Los posts de Fernando Velazquez Medina - Creatividad Internacional2024-03-28T23:09:33ZFernando Velazquez Medinahttps://www.creatividadinternacional.com/profile/FernandoVelazquezMedinahttps://storage.ning.com/topology/rest/1.0/file/get/2985132720?profile=RESIZE_48X48&width=48&height=48&crop=1%3A1https://www.creatividadinternacional.com/profiles/blog/feed?user=3vl0wqf0n5l3e&xn_auth=noReseñas en italiano sobre Ultima rumba en La Habanatag:www.creatividadinternacional.com,2014-10-08:3073384:BlogPost:4698082014-10-08T17:58:31.000ZFernando Velazquez Medinahttps://www.creatividadinternacional.com/profile/FernandoVelazquezMedina
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<p>Estimados amigos de Cratividad internacional, abajo pongo los link a las tres críticas publicadas en Italia sobre mi novela Ultima rumba en La Habana, publicada este año en esa península. También hay un link a un artículo del destacado escritor cubano Ernesto Pérez Chang, que recuerda a varios escritores acosados por el gobierno cubano, entre ellos yo. Leanlo porque también están dos destacadas poetisas. GraCIAS' …</p>
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<p>Estimados amigos de Cratividad internacional, abajo pongo los link a las tres críticas publicadas en Italia sobre mi novela Ultima rumba en La Habana, publicada este año en esa península. También hay un link a un artículo del destacado escritor cubano Ernesto Pérez Chang, que recuerda a varios escritores acosados por el gobierno cubano, entre ellos yo. Leanlo porque también están dos destacadas poetisas. GraCIAS' </p>
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<p><span><a href="http://squadernauti.wordpress.com/2014/10/03/ultima-rumba-allavana/">http://squadernauti.wordpress.com/2014/10/03/ultima-rumba-allavana/</a></span></p>
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<p><a href="http://www.lindiceonline.com/index.php/78-l-indice/ottobre-2014/2291-letterature" target="_blank" rel="nofollow">http://www.lindiceonline.com/index.php/78-l-indice/ottobre-2014/2291-letterature</a></p>
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<p><a href="http://www.postpopuli.it/39243-fernando-velazquez-medina-ultima-rumba-allavana/">http://www.postpopuli.it/39243-fernando-velazquez-medina-ultima-rumba-allavana/</a></p>
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<p><a href="http://www.cubanet.org/destacados/cdr-cazadores-a-toda-hora" target="_blank" rel="nofollow">http://www.cubanet.org/destacados/cdr-cazadores-a-toda-hora</a></p>Curso de escritura creativa para NY y New Jerseytag:www.creatividadinternacional.com,2014-08-08:3073384:BlogPost:4521632014-08-08T19:30:00.000ZFernando Velazquez Medinahttps://www.creatividadinternacional.com/profile/FernandoVelazquezMedina
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<p><span class="font-size-4" style="font-family: 'times new roman', times;"><em><strong>Curso de escritura creativa en New Jersey,</strong></em> <strong>impartido por Fernando Velázquez Medina</strong></span></p>
<p><span class="font-size-4" style="font-family: 'times new roman', times;">Abajo portada de la edición italiana de su novela "Ultima rumba en La Habana", traducida al italiano por el relevante escritor Marino Magliani, recipiente de varios Premios de literatura (Como il Premio…</span></p>
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<p><span style="font-family: 'times new roman', times;" class="font-size-4"><em><strong>Curso de escritura creativa en New Jersey,</strong></em> <strong>impartido por Fernando Velázquez Medina</strong></span></p>
<p><span style="font-family: 'times new roman', times;" class="font-size-4">Abajo portada de la edición italiana de su novela "Ultima rumba en La Habana", traducida al italiano por el relevante escritor Marino Magliani, recipiente de varios Premios de literatura (Como il Premio Frontiere - Biamonti, Pagine sulla Liguria que también ha recibido Antonio Tabucci) y traductor de Carlos Alberto Montaner, Roberto Bolaño, Roberto Arlt y Gabriel Miró, entre otros.</span></p>
<p><span style="font-family: 'times new roman', times;" class="font-size-4">'Ultima rumba en La Habana fue finalista del Premio Mario Lacruz para primera novela, cuyo jurado estuvo presidido por el Premio Cervantes, Juan Marsé. Fue presentada en Madrid por el gran poeta cubano Raúl Rivero; y en New York por el relevante novelista y académico Antonio Muñoz Molina, Premio Príncipe de Asturias de las Letras.</span></p>
<p><img src="https://fbcdn-sphotos-b-a.akamaihd.net/hphotos-ak-xpa1/t1.0-9/p403x403/10311097_692183324182213_3103777163709283581_n.jpg" alt="Mario E. R. Bianco's photo." style="font-family: 'times new roman', times;"/></p>
<p><span style="font-family: 'times new roman', times;"><span class="font-size-3"><strong>CURSO: <span style="text-decoration: underline;">¿COMO SE ESCRIBE UNA NOVELA</span></strong><span style="text-decoration: underline;">?</span></span></span></p>
<p><span style="font-family: 'times new roman', times;"><span class="font-size-3"> </span><br/> <span class="font-size-3">Si vive en el área de NY City y NJ. en USA y le interesa de veras aprender a escribir literariamente, contacte a Fernando Velázquez Medina en la dirección electrónica basil1408@aol.com. ¡Descuentos de promoción sólo en agosto! Revisa mi página para que vea mi historial. En este post puede ver la portada de la edición italiana de mi novela "Ultima rumba en La Habana' , publicada también en España y USA. Presentada en Madrid por el gran poeta Raúl Rivero y en Columbia University of New York por el reconocido novelista y Premio Príncipe de Asturias, Antonio Muñoz Molina, con quien aparezco en la foto de inicio de esta página. "Ultima rumba en La Habana' fue finalista del Premio Mario Lacruz para primera novela cuyo jurado estuvo presidido por el Premio Cervantes, Juan Marsé. Está considerada una obra maestra del 'realismo sucio" en castellano (buscar en internet) y fuetraducida al italiano por el conocido escritor italiano Marino Magliani, ganador de varios premios importantes de literatura y traudctor entre otros de Roberto Bolaño, Gabrilel Miró, Roberto Arlt y Carlos Alberto Montaner. abajo el link a un sitio en inglés en el cuál se discute de los escritores del "realismo sucio", entre ellos: <br/> Fernando Velázquez Medina: <br/> <a href="https://www.facebook.com/l.php?u=https%3A%2F%2Fwarosu.org%2Flit%2Fthread%2F5248501&h=FAQEmHNBE&s=1" rel="nofollow nofollow" target="_blank">https://warosu.org/lit/thread/524850</a></span></span></p>Leonardo Padura y Fernando Velazquez Medina con Pablo Debessi (centro) en New York 2001tag:www.creatividadinternacional.com,2012-12-13:3073384:BlogPost:2822262012-12-13T18:30:00.000ZFernando Velazquez Medinahttps://www.creatividadinternacional.com/profile/FernandoVelazquezMedina
<p><img src="http://sphotos-b.xx.fbcdn.net/hphotos-snc7/395056_10151272380633851_829984977_n.jpg"/></p>
<p><img src="http://sphotos-b.xx.fbcdn.net/hphotos-snc7/395056_10151272380633851_829984977_n.jpg"/></p>La nueva novela cubanatag:www.creatividadinternacional.com,2012-09-05:3073384:BlogPost:2621802012-09-05T18:00:24.000ZFernando Velazquez Medinahttps://www.creatividadinternacional.com/profile/FernandoVelazquezMedina
<p>La nueva novela cubana está ejemplificada sobre todo por autores como Pedro Juan Gutiérrez, Leonardo Padura Fuentes, Zoé Veldés, Daína Chaviano, Fernando Velázquez Medina, Teresa Dovalpage, Ronaldo Meneses, Ena Lucía Portela, Abilio Estévez y otros, algunos de ellos englobados bajo el título de "realismo sucio cubano". Estos y otros autores han sucedido a los a los estelares y ya fallecidos Alejo Carpentier, José Lezama Lima, Guillermo Cabrera Infante, Reinaldo Arenas y Severo Sarduy, etc. A…</p>
<p>La nueva novela cubana está ejemplificada sobre todo por autores como Pedro Juan Gutiérrez, Leonardo Padura Fuentes, Zoé Veldés, Daína Chaviano, Fernando Velázquez Medina, Teresa Dovalpage, Ronaldo Meneses, Ena Lucía Portela, Abilio Estévez y otros, algunos de ellos englobados bajo el título de "realismo sucio cubano". Estos y otros autores han sucedido a los a los estelares y ya fallecidos Alejo Carpentier, José Lezama Lima, Guillermo Cabrera Infante, Reinaldo Arenas y Severo Sarduy, etc. A pesar de que entre ellos hay autores de todas las edades, los agrupa el hecho de haber comenzado a publicar en la segunda mitad de los años ochenta del pasado siglo, cuando se hacían evidentes los cambios y fisuras en el sistema político de la isla. Fernando Velázquez Medina Crítico de literatura y cine formado en los predios de la revista El caimán Barbudo cuando por esta pasaron jóvenes escritores como Leonardo Padura, Rodolfo González Almaguer, Eliseo Alberto Diego y Abilio Estévez, entre otros, Velázquez Medina estudió cine en los Estudios de Cine y Televisión de las Fuerzas Armadas, lo cual se refleja en su única novela publicada: 'Ultima rumba en La Habana', que a pesar de no contar con un gran respaldo editorial o un premio internacional, ha sido publicada varias veces, recibiendo excelente apreciación de la crítica, que la ha comparado con 'Viaje al fondo de la noche' de Céline y con las obras sobre La Habana de Alejo Carpentier, Lezama Lima y Cabrera Infante(Pío E Serrano, Revista Hispanocubana, número 35, Madrid, octubre-dicembre 2009, página 199) o los elogios al manejo de la prosa narrativa (Felix Luis Viera,revista Crítica de la Universidad de Puebla, <a href="http://revistacritica.com/vigilia/ultima-rumba-en-la-habana-de-fernando-velazquez-medina">http://revistacritica.com/vigilia/ultima-rumba-en-la-habana-de-fernando-velazquez-medina</a>) o la cita del conocido novelista Antonio Muñoz Molina en la contratapa de la primera edición española de la novela hecha por una pequeña editorial de Canarias: que el episodio de los caníbales tiene una cosa sombría como de Joseph Conrad. Este mismo escritor y académico presentó la novela en la Universidad de Columbia en Noviembre del 2010, sobre lo cual escribió en su blog personal(antoniomuozmolina-nxb.es/2010/11/amigos-cubanos). Estos respaldos intelectuales han situado la novela, -comparada por el crítico y poeta Pablo Martínez Zarracina (convulsas.nortedecastilla.es Letras convulsas.nortedecastilla.es con la obra de Pedro Juan Gutiérrez- como una de las más representativas de la novelística cubana de los noventa y la han colocado, de acuerdo a la investigadora española Beatriz Calvo Peña, entre las mejores escritas por un cubano exiliado vivo, en tanto el escritor y diplomático colombiano Plinio Apuleyo Mendoza, autor del prólogo a la primera edición neoyorquina, la comparó con 'Viaje al fondo de la noche' del célebre escritor fránces Louis-Ferdinand Céline conquistando Velázquez Medina un lugar destacado, junto a Padura y José Manuel Prieto, como representante de una novelística cubana de calidad, escrita por autores negros o mestizos, gracias al uso de viversas técnicas de narración, tomadas, según declaraciones del propio autor, de los garndes autores latinoamericanos de los sesenta y setenta, mezclándolas con sus conocimientos de cine y el uso de la música popular y de los cantantes y compositores cubanos que conoció en la infancia, en una mezcla explosiva. Pedro Juan Gutiérrez es otro de los grandes narradores cubanos surgidos a fines del pasado siglo y que rompen con el formato tradicional seguido por los escritores cubanos. Según el crítico español Pablo Martínez Zarracina en su artículo "Letras convulsa. nortedecastilla.es) Pedro Juan surge a fines de los años noventa, cuando "da la sensación de que el sueño revolucionario se ha venido abajo definitivamente y, entre las ruinas, surgen autores como el conocido Pedro Juan Gutiérrez ('Trilogía sucia de la Habana')" Aunque Trilogía sucia es, como lo indica su título, la unión de tres libros de cuentos y viñetas, se lee como una novela fragmentada, por la unidad de estilo y de tema, convirtiéndose en la obra cubana de ficción más alabada por la crítica en esos años. Ha sido traducida a diecisiete idiomas europeos y publicada en Israel, con más de cincuenta ediciones hasta el momento. Sus novelas igualmente han tenido éxito, logrando reediciones en sitios tan insospechables como Dinamarca, o Finlandia. El estilo iracundo de Pedro Juan, casi apocalíptico, ha logrado captar la atención del público y la crítica, más allá de la etiqueta de 'realismo sucio' que es más bien neorrealismo. La furia que rezuma su escritura, sobre todo "Trilogía sucia' escrita en tiempos de gran escazes material y de ruptura moral en la sociedad cubana, lo han llevado a la cima de la literatura latinoamericana, al nivel de autores polémicos como el colombiano Fernando Vallejo. Pedro Juan no es el que mejor escribe de este grupo, porque otros son más cuidadosos con el idioma, como el propio Padura o Velázquez Medina y Ena Lucía Portela. No obstante fue quien primero le dio voz a los desamparados y las víctimas de la crisis cubana de los noventa llamada 'período especial'. Trilogía sucia de La Habana es una obra inclasificable y un libro de culto que bordea lo pornográfico, pasando un espejo por toda la sociedad cubana y mostrando sus lacras y miserias de manera magistral: "Cuando me decidí a hacer literatura pensé que o me entregaba totalmente o no hacía nada. No quiero quedarme a medias, no merece la pena callar lo que hay que decir", (Gutiérrez retrata los bajos fondos de La Habana en un libro, El País, Madrid, España Miércoles 25 noviembre de 1998). Pedro Juan es uno de los má importantes representantes de eso que se llama hoy día 'Nueva literatura cubana'. Ena Lucía Portela por otro lado es una escritora residente en la isla, como Pedro Juan y Padura, pero que no ha recibido la atención que tiene sus dos compatriotas, ya es considerada entre los más importantes escritores 'jóvenes' de América Latina. Ha ganado Premios internacionales como el Dos Océanos–Grinzane Cavour de la crítica francesa, el Cirilo Villaverde de Cuba y el Jaén de España y está traducida a varios idiomas. El pájaro, pincel y tinta china la dio a conocer en Cuba y en el exterior y 'Cien botellas en una pared' fue traducida y publicada por la University of Texas Press, luego de su éxito de crítica internacional. Su obra va en sentido contrario a la de Pedro Juan Gutiérrez, quizás porque no ha visto romperse ningún sueño y no se siente engañada, como este autor que casi tiene setenta años y comenzó a escribir ficción después de los cincuenta. Ena Lucía, que padece una grave enfermedad, escribe desde otro punto de vista, lo que enriquece a esa presunta 'nueva novelística cubana' y la dota con la voz de una mujer, algo no muy frecuente en la narrativa de la isla, que no tiene una tradicción de grandes novelistas femeninas.</p>Antonio Muñoz Molina, Fernando Velázquez Medina, Armando G. Muñoz y Vicente Echerritag:www.creatividadinternacional.com,2012-02-23:3073384:BlogPost:2139352012-02-23T02:37:34.000ZFernando Velazquez Medinahttps://www.creatividadinternacional.com/profile/FernandoVelazquezMedina
<p>De izquierda a derecha: El conocido escritor español Antonio Muñoz Molina, el novelista cubano negro Fernando Velázquez Medina, el poeta Armando G. Muñoz y el escritor y columnista de El Nuevo Herald de Miami, Vicente Echerri, durante la presentación de la novela ‘Ultima rumba en la Habana’, de Velázquez Medina, en la Universidad de Columbia, New York…</p>
<p><span style="font-size: 21px;"><br></br></span></p>
<p>De izquierda a derecha: El conocido escritor español Antonio Muñoz Molina, el novelista cubano negro Fernando Velázquez Medina, el poeta Armando G. Muñoz y el escritor y columnista de El Nuevo Herald de Miami, Vicente Echerri, durante la presentación de la novela ‘Ultima rumba en la Habana’, de Velázquez Medina, en la Universidad de Columbia, New York</p>
<p><span style="font-size: 21px;"><br/></span><a href="http://storage.ning.com/topology/rest/1.0/file/get/2999058190?profile=original" target="_self"><img width="750" src="http://storage.ning.com/topology/rest/1.0/file/get/2999058190?profile=RESIZE_1024x1024" width="750" class="align-full"/></a></p>Las estelas de Lezamatag:www.creatividadinternacional.com,2011-07-21:3073384:BlogPost:1169622011-07-21T21:18:08.000ZFernando Velazquez Medinahttps://www.creatividadinternacional.com/profile/FernandoVelazquezMedina
Fernando Velázquez Medina<br></br>
Publicado en<br></br>
RyC, No. 9-1987<br></br>
sección «A tiempo»,<br></br>
pp.80-81<br></br>
Revolución y Cultura 60<br></br>
<br></br>
<br></br>
<br></br>
Mientras esperamos sus Obras Completas, nos llegan, en<br></br>
un cuadernillo de la Editorial Letras Cubanas, cinco sigilosos<br></br>
relatos de José Lezama Lima: «Fugados», «El patio<br></br>
morado», «Para un final presto», «Juego de las decapitaciones» <br></br>
y «Cangrejos, golondrinas».<br></br>
Cada uno de estos cuentos, como toda obra…
Fernando Velázquez Medina<br/>
Publicado en<br/>
RyC, No. 9-1987<br/>
sección «A tiempo»,<br/>
pp.80-81<br/>
Revolución y Cultura 60<br/>
<br/>
<br/>
<br/>
Mientras esperamos sus Obras Completas, nos llegan, en<br/>
un cuadernillo de la Editorial Letras Cubanas, cinco sigilosos<br/>
relatos de José Lezama Lima: «Fugados», «El patio<br/>
morado», «Para un final presto», «Juego de las decapitaciones» <br/>
y «Cangrejos, golondrinas».<br/>
Cada uno de estos cuentos, como toda obra lezamiana,<br/>
encierra tantos secretos como la geométrica pirámide de<br/>
Chichén-ltzá y, al igual que ella, deslumbra y amedrenta a<br/>
los ignorantes de su código; porque romper con la conjura<br/>
de la realidad genera, primero risas y después terror. Charles<br/>
Hoy Fort, apologista de lo imposible, escribe en El libro de<br/>
los condenados que nada es aislable: toda cosa aislada<br/>
deja de existir. Así, con cada fragmento, Lezama nos remite<br/>
al corpus de su obra, de análisis improbable.<br/>
El rielar de una gota de agua sobre un estado de ánimo es,<br/>
quizás, el tema de «Los fugados». O tal vez la memoria<br/>
de una visita juvenil al malecón habanero. Todo esto y algo<br/>
más, inefable, sucedido en otra dimensión de las ideas, <br/>
donde la fuga de dos estudiantes significa tanto como la busca <br/>
del tiempo extraviado.<br/>
Para llegar a «El patio morado» se debe pasar ante elobeso portero.<br/>
En el patio episcopal se ufanan el loro y las alondras, mientras <br/>
esperan la visita del prelado. La tira de lino y el anillo de hierro <br/>
con los que juega el lorotienen un anverso en el café El Triunfo de<br/>
Babilonia. <br/>
Sólo un anverso, pero sospecho la existencia de otros ocultos<br/>
tras las palabras. El Obispo difunto envía al cerbero al<br/>
cafetín, mientras el loro se reúne con las, alondras; una<br/>
inundación apócrifa termina la historia. La clave radica<br/>
en las frases: «puedes ir, café de la esquina, tira de lino,<br/>
anillo de hierro». El estudio de ellas puede llevarnos a<br/>
otro misterio, y así hasta el infinito.<br/>
La filosofía y el poder, de «Para un final presto», nos dan<br/>
la impresión de que lo imprevisto aguarda en el umbral.<br/>
Es el pretexto una conspiración y el destino de una academia<br/>
filosófica cuyo fin es la preparación de los jóvenes<br/>
para la muerte. Estudiar la vida para saber morir, morir<br/>
bien para dignificar la vida. La muerte de los discípulos<br/>
está planificada de manera implacable, al igual del<br/>
sacrificio en algunas sectas místicas modernas, como el<br/>
Templo del Pueblo de Dios o la medieval herejía teófaga<br/>
bizantina, propugnadora del asesinato y el suicidio, únicos<br/>
modos de eliminar la imperfección humana.<br/>
<br/>
Famoso es «El juego de las decapitaciones», publicada en<br/>
Orígenes a finales de la Segunda Gran Guerra, famoso el<br/>
mago y la emperatriz vagabunda, decapitada múltiples<br/>
veces para cambiar el destino, famoso el emperador que<br/>
se duerme en el fondo de un pozo a imitación de los<br/>
gigantes, yacentes bajo una concha de oro, mientras esperan<br/>
el momento de reinar sobre el planeta. Famoso, el<br/>
real, luchando por un trono que obtiene sin pelear.<br/>
«Cangrejos, golondrinas» es, en fin, un exorcismo contra<br/>
la entropía, oculta en todo cuerpo; la lucha mágica frente<br/>
al destino y el abandono de los seres queridos. Magia es<br/>
la palabra de Lezama, incontrolable y analógica como el<br/>
hechizo de los brujos. Toda la obra de Lezama Lima es<br/>
inclasificable y todo método aplicado a ella para su<br/>
