Le tomé la mano para ayudarla a bajar del taxi. Ya no teníamos que agregar a la despedida. En el taxi nos habíamos despedido con mil frases. Hicimos encomiendas el uno al otro. Como una despedida permanente, como una carta póstuma de abrazos y cariño triste. Ella me sostenía y en la dinámica de nuestra despedida se entorpeció por el último beso de despedida. Jamás había acariciado tan cerca sus l…