El mal no existe: el cine como exploración y asombro

El mal no existe: el cine como exploración y asombro Ryûsuke Hamaguchi, director de 'Drive my car', insiste en las claves de su cine pleno y profundo para componer su película más políticamente misteriosa.

Una película pensada originalmente como ilustración a una partitura musical que aún no existía. Este, por difícil que resulte imaginar, es el punto de partida de 'El mal no existe'. Y no hablamos del argumento sino de la motivación.

Se diría incluso que el principal motivo de la existencia de la última película de Ryûsuke Hamaguchi es su no existencia. Y probablemente sea esta anómala contradicción la que mejor la describa como lo que finalmente es: un misterioso y perfecto ejercicio de cine siempre a punto de desaparecer, siempre a un paso de ser lo contrario de lo que parece ser.

El director habla de equilibrio entre civilización y naturaleza como el argumento último de este trabajo y quizá es a un equilibrio mucho más profundo al que se refiere y que tiene que ver, por qué no, con el límite mismo de lo posible, de lo imaginable, de lo real.

La nueva película de Hamaguchi no procede, por así decirlo, de los lugares habituales. No hubo una ocurrencia, un sueño, una visión o un encuentro fortuito con una idea que se convirtió primero en un esbozo de guion y que, a su vez y con el correr del tiempo, acabó en un libreto perfectamente estructurado con las notas técnicas en los márgenes. No.

Todo empezó de una colaboración con la compositora Eiko Ishibashi, la misma que figura en los créditos de 'Drive my car'. El director fue llamado por su colaboradora habitual para que ideara un conjunto de imágenes que, a su modo, vistieran una partitura,una partitura que cuando se hizo el encargo, ya se ha dicho, ni siquiera existía. De ese trabajo, realizado a tientas, salió lo que tenía que salir (llamado 'Gift', es decir, don o regalo, y que ilustra la música que finalmente acabó por existir) y una producción independiente que es, en efecto, 'El mal no existe', cuya música, por cierto, también firma Ishibashi.