investigación le queda apretado. Las narraciones y otras<br/>
ficciones poéticas participan del pensamiento prelógico y<br/>
pagano que recorre su poesía. El sistema cultural lezamiano<br/>
deja entrever otro universo, afecto por igual a nuestros recuerdos<br/>
y esperanzas. En el vano esfuerzo por explicar las estelas de Lezama,<br/>
se pierde el matiz cambiante del disfrute. El lector debe buscar los <br/>
Cuentos de José Lezama Lima y olvidar de inmediato esta nota<br/>
presuntuosa.Artículo del ex presidente del Instituto Cubano del Libro contra mi novela, Antonio Muñoz Molina y Echerritag:www.creatividadinternacional.com,2011-03-18:3073384:BlogPost:658532011-03-18T03:10:11.000ZFernando Velazquez Medinahttps://www.creatividadinternacional.com/profile/FernandoVelazquezMedina
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<div class="noticia" id="CuerpoNoticia"><div class="titulo">Los “amigos cubanos” de Muñoz Molina</div>
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<div class="autor"><a class="autor" href="http://www.rebelion.org/mostrar.php?tipo=5&id=Iroel%20S%C3%A1nchez&inicio=0">Iroel Sánchez</a></div>
<div class="fuente">La pupila insomne/ Rebelión</div>
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<div id="TextoNoticia" style="font-size: 13px;"><p>“…una celda<b> </b>en el sótano de una comisaría, con capacidad para 7 personas, en la que había cuarenta detenidos.…</p>
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<div id="CuerpoNoticia" class="noticia"><div class="titulo">Los “amigos cubanos” de Muñoz Molina</div>
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<div class="autor"><a class="autor" href="http://www.rebelion.org/mostrar.php?tipo=5&id=Iroel%20S%C3%A1nchez&inicio=0">Iroel Sánchez</a></div>
<div class="fuente">La pupila insomne/ Rebelión</div>
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<div style="font-size: 13px;" id="TextoNoticia"><p>“…una celda<b> </b>en el sótano de una comisaría, con capacidad para 7 personas, en la que había cuarenta detenidos. De pie, durante días y noches enteros, apretados unos contra otros, sin comida, sin retretes. Hacía tanto calor que el vapor de la transpiración subía hacia el techo de cemento y al enfriarse contra él caía en forma de lluvia”. El escritor español Antonio Muñoz Molina no ubica esta escena en el Iraq denunciado por las <a href="http://lapupilainsomne.wordpress.com/2010/10/22/disponibles-ya-filtraciones-de-wikileaks-sobre-iraq-ponen-a-ee-uu-en-aprietos/">revelaciones de <i>Wikileaks</i></a>, sino que -según cuenta<i> </i>en su blog <i><a href="http://antoniomu%c3%b1ozmolina.es/2010/11/amigos-cubanos/">Escrito en un instante</a>-</i> es el relato que le hiciera su “amigo” Fernando Velázquez sobre las condiciones de su detención en Cuba. Velázquez es el autor de una novela con el nada comercial nombre de <i>Última</i> <i>Rumba en la Habana</i> que Muñoz Molina acaba de presentar en New York, como corresponde entre buenos amigos, y, a juzgar por el relato de su prisión, posee algunas habilidades para inventar historias.</p>
<p>Hasta cierto punto, resulta lógico que el autor del folclórico título, presentado por semejante celebridad, haya exagerado su experiencia vital. Lo que no encaja en la historia es la otra persona que acompañaba al miembro de número de la Real Academia Española, y al cual Muñoz Molina se refiere como “mi amigo Vicente Echerri”. Se trata de alguien que precisamente ha aplaudido y justificado la brutalidad policial. Estas fueron las palabras que Echerri escribió en <i>El Nuevo Herald</i> cuando la represión contra las más de 150 000 personas que protestaban en Génova por la reunión del G-7, que provocara la muerte del joven italiano Carlo Giulliani: “la policía tiene que hacer su obra para reprimir a estos “reaccionarios” que salen a enarbolar sus atavismos. Los medios de prensa y algunos políticos han llegado a acusar a la policía de brutalidad (y, sin duda, algún acto de brutalidad debe de haber cometido); yo creo, en cambio, que ha sido comedida, tal vez en demasía.”</p>
<p>Vicente Echerri tampoco dejó un instante de aplaudir las atrocidades de Bush en Iraq y de reclamarlas para su país de origen, aquí un resumen de su ideario, también publicado en <i>El Nuevo Herald</i>:</p>
<ul>
<li>..la seguridad del mundo exige estas bombas, de ser posibles mucho más poderosas… cuando el polvo se asiente, y el tiempo mitigue el dolor de los que sobrevivan, el mundo tendrá la oportunidad de ser mejor…</li>
<li>Creo, sinceramente, que si una contribución positiva puede hacer una superpotencia es la de ejercer con eficacia el papel de gendarme internacional, teniendo más en cuenta la felicidad de la gente –tal como la definen los derechos humanos– que ese otro concepto más abstracto conocido por “soberanía nacional”.</li>
<li>Estados Unidos es el único imperio del momento –que, por cierto, ejerce su poder sin demasiada vocación– y a nosotros nos ha tocado en suerte vivir en su mismo centro de irradiación y disfrutar de esa incomparable prebenda, pese a haber nacido en uno de los traspatios de la historia. ¡Cómo podría ocurrírsenos pensar, o desear, que el imperio no ejerza sus poderes!</li>
<li>…la única diplomacia que me entusiasma y me parece efectiva es la de las cañoneras, no solo cuando amenazan, sino cuando se ponen en acción.</li>
<li>Los que protestan se oponen, ciertamente, al inevitable destino de esta nación: rehúsan ser un imperio, no quieren el papel de policías del mundo que les viene acompañado con su propio poder, les repugna que se derrame una sola gota de sangre por el petróleo (cuando lo cierto es que el petróleo es, hasta ahora, la sangre misma de la sociedad occidental y que, mientras no dispongamos de nuevas fuentes de energía, la sangre de muchos se paralizaría si nos faltase)…</li>
<li>Pocas guerras, de las libradas en los últimos tiempos, han sido tan impopulares como esta, al menos fuera de Estados Unidos. Mis amigos europeos y latinoamericanos se oponen a la intervención armada en Irak con distintos grados de fervor. No pasa día sin que reciba algún correo electrónico en el que esta buena gente insista en compartir conmigo su horror por esta acción militar o su repudio a la política norteamericana. Algunos se asombran sinceramente cuando descubren que no estoy de su lado y que, ciertamente, lo único que deploro es que esta guerra no haya ocurrido antes, que el bombardeo no sea más eficaz, y que otras capitales subversivas del tercer mundo –Pyongyang, Teherán, Damasco, Jartum, La Habana- no se asomen también en nuestras pantallas bullentes de detonaciones.</li>
<li>“Alguna vez, en mi temprana adolescencia, cuando muchos creíamos que Estados Unidos liquidaría violentamente el régimen de Fidel Castro, imaginaba a los infantes de marina desfilando a tambor batiente por las calles de La Habana en la mañana de nuestra liberación. Aunque eso es aún muy difícil que ocurra –Castro debe encontrarse al final de la lista de los tiranos peligrosos– la acción militar norteamericana contra Irak acerca un poco la realización de ese sueño”.</li>
<li>El verdadero patriotismo de los cubanos debería asemejarse al de nuestros exiliados del siglo XIX, que lograron convencer a un gobierno norteamericano renuente de la importancia y ventajas de intervenir en Cuba.</li>
<li>No puede haber paz ahora. Es más bien el momento de una guerra global, de una auténtica contienda entre la luz y las tinieblas. Los terroristas musulmanes y los pacifistas que les hacen el juego pertenecen al mismo bando tenebroso.</li>
<li>Creo que George W. Bush, sin la guerrera laureada, el espadón y la pose romántica para la historia, y pese a su poco glamorosa estampa de granjero tejano, merece más que Simón Bolívar el título de Libertador. Me sorprende que tanto en Afganistán como en Irak no se haya propuesto reconocerle con este título.</li>
<li>“No sé si las Naciones Unidas y su natural ineptitud puedan hacer algo para alterar este destino con su insistencia, como pedía en su discurso el presidente Bush, pero sí creo, que Estados Unidos –por razones de vecindad, de conveniencia política y económica y de solidaridad con el pueblo cubano– puede y cuenta aún con los recursos para sanear el muladar infecto (…) nuestro primer deber patrio es buscar ayuda de la nación que más puede ofrecerla para salir de la pandilla que ha secuestrado a nuestro país, de la misma manera que uno llama a la policía si unos ladrones entran en su casa. Los norteamericanos están llamados por la historia a hacer de policías. En casi medio siglo, no los hemos llamado a cumplir con su deber con la suficiente convicción.”</li>
</ul>
<p>Sólo esperamos que los amigos cubanos de Muñoz Molina hayan podido viajar rápidamente de New York hasta Miami para estar presentes en <a href="http://lapupilainsomne.wordpress.com/2010/11/01/bush-abrira-feria-del-libro-en-miami-video/">la presentación este domingo del libro</a> <i><a href="http://lapupilainsomne.wordpress.com/2010/11/01/bush-abrira-feria-del-libro-en-miami-video/">Decision Points</a>,</i> donde su admirado George W. Bush <a href="http://lapupilainsomne.wordpress.com/2010/11/14/receta-de-%E2%80%98waterboarding%E2%80%99-para-bush/">reconoce su complicidad con la tortura.</a></p>
<p>Fuente: <a target="_blank" href="http://lapupilainsomne.wordpress.com/2010/11/16/los-%E2%80%9Camigos-cubanos%E2%80%9D-de-munoz-molina/">http://lapupilainsomne.wordpress.com/2010/11/16/los-%E2%80%9Camigos-cubanos%E2%80%9D-de-munoz-molina/</a></p>
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</div>Presentación de mi novela en Columbia Universitytag:www.creatividadinternacional.com,2010-11-10:3073384:BlogPost:550292010-11-10T21:30:00.000ZFernando Velazquez Medinahttps://www.creatividadinternacional.com/profile/FernandoVelazquezMedina
<p>Este viernes 12 a las 6.30 PM el Centro Cultural Cubano de New York, integrado por profesores de arte, artistas, escritores, profesionales y amantes de la cultura en general, presentará la edición española de mi novela Ultima rumba en La Habana, en la Casa Hispánica de la Universidad de Columbia, situada en el 612 de la calle 116 W en Manhattan. Todos los que puedan asistir están invitados y así podremos conocernos. Un abrazo.</p>
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<p>Fernando Velázquez Medina</p>
<p>Este viernes 12 a las 6.30 PM el Centro Cultural Cubano de New York, integrado por profesores de arte, artistas, escritores, profesionales y amantes de la cultura en general, presentará la edición española de mi novela Ultima rumba en La Habana, en la Casa Hispánica de la Universidad de Columbia, situada en el 612 de la calle 116 W en Manhattan. Todos los que puedan asistir están invitados y así podremos conocernos. Un abrazo.</p>
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<p>Fernando Velázquez Medina</p>Opinión de Eduardo Manet sobre mi novelatag:www.creatividadinternacional.com,2010-01-08:3073384:BlogPost:311082010-01-08T19:53:14.000ZFernando Velazquez Medinahttps://www.creatividadinternacional.com/profile/FernandoVelazquezMedina
Mensaje enviado a mis editores por el escritor y cineasta cubano francés Eduardo Manet, Presidente del Consejo de Escritores franceses.<br />
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Distinguida segnora:<br />
recibi la novela Ultima rumba en La Habana y tuve la alegria de descubrir une verdadero gran autor. Soy cubano que escribe siempre en francés, he ganado premios importantes y soy el presidente del Consejo Permanente de Escritores franceses que representa 14 asociaciones de escritores de todo tipo: novelas, television, teatro,…
Mensaje enviado a mis editores por el escritor y cineasta cubano francés Eduardo Manet, Presidente del Consejo de Escritores franceses.<br />
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Distinguida segnora:<br />
recibi la novela Ultima rumba en La Habana y tuve la alegria de descubrir une verdadero gran autor. Soy cubano que escribe siempre en francés, he ganado premios importantes y soy el presidente del Consejo Permanente de Escritores franceses que representa 14 asociaciones de escritores de todo tipo: novelas, television, teatro, cine...Pero, por desgracia no soy editor. Creo que la novela de Velazquez Medina merece ser traducida y publicada en Francia. Pero hay que tener cuidado, un mal traductor, una casa de edicion médiocre y los mejores escritores caen en el vacio. Lo que ocurrio al gran Virgilio Pinera, mal traducido aqui.<br />
Podria tene el contacto con su autor o darle mi mail? Me gustaria establecer un contacto con él para explicarle la situacion y mi deseo de ayudarlo en la médida de lo posible/<br />
Mis saludos afectuosos<br />
eduardo manetComentario de Jacobo Machover sobre mi novela Ultima rumba en La Habanatag:www.creatividadinternacional.com,2010-01-07:3073384:BlogPost:310492010-01-07T20:02:04.000ZFernando Velazquez Medinahttps://www.creatividadinternacional.com/profile/FernandoVelazquezMedina
Jacobo Machover es un crítico y escritor francés, profesor de la Universidad París XIII. Colabora regularmente en periódicos y revistas europeos, entre ellos el Diario Liberation.<br />
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Jacobo Machover lee:<br />
Fernando Velázquez Medina, Última rumba en La Habana (Ediciones Baile del Sol, Tenerife, 2009)<br />
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Este libro tiene poco de baile pero mucho de sexo. Hay penetraciones por todos los orificios, a cualquier hora, en cualquier lugar, con blanco(a)s, negro(a)s y mulato(a)s. Pero no hay amor. En la…
Jacobo Machover es un crítico y escritor francés, profesor de la Universidad París XIII. Colabora regularmente en periódicos y revistas europeos, entre ellos el Diario Liberation.<br />
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Jacobo Machover lee:<br />
Fernando Velázquez Medina, Última rumba en La Habana (Ediciones Baile del Sol, Tenerife, 2009)<br />
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Este libro tiene poco de baile pero mucho de sexo. Hay penetraciones por todos los orificios, a cualquier hora, en cualquier lugar, con blanco(a)s, negro(a)s y mulato(a)s. Pero no hay amor. En la Cuba del Período Especial, no podía haberlo. Lo más común eran relaciones tarifadas (con una salida definitiva al extranjero, preferentemente) entre muchachas que se improvisaban jineteras y turistas europeos (italianos, españoles, alemanes, franceses, ingleses and so on) o latinoamericanos (brasileños, mexicanos y un largo etcétera), de todas las edades, de todas las condiciones sociales y de ninguna convicción política. Eso, por cierto, ni se pregunta.<br />
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Hace tiempo ya que los numerosos visitantes a la Isla han tirado por la borda cualquier tipo de compromiso con la revolución triunfante. Ésta, para ellos, es eso: el sexo sin tapujos y fuera de cualquier romanticismo.<br />
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Esta novela (anteriormente publicada en Estados Unidos) es particularmente estimulante si los lectores, de cualquier nacionalidad, se adentran en los códigos vertidos para uso de los que pretenden entender la desgracia de los cubanos que creyeron en un cambio de sociedad antes de integrar, al igual que Fernando Velázquez Medina, una disidencia radical que lo llevó a promover la Carta de los Diez, una valiente protesta de un grupo de intelectuales que quisieron acabar con el muro del Malecón a raíz de la caída estrepitosa de otro muro.<br />
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Todos los firmantes, después de haber conocido una represión feroz, se encuentran hoy en el exilio, menos Manuel Granados, fallecido en París. La Cuba que narra esta novela no ha cambiado. Es la misma que la de hoy. Hacia esa Cuba, ahora tan lejana, Fernando Velázquez Medina no puede sentir la más mínima nostalgia. Ningún exiliado tampoco.Reseña crítica de Félix Luis Vieratag:www.creatividadinternacional.com,2009-12-12:3073384:BlogPost:290562009-12-12T22:24:03.000ZFernando Velazquez Medinahttps://www.creatividadinternacional.com/profile/FernandoVelazquezMedina
Esta es la reseña del renombrado escritor cubano Félix Luis Viera sobre mi novela Ultima rumba en La Habana<br />
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Félix Luis Viera es uno de los más prestigiosos narradores cubanos. Ha recibido dos veces el Premio Nacional de la Crítica y fue Premio Nacional de Novela de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba. Su obra ha sido traducida a varias lenguas europeas. Actualmente vive en México.<br />
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Última rumba en La Habana, de Fernando Velázquez Medina<br />
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Félix Luis Viera<br />
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En esta novela de Fernando…
Esta es la reseña del renombrado escritor cubano Félix Luis Viera sobre mi novela Ultima rumba en La Habana<br />
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Félix Luis Viera es uno de los más prestigiosos narradores cubanos. Ha recibido dos veces el Premio Nacional de la Crítica y fue Premio Nacional de Novela de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba. Su obra ha sido traducida a varias lenguas europeas. Actualmente vive en México.<br />
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Última rumba en La Habana, de Fernando Velázquez Medina<br />
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Félix Luis Viera<br />
