Genealogie des barbares
Roger-Pol Droit
Historia de la filosofía, historia del pensamiento occidental, historia del pensamiento.

Roger-Paul es periodista, investigador del CNRS, profesor y escritor. Colabora en la revista Monde des livres, y ha escrito distintos libros de divulgación dedicados a la filosofía. L'oubli de l'Inde - Une amnésie philosophique, 2004; La philosophie expliquée à ma fille, 2004; 101 expériences de philosophie quotidienne, 2003, traducido al castellano por FCE México; Dernières nouvelles des choses, 2003. Tiene también una novela, Votre vie sera parfaite, 2005, en que se rie de los gurus de la autoayuda y superación y los coachs que enseñan a vivir.
Su obra más importante es L'oubli de l'Inde, donde habla del olvido que muestran las historias de la filosofía con respecto a la cultura hindí, que fue sin embargo reconocida tanto en la antigüedad clásica como en el Siglo XIX, un tema que reaparecerá a lo largo de este libro.

El libro es largo y no siempre es fácil de seguir sino que exige un lector que aparte de querer saber tenga ya algunos conceptos claros sobre la historia de Europa y Occidente. El autor no tiene miedo a retar al lector con una larga serie de datos normalmente ignorados u olvidados. Pese a ello está escrito en un estilo claro, que supongo debe tanto a la famosa claridad cartesiana de los escritores franceses como al hecho de que el autor sea periodista y no sólo profesor de filosofía. Es finalmente un libro erudito y bien documentado. Las notas están al final del texto y no estorban su lectura.
El libro está dividido en tres grandes partes, de las que dos pertenecen a la Grecia preclásica y clásica y la Roma Imperial, y una tercera entra en el resto de la historia del mundo. Es una partición que es menos injusta de lo que parece ya que es un texto de filosofía y toda la historia de la filosofía occidental –– la única filosofía digna de ese nombre según algunos autores, entre los que no se encuentra Droit –– no es sino un comentario a la filosofía griega. La primera parte consagrada a los griegos traza la genealogía de los bárbaros sin barbarie; la segunda parte dedicada a la Roma y la Roma cristianizadas a la aparición de la barbarie; la tercera parte dedicada a la barbarie sin bárbaros está consagrada al mundo moderno. Las páginas finales se dedican a estudiar las actitudes contemporaneas frente al concepto de barbarie y define el bárbaro moderno. El libro traza así una historia del pensamiento occidental, a través de unos términos, bárbaro y barbarie aparecidos en la antigüedad clásica que han llegado hasta nuestros días.
El libro comienza con la afirmación de que el Siglo XX, ese periodo que va desde las matanzas de armenios en Turquia hasta las de Hutus y Tutsis en Ruanda, ha sido un siglo bárbaro y que algunos de los mayores actos de barbarie –– la Shoah, el Gulag, las matanzas de Camboya –– han sido cometidos por sociedades complejas y organizadas por universitarios no del todo carentes de lo que antes se consideraba una buena educación. A partir de ahí pasa a preguntarse qué es un bárbaro, qué la barbarie.
La historia del concepto de bárbaro y barbarie, desde los griegos a nuestros días, nos sirve así para poder ver la evolución del pensamiento y la historia occidentales desde aquel lejano momento en que Occidente era Grecia hasta este mundo globalizado en que Occidente está ya en todas partes.
Es un concepto por lo demás occidental. Otras culturas clásicas han tenido palabras que podrían traducirse aproximadamente por "bárbaro" pero carecen de su mismo carácter. Tanto chinos como hindís han tenido términos para referirse a los extranjeros de otra lengua –– el concepto inicial tras de bárbaro–– , pero no han construido en torno a ellas un debate de tipo filosófico o histórico. Los chinos porque siempre se han considerado superiores y creido civilizar es chinificar, los hindís porque cada vez que se han encontrado con una intrusión extranjera en su cultura la han apropiado, buscando en su propio pasado una justificación de la misma. ¿Significa eso que la cultura occidental es más xenofoba o más ignorante que las otras culturas clásicas con respecto al 'otro'? El autor cree que el hecho de que haya creado un término para definir al 'otro' indica lo contrario. Al contrario que los miembros de las civilizaciones y culturas tribales que identifican el nombre de su tribu con el de la humanidad, el hombre occidental siempre ha sabido comprender que existe algo fuera de su cultura, e incluso que la suya no es la única cultura humana posible.
