En el pueblo de San Antonio  un campesino llamado Juan vivía con su sobrino con el nombre de Carlos en una cabaña más o menos moderna. Estos vestían el traje tradicional de los campesinos; el niño tenia catorce años en cambio Juan ha de tener unos cuarenta y cinco.

  Una noche mientras el niño miraba la televisión, Juan escucho un fuerte ruido en el ganado y, por la gran preocupación, fue hasta el lugar a mirar. Al entrar por la puerta rechinante vio algo increíble: una persona de unos dos metros de alto, ojos rojos como la sangre, desnutrido,  cara estirada y vestía un trapo agujereado que lo cubría de la cadera hasta las rodillas y una capa morada lo que lograba ocultarlo durante la noche, devoraba sin cesar y sin piedad un cerdo y al parecer con mucho deseo. Juan al ver esto su reacción fue de mucha impresión y corrió velozmente donde su sobrino a contar lo sucedido. Carlos al oír esto obviamente no lo creyó entonces su tío, para convencerlo, lo llevo al granero y al entrar ambos, encontraron al cerdo tirado en la tierra, no muerto ni tampoco presentaba heridas, solo estaba dormido. El niño, luciéndose por la mayor valentía que la de su tío, se  acerco a verlo, al asomarse vio otros dos cerdos, tres vacas y seis caballos postrados en la misma posición que el primer cerdo, fue a ver a una vaca extendiendo la mano, pero, antes de que el niño sencillamente la rozara, esta despertó bruscamente, el niño se asombro, vio sus ojos y estaban rojos casi carmesí y se estaba hinchando y estirando, los otros animales cumplían la misma acción, y todos al mismo tiempo corrieron como si fueran una estampida. Al salir ya todos ambos fueron en busca de estos animales.

  Al salir ya de su terreno Juan ya estaba harto de seguir a sus animales pero lo que el quería era descubrir que era lo que pasaba por esos lugares. Mientras Carlos solo quería saber si lo que su tío decía era cierto o no, y además quería recuperar a los animales porque esa era la manera de que se ganara los pesos todos los días.

  Al llevar ya algunas horas recorriendo llegaron a un bosque muy oscuro lo recorrieron entero hasta que llegaron a un lugar muy particular: varias higueras unidas por las ramas y que estaban ya algo viejas, obstruían el paso a la entrada de una cueva. Ellos con sus grandes agilidades lograron pasar y sin tomar precaución alguna decidieron entrar, pero sin darse cuenta tropezaron con una piedra y rodaron por un barranco, Carlos se levanto inmediatamente y con sus manos sintió un peculiar objeto, espolvoreo la tierra en ese mismo lugar y al verlo con la poca luz que entraba era una moneda de oro. Su tío ya estaba levantado el la mostró con gran entusiasmo, Juan al verla la asomo a la luz que entraba y vio en su diseño que era una cara de diablo  y al otro lado unas alas, el niño la levanto y de casualidad la cara de diablo quedo a contra luz y un resplandor salio de la monea indicando el camino oscuro, Carlos asustado soltó la moneda pero esta no se cayo. Carlos que estaba invadido por la codicia decidió seguir aunque su tío se lo impidiera.

  Al llegar a su destino el resplandor se desapareció y ambos vieron a un grupo de engendros todos con las mismas características que el primero que vio Juan  y vestían capas negras, azules y moradas. Estos al ver a los dos intrusos dijeron a coro un grupo de palabras extrañas y en unos segundos Carlos quedo postrado en la tierra moribundo y a horas de morir. Juan miraba el hecho recién ocurrido y luego miro a las bestias y estas tenían los ojos brillantes y en un instante apareció en la entrada de la cueva  con la vista al frente y no mostraba ninguna reacción solamente se dio la vuelta y camino por el bosque, sin dejar de mirar al frente.

   Al llegar a su casa se sentó, parecía estar loco y la única acción cuerda que hizo fue mirar el calendario que marcaba la fecha 24 de junio. Luego de eso subió a su habitación, se acostó y comenzó a reírse. A la mañana siguiente la cueva ya no estaba, ni las higueras ni el bosque solo un espacio vacío que según la gente del pueblo esta maldito.

  Aún se escucha la macabra risa de Carlos en la antigua casona.