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En esta novela de Fernando Velázquez Medina hay algo que resulta muy difícil de lograr por un novelista y que yo, lo confieso, nunca lo había constatado a la altura en que Velázquez Medina lo consigue: el desdoblamiento de género en cuanto al punto de vista narrativo. La novela está narrada por una mujer, “una mulata pelirroja” que absorbe para sí, y desde sí, con encomiable intensidad, cada una de las 185 páginas de la narración. Ella, jinetera (prostituta), ex presidiaria y protegida de Changó, se encarga de narrarnos sus avatares durante un tiempo de fabulación que corre, sobre todo, en un lapso del eufemísticamente llamado Período Especial (es decir, el período de miseria más intenso que ha sufrido la isla de Cuba en toda su historia), que cierra con la rebelión habanera de 1994. Si afirmo que la narradora protagonista absorbe para sí casi toda la masa narrativa de la novela, lo que quiero decir es que el autor, sabiamente, apenas la deja “suelta” en alguna que otra página. Un acierto porque la fuerza dramática, descomunal, de Última rumba en La Habana creo que no hubiera resultado tal si el punto de vista hubiese sido otro u otro el planteo “estructural”. La mulata pelirroja, prostituta, poseedora de una congénita vagina sui generis, cínica, irreverente, embustera posee una significativa cultura humanística, literaria, artística, la cual está muy bien sustentada según vamos enterándonos de sus orígenes, algo que se suma a un nuevo matiz para este tema ya abordado por la narrativa cubana, y que en este caso le permite al autor elevar la conceptualización y asimismo las excelencias de la prosa narrativa. Por medio de su narradora, Velázquez Medina utiliza un recurso narrativo que le funciona perfectamente: más que en la fragmentación, se apoya en la intercalación de trozos de tramas de uno y otro momento de la vida de la protagonista –o sería mejor decir del corpus narrativo en sí– con lo cual logra suma intensidad. Digo “trozos de trama” porque según mi humilde opinión lo referido no son propiamente digresiones, de las “productivas”, sino un ensamble argumental que no nos inclina en ningún momento hacer pausas en la lectura. El lenguaje de la mulata pelirroja es de altos quilates, repleto de metáforas de gran creatividad y de un humor vitriólico que, por momentos, van a dar a la germanía utilizada por cierto sector de la sociedad cubana contemporánea. Vale agregar, en cuanto a la exposición narrativa se refiere, la utilización certera de los Silencios, este recurso que, sin embargo, tanto nos comunica cuando se utiliza eficazmente: ni de más, ni de menos. Amén de lo dicho, el ingenio es otra de las ganancias fundamentales; un ingenio que se relaciona con el sustrato metafórico y humorístico ya aludidos y que nos hace reflexionar o sonreír, según el caso. Creo, sin embargo, que esto, el ingenio, por momentos se desboca sin asidero en la trama que va corriendo; lo cual no quiere decir que la narradora, o el autor, caigan en esa pifia que solemos llamar efectismo. Hay tres capítulos (pp. 66-92, 112-133 y 146-162) donde Velázquez Medina alcanza una prosa narrativa magistral y asimismo un desarrollo argumental que lleva a la novela a un clímax máximo, con perdón por la redundancia. Es por estas páginas donde aparece Fermín, un personaje secundario pero que provocará varios puntos de giro muy acertados. Algo que me hizo releer y pensar durante un buen rato es la voracidad sexual de la narradora, quien no sólo es prostituta, también practica el sexo por placer y a todo tren. Mi pregunta era: ¿está justificado este rasgo? Llegué a la conclusión que Sí cuando rebusqué en la ascendencia y la psiquis que se muestra de la mulata pelirroja. Es decir, también en este aspecto, es un personaje auténtico. En Última rumba en La Habana, aunque la obra transcurra sólo en esta ciudad y sean minuciosamente descritas las ruinas de ésta, quedan claras las antípodas en que se desenvuelven los cubanos de hoy en la isla: las penurias y el pánico para los ciudadanos de a pie, y el goce material, y espiritual por lo tanto, para la acomodada burguesía comunista. A Última rumba en La Habana le falta un examen que aprobar: la aceptación de un lector extraño de la realidad cubana, bien sea hispanohablante o no, y claro, ese puente a veces tan movedizo de la traducción. Esto, atendiendo a las alusiones a temas, asuntos, personas, personalidades, hechos históricos y giros del lenguaje que, algunos, podrían parecer mensajes cifrados sólo para un lector cubano. Hoy día sabemos que buena parte de las editoriales no reciben con los brazos abiertos a lo que llaman “las novelas cubanas de lo mismo”; o sea, las que enjuician críticamente el estado de cosas en que se ha vivido en Cuba durante tan larga tiranía. Ya les parece demasiado. Pero es elemental que se equivocan: más de cincuenta años de cataclismo dan para mucha creación literaria, porque los matices son prácticamente infinitos. Si bien por el momento esta especie de boom podría reducirse, en el futuro alcanzará alturas que hoy muchos no predicen. ¿En qué hemeroteca, en cuál biblioteca podrá el investigador del futuro, el cubanólogo o simplemente el lector promedio hallar la verdad de lo transcurrido en Cuba en estos cincuenta años, en un país donde la memoria no ha quedado registrada, sino por el contrario, falsificada en los medios de comunicación, todos del Gobierno? Deberán agradecer las generaciones futuras el trabajo de escritores como Fernando Velázquez Medina, aptos para salvar esa memoria otorgándole rango de categoría artística; única manera de que la verdad no quede tapiada para el porvenir. Fernando Velázquez Medina nació en La Habana, en 1951, trabajó como crítico de cine y de literatura en el Caimán Barbudo, Revolución y Cultura, Bohemia y otras publicaciones de la Cuba socialista. Posteriormente formó parte del grupo de pensamiento independiente Criterio Alternativo, por lo cual sufrió prisión. Se exilió en estados Unido y hoy radica en New Jersey. Última rumba en la Habana, Ediciones Baile del Sol, Islas Canarias, España, 2009. 185 páginas, edición rústica. Diseño de cubierta por Yailén Rivera, fotografía del autor por Jesús Rivera.Critica sobre Ultima rumba en La Habana de la escritora cubana Teresa Dovalpage, en la revista Otrolunestag:www.creatividadinternacional.com,2009-10-08:3073384:BlogPost:230272009-10-08T20:31:03.000ZFernando Velazquez Medinahttps://www.creatividadinternacional.com/profile/FernandoVelazquezMedina
Teresa Dovalpage<br />
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(La Habana, 1966) Actualmente vive en Estados Unidos. Ha publicado dos novelas: A Girl like Che Guevara (2004, Soho Press) y Posesas de La Habana (2004, PurePlay Press), así como artículos y cuentos en Hispanic Magazine, Latina Style,Hispanic Culture Review, Rosebud, Latino Today, El Nuevo Herald yRevista Baquiana. También ha estrenado una obra de teatro, La hija de La Llorona, basada en un nuevo mito mexicano. Su página web es www.dovalpage.com. ;<br />
Posesas de La Habana es "un…
Teresa Dovalpage<br />
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(La Habana, 1966) Actualmente vive en Estados Unidos. Ha publicado dos novelas: A Girl like Che Guevara (2004, Soho Press) y Posesas de La Habana (2004, PurePlay Press), así como artículos y cuentos en Hispanic Magazine, Latina Style,Hispanic Culture Review, Rosebud, Latino Today, El Nuevo Herald yRevista Baquiana. También ha estrenado una obra de teatro, La hija de La Llorona, basada en un nuevo mito mexicano. Su página web es www.dovalpage.com. ;<br />
Posesas de La Habana es "un retrato amargo y violento de la Cuba de hoy a través de las voces de cuatro generaciones de mujeres" (M. Correa Mújica, Cuba Encuentro).<br />
En A Girl like Che Guevara la autora "pone al desnudo las interioridades de una sociedad consagrada a la pureza ideológica, donde lo real y lo ideal rara vez convergen y donde el amor florece en medio de la crueldad" (Carlos Eire, profesor de Historia y Estudios Religiosos de la Universidad de Yale).<br />
Su tercera novela, Muerte de un murciano en La Habana, fue finalista del Premio Herralde de la editorial Anagrama. Recientemente gano el Premio de Novela Corta de Rincon de La Victoria.<br />
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La rumba sin carnaval<br />
por Teresa Dovalpage<br />
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Cuando empecé a leer Última Rumba en La Habana lo hice bajo una premisa falsa: que el narrador era un hombre, un veterano de Angola, para ser más exacta. Así que no es de extrañar que las frecuentes alusiones a la encendida sexualidad de la protagonista me dejaran cuando menos confusa. ¿Será un travesti? ¿Habrá un cambio del punto de vista narrativo m ás tarde? ¿Y esto qué cosa es?<br />
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Me tomó unas diez páginas el descubrir que la narradora de la obra era sin duda alguna mujer y muy mujer. Una ex estudiante de arquitectura transmutada en ex presidiaria transmutada en jinetera transmutada en bisnera…Creyente en los orishas y ávida de gozar la vida después de haber pasado unos cuantos años tras las rejas, echa a andar por la ciudad como lo haría por el laberinto de Creta. Sólo que el Minotauro está acechando en cada esquina y por allí no hay ninguna Ariadna dispuesta a salvarla. Además, tengo que recordarlo, esta ex universitaria devenida en jineta no es Teseo.<br />
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Con su “inusual retórica,” (a veces cita a Ray Bradbury y a Marguerite Yourcenar y otras suelta una maldición solariega de alto calibre) la protagonista revive su niñez y adolescencia, esta última marcada por un hecho de sangre. Cometido por ella, quiero decir. Vamos, que la chica es de armas tomar…Hija del barrio de Jesús María, resulta tan habanera como el Malecón o el Coppelia. Y se interna por los vericuetos de la capital, en un justificable afán por sobrevivir a cómo dé lugar. La novela, contada en primera persona, la sigue por tres días, justo=2 0los que anteceden a la revuelta popular que tiene como colofón la segunda oleada de balseros de 1994.<br />
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Junto a la protagonista se mueve un enjambre de personajes variopintos, algunos reales y otros no, pero todos absolutamente creíbles. Así, junto a Vassari, su amante italiano, aparece Marilín, chica abusada (lo del abuso no queda muy claro, no daré más detalles a fin de no estropear el cuento) por su abuelo que “era un tipo decente y no iba a deshonrar a su nieta.” Está Tato, emprendedor, comerciante de libre empresa, bisnero en la jerga cubana; está un estudiante idealista (o tan idealista como se puede ser en Cuba) llamado Fermín…y Elizardo Sánchez, conocido oposicionista, que hace un cameo en compañía de su familia. Y un famoso escritor de novelas policíacas. Y el propio autor, que se cuela en su obra, haciéndonos un guiño malicioso, casi carnavalesco, para que lo reconozcamos. Todos ellos forman una comparsa, pero no como las que solían salir por el barrio Jesús María. Son un coro desesperado que grita y gime y se ríe y chilla y fornica y se mata y reza, pero todo sombríamente, sin amor, sin alegría, sin esperanza ni caridad.<br />
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Volvamos al principio. El motivo de mi confusión=2 0inicial radicó en la lectura de un fragmento de esta novela publicado en el blog Belascoaín y Neptuno, que mantiene Alexis Romay. El fragmento en cuestión es una historia descarnada y fuerte, narrada en la voz de un antiguo combatiente de Angola, que aparece justo diez páginas antes del final de la obra. Valió la pena esperar ciento sesenta y seis páginas para leerla, pero no es recomendable hacerlo antes de comer.<br />
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Última Rumba en La Habana se alza sobre una metáfora de la ciudad, encarnada en el cuerpo sensual y a menudo vapuleado de la protagonista. Escrita en la mejor tradición del realismo sucio, no es, sin embargo, una copia al carbón de los libros de Pedro Juan Gutiérrez, como los que proliferan últimamente. Fernando Velázquez Medina escribe con voz propia y estoy segura de que no se demorará en ofrecer una nueva muestra de su talento. Publicada primero en Estados Unidos, en 2001, por el periódico Hoy, y reeditada ocho años más tarde en España por Baile del Sol, esta novela ha dado y todavía dará mucho qué hablar a los estudiosos de la literatura cubana contemporánea.Nota en periodicotag:www.creatividadinternacional.com,2009-09-12:3073384:BlogPost:202022009-09-12T16:21:16.000ZFernando Velazquez Medinahttps://www.creatividadinternacional.com/profile/FernandoVelazquezMedina
La nota del poeta mexicano Raul Caballero sobre mi novela Ultima rumba en La Habana, difundida por muchos de ustedes en Internet, fue publicada el pasado domingo 6 por el diario El Nuevo Herald de Miami con el titulo "Ultima rumba en La Habana, nueva vertiente de la literatura cubana'. Agradezco a aquellos que la publicaron en sus blogs y paginas de internet con el titulo 'Sobre Ultima rumba en La Habana'
La nota del poeta mexicano Raul Caballero sobre mi novela Ultima rumba en La Habana, difundida por muchos de ustedes en Internet, fue publicada el pasado domingo 6 por el diario El Nuevo Herald de Miami con el titulo "Ultima rumba en La Habana, nueva vertiente de la literatura cubana'. Agradezco a aquellos que la publicaron en sus blogs y paginas de internet con el titulo 'Sobre Ultima rumba en La Habana'Otra nota , esta en El Mundo de Madridtag:www.creatividadinternacional.com,2009-09-12:3073384:BlogPost:202412009-09-12T16:19:05.000ZFernando Velazquez Medinahttps://www.creatividadinternacional.com/profile/FernandoVelazquezMedina
Estimados amigos, ahora fue el diario El Mundo de Madrid el que publico hoy sabado una cronica del poeta cubano Raul Rivero sobre Ultima rumba en La Habana. Gracias a la difusion que muchos de ustedes le dieron al libro en blogs y paginas personales, este llego a la gran prensa. Una muestra de que si se puede si colaboramos entre nosotros. Gracias a todos los que acogieron y apadrinarona a Ultima rumba en La Habana, esta salto a los medios tradicionales. Se los agradezco en el alma.<br />
Un…
Estimados amigos, ahora fue el diario El Mundo de Madrid el que publico hoy sabado una cronica del poeta cubano Raul Rivero sobre Ultima rumba en La Habana. Gracias a la difusion que muchos de ustedes le dieron al libro en blogs y paginas personales, este llego a la gran prensa. Una muestra de que si se puede si colaboramos entre nosotros. Gracias a todos los que acogieron y apadrinarona a Ultima rumba en La Habana, esta salto a los medios tradicionales. Se los agradezco en el alma.<br />
Un abrazo<br />
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Fernando Velazquez MedinaFragmento V de Ultima rumba en La Habanatag:www.creatividadinternacional.com,2009-08-07:3073384:BlogPost:162022009-08-07T02:17:50.000ZFernando Velazquez Medinahttps://www.creatividadinternacional.com/profile/FernandoVelazquezMedina
Veo grupos atemorizados haciendo coro en las esquinas. Gentes asomadas a las puertas y ventanas, un auto se detiene y los ocupantes gritan algo ininteligible; una mujeruca contesta: ¡esto no podía seguir...! y el final se queda en la cuadra pasada; por Corrales corremos hacia la barahúnda. La inmersión es inmediata: turbas de jóvenes pasan gritando las señas: Galiano, Malecón, la Avenida del Puerto, San Rafael, Obispo, San Lázaro, calle de la Obrapía, la ciudad antigua se levanta contra todo:…
Veo grupos atemorizados haciendo coro en las esquinas. Gentes asomadas a las puertas y ventanas, un auto se detiene y los ocupantes gritan algo ininteligible; una mujeruca contesta: ¡esto no podía seguir...! y el final se queda en la cuadra pasada; por Corrales corremos hacia la barahúnda. La inmersión es inmediata: turbas de jóvenes pasan gritando las señas: Galiano, Malecón, la Avenida del Puerto, San Rafael, Obispo, San Lázaro, calle de la Obrapía, la ciudad antigua se levanta contra todo: ¡Abajo el que suba!<br />
Estamos llegando al capitolito, a los tristes parques que lo rodean. Vacan los fotógrafos ambulantes armados de cámaras museables, supervivientes profesionales, y su ausencia es símbolo de graves disturbios. Frente a la sucia escalinata, a la altura del edificio de Juana María Vega, veo una figura familiar, alguien conocido, tal vez.<br />
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¡Frena, frena! ordeno tronitonante y bajo en el momento mismo en que se forma un nuevo grupo, en el Parque Central, frente al hotel Inglaterra. Llegan de todas partes y yo me dejo llevar. Variopinto gentío que me arrastra, con mi camisa roja, intentando alcanzar al hombre alto que porta el pelo recogido en una cola de caballo.<br />
Toda la calle era un remolino de estruendo y de furia, con gentes saltando en múltiples direcciones. El movimiento principal de la turbamulta iba hacia el hotel Inglaterra, mientras otra ola lanzaba piedras a las farolas del Capitolio inútil, rompía las vidrieras de las pobres tiendas para cubanos. Yo sentí que una pasión incontrolable me unía a ellos con cuerdas casi visibles; con una mujer madura, vestida de amarillo, a quien vería muchas veces pasar, conducida con deferencia por guardias de la policía política, ante mi celda en los sótanos de la estación de Zanja, esa mujer, Aída Rosa Jiménez, digo, se desgañitaba con ira fría que impulsaba a las gentes en la dirección que ella indicaba. Con un fortachón al que le faltaba el brazo izquierdo y que aullaba algo que sólo al cabo de cierto tiempo identifiqué: Ochoa; con el joven de la cola de caballo que lo miraba todo con asombrada satisfacción, al menos es lo que pienso ahora, sentada en mi apartamento de West New York, porque entonces sólo grababa los hechos sin diferenciar matices ni matisses.<br />
El vasto remolino había asaltado el boulevard de San Rafael, y se partía en ágiles sierpes que reptaban, llevando la destrucción, una por el Paseo del Prado anhelando arrasar el Sevilla, ese ostentoso hotel que se eleva, magnífico, en las desvastadas fronteras de la ciudad vieja; la otra derribando los tenderetes y almacenes que ofrecen mercancías dolarizadas en las seis cuadras del barrio de Colón, del Parque Central hasta Galiano, el antiguo barrio de las putas y de Lezama Lima, en algunos de cuyos edificios más nobles aún se sostienen letreros que advierten: casas de familia, no moleste.<br />
Era el vértigo y la fatiga, la ruptura de los santos: una horda de pequeños hombrecitos lanzaba sus frustraciones al viento del disturbio en tanto, desde la cola de comercios desabastecidos las mujeronas que otrora fueran gordas - las que tenían una hija o nieta en el jineteo se veían orondas, asomadas a las ventanas o balcones del barrio de los bayuses; putas envejecidas que miraban volver el pasado- observaban con miedo: en la panadería de Neptuno y Consulado una vieja que fuera hermosa distorsionaba su rostro en una máscara de asombro, las carnes fláccidas, los ojos aborregados y el hambre corriéndole por todo el cuerpo.<br />
A nuestro paso se adherían jóvenes caquéxicos que unas horas antes, quizás, vendían Parkisonil u otros fármacos aptos para el dopaje, Pablos Escobares de la miseria. Los gritos de los delanteros me impedían oír las arengas de la policía, extrañamente cauta, que perifoneaba por los altoparlantes rogando calma.<br />
El hotel Sevilla, ese palacio hostelero desplazado en la década del treinta por el Nacional -el hotel más lindo de las Américas, decían las antiguas Bohemias, las revistas, no las checas - estaba ya resguardado por hombres armados con escopetas de cañón recortado, idénticas a las usadas por la mafia de Sicilia. Cuando llegamos cerca, al edificio de las Juventudes Comunistas que se levanta al lado y que tenía cerradas las puertas y parecía abandonado desde hacia años, todos frenamos en seco al ver a los nerviosos empleados de turismo manoseando las relucientes, pavonadas y terribles armas. La gritería se convirtió en un murmullo que no se apagó porque los que estaban a la retaguardia preguntaban ¿Qué pasa? en tanto los hombres nos apuntaban, desorbitados los ojos, presintiendo el momento de halar el gatillo, tornado en algo serio las horas de juego y jarana en que aprendieron a usar las herramientas de muerte; estaba llegando el momento de usarlas: un negro, vestido con el uniforme del Cuerpo de Vigilancia y Protección de la empresa de hoteles de lujo repetía, letánico: ¡que clase de lío! ¡que clase de lío! en tanto manipulaba la lupara, encañonando ora a uno ora a otro.<br />
Desconozco el tiempo que estuve con el corazón detenido, esperando la descarga que nos mandara al otro mundo. No sé por qué extraño mecanismo, encarné durante unos segundos o minutos a la Sofía de Carpentier. Todo echó a moverse de nuevo cuando la cabecera de nuestra sierpe enfiló por el Prado buscando San Lázaro, atronando y tomando las calles que anteriormente fueran sitiadas por la policía. Uno dijo que pronto vendrían fuerzas del ejército, tanques, carros de asalto. Otro, al pasar, ondeando una bandera rusa, advirtió a gritos que los había visto y conversado con ellos, soldaditos del servicio militar, copando todas las entradas y salidas de la ciudad, abrumados con sus cargas de balas y bolsas de granadas, bayonetas y fusiles ametralladores, cascos y mochilas, botas rusas, gorros chinos, uniformes mal lavados. El ejército no cobra en dólares, dijo, arrastrando las zetas, el blanco de la cola de caballo, un español con guayabera, en uno de los múltiples respiros que tuvimos antes de llegar a Manrique. Ya estaba yo en las primeras filas cuando, como salido del país de las maravillas, desembocó en San Lázaro, urgido de un verdugo, un policía sobre una bicicleta. Sentí el golpe de la desgracia con mayor viveza que en El Sevilla. Casi en cámara lenta vi al hombre uniformado de azul y gris, como los malvados que secuestraron a Momo, lo vi frenar, estupefacto, despertar de su sueño e intentar desandar por el camino que otrora hiciera. Vi también, aunque no quise, volar un grupo de piedras que eran como Erinias aladas, revoloteantes, chocaron varias contra el piso; el hombre, aún retrocediendo, comenzando a dar las espaldas, miró hacia atrás y eso, posiblemente, le salvó la vida. Pero perdió un ojo. La piedra que avanzaba atraída por su nuca se desvió y golpeó el lado derecho y superior del rostro. Un estallido de sangre fugaz y la riada me sacó del escenario, no sin antes ver autos patrullas volcadas y niños que lanzaban agua caliente y muebles viejos a los condotieros que intentaban cercanos. La Habana era un caos.<br />
Fue cuando estábamos llegando a Belascoaín. Varios hombres que nos observaban desde autos viejos y destartalados, hombres con cadenas de oro en el pecho, portadores de medallas con vírgenes repujadas, se lanzaron a la lucha en nuestra contra, blandiendo estacas y barras de hierro, cuando aparecieron los campesinos paramilitares de la brigada Blas Roca para reforzarlos. Las palizas a los jóvenes fueron dantescas; yo corría hacia adelante porque Shangó me protegía, lo miraba todo en visión telescópica, panóptica: gentes con un brazo colgando en bandolera; muchachos que se cubrían con los brazos mientras sobre ellos caían los golpes de las tropas especiales disfrazadas de civiles; las mujeres arrastradas por el pelo o los brazos mientras les decían, a todas, putas. Una cara repugnantemente conocida reía en tanto su dueño levantaba el cabo de un hacha y golpeaba en la cabeza a un hombre tendido en el suelo, con tan gran impacto que los ojos se le saltaron fuera de las órbitas -¿o en verdad ocurrió en la cárcel de Nieves Morejón y me lo contó una vecina de celda que venía de Trinidad? - y en ese mismo momento un mayor de la policía se horrorizaba ante el espectáculo.<br />