La palabra fue inventada por Homero al mismo tiempo que escribía el primer poema griego, antes incluso de que los griegos existieran como concepto unitario –– en un momento en que eran dorios, aqueos, helenos ––. Homero al referirse a uno de los pueblos aliados de Troya habla de ellos como 'de habla barbara' ––barbarophonos. El término sería inicialmente onomatopéyico y podría referirse a su pronunciación del griego. Bárbaro es así inicialmente el que balbucea el griego, el que no puede comunicarse con un "nosotros" que estará presente a través de la evolución del término a lo largo de la historia. Es también alguien que vive fuera de las fronteras, un enemigo, aunque no se trate inicialmente del Enemigo con mayúscula sino sólo un enemigo más de los que se alinean con la ciudad estado contraria.
Desde su mismo principio el término tiene varios valores. Es neutro, alude a un "otro" que no es necesariamente inferior o salvaje, los bárbaros a los que se refieren normalmente los griegos son después de todos los príncipes persas, con sus grandes ejércitos, su vida cómoda, su desmesurada riqueza.
Es también peyorativo. El "otro" que habla mal no puede pensar bien. Para los griegos el bárbaro es un persa, civilizado, rico poderoso, para los greco romanos de siglos posteriores el barbaro es el salvaje de la frontera vestido de cuero, mal organizado. ¿que tiene en común esos dos personajes? Ambos estan opuestos a la civilizacion grecorromana de los filósofos. Ambos son los contrarios de un mundo basado en la razón. El barbaro sigue sin emplear bien la voz y la lengua como en Homero pero no porque no sepa hablar sino porque no sabe razonar de acuerdo con las leyes de la lógica. La gramatica es entendida en Grecia como una parte de la filosofía, es un mecanismo ordenador. Cuando el término logos pasa a englobar no sólo a la palabra hablada sino el pensamiento, y no cualquier tipo de pensamiento sino el razonado, el bárbaro se convierte no sólo en el que no sabe hablar sino el que no sabe pensar racionalmente, el que es por naturaleza esclavo, de sí o de su rey, al no poder organizar su propia vida. El bárbaro no es sólo el no griego sino además el no filósofo.
El concepto de bárbaro como "otro" implica también la aparición, menos clara sin embargo, "nosotros" occidental que a lo largo de la historia se amplia de la Helade al mundo helenístico, al Imperio romano –– culturalmente grecorromano ––, a la cristiandad del papado basado en Roma y de un Sacro Imperio Romano Germano con el que los antiguos bárbaros reclaman su herencia romanocristiana, y finalmente al mundo globalizado de hoy, heredero último de la cultura de la razón creada en Atenas y Grecia… Ortega dijo, y el autor no lo cita pero es inevitable que yo no lo haga frente a este libro, que "somos griegos."
Platón habla del barbaro en dos niveles distintos. El lógico donde el bárbaro es una categoria mal definida y en consecuencia falsa –– no hay barbaros sino distintos pueblos no griegos y la categoria de no griego que realmente no define a una persona ni la identifica no es lógica ––, y en el politico, donde los bárbaros son los no griegos con los que las guerras son realmente guerras y no como en las guerras entre griegos, para las que rigen otras reglas. Aparece también con los griegos, de nuevo a partir de Platón, una tercera forma de ver el concepto que llega hasta nuestros días, la del bárbaro poseedor de una sabiduria antigua, anterior a la de la razón.
