por Andrea Pereira
22 Abr
A ustedes:
Hoy a mis cuarenta años y una vida bien vivida desde mi punto de vista, que
es el que importa, le escribo a mis nietos. Hasta el día de hoy no tengo hijos de
carne, pero tengo hijos de papel, tengo más de cien hijos que salieron de mi
alma y de mi mente desde que era chiquitita. Siendo menor de cinco años le
pedía a mi madre que me leyera todo lo que veía y por esos años comencé a
leer gracias a ella, luego en la escuela me enamoré del lenguaje, el cuaderno
azul y la comprensión lectora, más tarde el idioma español se convirtió en un
amorío pasajero hasta que al fin a los catorce años, ya habiendo leído varios
autores llegó el amor de mi vida: La literatura.
Fue un amor perfecto y correspondido, un amor mágico, pero difícil de
concretar, yo leía y leía y mi mano escribía y escribía hasta que a mis más de
treinta conocí un tratamiento perfecto de fertilidad, un taller literario, pocos
meses después nació mi primer hijo en un país vecino y luego vinieron otros y
otros, ahora son más de cien, y quiero más. Esta carta es para mis nietos,
aquellos que estudien a mis hijos, aquellos que los disfruten, aquellos que se
inspiren con ellos y tengan a sus propios hijos, a esos nietos les pido que sigan,
que cumplan sus sueños, que disfruten el arte, que es la prueba del paso
del humano por el mundo y el secreto de la inmortalidad.
Con todo el amor del mundo, de su fértil abuela que desconoce cuál de
sus hijos eternos los hará nacer y los volverá felices y eternos como yo:
Andrea Pereira
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A USTEDES
por Andrea Pereira
22 Abr
A ustedes:
Hoy a mis cuarenta años y una vida bien vivida desde mi punto de vista, que
es el que importa, le escribo a mis nietos. Hasta el día de hoy no tengo hijos de
carne, pero tengo hijos de papel, tengo más de cien hijos que salieron de mi
alma y de mi mente desde que era chiquitita. Siendo menor de cinco años le
pedía a mi madre que me leyera todo lo que veía y por esos años comencé a
leer gracias a ella, luego en la escuela me enamoré del lenguaje, el cuaderno
azul y la comprensión lectora, más tarde el idioma español se convirtió en un
amorío pasajero hasta que al fin a los catorce años, ya habiendo leído varios
autores llegó el amor de mi vida: La literatura.
Fue un amor perfecto y correspondido, un amor mágico, pero difícil de
concretar, yo leía y leía y mi mano escribía y escribía hasta que a mis más de
treinta conocí un tratamiento perfecto de fertilidad, un taller literario, pocos
meses después nació mi primer hijo en un país vecino y luego vinieron otros y
otros, ahora son más de cien, y quiero más. Esta carta es para mis nietos,
aquellos que estudien a mis hijos, aquellos que los disfruten, aquellos que se
inspiren con ellos y tengan a sus propios hijos, a esos nietos les pido que sigan,
que cumplan sus sueños, que disfruten el arte, que es la prueba del paso
del humano por el mundo y el secreto de la inmortalidad.
Con todo el amor del mundo, de su fértil abuela que desconoce cuál de
sus hijos eternos los hará nacer y los volverá felices y eternos como yo:
Andrea Pereira