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Fue entonces, hubo de ser entonces: varios hombres en short y camisetas, parados en la esquina de San Lázaro, en la misma esquina del Hospital Ameijeiras, disparaban pistolas rusas Makarov sobre la gente que huía. Vi, o eso creo, partir las balas que golpearon a los seres humanos en sus espaldas; las vi, esas espaldas, abrirse como melones, tiñendo las camisas de manera más perfecta que la caracola púrpura de los tirios. Vi también el proyectil que disparó la pistola del negro grueso, la oí entrar, micrón tras micrón, en la recámara que se ajustó a él como una vagina a su pene consentido; sentí sus ansias al tomar puntería sobre el rojo de mi sombra, atraído como el toro por la capota; conté los latidos de mi corazón durante el recorrido del plomo hacia mi vestido, queriendo reteñirlo de nuevo con el pedazo de metal que brillaba como una moneda de plata, aplastado por la resistencia del aire, moneda supersónica que arribó para anidar contra mi cuerpo y entonces, creo, llegó el sueño.Fragmento IV de Ultima rumba en La Habana, reeditada este añ por la Editorial Baile del sol de canariastag:www.creatividadinternacional.com,2009-08-04:3073384:BlogPost:159582009-08-04T14:36:13.000ZFernando Velazquez Medinahttps://www.creatividadinternacional.com/profile/FernandoVelazquezMedina
En la noche el barrio tiene un color de oscuridad apenas quebrado por los faros del taxi que nos ha traído por todo el malecón. Total, la ciudad se derrumba y él, Silvio Rodríguez, cantando en la radio, premonitorio, intuye: la gente que lo odia y lo quiere no le va a perdonar, nunca, que se distraiga, aunque ya hace mucho tiempo él no diga nada (infortunadamente, no tener nada que decir no es motivo para callarse) ni se juegue la vida.<br />
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Los edificios de Galiano, cuando dejamos atrás el hotel…
En la noche el barrio tiene un color de oscuridad apenas quebrado por los faros del taxi que nos ha traído por todo el malecón. Total, la ciudad se derrumba y él, Silvio Rodríguez, cantando en la radio, premonitorio, intuye: la gente que lo odia y lo quiere no le va a perdonar, nunca, que se distraiga, aunque ya hace mucho tiempo él no diga nada (infortunadamente, no tener nada que decir no es motivo para callarse) ni se juegue la vida.<br />
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Los edificios de Galiano, cuando dejamos atrás el hotel Deauville con su falsa alegría, se alinean tenebrosos como un muro de piedad que formara para evitarnos la vista de los estragos: derrumbes, solares yermos desbordados de basura, ratas en las paredes y los parques y la de por sí invisible sarna merodeando por todo el paraíso. El parque del Boulevard se encuentra en penumbras. Fue allí donde se filmó el final de la película Retrato de Teresa, de Pastor Vega y Daisy Granados: Teresa se aleja de Adolfo Llauradó por entre la muchedumbre que aplasta el parque mientras el difunto Pacho Alonso canta, desde una tarima, sácale brillo al piso Teresa / sácale, sácale... Teresa, en tanto Adolfo, el marido machista, se va quedando solo entre la gente hasta convertirse, fundido y confundido, en un rostro en la muchedumbre. Paso la mirada por San Rafael, por las tiendas que siempre estuvieron moribundas pero hoy son momias devastadas por los nuevos tiempos, y me entran ganas de llorar. Nada queda de la ciudad parisina, leve eco troyano en el Caribe, La Habana que contaban mis mayores, con el puerto siempre asediado de bajeles, naos veleras impacientes por entrar en la bahía como en una mujer: tal vez la ciudad era una meretriz, como dicen ahora, pero hacía pagar muy bien sus favores y placeres. No sobrevive ni sombra de la orgullosa perla de las Antillas; tal parece como si los integristas hubiesen ganado la guerra colonial: el país está gobernado por un pichón de soldado extranjero ( su padre es el modelo exacto de un personaje de guaracha: Vino a Cuba en alpargatas / y pantalones de pana / ¡cómo cambia la gente! / con un real en los bolsillos / y el estómago estrujado / ¡ cómo cambia la gente! / los ojos casi vidriados / del hambre que padecía / ¡ cómo cambia la gente! / cuando el barrigón hablaba todo el mundo se reía / ¡Y cómo cambia la gente! Y resulta que, robando tierras, se hizo rico) y algunos tontos economistas europeos. ¡Me cago en diez!<br />
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Todo esto es rápido, trepidante. Ya estamos llegando a Reina y la ancha -cuán ancha en mi niñez, inmensa la recuerdo- Avenida de Galiano se retuerce, enfurecida, antes de convertirse en la estrecha calle de Ángeles, mucho más sombría, sucia y destartalada. Cuando pasamos Monte, tan viuda de tránsito como las otras, Giorgio me dice algo al oído, algún piropo soez, pienso, pues él ha estado callado casi todo el viaje del auto hacia las entrañas de las ruinas nocturnas. Nos detenemos antes de llegar a Gloria, calle que asociaba, hace tiempo, con los panes de almíbar que se hacían en la dulcería que cerraba la calle y obligaba a ésta a desviarse a la derecha, resolverse y disolverse en una extraña plazoleta que no aparece en los mapas, antes de seguir rumbo a la central eléctrica, pero ya con otro nombre: la calle de la Florida, meta de casi todos los cubanos.<br />
Parada en el centro de la cuadra, mientras Vassari finaliza oscuros tratos con el chofer, miro el hueco, convertido en jardín de infantes mugrientos, donde estuviera el solar de mi niñez, la casa solariega devenida vecindario. ¿Qué prohombre de la colonia, cuál familia negrera erigió ese especie de fuerte del oeste, a un tiro de bombarda de las murallas? No queda ni una placa; el lugar desapareció antes de la fiebre conmemorativa, de las múltiples casas de suecos, chinos, alemanes, nigerianos y otros sitios de mucha historia cuyo único defecto es que son falsos. La mendacidad del Historiador de la ciudad, el desleal Eusebio, no tiene límites; alegremente le endosa cualquier parte de la antigua villa al primer embajador que le done algo, aunque sea una bandera, para poder viajar a la UNESCO cada seis meses con el orgullo del deber cumplido. En la vieja Habana, según Eusebio, han vivido gente de todas las procedencias, excepto habaneros.<br />
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¡Ah, Madrina! Mi santera preferida, la que predijo la cárcel y la muerte de mi padre. Y mi triunfo. Corren todos en la casa menos Amparo Baró, mayombera vieja. Miriam, Susana y Robertico me abrazan y preguntan, indiscretos, en el oído: ¿Quién es el yuma? María, la hermana menor no, ella es comunista; a pesar del hambre, la miseria y la desolación...ella es comunista. ¡Qué clase de comemierda! Viviendo en Jesús María, en un bahareque destartalado que hace treinta y cinco años que nadie pinta ni arregla, ella es comunista. Ya le decía mi abuela Fé a Domingo, su marido, también comunista y albañil, cuando donaba horas y días enteros de trabajo al gobierno, que el vivo vive del bobo, y el bobo de su trabajo. Por eso a mí nunca me han podido coger para el trajín: ¡Primero muerta! ¡Cojones, ya se me salió Jesús María pa’fuera! Se jodió la finura, es que, vampiresa, yo soy amaliana. Me acuerdo de la canción que voceaban las congas de Jesús María, blancos, negros, chinos, revueltos, cuando encontraban en su camino gente de otro barrio: Vampiresa nosotros somos amalianos, nosotros somos amalianos...nosotros sí que matamos. Y no era ni es un alarde... los amalianos sí matan. Si no pregúntenle a Nicolás Chamizo, que haló dieciocho años en el tanque por matar a un guapito de Regla, en el Anfiteatro de La Habana.<br />
Es un revolico lo que va llegando, las gentes que no se han ido del país ni muerto en Angola y Etiopía, en Yemen o Mozambique -una amiga de lengua estropajosa llamaba al lejanísimo país Mazombique, no recuerdo si en serio o en joda -, los que no se hundieron ascendiendo y aquellos que regresaron, como el hijo prodigio, no pródigo, porque el único que puede ser pródigo aquí ya se sabe quién es.<br />
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¿Te vas a casar con el italiano, tú? me pregunta Amparo Baró antes de abrazarme, desconcertante ella, sentada que estaba en un sillón de caoba, madera buena en desuso hoy día. Te vas a ir con un extranjero, me afirma y besa. ¿Cómo te fue en la cárcel? Y yo levanto los hombros, indiferente, dura que soy, mientras miro la concurrencia tratando de averiguar si hoy es alguna festividad de la santería o el catolicismo, acaso lo mismo, o un cumpleaños del santo de Amparo o sólo un capricho de su muerto. La vieja adivina y responde a mis pensamientos: todos quieren irse para el norte; vienen a que yo les diga si van a llegar o se hunden en el mar, si morirán, devorados por tiburones, en el abismo- mis amigos gruñen entre los cerdos o se pudren, comidos por el sol, en un barranco me resuena fugazmente el fragmento del poema Piedra de Sol, quizás porque se refiere a navegantes infortunados, como mis conocidos muertos en el mar o fusilados mientras pasaban la frontera a la base Naval de Guantánamo-. Regreso, que siempre me estoy trasladando al pasado, al limbo, al carajo.<br />
Muertes; es lo que prima aquí: guerras, hambre, epidemias y éxodo. Los cuatro jinetes del Apocalipsis y Abaddón gobernando el país. Y encima de todo eso la templadera, desde la secundaria en adelante banderín abierto. ¿Y dónde está mi pasaporte viviente, Giorgino? Allá lo veo, al lado de una de las dos grandes pilastras que separan el comedor de la sala, la sala del comedor porque nunca he sabido cuál es una u otra en esta casa que fuera elegante; Giorgio vestido con elegancia europea, pantalón crema y camisa blanca de cuello chino, contrastando su albura con la piel de la negrita de Ultra, que toma ron y habla angloitaliano y mis antenas me dicen que estoy a punto de perder jícara, calabaza y miel, que este tipo todavía no ha valorado mi papaya, mi hueco distinto al de todas; no ha probado las delicias del palo, como escribía Salgari en italiano que decían los turcos; empalarlo quisiera yo ahora, verlo gritar mientras lo voy sentando sobre un palo de aroma, una puya filosa y engrasada con sebo de carnero, que lo desgarre de a poco ¡maricón! y a la enana revigía esa le caigo a latigazos delante de él, para que se excite y se le pare mientras tiene las manos amarradas. La pongo al cepo, como le hacían a su bisabuela, esa negra Fuló, esa negra Fuló, cuando le robaba las joyas a la señá de la casa grande, la encuero de la cintura para arriba y le voy dando con el gato de las nueve colas, el que usaban en los piadosos barcos ingleses, le desgarro la espalda hasta que corra la sangre y después busco un perro, no, un pony, le paro la morronga y hago que se la meta mientras él mira. ¡Coño, qué rico era ser dueña de esclavos!<br />
¿Ésa quién es? pregunto a mi madrina. Ésa que habla con mi marido. La negrita cabeza de clavo ésa. Y cada palabra es un insulto soterrado, despreciativo e iterativo que mueve la cabeza de madrina de manera desaprobadora: una prima de las muchachas, Yusleidis, Misleidis, Yenisei, Mississipi, algo de eso- esta vieja es del carajo-. Hace lo mismo que tú, así que muévete o te levantan el punto. ¿Oíste?<br />
Corro entre militantes comunistas de incógnita y delincuentes, inclinados todos ante el futuro, deseando viajar, ver el peligroso mundo ancho y ajeno. Ya alguien ha traído un bongó y se afina un tres, cosas que tomo al vuelo desde las proximidades del balcón hasta la sala ¿o será el comedor? donde el latino con nombre de pintor y biógrafo se deleita en la fealdad subyugante de la carabalí, quien, con los ojos saltones y la bemba super sensual, ya está bailando en un ladrillo, contoneando las caderas y el culo suavemente, con pudor casi, lo cual es peor, más excitante, con ese vestido que sólo le cubre el hígado, negro sobre negro, la piel brillosa y el escote sostenido por tremenda yunta de tetas, sin ajustador, saltarinas pero firmes y con el pezón parado como un biberón. Voy a tener que encuerarme para competir, dejar mi caché, mi cultura y lanzarme para el solar, quitarme el juego de pantalón acampanado y blazer que tan bien me queda, soltar el pelo, desmelenarme toda para que esa idiota sepa que yo me ripio con cualquiera y no puede, ni de lejos con una mulata pelirroja como yo, con la crica de pierna a pierna.<br />
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Me pego a Vassari, le hablo en el oído, lo beso en el cuello y logro desviar su intención de la pigmea que, con unas risitas desdeñosas se vuelve, mira a otra parte y, cuando ya estoy bajando la guardia, dispara al aire, a ninguna parte, más afirmación que interrogante: no hay un hombre aquí que quiera bailar conmigo. La lengua se me va, sin pensar le suelto: vamos a bailar, mientras alguien toca un son, enlazo a Giorgio y a ella: una pareja de tres, estoy loca, los dos están tan sorprendidos que no protestan; cuando la nenita intenta zafarse ya somos un solo cuerpo de tres cabezas y mil pies danzarines, parecemos un Vishnú danzante, una diosa Kali con seis brazos. Damos vueltas por la sala, ambas pegadas al hombre, frotándose ella contra su rodilla, los senos estallantes refriegan sus testículos, ventajista, su cabeza llega algo más arriba del ombligo: él puede verle hasta los zapatos a través del escote, mientras yo intento competir contra este monstruo lascivo haciendo que mis senos bloqueen la perspectiva Nevski - Negreski mejor- la ancha avenida que empieza entre las tetas de la bufona y termina en la mismísima saguaca. Con el ajetreo, la chica empieza a sudar y su olor es el de una yegua, el sardo se me está volviendo loco, empinado como una cometa, se roza conmigo, con las tetas de la negrita, con mis nalgas, con su espalda y temo que se venga espectacularmente en medio de la sala de las Baró, que se corra como un caballo entre dos yeguas en celo y entonces me salva la campana, cesa la música y aprovecho para deshacer el enlace tripartito, siento al hombre y le tapo la pinga con la mano, se la empujo hacia abajo hasta que se calma, comienza a aflojar, se recoge en sí misma, en tanto la negrita se restriega, a la vista de todos, con Miriam, su prima que no suprime el toqueteo porque ya se sabe que las primas se exprimen, sigue mirando hacia nosotros, no despega sus ojos de mí.<br />
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Comprendo de pronto: los toques casuales, los manoseos, la calentazón que llevo por dentro no se debe únicamente al calor de julio, yo también tengo las tetas paradas y siento mi viejo anhelo, la extraña sensación de poseer un falo entre las piernas, henchido, gozoso, para enterrarlo en el culo negro y empinado de esa mujercita. Para calmarme bebo un trago de ron casero, saltapatrás le llaman, siento que el cielo se une con la tierra, las columnas se mueven y una nube de lágrimas me aísla del mundo... es peor que el Ronda fabricado por el gobierno. Y eso que la gente cantaba: que las rondas no son buenas, que hacen daño, que dan pena, pero esto es peor que el petróleo, temo haberme envenenado y ahora entiendo por qué mi Giorgio estaba como narcotizado; la pequeñita lo embriagó con dos o tres tragos de tóxico etílico. ¡Puñeta!<br />
El ardor en el esófago va desvaneciéndose, los ojos se aclaran y el deseo se apaga; tengo que hablar con doña Amparo, pedirle algo para amarrar al macho, que lo pegue a mí; entre marx y una mujer desnuda un idiota latinoamericano, digamos un escritorcillo andino, escoge a marx, pero este es un europeo postmoderno y posnográfico y seguro escoge a la mujer vestida, para irla desnudando luego, que es más entretenido, Quizás puedo lograr lo que deseo: irme de este basurero. Ya conozco su gusto por lo teratológico, el toque monstruoso. Yo soy un monstruo, puedo venderme en una feria o un circo, ser famosa: La acostada; ligar a un magnate árabe que olvide los preceptos del Corán, se dé sus traguitos y viva en algún lugar civilizado, no en Omán o Qatar o Barhein - le pusieron así por la tonga de baros, billetes, que hacen esos árabes-. Como Yussef, que salió de aquí, de su embajada, directo para Francia, sin pensar más en el pedazo de arena llamado Yemen. Demasiado occidentales eran sus costumbres para regresar a Adén, ese otro basurero lleno de camelleros y cabras apestosos.<br />
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La bruja baila en el centro de un corro, círculo vicioso que paladea sus movimientos desusados; a cada vuelta hace un quiebro en mi dirección, se revuelve, ondula, tiemblan sus nalgas, horno encendido pidiendo leña, llamando al fogonero con desesperación. Algo tengo que hacer, porque ¿a ésta qué le pasa, le gusto o le caigo bien? Mejor me desentiendo, busco a Amparo, Mayombera mayor, y está en el cuarto de los santos con un tabaco en los labios, un habano de vuelta abajo, traído por un veguero que desea irse a Costa Rica, dice. Madrina, suplico, y me hace una seña con la mano para que pase, con aspecto de haberme estado esperando. Fuera, la gente continúa bailando y bebiendo venenos de fabricación inextricable. Cierro la puerta antiquísima, de principio de siglo, terminada en punta como una catedral, puerta de una casa que fuera principal, quizás construida cuando los alemanes firmaban la Paz de Versalles o antes.<br />
¿Qué te pasa? pregunta, recostada en un sillón alto, parecido a un trono real, a los pies una caldera llena de dinero - algunos dólares más, marcan los tiempos - y un majá al que todavía le tengo miedo, se arrastra por el piso de pulidas baldosas dejando un tenue rastro de humedad.<br />
Viejita, quiero a este hombre a mis pies, lo necesito para irme de aquí.<br />
Las cosas son como son, no como tú quieras que sean. Te vas a ir, pero no sola, tendrás problemas. Vamos a preguntarle al muerto. Dame un trago de ron y enciende dos velas. Y paga el derecho, que, como dicen los muchachos de ahora, estás maceta.<br />
Hago lo que me pide, apago la luz de ese cuarto, enciendo las velas y le escancio a la vieja hechicera un vaso inmenso de ron, ron de verdad, no ese simulacro que beben los simples mortales allá afuera. La Baró cierra los ojos y comienza a decir en voz baja: con permiso de mi Guía espiritual y del Ángel de mi guarda, con las manos juntas, como si rezara, hasta que, imperceptiblemente al principio, su cuerpo se estremece, parece concentrada, se le marcan las venas del cuello y la frente, salta con dos fuertes convulsiones y su rostro se transforma, se afila el mentón, la frente parece más ancha y los pómulos más altos. Cuando abre la boca su voz es ronca como la de un cantante de jazz: Yo soy Francisco Siete Rayos, sia carajo. ¿Si tú no me conoce, pa qué tú me llamas? ¿Quién son tú?<br />
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Alguien muy poderoso ha bajado del más allá para hablar conmigo. Tiemblo y la tierra conmigo; el terror casi me domina ante lo sobrenatural, lo inexplicable: Francisco toma el tabaco que llevaba Amparo, su caballo, en la boca y lo vuelve con la brasa hacia adentro, lo apaga con la lengua y bebe un chorro de ron, medio vaso que debía tumbarlo, enredarle la lengua, marear a la vieja sobre la que cabalga, fulminarlos a ambos con un coma alcohólico. Pero nada sucede: las facciones de negro viejo adoptadas por el rostro de mi amiga me interrogan, los ojos vueltos en blanco, lechosos, de ciego, viajan por la habitación como si intentaran captar algo más allá de las paredes. Hasta la majasa se aparta, repta lejos del cimarrón, mientras un olor a monte serrano, a veredas escondidas dentro del follaje y cavernas infinitas cuya negrura es un respaldo irresistible para los negros juyuyos; espeluncas que se adentran en el seno de la tierra sin que nadie sepa dónde regresan, si lo hacen, al reino de este mundo y donde más de uno dejó la vida o se encontró con un güije, -espíritu negrito con los pies hacia atrás- y camina, como ánima en pena, por todos los inacabables laberintos del mundo subterráneo.<br />
