EL PEQUEÑO ZAGAL

Cierto día, un pequeño zagal de no más de 4 años, estaba jugando tranquilamente junto a un árbol juguetón. 

El frondoso olivo, decidió gastarle una broma y se guardó para sí una pequeña pelota con la que el ilusionado niño jugaba. Aquel pequeño tomó aire, caviló y decidió dar un gran salto para tomar con sus propias manos la pelota. Sin embrago, el juguetón árbol, había colocado la pelota lejos del alcance del zagal y no la pudo alcanzar. 

Esto no desanimó al niño que, por muchos minutos estuvo intentando una y otra vez llegar a recuperar su anhelado compañero de juegos. No desistió y lo intentaba una y otra vez. No desistió. Como veía que no podía llegar, cambió de estrategia y decidió mover el árbol ladrón, zarandeando su fornido tronco para obligarle a que soltara la pelota... Tampoco lo logró, era evidente, su fortaleza no era suficiente para "menear" aquel mastodonte. Pero no desistió!

Se volvió hacia la mesa donde charlaban distendidamente unos amantes padres y cogió la pequeña silla en la que había estado sentado degustando la deliciosa tortilla de la abuela, y la colocó junto al tronco para subir y así, tal vez, alcanzar por fin el premio.

Tristemente, la distancia que su corto brazo alcanzaba subido a aquella silla, no era suficiente para llegar hasta la pelota. Pero no desistió.

Esta vez se fue a por la pelota grande que había tenido en su poder unos minutos antes para jugar al balompié con su abuelo, tratando de alcanzar la otra pelota con ella. Nadie sabe los intentos que acometió en aquella acción, tal vez 10, quizá 16 o a lo mejor 25, lo único cierto es que, tras un largo rato de cavilaciones, ilusiones e intentos... La gran pelota verde, golpeó de lleno a la pequeña pelota de colorines obligando al maquiavélico olivo a soltarla.

Al final, el truhan olivo, cedió en su afán y la pequeña pelota volvió con su dueño que saltaba y gritaba feliz y contento tras la obtención de su apreciado botín.

Una vez logrado, devolvió todos los utensilios a su sitio y reanudó el partido de basket justamente en el lugar donde lo había detenido por culpa del "tiempo muerto" que el olivo rival había "solicitado".

Al acabar el partido, como era de esperar, ganó y ganó holgado, y ganó feliz, y ganó contento pero sobretodo, ganó! Ganó! Y ganó!! Y eso no se lo podría quitar nadie.