Platón admira a los sacerdotes egipcios, en los que ve una sabiduria anterior a la razonada. Esa admiración al bárbaro, extranjero viejo e ilustrado, tendrá distintos aspectos a lo largo de la historia, que pasará de la admiración romana, con la Germania de Tácito, hacia el germano inferior en su forma de vida pero sano cuando se le compara con su contemporaneo romano, a la bestia rubia de Nietzsche al llegar el Siglo XIX; pasando por las distintas formas adoptadas por el buen salvaje de Diderot o Rousseau, apegado a la tierra y el instinto; el bárbaro que aparece –– en realidad debiera aparecer pero no acaba de llegar –– en el poema de Kavafis, Esperando a los bárbaros, que solucionará los problemas de una sociedad decadente. En tiempos de decadencia e inseguridad se busca en el bárbaro lo que no se encuentra dentro de la propia cultura, se idealiza al extranjero en el que pretenden descubrirse virtudes perdidas dentro de la propia sociedad.
Con los griegos aparece por primera vez el concepto de bárbaro y sus usos principales, pero con ellos 'desaparece' también por primera vez el bárbaro en la historia. En efecto el concepto de bárbaro es dado por superado muchas veces a lo largo de la historia occidental, primero cuando Alejandro conquista el Imperio Persa y todos los pueblos del mundo pasan a estar regidos por leyes greco-macedónicas, después cuando durante el periodo tardio del Imperio Romano todos los habitantes del mismo pasan a ser ciudadanos romanos, cuando con la llegada del cristianismo todos los hombres pasan a ser hijos de un mismo dios, cuando con la declaración de los derechos del hombre y del ciudadano en 1789 los hombres pasan a ser libres e iguales, cuando con la llegada del socialismo real desaparecen las clases sociales, e incluso cuando, obra de la globalización, se proclama el fin de la historia. La superación del concepto de bárbaro aparece pues cada vez que alguien, con mayor o peor fortuna decide proclamar el "fin de la historia." La historia sin embargo se obstina en seguir moviéndose.
El concepto en sí evoluciona y se expande, sin perder ciertas carácteristicas comunes, a medida que crece Occidente y sus fronteras, crece de siglo en siglo, pero el bárbaro no es sinónimo de crueldad sino hasta la caída del Imperio Romano de Occidente. Los bárbaros que destruyen al mundo romano en decadencia no son ya los persas sino tribus desorganizadas, vestidas de pieles, sin grandes reyes, excepto Atila, que pasa a tener un lugar especial a la hora de fijar el estereotipo de lo que es un bárbaro. La forma en que destruyen el Imperio romano ya cristianizado es cruel y es la memoria de esa crueldad la que transforma definitivamente el concepto de 'bárbaro' y crea el concepto de 'barbarie'.
Para los cristianos la barbarie de los bárbaros es al mismo tiempo una forma de castigo dívino por los crímenes paganos, y de limpieza. En la Edad Media Cristiana esos bárbaros germanos serán el centro civilizado de la cristiandad y si el cristianismo religión niega la existencia de bárbaros, de otros, que no sean hijos de Dios y redimibles, el cristianismo como civilización europea heredera de Roma los encuentra en los paganos del norte que se niegan a conventirse, aunque, curiosamente, no en los musulmanes que en función de su monoteismo y su riqueza, pasan a ser enemigos pero no enemigos salvajes, y no lo serán hasta que los primeros árabes sean sustituidos por los otomanos que sí serán considerados como bárbaros en función de su crueldad más que de su desarrollo cultural.
Con el renacimiento y la reforma protestante, que fracciona Occidente, y durante las guerras de religión y la conquista de la India por los portugueses o de América por los españoles el concepto de bárbaro pasa a aplicarse a miembros de una misma, aunque fracturada, cultura. Llegará así la ilustración, el buen salvaje, la revolución francesa, en que el bárbaro será el compatriota que niega bien las delicias del progreso, para el revolucionario, o bien aquel que extermina en nombre de la libertad, para el monárquico. En los tiempos modernos a medida que aumenta la barbarie van desapareciendo los bárbaros hasta que estos dejan de ser "otros" de nacimiento o cultura distinta a la propia para ser aquellos, a menudo de nuestra misma cultura, que se comportan de tal forma que ofende a nuestra razón.