Soy yo, Taita.¿ No me recuerdas? le digo con voz estrangulada, pues este espíritu fue el que predijo las desgracias en mi casa: la muerte de mi padre y mi prisión; así, descalzo, al igual que hoy, con los pies dentro de una tina con tierra, para sacar fuerzas de la gleba, así mismo adivinó el futuro con sus ojos nocturnos, ya por siempre eternos.<br />
Bebe de la jarra, en la que le escancio el ron, y enciende de nuevo el puro, para volver a tragarse las brasas y la ceniza: muy bueno pa mi caballo dice y vuelve a preguntar qué quiero, por qué irrumpo en otros planos con mis jodidos problemas terrenales, mínimos, intrascendentes, nimicísimos. Quiero irme de aquí con un extranjero, digo dejar de ser puta, trastocarme en cortesana, trabajar en el arte, en lo mío; visitar museos, catedrales, los círculos mágicos, la cueva de Altamira, las catacumbas romanas; coleccionar denarios, soldis, cequíes, talers, escudos, fadriques, pesos fuertes, ducados; viajar por el Mediterráneo en un yate que surque las aguas sangrientas del poniente, un yate de velas doradas; pasear por las islas griegas buscando el sitio donde exiliaron a las Gorgonas; ayuntar con un efebo que se parezca a Delfín. Quiero visitar Troya, pasear Venecia y detenerme frente al palacio de la Duquesa de Eboli, el Capitán Tormenta, ver la casa de Marco Polo; en fin: ¡Eu qero o mundo!<br />
Bebe de nuevo, un sorbo como para viajar al Hades de ida y vuelta, antes de hablar, tan sobrio como un creyente peregrino en la Mecca: Yo no tengo nada que decir, yija; tú sabes lo que sabes. Siéntate tranquila y sola y verás los caminos para el triunfo. Tú no tienes que llamar muertos, como mi caballo; tú son cabeza principal: construye la vida como esos edificios que aprendiste a hacer en... ¡carajo! ¿Cómo se llama ese colegio?...la Nuversidad. Tú son maestra de obra, construye tu vida y piensa como esos papeles donde se pintan las casas de los amos antes de hacerlos.<br />
Yo necesito a ese hombre que está allá afuera para irme, le digo, mientras él mastica lo que queda del tabaco, lo convierte en pulpa y un chorrito de nicotina líquida le corre por la barbilla y gotea sobre la pulquérrima bata de hilo, antigua, que viste el cuerpo de la santera. Durante unos momentos sigue así, atento a su propio placer terrenal; después fija los lechosos ojos en mí y declara: no te hace falta nadie, menos ese rubianco desteñido que conociste hace poco. Abre los ojos y verás el río, cuando lo encuentres sigue la corriente y llegarás al mar, facilito.<br />
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Hermano, quiero saber cuando me iré machaco sin convicción, para hacerlo hablar claro, pero sé que no me hará caso si no quiere. Mastica un último bocado, se empina la botella de ron, que evidentemente no mata a los muertos, y eructando, me dice: cuídate de los tumultos, no montes en botes chiquitos y no le boconees a la policía; usa siempre tu resguardo y báñate con las hierbas que se te ocurran, hija de Yemayá y Shangó, blanco y rojo. Cuídate de la policía, si te zafas de ellos tu vida está hecha Yo está cansado y me va, cuída a mi caballo, termina el párrafo y ya empieza a temblar Amparo Baró, nieta de franceses de la Louisiana. Y es un despertar suave, sin sobresaltos, natural; y cuando habla el contraste con el anterior tono ronco es marcado. Su voz vuelve a ser ligera y femenina y el olor a floresta, a mato groso, se diluye; escupe con asco el tabaco que le queda en los labios y dientes, se pasa un paño por la barbilla y mira su vestido con disgusto. Después ríe entre dientes y me dice: la sesión ha terminado.<br />
Ralea la ralea, disminuyeron mientras estaba tratando de arrancar secretos al futuro, una póliza de seguridad en este trozo de tierra maltratado por la suerte. ¡Mala fortuna! Mi italiano está abrazado de la negrita, pero esto no me interesa en lo absoluto; he cambiado de idea; él me servirá para el placer y algunos negocios.<br />
Me acerco a ellos por los salones semidesiertos donde ciertos músicos recogen sus instrumentos de percusión. Llego alegre, los abrazo a ambos y tras besarlos, les susurro algunas proposiciones en los oídos mientras se los lamo, les beso el cuello por turno, les acaricio la entrepierna sin distinción y logro que se levanten, borrachos, embriagados, beodos, con un mareo nada lúcido, los llevo al comedor, bueno, al otro salón en el que reside el teléfono y llamo a la empresa Dollartaxis.<br />
Me dicen que llegarán rápido y es un bólido lo que dobla por la esquina de Ángeles y Corrales; como hala el dinero, caballeros.<br />
En el hotel, en nuestro cuarto, con veinticinco dólares menos que le saqué a Vassari del bolsillo para pagar a los agentes de la Seguridad, caen ellos sobre la cama. Se han estado magreando en el carro, metiéndose la lengua en todo orificio visible y, de paso, despejando la nota con el aire frío que milagrosamente funcionaba en el ya viejo carro japonés que nos trajo. Mañana debo conseguir un auto particular, de los que cobran veinte fulas por día, le diré al siciliano treinta y me buscaré diez diarios. Ahora a trabajar: meto a la fea negrita en la bañera y le suelto un chorro de agua más o menos fresca; sale de los residuos alcohólicos con lentitud y la dejo secarse para regresar hasta el hombre, dormido como un pinocchio; a él le tengo reservada una sorpresa: zafo sus pantalones, le quito los calzoncillos, la trusa o lo que sea que lleva puesto. Con un algodón levemente impregnado de acetona froto el pequeño orificio al extremo de su gorda manguera de hacer aguas: primero abre los ojos y, al segundo, se incorpora mientras lleva las manos al paquete genital en tanto la pinga se pone roja y endurece a ojos vista. Me vuelvo a buscar a la negrita pero es inútil; ella viene semidesnuda, con un bloomer algo sucio, tanta bailadera y restregadera dejan su huella en la ropa interior. Por lo demás huele a puta, a jardín de al lado, a funeraria. Juntó, es evidente, todos los frascos del baño, los que compré esta mañana, cremas y perfumes y se los vació encima.<br />
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Viene con nuevos ímpetus, como loca se me abalanza e intenta besarme, pero yo no estoy para esos trotes, lo mío son los machos, la separo con fuerza y le enseño al corso, bueno, piamontés quizás, que se mira la pija ardiente con asombro. Mama, le digo a ella y doy vuelta a la cama para ver lo que pasa: con delicadeza asombrosa la muchacha trata de separar las manos masculinas del miembro. Primero él se resiste algo, pero cede cuando ve la lengua que se aproxima al glande y comienza a curarle el ardor, a untársela de saliva e ingerirla de a poco, me asombro, ese macarrón gordo desaparece en la boca de la chica hasta que la pendejera del ítalo es una máscara en el rostro de la mujer, las venas del cuello tan hinchadas como las del pene envainado en su garganta, garganta que tiembla e inserta otro centímetro y luego comienza a contraerse y expandirse como el pescuezo de algunos reptiles cuando están comiendo una presa de extraordinario grosor. Así, la gargantúa parecía una boa deglutiendo otra serpiente, siempre más adentro, mientras el hombre movía las caderas en el único coito oral perfecto que he visto en mi vida. Temí por la respiración de la joven negra, pero ella seguía acariciando el pene con las paredes interiores de su cuello, obligando al fiumentino a menearse con delectación, crispado de placer y cuando esperé que él se viniese como un caballo la liliputiense devolvió toda la sonda, se levantó de un salto quedando al nivel del frustrado caballero, lo besó en la boca y cayó con él sobre el lecho. Se frotó contra su abdomen mientras la manguera erguida intentaba conectarse con algún agujero; ella pasaba su mata de cerdas cepillando la pinga a la que, a veces, dejaba insertar la cabeza en la hendidura delantera o hacía resbalar por la falla entre las nalgas, oscuras como la tumba de un amigo.<br />
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De pronto se hincó de rodillas, las manos sobre la cama, el culo en popa tanteando el espacio hasta encontrar su némesis y, agarrada por las manos del hombre en la cintura, se ensartó la cabilla en el recto como lo había hecho antes en la boca y cabalgó hacia el infinito, envarada, enhiesta, sostenida por el palo mayor que debía llegarle hasta el ombligo, con velas desplegadas y todo. El sufrimiento le provocaba un éxtasis increíble. Yo fascinada, vi, bien que vi, como ese extraño alien enganchado daba vueltas imposibles arrastrando al macho: un giro sobre el perno poniéndose de espaldas y cabalgó unos segundos mirando hacia los pies del unicornio, que se clavó con más fuerza e intensidad. En ese preciso instante el napolitano gritó mientras su blanca pinga, manchada de marrón, entraba y salía una y otra vez casi a la velocidad del sonido. Al ver las manchas fue que me percaté del fuerte olor a hojas pútridas que salía de los amantes: miasmas de alcantarilla que me excitaron tanto como el hecho de que los dos actores comenzaran a temblar, el peninsular queriendo inmiscuirse totalmente en los intestinos de la mujercita mientras ella quedaba suspendida en el aire durante inmensos momentos y su abdomen remecía en una venida múltiple, seguida del gruñido terrible que soltó Vassari junto con su semen, un verdadero surtidor que fue a lubricar las ardientes entrañas de la enana. Ni en el Ananga Ranga.<br />
Derramados y derrengados, ambos cayeron a mi lado en la cama, sudorosos a pesar del aire acondicionado. Yo tenía una excitación de entomóloga, científica, por las piruetas sexuales que la bacante negra había realizado ante mí; pero el fortísimo olor que se expandía desde la pareja revolvió mis humores y jugos: decidí sacarlos del sopor en que cayeran para obligarlos a hacer sus abluciones. ¡Que se bañaran, lanzando los rastros de la lujuria a las alcantarillas, a través de los ocultos y centenarios túneles de albañales de la villa! Aventura extraordinaria la de aquellos restos en un viaje sin retorno hacia la última mar, después de codearse con los secretos y excrecencias de los pobres y los ricos, los policías y los chivatos, los delincuentes y los obreros, dirigentes e indigentes. Pero ellos, los amantes, no participaban de mi estado de ánimo. En la ducha, juntos, comenzaron de nuevo a frotarse y acariciarse y sólo vi una forma de calmarlos. Los emborraché con el ron que habíamos traído de Jesús María, es decir, la chispa de tren, el saltapatrás domiciliario con el que los cubanos intentan suicidarse antes que los mate el sistema.<br />
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El oscuro mar siempre me trae memorias de piratas y corsarios, a la manera de Hollywood. Ahora lo miro y pienso en los periplos fabulosos de Francis Drake, cargado de oro; en las incursiones de Morgan, el Olonés o Grillo, el pirata cubano de quien tan poco se sabe. Estoy tan cansada como si yo hubiese participado en la orgía de dos que estos muchachos se montaron. Porque muchachos son ambos y yo una vieja que se siente morir, que debe dormir para seguir luchando, pero se queda mirando el mar inmenso e intenso, que me separa del que creo mi destino: otras voces, otros ámbitos. Que me deje este italianito, será él quien se lo pierda, y en un final, ¡gandinga.!Fragmento Ultima rumba en La Habanatag:www.creatividadinternacional.com,2009-08-04:3073384:BlogPost:159142009-08-04T00:22:56.000ZFernando Velazquez Medinahttps://www.creatividadinternacional.com/profile/FernandoVelazquezMedina
<a href="http://storage.ning.com/topology/rest/1.0/file/get/2999017742?profile=original">Al llegar a la calle 21 veo una larga fila de gentes que parecen esperar algo.doc</a>
<a href="http://storage.ning.com/topology/rest/1.0/file/get/2999017742?profile=original">Al llegar a la calle 21 veo una larga fila de gentes que parecen esperar algo.doc</a>Ultima rumba en La Habana ha sido reditadatag:www.creatividadinternacional.com,2009-07-30:3073384:BlogPost:75852009-07-30T16:18:07.000ZFernando Velazquez Medinahttps://www.creatividadinternacional.com/profile/FernandoVelazquezMedina
Tildada de pornográfica por un sector del exilio cubano, la novela “Última rumba en La Habana", ha sido reeditada por la editorial Baile del sol de Canarias. Esta novela del escritor cubano Fernando Velázquez Medina, fue finalista del Premio Mario Lacruz, y publicada por primera vez en New York por el diario Hoy, de la cadena Tribune. Con una prosa alucinante, esa edición recibió elogios de escritores tan disímiles como Norberto Fuentes, Premio Casa de las Américas; Antonio Muñoz Molina,…
Tildada de pornográfica por un sector del exilio cubano, la novela “Última rumba en La Habana", ha sido reeditada por la editorial Baile del sol de Canarias. Esta novela del escritor cubano Fernando Velázquez Medina, fue finalista del Premio Mario Lacruz, y publicada por primera vez en New York por el diario Hoy, de la cadena Tribune. Con una prosa alucinante, esa edición recibió elogios de escritores tan disímiles como Norberto Fuentes, Premio Casa de las Américas; Antonio Muñoz Molina, académico y Premio Planeta; Plinio Apuleyo Mendoza, diplomático y escritor colombiano, Premio Plaza & Janés de novela y Antonio Benítez Rojo, Premio Casa de las Américas y Premio Pushcart.<br />
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Fernando Velázquez Medina, crítico y periodista cubano de raza negra, estudió edición cinematográfica en La Habana. Publicó en diarios y revistas nacionales y extranjeras como Granma, Juventud Rebelde, Caimán Barbudo, Revolución y Cultura, El Nuevo Herald, Diario de Las Américas, Los Angeles Times, entre otros. Fue Vice presidente de María Elena Cruz Varela en la organización de pensamiento intelectual independiente Criterio Alternativo. Por esa razón fue condenado junto a la poetisa a dos años de cárcel. Emigró a Estados Unidos y allí dirigió las páginas de Opinión del diario Hoy en sus ediciones de New York, Chicago y Los Angeles.<br />
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Algunas opiniones sobre “Última rumba en La Habana":<br />
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Da la sensación de que el sueño revolucionario se ha venido abajo definitivamente y, entre las ruinas, surgen autores como el conocido Pedro Juan Gutiérrez (Trilogía sucia de la Habana, Animal Tropial, o El insaciable hombre araña) o Fernando Velázquez Medina (Última rumba en La Habana), deseosos de dejar testimonio del derrumbe inaugurando un nuevo género que podríamos llamar 'realismo sucio tropical'.<br />
<i>Pablo Martínez Zarracina, en<br />
La Voz de Cádiz y El Norte de Castilla</i><br />
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…me ha parecido espléndida, muy poderosa, densa de estilo pero sin palabrería, con excelentes personajes y a la vez con una cualidad testimonial muy precisa y muy desoladora: en las escenas sexuales hay una mezcla de erotismo y de exasperación que intuyo muy propia de la situación del país. Los episodios de guerra son magníficos: el de los caníbales tiene una cosa sombría como de Joseph Conrad. Y el final -esa referencia a quienes se mueren por irse y nada más irse ya están muertos de nostalgia-lo deja a uno en una profunda melancolía. Y el uso de la música, de las letras sentimentales, cuadra muy bien en el tono de la historia. Enhorabuena.<br />
Antonio Muñoz Molina, académico de la lengua, Premio Planeta de novela, Premio<br />
Nacional de la Crítica y de Narrativa.<br />
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Es un acierto que este submundo nos sea mostrado a través de un personaje femenino cuya vivencia nos recuerda al Viaje al fondo de la noche de Céline.<br />
<i>Plinio Apuleyo Mendoza, diplomático colombiano, Premio Plaza & Janés<br />
de novela, coautor del bestseller 'Manual del perfecto idiota latinoamericano'.</i><br />
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En este libro…hay un escritor.<br />
<i>Antonio Benítez Rojo, (┼) Premio Casa de las Américas de cuento,<br />
Premio Pushcart de ensayo por 'La isla que se repite',</i>Abilio Estévez, Fernando Velázquez Medina y Dolores Prida en el Cervantes de New Yorktag:www.creatividadinternacional.com,2009-06-25:3073384:BlogPost:122812009-06-25T16:58:41.000ZFernando Velazquez Medinahttps://www.creatividadinternacional.com/profile/FernandoVelazquezMedina
La nostalgia de la patria une a autores cubanos en el exilio<br />
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La nostalgia por la ausencia de la patria es un hilo que une a escritores cubanos a través de la historia literaria de ese país, aseguraron varios autores exiliados en un acto celebrado en el Instituto Cervantes de Nueva York.<br />
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'Escritores de lejos: la ausencia en la literatura cubana contemporánea' fue el tema de la conferencia que reunió anoche a Abilio Estévez, Fernando Velázquez y Dolores Prida, quienes compartieron sus…
La nostalgia de la patria une a autores cubanos en el exilio<br />
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La nostalgia por la ausencia de la patria es un hilo que une a escritores cubanos a través de la historia literaria de ese país, aseguraron varios autores exiliados en un acto celebrado en el Instituto Cervantes de Nueva York.<br />
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'Escritores de lejos: la ausencia en la literatura cubana contemporánea' fue el tema de la conferencia que reunió anoche a Abilio Estévez, Fernando Velázquez y Dolores Prida, quienes compartieron sus experiencias desde el exilio.<br />
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Velázquez, que desde hace diez años vive en Nueva York, y Estévez, radicado hace cuatro en Barcelona (España), señalaron que sus obras 'La última rumba en La Habana' e 'Inventario secreto de La Habana', respectivamente, son resultado de esa nostalgia.<br />
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Velázquez, cuya obra es una crónica de lo que vivió en Cuba, con las cosas buenas y las malas, equiparó el exilio a la muerte.<br />
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'Considero que el destierro es una de las cosas peores que existen, junto con la muerte. Sobre todo, cuando no puedes regresar a tu país como en mi caso', dijo el autor, quien abandonó Cuba tras redactar una polémica carta, firmada también por otros intelectuales y escritores, en la que pedían cambios al Gobierno.<br />
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Aseguró que el exilio puede conducir al camino del silencio, debido a las penurias o los esfuerzos para mantener cierto nivel de vida, dejando la creación para cuando las cosas mejoren.<br />
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O también, agregó, al camino de la escritura por encima de todo, que en muchos casos lleva al autor a buscar un oficio afín a la creación, en los medios de comunicación o en la publicidad.<br />
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'Después de caer en el silencio durante unos años, a mi llegada a EEUU opté por escribir diariamente en mi tiempo libre, mientras trabajaba en una fábrica cuatro días a la semana. Eso me dio la oportunidad de crear una burbuja con el recuerdo de La Habana', y de ahí surgió su obra, recordó Velázquez.<br />
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Lamentó, por otra parte, que el exilio no le permita escribir para los cubanos que viven en su país.<br />
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Estévez explicó que por haber salido de Cuba a Barcelona hace sólo cuatro años, no ha vivido la experiencia de extrañar a ese lector tanto como Velázquez.<br />
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Sin embargo, el premiado autor de 'Inventario secreto de La Habana', confesó que su obra, en la que revela una ciudad desconocida para el visitante, fue escrita en circunstancias parecidas.<br />
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Recordó sus primeros días en Barcelona, cuando decidió 'que no sólo no quería volver a la isla, sino que de algún modo quería 'descubanizarme' de una serie de cosas malas'.<br />
