Aquel domingo de noviembre, cuando los primeros rayos de la aurora, pintaron de carmesí, ese inmenso y ensoñador pedazo de llano, que amanecía, pletórico de amores, deseos, pasiones y costumbres; ella despertó soñolienta, aún con el sabor de aquellos labios ansiosos que durante la noche, horadaron los suyos, acariciando suavemente su paladar, tan acostumbrado, antes a degustar el verdadero amor.…