Ah…!  Pero cuando llegaba el dolor… olvidaba cuanto le habían contado igual como cuanto había meditado…

            Francamente… ¡Qué cosa tan horrible padecerlo…!

            Fuera como si un puñal o mejor dicho un bielgo, estuviera clavado justo en el costado…,  y él sin poder hacer nada. 

            Tiempo atrás había preguntado a un amigo médico…, quien le dijo le recomendaría una pastilla que aliviaría la dolencia.

            Pero después, con eso de seguir hablando de tantas otras cosillas como se platicaba entre ellos, se olvidó decirle cuál fuera… 

            Al recordarlo se dice para sí mismo…

            - Este cuate no me dijo nada….. ¿Sería por no haberle pagado una consulta que significaría erogar en emolumentos para el médico,  mucho más, a lo que costaría el medicamento que me recetara…?

            Ni hablar… Se decía a sí mismo…,  este sufrimiento dolería hasta el alma, pero ni modo de hacer más, sino tratar de aguantar, en tanto pasara el golpe intenso del acceso.

            Resignado comprende…,  -  ¡De todas maneras lo debo soportar…!

            Ya cuando la sensación insufrible iba pasando y se sentía mejor, creía esperanzado, no se  volvería repetir. 

            Pero sí…, se había repetido no una, sino varias veces…

            ¿No era mejor tratar de retirarlo, y no sólo superarlo…?

            ¡Sí…! ¿Pero cómo…? 

            En cada uno de los accesos, las sensaciones eran tan parecidas que diría serían las mismas, aunque pensando un poco, admitía eran diferentes, al no saber ya, si cada dolencia fuera peor, igual o mayor a la anterior…  De que golpeaba, ¡Golpeaba…!

            Algo que se estaba haciendo en verdad preocupante. 

            Para ese entonces, ese día ya eran varias veces que sufría de la misma ansiedad, mezclada con la angustia de esperar, a ver a qué horas se pudiera finalmente retirar la dolencia… Pero no…

            Cuando más confiado estaba de pronto, ahí regresaba nuevamente…

            Sabía lo que luego vendría, pero aunque lo supiera, igual le había contado otro amigo que sufría de lo mismo, de esa situación difícilmente se logra salir…,  justo porque se incuba muy dentro del cuerpo, por eso  poco se puede hacer.  

            Ultimadamente, lo mejor a su criterio era resignarse y soportarlo, pues finalmente, cuando terminaba, se sentía  un gran alivio. 

            Al recordarlo exclamaba…

            ¿Soportarlo…?   ¡Mangos…!   ¿Aguantarme…?    ¡Mis narices…!

            Concluyendo para pronto al decirse a sí mismo…, no debía estar renegando… Era cuando se alentaba a sí mismo al decir…

            -  ¿Qué pasó…? ¡Aguántate como los hombres…!  

             Luego hasta se reía de entender el disparate que había elucubrado…, pues si en eso se cifrase la hombría, de seguro él lo hubiera aceptado con agrado.  

            Pero bien sabía, aquello no estaba de acuerdo a lo que debe ser la normalidad en una vida ordinaria.

            Otro de los amigos por ahí, también le había aclarado…

            - Lo que ocurre es que se restiran los nervios que están ubicados entre las costillas, los cuales se han de haber dañado por algún gran esfuerzo que hayas hecho…  - Añadiendo…

            -  Posiblemente ni cuenta te habrás dado, pero los nervios sí lo resintieron, eso es lo que provoca tales accesos de dolor, cuando pretenden retornar a quedar como estuvieron antes… 

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Comentario por juan ignacio arias anaya el septiembre 22, 2017 a las 1:52pm

José Ignacio Velasco Montes

Cuando leas toda la novela, encontrarás que esa enfermedad es psicológica. 

El ocuparse en algo y estar metido en ello, la cura casi de inmediato 

Es lo que llamo un síndrome del desocupado 

Saludos 

Ignacio 

Comentario por José Ignacio Velasco Montes el septiembre 21, 2017 a las 2:20pm

Muy bien, con el síndrome intercostal. Voy a ir por la segunda parte, aunque, ja, ja, ja,, ya me empiezan a doler las costillas flotante. 

Oye, Juan Ignacio. ¿Sabes si eso se pega? Pues me duelen las flotantes y es que los dolores son tan caprichosos.

Seguiré y haré un diagnóstico y tratamiento final .

Muy bien. Me está gustando.

Abrazotes,

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