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'Cuando llegué sentí que no iba a escribir más. Fue una sensación de impotencia terrible. Uno siempre la siente un poco cuando termina un libro, pero nunca la había sentido con tanta violencia. Sentí que había perdido al público, que lo había perdido todo y que tenía que sobrevivir', señaló.<br />
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'Justamente por eso empecé a escribir 'El inventario secreto de La Habana'. Y mi experiencia era que no lo estaba escribiendo para un público europeo, sino que seguía escribiendo para un público de La Habana', destacó.<br />
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El escritor citó a José Martí, José María Heredia, Vicente Tejera y José Lezama Lima, quienes escribieron con el dolor de la ausencia de la patria.<br />
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'De una forma u otra, el exilio ha estado siempre en nuestra tradición literaria y a mi modo de ver, ha marcado al menos hasta ahora, la manera en que los escritores que hemos entendido Cuba, tanto si estamos lejos, como si estamos en ella, porque en el fondo, lejanía, no es sinónimo de partida', indicó.<br />
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La experiencia de la autora teatral Dolores Prida es distinta, por haber crecido en esta ciudad.<br />
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Aseguró que, si bien es cierto que en algún momento 'me he sentido como la canción, que 'no soy de aquí ni soy de allá', es porque ha sido parte de un proceso' en el que logró reconciliar sus dos yo, sus dos lenguas, sus dos mundos.<br />
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Prida, quien ha escrito la mayor parte de su obra en inglés, afirmó que en cierta manera, 'todos los escritores somos peregrinos dentro y fuera de nuestra patria, gitanos del alma, guiados por nuestra memoria e imaginación'.<br />
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Terra Actualidad - EFEEl famoso saxofonista Paquito D'Rivera, con Fernando Velazquez Medina y el conocido guitarrista David Oquendotag:www.creatividadinternacional.com,2009-05-27:3073384:BlogPost:84522009-05-27T03:46:09.000ZFernando Velazquez Medinahttps://www.creatividadinternacional.com/profile/FernandoVelazquezMedina
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<p style="text-align: left;"><img src="http://storage.ning.com/topology/rest/1.0/file/get/2999012270?profile=original" alt="" width="900" height="602"/></p>Resena mexicana sobre mi novela Ultima rumba en La Habanatag:www.creatividadinternacional.com,2009-05-16:3073384:BlogPost:72242009-05-16T04:09:28.000ZFernando Velazquez Medinahttps://www.creatividadinternacional.com/profile/FernandoVelazquezMedina
Esta gran resena sobre mi novela la hizo el poeta mexicano Raul Caballero y salio en varios medios escritos, entre ellos la Revista de la Universidad de Nuevo Leon, Mexico y el periodico La Opinion de Los Angeles, el de mayor tirada en castellano en Estados Unidos. Ojala le aproveche a quien ha leido algunos fragmentos de mi novela.<br />
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Una realidad que no da más<br />
Raul Caballero<br />
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Ultima rumba en La Habana, es una desgarradora metáfora. La voz de una prostituta es la voz urbana, la voz de la…
Esta gran resena sobre mi novela la hizo el poeta mexicano Raul Caballero y salio en varios medios escritos, entre ellos la Revista de la Universidad de Nuevo Leon, Mexico y el periodico La Opinion de Los Angeles, el de mayor tirada en castellano en Estados Unidos. Ojala le aproveche a quien ha leido algunos fragmentos de mi novela.<br />
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Una realidad que no da más<br />
Raul Caballero<br />
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Ultima rumba en La Habana, es una desgarradora metáfora. La voz de una prostituta es la voz urbana, la voz de la ciudad; sus actos, sus sentimientos, su mirada son los de la población que habita la Cuba contemporánea. Es un relato político a fuerza de rigor narrativo y rigurosamente poético a fuerza de vigor sustantivo en la mejor tradición de la literatura cubana.<br />
La voz del personaje femenino describe un pasmoso itinerario a través de la desolación, ciudad adentro, en un incesante juego con el lenguaje que es a la vez diversión y experimento y, si algo descubre, es la ciudad que desconocemos todos (cubanos y no cubanos) los que estamos fuera y lejos (turistas incluidos): La Habana que ofrece "una ruina en cada esquina" (p.209) pero, al mismo tiempo, la de muchos de sus habitantes con el alma corroída por el sistema totalitario y, en todo caso, derruida por el desquiciamiento social.<br />
"Desfila la destrucción citadina" (p.70) "la inmensa noche que recubre, compasiva, los restos de mi ciudad. Los escombros del sueño de grandeza yacen ocultos por la penumbra" (p.84). "Continúan las calles desastrosas, deprimentes, careadas como las muelas de un muerto" (p.99). "Me siento tan mal viendo lo que le han hecho a mi ciudad: parece la jungla de Borneo" (p.99). "La visión del cine derruido me golpea". (p.155) "Avanzamos hasta el túnel entre los restos de la ciudad" (p.155). Es, pues, un desfile de ruinas, "paredes despintadas por siempre" cuya historia, sin embargo, está inconclusa.<br />
Es la voz de una mujer formada en la soledad. La mirada de un personaje femenino que narra con los ojos de una camarógrafa la topografía de la pobreza y las carencias del aislamiento, los riesgos de la necesidad.<br />
Se trata de una mujer con el talento para ser cineasta o arquitecto, dolorosamente culta, pero que, sin opción, se inconforma siendo prostituta y a través del sexo busca trascenderse y huir de La Habana de todos tan temida.<br />
El libro expone los avatares de una comunidad, la habanera, que atestigua cotidianamente las "fugas" por fuerza "sedentarias" de sus miembros que, con actos ilegales o personales y hasta naturales como el sexo, desahogan y desafían su inmovilidad, su condena a la obediencia en el encierro, en la cárcel o en la ciudad "que no es lo mismo pero es igual", repite, parafraseando con rabia y con ironía al poeta, el novelista una y otra vez.<br />
Se describen todos los rincones de La Habana en ruinas, y el personaje va desde los bajos fondos hasta las zonas de acceso exclusivo para inversionistas extranjeros pasando por los círculos intelectuales, las casas de los disidentes y los ámbitos policiacos. En cada espacio es igual, falta la esperanza, "los habaneros somos animales marinos en proceso de extinción" (p.200).<br />
De principio a fin escuchamos la voz de la niña de una generación que llegó para atestiguar, con azoro, el sexo de sus mayores porque no hay lugar para la privacidad; la de la púber que observa en su derredor y sabe por mano propia, acaso impulsada por el miedo, que el crimen es un instrumento que puede ser usado para sobrevivir; la de la chica que aprende que la promiscuidad, literalmente, es el pan de cada día; la de la mujer que con la práctica sexual reafirma su individualidad, su independencia, desde el borde mismo de lo enfermizo; la dama de la vejez prematura, experimentada en los menesteres de jinetera; en fin, que sabe que su arte es un arma contra el desencanto.<br />
El deseo sexual como única expresión de libertad, la sexualidad como un acto de poder o como una de las pocas cosas propias y elegibles se enseñorea en una ciudad que brilla, que encandila, que lastima, que apabulla, que hiere porque canta el dolor, porque documenta el placer como una consigna contra el olvido, porque relata los anhelos en un afán infructuoso de convertir en pasado el futuro, de trocar la realidad en materia de lo imaginado, en la razón de un suspiro evocador: mañana es ayer y hoy es improbable; lo irreal, maravilloso.<br />
Un nuevo libro en el estante de la literatura cubana, el de Velázquez Medina, nos da un adelanto de lo que está documentándose a partir de la revolución frustrada. Luego de los cantos patrios y las denuncias disidentes, al margen me parece de las truculencias, fobias y rabias ultras del exilio de Miami, y más acá de la nostalgia por La Habana que ya no es ni será, Ultima rumba en La Habana es una obra que abre una nueva vertiente de la literatura de la isla del Caribe.<br />
Con un prólogo del escritor colombiano Plinio Apuleyo Mendoza, en una edición del diario Hoy de Nueva York, con diseño y diagramación por Juan Arango, la primera edición de Ultima rumba en La Habana, ópera prima de Fernando Velázquez Medina, apareció en diciembre de 2001 y ha vendido diez mil ejemplares en ocho años.<br />
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El poeta mexicano Raúl Caballero es subdirector del periódico La Estrella, que se publica en Fort Worth, Texas.Un final espantoso o un espanto sin fintag:www.creatividadinternacional.com,2009-05-15:3073384:BlogPost:71842009-05-15T21:31:10.000ZFernando Velazquez Medinahttps://www.creatividadinternacional.com/profile/FernandoVelazquezMedina
Este articulo fue escrito por Maria Elena Cruz Varela y yo, a dos manos, en el verano de 1991. En novienbre fuimos encarcelados y el trabajo salio en Los Angeles Times en enero del 92. Nunca me entere que habia salido en ingles hasta hace unas horas que alguien me lo envio. Esta colgado en Internet y quien quiera puede buscarlo poniendo su titulo. Esta en los archivos de L. A. Times. Es una prueba de que Maria Elena y yo somos pioneros de periodismo independiente junto con Indamiro Restano.…
Este articulo fue escrito por Maria Elena Cruz Varela y yo, a dos manos, en el verano de 1991. En novienbre fuimos encarcelados y el trabajo salio en Los Angeles Times en enero del 92. Nunca me entere que habia salido en ingles hasta hace unas horas que alguien me lo envio. Esta colgado en Internet y quien quiera puede buscarlo poniendo su titulo. Esta en los archivos de L. A. Times. Es una prueba de que Maria Elena y yo somos pioneros de periodismo independiente junto con Indamiro Restano. Solo nosotros tres escribiamos para la prensa internacional sobre la pesima realidad cubana en aquellos tiempos, cuando ermos tan jovenes.<br />
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Horrible End or Horror That Doesn't End?<br />
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By Maria Elena Cruz Varela and Fernando Velazquez Medina<br />
January 01, 1992<br />
Cruz: On the wall I am facing, there is, quite coincidentally and aptly, a quotation from Jose Marti that reads: "Liberty is very dear, and we must either resign ourselves to living without it, or pay the price of liberty." Those words express my sentiments exactly. That is what we are trying to do in Alternative Criterion: "Pay the price of liberty." Democracy is an exercise which we must begin to learn. After 32 years of living under the same dictator in a totalitarian regime where only one voice and one viewpoint is expressed, it is high time that we learn to be democrats, and Alternative Criterion is a good exercise in internal democracy. . . .<br />
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The government's system of repression has changed. It has not disappeared but varied its methods. For example, the government is looking at ways for intellectuals to defect the county. Out of the blue, it will offer you a scholarship to study abroad, all expenses paid; you can even go to Australia and study the kangaroo's pouch, if you like. They want the least possible number of dissidents or potential opponents of Fidel Castro in the country when the crisis becomes even worse. . . .<br />
We are almost at the beginning of the end. . . . What is coming now is simply the reality of a totally inefficient country run by an absolutely inept man. . . .<br />
Yes, there are pressures. Messages on the telephone, threats of dismissal from work. They corral you until you finally say, "If not for me, then for my children, I must leave this country--their lives and mine are at stake." And once you announce your intention to leave, the government brands you a traitor. But I don't think it is a crime to have an instinct of self-preservation. And I wouldn't put much faith in the relaxation of repression in Cuba. . . .<br />
There's a theory circulating on the streets. I have heard my neighbors repeat it: "We must choose between a horrible end, or a never ending horror."<br />
Velazquez: I call upon all left-wing intellectuals in Latin America, who have always regarded the Cuban government as some kind of paradigm, to realize that what we have here is the last phase of an openly fascist regime, which has absolutely no hope for survival. They should know that many of their friends in the Cuban intelligentsia may perish in the death throes of the regime. It is possible that what we are doing now, speaking into this tape recorder, we may not be able to do again, at least not in the immediate future. . . .<br />
And if I could add something else: Please put an SOS out for Cuba. You who are sensible men, do not permit this island to sink into the ocean, or this mad Pied Piper to lead us all to the water's edge.Cuento para dormir bebitos, inserto en Ultima rumba en La Habana. Divertimento literariotag:www.creatividadinternacional.com,2009-05-15:3073384:BlogPost:71012009-05-15T04:32:26.000ZFernando Velazquez Medinahttps://www.creatividadinternacional.com/profile/FernandoVelazquezMedina
Este cuento con sabor a Lovecraft, es de la autoria de la protagonista de mi libro, quien gentilmente me lo ha cedido para que lo publique. Es de horror cosmico y lleva la impronta de multiples lecturas de terror, como Ratas en las paredes, El cuervo, El color que cayo del cielo, Las aventuras de Arthur Gordon Pim y otros con los que parece haberse alimentado la inancia de mi personaje literario. Es que Ultima rumba en La Habana es una caja de sorpresas. Por eso esta historia, en vez de musica…
Este cuento con sabor a Lovecraft, es de la autoria de la protagonista de mi libro, quien gentilmente me lo ha cedido para que lo publique. Es de horror cosmico y lleva la impronta de multiples lecturas de terror, como Ratas en las paredes, El cuervo, El color que cayo del cielo, Las aventuras de Arthur Gordon Pim y otros con los que parece haberse alimentado la inancia de mi personaje literario. Es que Ultima rumba en La Habana es una caja de sorpresas. Por eso esta historia, en vez de musica de miedo lleva un trasfondo de guaracha o chachacha.<br />
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MEMORIAS DEL SUBSUELO<br />
La puerta resonó con reminiscencias de bronce, como el cercano trueno bajo el cielo de Glencoe, y hasta mi espalda llegó el hálito final del mundo exterior. Pero mi atención estaba centrada en la estancia insinuada bajo el lábil resplandor de las antorchas.<br />
Un salón inmenso o serie inmensurable de salones, creado por un enigmático constructor muerto hace eones. Las tinieblas conviven con las débiles luminarias e impiden determinar la altura, la vastedad, las fantasías ocultas tras las columnas. Yo, la mistagoga, desconozco aún los confines, el exacto número de puertas, los recodos, las goteras sorprendentes que pueblan sus resquicios y se desploman sobre el explorador desconfiado.<br />
Al habituarse mis ojos esa primera vez a la opresiva oscuridad vi una luz y a ella me dirigí por el denso bosque de columnas, obviando los susurros de seres rastreros que huían del peso de mis sandalias, como yo del miedo, acompañante viscoso. Con él caminé muchas horas, subiendo y bajando, en tanto la luz parecía huir ante mí. Al disiparse los vapores de la niebla se mostraba la lejanía imprecisa de la hoguera, siempre en implacable repliegue.<br />
Agotada, anduve los corredores, la teoría de subterráneos y la desierta llanura de piedra: el país de los Plutónidas, seres invidentes que existieron hace milenios. Los jeroglíficos a relieve denuncian sus ideas sobre el cosmos; los menhires decorados con animales de la profundidad, monstruos sin ojos de alargadas orejas y tentáculos en la frente sirvieron de modelos al tacto exacerbado de los escultores.<br />
Pavorecida, continué persiguiendo la hoguera hasta que, al fin, quedó inmóvil en la negrura, agrandándose a medida que mis huellas quedaban impresas en el polvo.<br />
El viejo se mantuvo inmutable cuando quedé bañada por el resplandor de las pulidas paredes que multiplicaban el surtidor de fuego surgido de la tierra como un nimio volcán. Me paré inmóvil en la inasible frontera de la oscuridad, esperando una señal, un gesto, que no vino. El otro miraba las llamas, instalado en el milenario silencio, decrépita estampa de la vejez semejante a una estalactita. Como un animal nocturno- hoy comparto ese privilegio-sus ojos brillaban frente a la llama y era su figura la estatua sedente de un dios felino disfrutando del calor más allá de la última cacería. Me asaltó la idea de que el anciano fuera uno de los Antiguos o quizás heredero de esa raza, de una edad inconcebible. Sentí la modorra subir por mis miembros y el sobresalto me ganó cuando percibí la voz y vi las estrías del rostro moverse. -¿Eres la elegida del Dios? preguntó con voz tan profunda como la pétrea habitación.<br />
-Soy- dije con voz más firme de lo permitido por la costumbre.<br />
-Entonces, cuando se haga la señal, viajaremos hasta el lugar de los secretos.<br />
Y calló mientras hacía un gesto vago hacia el fuego que, quise pensar, era una invitación a sentarme. Juntos compartimos el filtrar de las aguas, el leve movimiento de la tierra, el crecer de las rocas vivas, guardianas del mundo de las salamandras, los dominios oscuros que desterraron la luz e incidieron sobre el árabe loco para que copiara el Necronomicón, el más arcano de los libros inexistentes, pensado por los Antiguos y recibido en sueños, para su desgracia, por algunos infelices. ¡Que las Potencias me protejan de su destino!<br />
Mucho fue el tiempo gastado en la inmovilidad, en tanto la flama crecía de manera imperceptible pero inexorable, acercando el instante de la marcha y el encuentro con lo desconocido.<br />
La elevación del fuego hacía refulgir las paredes, negras como el alma de un pedófilo; cuando la altura de la hoguera llegó a lo inconcebible su grosor adelgazó tanto que apenas calentaba el aula de piedra. El ermitaño ordenó: ¡tiéndete! y ambos aguardamos, acostados sobre el lecho de rocas, pulido por otros cuerpos anteriores, de distinta morfología, miramos y vimos la señal, caracteres desconocidos que se inflamaron en el techo. El anciano musitaba algo, una oración tal vez. De pronto comprendí que traducía los torcidos renglones del Dios, el mensaje grabado en la roca mil millones de años antes. He aquí lo que dijo:<br />
- Fuego en la montaña y en mi vida / aurora negra lamida por la llama / de un sol apresurado hacia la muerte / en la selva que guarda la memoria / inerte y circular de la belleza. / Arma extraña del destino / mujer lunar que desconozco / los días se besan con tus labios / la espalda inaccesible a mis canciones / vibrantes en la mano del milenio. Hizo una pausa y, titubeante, continuó:<br />
¿Qué arena esconde en el camino / errante del poeta equivocado / quien marcha tras el rastro de una nube? / Serás la nube y el camino / de un rostro grabado en la espesura./ yo, poeta alucinado / fui hereje / soy...cenizas<br />
El silencio del viejo y la oscuridad repentina nos sepultaron de inmediato, unidos. Durante algunos segundos nadie habló y la paz se engrandeció en nuestros cerebros. La temperatura, la tiniebla y la suspensión de los ruidos estuvieron a punto de hacernos felices. Pero, un silbido creciente y el rasguño de unas garras, me convencieron de que el viaje había comenzado.<br />
El resoplido de un animal y la fosforescencia que llegaba de las galerías contrarias a mi camino reciente, hicieron latir mi corazón: pronto mi tarea sería cumplida. El miedo se desvaneció ante el honor del sacrificio; si pasaba la prueba sin abandonar la cordura sería poderosa. La más poderosa.<br />
Algo rasgó el aire, una rasposa correa recorrió mi cuerpo, lavando la tierra e impureza. Con los ojos cerrados soporté el extraño contacto, lenguas que me recorrían hasta lo recóndito. De inmediato fui colocada sobre una rugosa montura y se inició la marcha hacia lo desconocido. Creo que entonces perdí el sentido.<br />
La fresca corriente de aire que movía mis cabellos sacó mi cerebro del olvido. Al abrir los ojos encontré un círculo monstruoso: diez salamandras agazapadas sobre piedras me observaban, inmensas, con ojos de gránate almandino. Sobre una piedra mayor un macho casi transparente se dejaba envolver por el fuego de un surtidor, gemelo del guardado por el viejo, quien se encontraba arrodillado ante la bestia, a una distancia suficiente para que no lo quemase el ardor del torrente. Mantenía los ojos cerrados y su actitud tranquila y despegada me dio la sensación de que había visto esto en incontables ocasiones.<br />
El terror había remitido. Intuí lo que debía ocurrir y estaba preparada para ello. Mi guía aguardaba con los ojos sellados, impertérrito. Entonces el gran macho, las otras eran hembras, decidió moverse, avanzó hacia el antiguo servidor y, abriendo sus enormes mandíbulas, lo tomó en la boca, tragándolo de una sentada. Mi espanto helado casi me aniquila, pero el lagarto realizó una especie de enjuague y después, con delicadeza, regurgitó al hombre envuelto en una brillante costra que se adhería al cuerpo vivo y reflejaba la luz.<br />
Maravillada, vi marcharse al coro de salamandresas llevando al hombre, cuya piel comenzaba a suavizarse bajo la película que lo envolvía en posición fetal.<br />
Al quedar sola, siento frío en mi piel y un extraño miedo se apodera de mi ser. Puedo oír sus pasos, las uñas poderosas, el aliento del único animal que sobrevive a las llamas, se regodea en ellas y logra recibir carga vital de su contacto. Una de sus patas me toca levemente, intenta indicarme algo. Vuelvo mi cuerpo, lo despojo de la ropa y, casi involuntariamente, miro al ser que me solicita. Ya está lista la verga, larga e intolerable. Me vuelvo hacia la tierra y levanto mi vulva que recibe los lengüetazos bífidos del reptil; una de las dos puntas se introduce en mi vagina y siento que un choque eléctrico, una cálida corriente asciende hasta el cerebro, en tanto la serpiente acaricia cada terminación nerviosa, lame los jugos, prepara la cavidad para la punta de su lanza, lubricando con la misma saliva regeneradora que envolvió al anciano. Mi sexo parece crecer, abrirse a la luz y el calor que porta el reptil; estoy a punto de gritar de placer cuando un delicioso dolor invade mis genitales. El fuego me ha tomado y se abre camino mientras dos garras sujetan mis brazos y la lengua acaricia mi cuello, la espalda, los senos, de forma imposible para un amante humano. La extraordinaria sensación se acompaña de una luz suave llegada desde las rocas, resplandecen las paredes con intensidad, como nuncio de un evento inmediato. Mientras me refocilo veo, entreveo soñadora, un tornasol que irisa el exterior de las peñas, baña las estalactitas e invade las oscuras cavidades del techo. Un rumor desconocido, estremecedor, se escucha sobre mis jadeos y el silbido de amor del saurio. La temperatura ha subido, todo está blanco, lechoso<br />
¡Voy a morir! En el último espasmo...<br />
¡Horror! ¡Es terrible! Monstruoso! ¡He visto! ¡Han llegado!<br />
¡Oh Dios! ¡Ellos están aquí!Otro poema y si me distraigo pronto tendré un libro de ensayos poéticostag:www.creatividadinternacional.com,2009-05-13:3073384:BlogPost:68612009-05-13T17:55:31.000ZFernando Velazquez Medinahttps://www.creatividadinternacional.com/profile/FernandoVelazquezMedina
Poema I<br />
Fuego en la montaňa y en mi vida<br />
Aurora negra lamida por la llama<br />
De un sol apresurado hacia la muerte<br />
En la selva que guarda la memoria<br />
Inerte y circular de la belleza.<br />
<br />
Arma extraňa del destino<br />
Mujer lunar que desconozco<br />
Los días se besan con tus labios<br />
La espalda inaccessible a mis canciones<br />
Vibrantes en la mano del milenio<br />
<br />
¿Qué huella se esconde en el camino<br />
Errante del poeta equivocado<br />
Que marcha tras el rastro de una nube?<br />
<br />
Serás la nube y el camino<br />
Del rostro tallado en la…
Poema I<br />
Fuego en la montaňa y en mi vida<br />
Aurora negra lamida por la llama<br />
De un sol apresurado hacia la muerte<br />
En la selva que guarda la memoria<br />
Inerte y circular de la belleza.<br />
<br />
Arma extraňa del destino<br />
Mujer lunar que desconozco<br />
Los días se besan con tus labios<br />
La espalda inaccessible a mis canciones<br />
Vibrantes en la mano del milenio<br />
<br />
¿Qué huella se esconde en el camino<br />
Errante del poeta equivocado<br />
Que marcha tras el rastro de una nube?<br />
<br />
Serás la nube y el camino<br />
Del rostro tallado en la espesura.<br />
<br />
Yo, poeta alucinado<br />
Soy hereje: Soy cenizasEnsayo Poético IItag:www.creatividadinternacional.com,2009-05-10:3073384:BlogPost:65312009-05-10T23:25:23.000ZFernando Velazquez Medinahttps://www.creatividadinternacional.com/profile/FernandoVelazquezMedina
Una historia parecida a la anterior. Pero me da pereza contar historias banales. Como diría Guillermo Cabrera Infante, Habanidad de habanidades, en La Habana, todo es habanidad.<br />
<br />
<br />
<br />
Ojos de coral, ojos de bronce<br />
Surgidos como el fuego entre las aguas<br />
Del mar que arrastra la obsesión.<br />
<br />
Tus ojos se alzan desde el cielo<br />
Al mundo encendido de la bruma,<br />
Paraíso tedioso, ausencia tuya.<br />
<br />
Tus ojos representan la muralla<br />
Cornalina sangrienta y peligrosa<br />
Que arrastra mis sentidos desde siempre.<br />
<br />
Un muerto…
Una historia parecida a la anterior. Pero me da pereza contar historias banales. Como diría Guillermo Cabrera Infante, Habanidad de habanidades, en La Habana, todo es habanidad.<br />
<br />
<br />
<br />
Ojos de coral, ojos de bronce<br />
Surgidos como el fuego entre las aguas<br />
Del mar que arrastra la obsesión.<br />
<br />
Tus ojos se alzan desde el cielo<br />
Al mundo encendido de la bruma,<br />
Paraíso tedioso, ausencia tuya.<br />
<br />
Tus ojos representan la muralla<br />
Cornalina sangrienta y peligrosa<br />
Que arrastra mis sentidos desde siempre.<br />
<br />
Un muerto se arrodilla ante el cenote<br />
Del tiempo convertido ya en cenizas<br />
Aurora reluciente de silencio<br />
Que avanza sin cesar hacia tu boca.<br />
<br />
Mirada indiferente a la ternura<br />
De un doble abandonado por sí mismo<br />
Vela la crueldad desde tus ojos<br />
Conducidos por la rueca de la nada<br />
Trenzando mirada y epidermis<br />
En la danza vana del destino.<br />
<br />
<br />
Tus ojos aplauden mi silencio<br />
Me envuelven despectivos en una malla<br />
De timidez azotada por el viento<br />
Que se lleva mi sonrisa y tu mirada.Ensayo fallido de poematag:www.creatividadinternacional.com,2009-05-09:3073384:BlogPost:62212009-05-09T06:00:00.000ZFernando Velazquez Medinahttps://www.creatividadinternacional.com/profile/FernandoVelazquezMedina
Escribí este mal ensayo poético para una mujer de ojos verdes: La verguenza era inevitable. Espero que los poetas reales me perdonen esta incursión en su campo. Y a la lejana Ismaris le digo, parafraseando a Ezra Pound: Aquellas a quienes amé, perdonen lo que he escrito.<br />
<br />
Fernando Velázquez Medina<br />
<br />
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<br />
<br />
<br />
<br />
Escribo sobre el mar, escribo sombras<br />
Camino las estrellas sin la noche<br />
Soy un hombre agobiado por la infamia<br />
Escribo en soledad, deshojo rosas<br />
Que suelen florecer entre las olas<br />
<br />
Camino de…
Escribí este mal ensayo poético para una mujer de ojos verdes: La verguenza era inevitable. Espero que los poetas reales me perdonen esta incursión en su campo. Y a la lejana Ismaris le digo, parafraseando a Ezra Pound: Aquellas a quienes amé, perdonen lo que he escrito.<br />
<br />
Fernando Velázquez Medina<br />
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<br />
Escribo sobre el mar, escribo sombras<br />
Camino las estrellas sin la noche<br />
Soy un hombre agobiado por la infamia<br />
Escribo en soledad, deshojo rosas<br />
Que suelen florecer entre las olas<br />
<br />
Camino de cenizas por tu pecho<br />
Mujer de sal, pirámide desnuda<br />
Dueña del dolor y del silencio<br />
Cabalgo por tu pelo entre recuerdos<br />
Mujer de luz, sueño de un sueño.<br />
<br />
Canta un beso anidado en tu garganta<br />
Soy el camino de tu beso<br />
Desando embriagado por la espuma<br />
Piso el silencio y el estruendo<br />
<br />
Eres la soledad, eres la sombra<br />
Parto de un grito a medianoche<br />
Bebes mi corazón entre la espuma<br />
Velada por espíritus de arena<br />
<br />
Has perdido mi piel en un abismo<br />
Escapas con mis ojos al desierto<br />
Caminas por mi nombre, que es tu nombre<br />
Engastado para siempre en el misterioUltima rumba en La Habana Capitulo Itag:www.creatividadinternacional.com,2009-05-08:3073384:BlogPost:61212009-05-08T08:01:00.000ZFernando Velazquez Medinahttps://www.creatividadinternacional.com/profile/FernandoVelazquezMedina
El día que maté a Juan el Muerto, que lo volví a matar, el aire tenía una consistencia caliginosa tan adicta como algunas visitantes asiduas al solar de Ángeles, esa casa solariega trocada hoy, ahora, en su propia excrecencia. Mi abuela Fe decía, sentada en una recia mecedora que soportaba, impasible, sus trescientas cincuenta libras, decía que esas mujeres eran de ampanga, palabra que aún hoy no he logrado definir nítidamente, pero sospecho con desgana un significado oscuramente salaz.<br />
Ese…
El día que maté a Juan el Muerto, que lo volví a matar, el aire tenía una consistencia caliginosa tan adicta como algunas visitantes asiduas al solar de Ángeles, esa casa solariega trocada hoy, ahora, en su propia excrecencia. Mi abuela Fe decía, sentada en una recia mecedora que soportaba, impasible, sus trescientas cincuenta libras, decía que esas mujeres eran de ampanga, palabra que aún hoy no he logrado definir nítidamente, pero sospecho con desgana un significado oscuramente salaz.<br />
Ese verano en que el Muerto volvió a morirse, el zaguán del solar resultaba tan cálido que recordaba al infierno cantado por Benny Moré - ese calor de infierno / que me abrasa la frente- y se confundía en mi mente con los rumores de su agonía.<br />
Sentada en la escalera de madera semi podrida que asciende hasta las cuatro piezas donde vivían mis padres, abuelos y tíos, memorizaba al Bárbaro entrando al solar en compañía de tío Junio y sus ecobios Cuquito y Carlos Embale, los vecinos de enfrente. De enfática risa, alto, todos los hombres suelen ser altos en nuestra infancia, con la pasa planchada, se había mostrado en el cine mediante una difusa película mexicana y las mujeres andaban bobitas detrás del negro. ¡El Bárbaro del Ritmo! ¿Cómo se pudo morir un tipo así?<br />
<br />
Sigo sentada y veo, de veras, entrar a mi tío: pero viene solo, de cargar y descargar sacos de chícharos de los barcos y estibarlos en las bodegas de los almacenes. Todavía los ñáñigos controlan los muelles; son más fuertes que la madre de los tomates. Mi tío pasa, me toca la frente y dice: en boca cerrada... y sigue su camino por la escalera. Regreso esa tarde de muerte, pues, a pensar en las musarañas, vuelvo a pensar en el Benny; Bonito y sabroso bailan el mambo las mejicanas. En las películas de Tin Tan salen las mejicanas bailando el mambo bastante bien pero nunca como las negras de Jesús María, esas culonas: ¡a gozaaá!, grita el Benny, ¡a gozaaá! y los hombres señalan a una mulata blanconaza que tiene el maletero atestado de carne… ¡Asesina, acaparadora! le dicen bajito. Y: te estás pudriendo de buena. Ella ríe y las carcajadas se oyen en la catedral. Sigue remeneando el culo, las caderas, el nalgatorio envuelto en un pantalón adornado de flores traseras; otro entonces, con cara de necesidad apremiante, le pide prestado el jardín ése, el rosal de allá atrás, por un ratico mami, total, él se lo va a devolver en un ratico, sólo lo quiere para regarlo.<br />
Un tipo de ampanga.<br />
La mujer que entra al solar también debe ser de ampanga. Parece que la atrae el cuarto de Juan el Muerto, pienso y siento un pálpito leve, como de carrera perdida, sin embargo sus ojos distraídos me ven a un costado del patio, sentada en el mismo peldaño donde solía hacerlo su hijo. Ella es la madre de Delfin, la delfina madre, músculos bajo la piel dorada, sin los rollos de grasa que exhiben la mujeres, como Cuca, la mujer de mi tío, que no es gorda pero tiene salvavidas de grasa en la barriguita y las tetas pesadas, según abuela de tantas chupeteadas que le han dado los cinco hijos, y las que le da mi tío, digo yo.<br />
<br />
La madre delfina a Singapur. Toda ella es una escenografía, que me ignora olímpicamente - olimpiada de desaires- me da la espalda y, mirando arriba, a la retahíla de tubos y tablas podridas que soportan el suelo de la sala de mi abuela, se dirige a la escala, como la que usan los pigmeos africanos, por donde se sube a la barbacoa de Cuca.<br />
Cuca le dicen a la querida de tío Julio, que primero no, luego quién sabe. Esa era Fé, diz que no le gustaba porque la mujer se había dedicado, una era, a servir en alma y cuerpo, sobre todo en cuerpo, a los parroquianos del bar Luis, el de la esquina de Ángeles y Gloria.<br />
El agujero engulle a toda la mujer y aún sigo viéndola en mi memoria jugando al tenis con Delfín, ambos vestidos de blanco: de blanco los zapatos, de blanco los shorts, blancas medias y pullovers blancos sobre la piel blanca que se va dorando bajo los rayos del sol, madurando la piel que se pone del color del pan crujiente, un color que no voy a olvidar nunca, mirados por Fabián que lleva una raqueta bajo el brazo, también de blanco él, siempre de blanco, como si no se cansara de la albura continua del uniforme y quisiera llevarlo consigo hasta cuando viste de civil. Años después vi la misma escena en la película El Jardín de los Finzi Contini, y lloré como una idiota recordando cómo había matado a un hombre por esa extraña familia de la nueva clase, aunque yo esas cosas entonces no las sabía. Una, a pesar de todo, tiene momentos de debilidad.<br />
<br />
El techado voladizo de mi escalera otorga una sombra caliente y atractiva para las moscas. Ellas se detienen en las pieles de chivo que Angelito, el carpintero que vive en una habitación frente a la escalera, en medio del patiezuelo, seca estiradas sobre marcos de madera colgados en la pared tal vez esos cueros serán parte de un tambor cuyo redoble acompañe a Carlos Embale, su voz cabalgando sobre los truenos del toque, trashumando ambos una larga distancia-. Angelito duerme la siesta en su cuarto, pulcro y oloroso a virutas de madera. Siempre escapa a mis recuerdos el oficio o beneficio de Angelito antes de verlo alisando bolos y forjando taburetes, lleno de pequeñas partículas de madera, lento y sabichoso como un lemur. Truenan las guaguas más allá del portalón tachonado de clavos de bronce, una puerta cochera que anhelo me acompañe en los viajes y avatares que me esperan Pero eso es hoy, en tierras de bruma y frío; por entonces creí que el portón me guiaría, acaso, toda la vida, hasta dejarme sana y salva en el mejor lugar del mundo. Sin saberlo, repetía el mantram sagrado: soy inmortal y no puedo ser dañada.<br />
Ese fatalismo budista, de personaje radiofónico, me llevó a la venganza contra Juan, casi sin pensarlo, porque todo está escrito. Quizás la lectura demorada de Karl May y Dumas, y el encuentro con Delfín, señalaron ese obligado final de opereta que sigue avergonzándome, no por un deplorable dilema moral, los tiempos y realidades de mi patria me enseñaron a desdeñar esas distracciones que conlleva la culpabilidad. Según habíamos estipulado –deseo creer que yo conté para algo tan siquiera un breve momento, pero la obtusa realidad me desmiente - en aquella época sangrienta, la muerte de otro no significa nada si existe una causa justa y yo creí tener la sanción del destino para hacer de jueza, sin intuir que la verdad absoluta es en realidad una verdad obsoleta.<br />
Rodeada por la silenciosa cautela del edificio en ruinas, comencé a caminar hacia la entrada del cuarto de Juan, oculta por una cortina conquistada, ha tiempo, por las cucarachas. Al pasar al lado del fogón a carbón, de hierro fundido, que tenía fuera del cuarto, cogí un mazo de palo brasil con el que se golpeaba los cuchillos, para ayudarles a trinchar la carne endurecida. Saqué de los bolsillos de mi viejo pantalón la cuchara que había estado afilando, durante días, contra el liso suelo de cemento. La excitación me hizo pensar en las dos mujeres que, seguramente, se besaban, desnudas, sobre la misma cama en que las sorprendimos, sorprendidos, dos avergonzados, Delfín y yo; Cuca, con hilachas en la lengua, atragantada, los senos erizados, con un refajo de seda alzado hasta las caderas, abiertas las piernas donde delfina madre liba los humores. Siempre existirá una vez primera para admirar un sesenta y nueve, las cabezas insertas entre las piernas ajenas, avanzada la lengua como un insecto que desea penetrar una flor. Acaso sea lo mismo.<br />
Miro la habitación, de paredes desconchadas, impresa en la retina una falsa imagen de las mujeres que encima de mi cabeza tiemblan mientras se aman. Devastada por el miedo, Cuca se justificó una vez: esa mujer me gusta mucho, como a ti su hijo. ¿Verdad que te gusta su hijo? Pues yo la quiero como si fuera un hombre, más que a un hombre porque a mí no me gustan ellos. Son sucios, te aplastan, te enferman, te dejan parir sola. ¡Pero coño, son los que tienen el dinero¡. ¿Tú entiendes, verdad? y me ponía la mano, la misma con que le acariciaba los senos a delfina madre, en el hombro, deslizándose al sur, bajando muy suave, casi mejor que cuando me toca mi tío. Casi. A mí no me interesa eso, dije, aunque me sentía de lo más caliente y una cosquillita me subía y bajaba por el vello púbico, la pendejera recién salida. Todavía siento el ardor de la mano bajando por la tira del ajustador mientras llego al costado de la cama de Juan, un catre, encima del cual el anciano bujarrón sigue durmiendo, boca abierta y ojos en blanco, como en esos momentos, cuando algún niño - niños no, los de la calle son muchachos, no niños, me regañaban mis mayores - del solar Zelaya pone la cabeza entre sus piernas, abarca su viejo miembro con la boca y chupa con asco y avaricia, por un puñado de pesos. Calabaza, por ejemplo, que se la da de guapo, cuando no tiene dinero viene a verlo, a chupársela. Por eso le endosé el remoquete de Yuya Mamasuave, por la maestría desarrollada en los lengüetazos que le he visto dar a Juan.<br />
<br />
<br />
Empuño la cuchara, con el corazón galopando sobre la tierra, la pongo en ángulo recto en el medio del pecho, al justo lado izquierdo del botón de la camisa desastrada con la cual duerme, levanto el mazo de madera y lo dejo caer sobre la pala de la cuchara, como cuenta Papo, el presidiario, que hacían en el principal de la Comedia, la cárcel del Castillo del Príncipe. El mango afilado se hunde con silencioso estrépito, el hombre da un grito y casi se sienta en la cama, que cruje ante tanta exigencia; el muerto agarra violentamente la cuchara y la saca de un tirón junto con un chorro de sangre negra, fascinante como un príncipe negro, menciona mi cerebro y repite mi lengua. Juan cae lentamente sobre el camastro, pero lo hace mal, mientras yo, hipnotizada, le veo realizar todo lo que pensé que haría al morir. Siento que estoy soñando y la sangre salpica todo en redor, pero, extrañamente, no a mí; sí a mis zapatos de suela de goma. Sonámbula, salgo del cuarto al pasillo y nada se oye. Restriego los zapatos en una tela raída, llena de antiguos residuos terrosos; tomo el lienzo y lo lanzo al techo de seculares tejas catalanas. Regreso sobre mis huellas invisibles y me detengo ante la escalera de Cuca, subo despacio, escalón por escalón, tratando de no hacer ruido. Cuando asomo la cabeza las mujeres están a cierta distancia una de otra y vuelven los rostros, como en una lámina de un cuadro que todavía no conozco, pero veré reproducido en las páginas de cualquier texto de arte: testas femeninas en escorzo, mirando con sorpresa e inquietud algo o alguien fuera del cuadro, un nuncio de peligro, quizás un niño indiscreto. Una de ellas se interroga con la mano, la piel color canela como la limeña de Chabuca Granda, quizá sólo un efecto de la piel bañada por luces artificiales en este ámbito -para mí irreal: Delfín no lo ha visto- detenidas en el espacio y el tiempo por un pintor que se recrea, se refocila, en los sentimientos inquietantes; así quedan ellas, graciosas, plásticamente hermosas, la de cuerpo pesado, Cuca, no desmerecería a una modelo de Rubens. Delfina madre, esbelta como un violín, aristocrática e inconsútil sería un Greco; pero no, yo ignoro aún esos pintores, sus paletas. Lo que en verdad estoy pensando mientras sonrío, las saludo y me acerco a ellas, lo recuerdo aquí y ahora, en este New York delirante -un animal llevando en sí todos los sexos transcurre ante mí, en la Cuarenta y tres y la Octava, con la chaqueta abierta, exhibiendo sus senos perfectos, rodeada de viciosos amorales, capaces de ayuntar con un sidoso por una piedra de crak- he visto jóvenes de aspecto viril, bajo su macilenta piel, dar un beso francés, a la salida de la marqueta, a un gordo mugriento cuyos bolsillos revientan de dólares-: lo descubierto entonces y revivido ahora, con un estremecimiento de placer, es: qué fácil resulta matar.Ultima rumba en La Habana (fragmento III)tag:www.creatividadinternacional.com,2009-03-27:3073384:BlogPost:4362009-03-27T14:22:49.000ZFernando Velazquez Medinahttps://www.creatividadinternacional.com/profile/FernandoVelazquezMedina
Me parece que esto me ha pasado antes, un día, cuando éramos tan jóvenes, yo venía de una fiestecita de quince años, una de esas donde la niña se cambia de ropa quince veces y los padres terminan arruinados para toda la vida, pero contentos. Estaba oscuro en el reparto Eléctrico, por entonces la guagua no entraba todavía a la zona y uno tenía que zumbarse a pie diecisiete cuadras. Las matas estaban silvestres desde que Ochoa, el general, dejó el mando del ejército occidental, para irse a con el…
Me parece que esto me ha pasado antes, un día, cuando éramos tan jóvenes, yo venía de una fiestecita de quince años, una de esas donde la niña se cambia de ropa quince veces y los padres terminan arruinados para toda la vida, pero contentos. Estaba oscuro en el reparto Eléctrico, por entonces la guagua no entraba todavía a la zona y uno tenía que zumbarse a pie diecisiete cuadras. Las matas estaban silvestres desde que Ochoa, el general, dejó el mando del ejército occidental, para irse a con el Afrika Korps a Ngola, las gentes descuidaron la entrada del barrio y no chapeaban ni limpiaban como en los tiempos en que el General visitaba diariamente. La inquietante oscuridad me hacía sentir repelos de temor y oír pasos en la noche, a mis espaldas. Pensé en un cuento de Ray Bradbury, El asesino, que leí cuando era niña: una mujer atraviesa el pueblo hacia su casa, que está después de un riachuelo o cañada, atravesada por un puentecillo. Su imaginación le hace oír pasos y susurros a cada instante, pero logra mantener la calma hasta que pierde el control y corre desalada, llega a la puerta y no encuentra la llave, cree que va a ser asesinada, por fin logra abrir la puerta y la cierra con todos los cerrojos. Claro, el asesino queda encerrado con ella en la casa, siempre estuvo allí. Me impresioné mucho con ese cuento; me gustaba más que El hombre ilustrado o las Crónicas marcianas o el Vino del estío. Y aquella ocasión me ocurría lo mismo, porque la calle Camilo Cienfuegos, la principal del reparto, zigzaguea a través de matorrales y, antes de entrar en zona habitada, cruza por encima de un riachuelo lleno de plantas fluviales; y el viento suena entre los árboles, las matas se mecen haciendo figuras con las luces de los autos que pasan por la carretera de Managua y hay un ruido como de gente aplastando hierbas, animalitos que corren, voces lejanas, en el casino. Estoy a mitad del puente sobre el río, antes de la cuesta que lleva al Círculo Social, donde venden cervezas aguadas y ron adulterado; estoy casi encima de la otra orilla cuando, de repente, saltan esos tipos de entre los árboles, resoplando, con olor a bebida, seguro son de Párraga u otro lugar más lejano, hasta de Marianao vienen a beber aquí, a este campo, saltan sobre mí por sorpresa, me quedo paralizada, pienso que van a matarme, pero no, uno me da una bofetada mientras el otro me amenaza: cállate mamita, no te vamos a hacer nada, sólo te la vamos a meter los dos a la vez, ¡Tú vas a ver qué rico! y me arranca la blusa, que me costó sesenta pesos, la hace talco y entonces se me va la parálisis, forcejeo con el callado, el que me toca las tetas y ya tiene el pito parado, me toca las tetas desde atrás, le doy un codazo y dice ¡ug! y me suelta un momentico y ya se jodieron, me paro entre los dos, me quito el ajustador, suave, como si estuviera en mi cuarto. Ahora los paralizados son ellos. Les digo: con calma que hay para los dos, no me rompan la ropa, hablando se entiende la gente. Con las tetas al aire, mirando al frente, enhiestas, listas para sacarles los ojos con los pezones, comienzo a quitarme la saya, esa si me costó quince dólares, me la vendió Juana María, la periodista. Cuando me quedo con la tanguita los tipos están desinflados; uno se ha aclarado del todo y me mira con asombro: ¡Mulata, tú estás loca! y se ríe nervioso: no te tomes esto en serio, era jugando, para asustarte nada más. Yo soy un caballero. Dice eso: un caballero, me entran deseos de preguntarle en qué lugar dejó el caballo, pero no quiero excitarlo con una discusión, de pronto, mirándome, me da la saya y pregunta: ¿Puedo ser amigo tuyo? No me visto, mirar a una mujer vistiéndose es tan excitante para un hombre como verla desvestirse, sobre todo el incitante movimiento de las caderas al meterlas dentro de una saya o pantalón. Y el desmadre si es un bloomer, una pantaleta. Tuve una vez un amante que se volvía loco mirándome cuando me vestía. Después me arrugaba la ropa y me la metía hasta en el carnet de identidad con el vestido arremangado en las caderas, decía que era más rico y yo creo que sí. Tiritando, con la piel de gallina, y excitada porque había estado a punto de ser violada, lo que era la fantasía de muchas amigas mías: Elena Pedro, por ejemplo; estuve más de un minuto hasta que se oyeron voces que se acercaban y entonces, con mil excusas y el rabo entre las piernas- claro, no se lo iban a quitar para irse- se perdieron rumbo al callejón, suplicando ¡No digas nada mi amiguita!Ultima rumba en La Habana (fragmento II)tag:www.creatividadinternacional.com,2009-03-27:3073384:BlogPost:4352009-03-27T14:15:21.000ZFernando Velazquez Medinahttps://www.creatividadinternacional.com/profile/FernandoVelazquezMedina
Eran una tonga de gente gritando y tirando piedras. Yo lo vi, que estaba allí. Era un manco, no crea otra cosa aunque se lo digan; aseguran, yo no lo sé, manco de la mano derecha...o de la izquierda. Yo estaba allí. La muchacha del vestido rojo era blanca como la leche y lo seguía, corriendo, contra el hotel Inglaterra y tiraban piedras y tiraban latas y hasta bombas. La mulata de la ropa roja- roja como si estuviera ensangrentada, así se tiñe la tela cuando te matan, yo, que estuve en dos…
Eran una tonga de gente gritando y tirando piedras. Yo lo vi, que estaba allí. Era un manco, no crea otra cosa aunque se lo digan; aseguran, yo no lo sé, manco de la mano derecha...o de la izquierda. Yo estaba allí. La muchacha del vestido rojo era blanca como la leche y lo seguía, corriendo, contra el hotel Inglaterra y tiraban piedras y tiraban latas y hasta bombas. La mulata de la ropa roja- roja como si estuviera ensangrentada, así se tiñe la tela cuando te matan, yo, que estuve en dos guerras, se lo aseguro, la sangre no se quita ni con cloro - gritaba más que nadie. Yo saltaba tras la gente y vi salir al policía. Venía en bicicleta por Manrique y salió a Malecón de improviso. La negrita de los shores rojos lo vio y le saltó arriba y con las uñas, con sus propias uñas, le sacó los dos ojos. ¿Uno solo? Le sacó un solo ojo. Yo la vi con estos míos, que yo estaba en el Parque Central y en el malecón, y en los muelles de la bahía; créame a mí. La chinita esa del pañuelo rojo, esa, le partió la cabeza al compañero de la brigada Blas Roca en la Avenida del Puerto; yo recogía recuerdos de la batalla dentro de la tienda para extranjeros del puerto, la que está por el costado del convento de San Francisco, y la vi discutiendo con un mayor. Era ella, sí, cómo no, la que aparece en la foto del Mayami Gerald, con dos tipos en pantaloncitos disparando y ella al fondo recibiendo los balazos, que yo me las sé todas y recuerdo bien claro a ese trasvesti de la chaqueta roja, con tetas falsas y los labios pintados, gritando: ¡Que viva Shangó! ¿No quiere Usted un resguardo, por un siacaso? Ya sé que nosotros no creemos en esas cosas, pero como la caña está a tres trozos y uno se recuerda de Santa Bárbara cuando llueve... conmigo no hay tema: yo soy una tumba, no una rumba. ¿Quién? ¿El maricón de la chaqueta roja? Bueno, la mujer, está bien, la jeba de la jaba, la chica de la valija roja; pues a mí me pareció un macho, tirando piedras a los edificios de los extranjeros y a los policías y a las tiendas de dólares. Yo estuve en Angola, y esto estuvo casi tan feo como aquello. Yo saltaba de un hotel en la calle Galiano a un Infotur en Reina, brincaba del Infotur a la estación de policía de Zanja y Dragones, de allí volaba a la Lonja del Comercio y siempre la vi, con el pullover rojo, las tetas saltando con ella: arriba y abajo y siempre gritando: ¡esbirros! ¿Usted sabe qué quiere decir esbirro? No, yo no. Yo estaba allí para ver, yo soy veterano de Etiopía, maté como a mil somalos o somalíes. ¿Le cuento la batalla de Ogadém, donde mi general Ochoa se lució mandando tanques? Hasta los rusos se quitaban el gorro. Mengistu lo abrazó y le dio una condecoración y le regaló un Mercedes Benz del año. Ese Mengistu era del carajo, chiquito y revijío como dicen los campesinos, pero tenía aterrorizados a los generales etíopes. Una vez se creyó que varios jefes lo querían destituir y pidió una reunión con todo el alto mando. Todo el mundo llegó con sus escoltas, había guerra, ¿no?, y cuando todos estaban reunidos y encerrados el enano aquel sacó una metralleta Uzzi y comenzó a disparar con ella a cada uno de los sospechosos. Sesos y sexos regados por toda la mesa y Haile Marian tirando con el Galil y todos de piedra. ¡Que cagástrofe! Cuando el tipo terminó el AK-47 estaba al rojo vivo. Yo conozco la guerra en la selva, en las ciudades, en el desierto, en las montañas: ¿recuerda cuando volamos el Puente de Oro? Sí, el del Salvador, por allá, por América del Sur. Coño, estaba lleno de soldaditos nerviosos. Yo me acuerdo que el Gordo, el mayor de Tropas que mandaba el grupo nuestro, era un tipo aindiado de Guantánamo, todos éramos aindiados y andábamos sin pasaportes ni papeles ¡nada! por si mataban a alguno que no pudieran probar la nacionalidad, que éramos cubanos, vaya. La gente de los Farabundos nos guiaron hasta cerca del puente, uno muy largo, que unía dos partes del país separadas por un río. El río partía el país en dos y por ahí pasaban todos los carros, la comida, los equipos, la gasolina, los pollos, el dinero, todo. El cielo era como el de aquí y... ¿La camisa roja? Está bien, déjame respirar. Ella o él, nadie sabe bien, se bajó de un carro en el Prado, frente al Capitolio, a la Academia de Ciencias, y corrió hasta el Parque Central. Allí estaba reunida una turba, montón pila burujón puñado de gente, gritaban abajo quien tú sabes y los turistas se asomaban a los cristales de las ventanas- de qué lugar sacarán esos cristales- y tiraban fotos y sacaban videos, para ellos era una fiesta ¿no?, digo yo. A mí no me crea, pero dicen que cuando empezó la cosa, la gloriosa policía nacional revolucionaria echó tremendo pie, paticas para qué te quiero, porque la cosa estaba fea, ¿oíste? Los muchachones empezaron a protestar por el hundimiento del remolcador Trece de Marzo y porque la policía suspendió el cruce de la bahía en lanchas. Eso era un relajo, ya la gente decía que existía una línea directa de lanchitas Regla -Mayami. Pues la suspendieron; a dar la vuelta por Luyanó o coger el camello hasta La Habana del Este y allí ponte a inventar. Cuando llegamos nosotros a la batahola todo el barrio de Jesús María andaba tirado a la calle, las mujeres en bata de casa aprovechando para enseñar el culo todo mientras gritaban que estaban de acuerdo, mucha hambre, poca ropa ni leche para los niños, nada tú. La verdad que los rusos nos embarcaron: tanta amistad eterna y lazos indestructibles y tantas guerras de liberación y tantos muertos y nos dejaron comiendo un cable. ¡Tronco de mariconada!, ¿Verdad compañero? Y Ochoa muerto. Y los Jimaguas, por eso es la salación que nos ha caído arriba, todo el mundo sabe que no se debe matar a un mellizo. El Caballo mató a uno de sus Jimaguas y al otro lo metió preso por miedo. Y ahí está, metió presa a la mitad de su suerte y la otra la mató, igualito que a la chiquita de la camisa roja que tenía montado a Shangó. ¡La mataron, coño, que yo lo vi! Y tengo la camisa roja manchada de sangre roja, la verdadera camisa, la genuina, la real, lástima que no se vea la mancha. No les crea a los que dicen por ahí que se fue del país con un extranjero de la embajada española, uno con el pelo recogido en cola de caballo; está muerta, la mataron y enterraron y después dijeron: no había ninguna mujer de camisa roja. Si yo tengo la original camisa roja, tan verdadera como la de cualquiera, con sangre de verdad. ¿La quiere de recuerdo? Se la doy barata. Una reliquia histórica. En dólares, claro. Y arrecuerde, son muchos los que dicen esto y lo otro, y que bururú barará, pero... ¿dónde está Miguel?Ultima rumba en La Habana (fragmento I)tag:www.creatividadinternacional.com,2009-03-27:3073384:BlogPost:4302009-03-27T14:09:57.000ZFernando Velazquez Medinahttps://www.creatividadinternacional.com/profile/FernandoVelazquezMedina
En Etiopía fue distinto. Los mulatos etíopes se fajan con el pinto de la paloma; y los somalos igual. Tremenda guerra, en medio de la arena, como en las películas inglesas sobre los comandos y las ratas del desierto y el Afrika Korps. Nosotros creíamos estar en una fiesta mientras abríamos trincheras. Figúrate, teníamos como seiscientos tanques de guerra, lanzacohetes múltiples, cañones de ciento treinta. ¡Qué clase de jodienda se armó! De noche se iluminaba el cielo con el resplandor de los…
En Etiopía fue distinto. Los mulatos etíopes se fajan con el pinto de la paloma; y los somalos igual. Tremenda guerra, en medio de la arena, como en las películas inglesas sobre los comandos y las ratas del desierto y el Afrika Korps. Nosotros creíamos estar en una fiesta mientras abríamos trincheras. Figúrate, teníamos como seiscientos tanques de guerra, lanzacohetes múltiples, cañones de ciento treinta. ¡Qué clase de jodienda se armó! De noche se iluminaba el cielo con el resplandor de los cañonazos: los animales salvajes, los guepardos, parecidos a los leopardos pero corren más, los guepardos huían de nosotros, igual las hienas, los animalitos, todos estaban aterrorizados. Hasta los pájaros; los buitres no, esos estaban contentos, gordos, limpiando muertos y más muertos, parecían guanajos rellenos. Y todo por un pedazo grande de desierto que, oí, tenía petróleo.<br />
El carro llega hasta la encrucijada de la Virgen del camino, enfila la calzada de Luyanó, pasa la línea del tren, toda esa zona de fabriquitas desarboladas por la industrialización que nunca llegó. Triste lugar ese, paredes despintadas por siempre, aceras polvorientas, un riachuelo sucio y leproso zigzaguea por los patios y a veces, asoma el hediondo rostro bajo un puente de la Avenida.<br />
A mí me gusta más Angola, prosigue, los bosques son de miedo, llenos de monos- tú no has comido mono asado, ¿verdad?- gorilas que se llevan a las mujeres cuando se quedan sin hembras, leones, leopardos, hienas, serpientes, arañas, alacranes del tamaño de un zapato, gusanos inmensos metidos dentro de la tierra fangosa de los ríos. Una vez, en Cuando Cubango, mi tropa de choque llegó a un río, nosotros llevábamos como una semana sin bañarnos; pues llegamos al río ese y nos dieron orden de descansar para que los químicos pudieran filtrar y potabilizar el agua con unas pastillas y unos equipos raros. Alguna gente se fue a bañar al río, parecía tranquilo todo. Pusimos dos escuadras de posta, con ametralladoras pesadas y morteros apuntando al otro lado. No pasó nada; bueno, uno salió lleno de sanguijuelas, pero porque se metió en una zona lodosa. Todo en calma. Más tarde los exploradores cruzaron el brazo de agua -parecía una pierna, no un brazo- y encontraron los cadáveres de otros cubanos en la misma orilla. Había cigarros acabados de apagar y huellas y la madre de los tomates. Nos estuvieron mirando todo el tiempo y mataron a los prisioneros, supongo que les cortaron primero la lengua para que no los oyéramos, se comieron partes crudas: el corazón, los riñones, los testículos. No eran Unitas, gente de Savimbi. Eran antropófagos de la selva, caníbales como en las películas de Tarzán. Y esos tipos iban a las aldeas más adelantadas para comerciar con nuestra tropa. Es más, algunos estudiaron en Moscú en la Universidad Patrice Lumumba, hablaban ruso, leían marxismo...y se comían los cojones de los compañeros cubanos para ser más valientes. Hasta los ojos azules se los comían, tratando de que sus hijos salieran así.<br />
No te podías descuidar, de eso nada. Recuerdo el olor de ese río, las mariposas de allá, del tamaño de un pájaro, dando vueltas. ¿Te imaginas? llenas de colores, revoloteando por encima de nosotros, una pila de hombres encueros - tú conoces mis gustos, pensarás que estaba en Francia, pero de eso nada, estaba cagado del miedo- y la selva casi en silencio, no se oía ni un ruido. Nos estaban cazando, mirando y si no atacaron fue, digo yo, porque éramos muchos y el Coronel sabía más de lo que le enseñaron. Figúrate, estuvo en Afaganistán ¿se dice así? aprendiendo con los rusos y por eso puso como veinte guardias con lanzacohetes y ametralladoras pesadas mirando para la otra orilla y los tipos se quedaron sin banquete. Se olían cantidad de olores ricos, como a melado y el calor te mataba y los mosquitos y las moscas infectadas esas y las mariposas, los escarabajos. ¿Tú sabías que existen mariposas venenosas? Oye, aquello era un infierno. Yo me acuerdo, ahí en medio del agua, me acordé de los cocodrilos de la ciénaga de Zapata, que nunca los había visto. ¿Qué te parece? nunca he ido a la Ciénaga y de pronto estoy en un río lleno de lagartijas de esas, con sanguijuelas, monos escrutando en silencio desde las matas del mato grosso, unas matas altísimas y con una tribu de caníbales vacilándome como si yo fuera un puerquito; ahora dime tú, piensa: ¿Qué coño hacía yo colado en una película de Indiana Jones? Porque eso era una película, todo esto es una película: la gente de este país se va en balsa sin saber nada del mar, ni un tarro, se creen que son la gente de la Kon Tiki. Yo te digo que este hombre nos volvió locos a todos. Yo sé lo que es el peligro, el olor de la sangre, de los muertos cagados, todo eso; y lo más lindo, todo eso parece un juego, en el medio de un tiroteo, parece una película en cámara lenta. A veces suenan cuarenta rafagazos y tú apareces metido en un hueco y nadie sabe cómo llegaste ahí. O te levantas disparando y crees que las balas no te van a dar, a ti sí no te van a dar ¡Y no te dan! Esas cosas pasan tú, esas cosas pasan. Este tipo vio mucho cine cuando era niño y ahora nos está obligando a hacer películas de guerra, de espionaje, de gángsteres y el diablo colorado. Pero eso es lo malo, ya hay mucha gente que sabe hacer películas, supón tú, treinta años en esta descarga, la gente quiere hacer su propia película, no la del viejo. Y eso es lo malo, que el director en jefe dice que la única estrella, aquí, es él. Y lo que nos va es a estrellar.<br />
¿Ves la ciudad cómo está? así mismo quedó el puerto de Lobito después de cuarenta días de combate. Puedes creerme, que yo lo vi. Una ruina en cada esquina, porque las esquinas se derrumban con más facilidad, se les dispara más. Yo tenía una escuadra y saltaba de ruina en ruina, igual que en Nacido el 4 de julio, saltaba de una puerta a otra puerta, de un cine a un meadero, de un bayú de putas a un puesto de candonga, de una choza de blancos a un palacio de negros, de una bodega llena de vinos - ¡qué clase de nota cogimos!- a un almacén con hojas de algo parecido a la marihuana, pero más fuerte (para qué te cuento). Ya te digo, una película; lo que pasa es que los muertos no se levantaban, a no ser que les cayera otro bombazo arriba...<br />
¿Oye, dónde te dejo? Porque ya llegamos al centro.