Llegamos así hasta nuestros tiempos. El autor tras constatar el valor fluctuante de una misma palabra analiza las cinco maneras en que esta parece ser vista hoy.
1.No existe la barbarie, todas las culturas son iguales en dígnidad y tildar de bárbaras las costumbres ajenas, incluso la castración femenina o el canibalismo, es la única forma de barbarie real.
2.Todas las costumbres modernas son bárbaras hasta el extremo de que ese término, al ser usado para cualquier cosa, pierde su vallor inicial.
3.La barbarie es sólo occidental, ningún otro pueblo ha destruido o explotado salvo la cultura occidental, y esa parece ser la tesis tanto de los jihadistas como de algunas formaciones políticas occidentales.
4.Ser bárbaro es algo glorioso, como en el nazismo que es así reducido por el autor a una forma de nihilismo occidental autodestructivo.
A principios del Siglo XX mi abuelo, obrero inmigrante recien llegado a Barcelona, perteneció a un Club del Partido Radical de Alejandro Leroux llamado 'Jóvenes bárbaros', que de alguna manera, tosca, era una muestra de esa forma de entender la barbarie que no sólo no la rechaza sino que la abraza.
5.Hay que diferenciar, como hizo Simone Weil, entre las distintas categorias de barbarie y no caer en generalizaciones. Que es también la tesis del autor.
Palabra de aplicaciones mútliples ha conservado sin embargo un carácter igual a lo largo de su historia: separar el 'nosotros' del 'ellos'. Bárbaro siempre ha sido el que ha tenido un habla, un pensamiento, una conducta distintas a la lengua, la ética, la estética, la política o incluso los buenos modales de nuestra civilización: el infractor de la razón.
En las páginas finales del libro, como si un libro de historia del pensamiento necesitase tener una moral clara que lo justificase, el autor crea una nueva definición del bárbaro, para definir a los del Siglo XX y XXI.
El bárbaro clásico era errático, por lo irracional de su conducta. El bárbaro moderno, nazi, bolchevique, jihadista, encarna por el contrario una conducta claramente dirigida a un fin. Lo que le diferencia del civilizado es su capacidad para reducir toda la historia, la sociedad, la vida, a una simple idea que está dispuesto a imponer, en nombre de la cual se cree autorizado a matar o morir. El bárbaro clásico era incapaz de comprender lo que iba más allá de su realidad inmediata, el bárbaro moderno se convierte voluntariamente en elemento de un mecanismo cuya verdad le escapa pero que al mismo tiempo le justifica. No es la negación de la razón sino el triunfo de la razón desprovista de límites, loca e inhumana, carente de emociones. De alguna manera, a pesar de esas diferencias entre el bárbaro clásico y el bárbaro moderno, este vuelve a ser alguien con el que es imposible comunicarse porque habla otro idioma, incluso cuando parece hablar el nuestro. Para resistirse a este bárbaro, donde antes el filósofo hablaba de orden, o trataba de ordenar el universo y la naturaleza, ahora tendra que hablar de libertad, y de autodeterminación.

The hellenistic age
de Peter Green
Historia clásica, Historia de Grecia, Egipto y Roma

Peter Green es un especialista inglés en temas clásicos, ha sido traductor, y tiene una muy divertida traducción de las Sátiras de Juvenal, escrito novelas históricas y, ya dentro del campo de la historia, ha publicado con anterioridad Armada from Athens: The Failure of the Sicilian Expedition, 415–413 B.C.; A Concise History of Classical Greece to the Close of the Classical Era; Alexander to Actium: The Historical Evolution of the Hellenistic Age; Alexander of Macedon, 356–323 B.C.: A Historical Biography; The Greco-Persian Wars. En este libro revisita de forma abreviada y general los temas que ya trató antes como especialista en su Alexander to Actium que es considerado como uno de los mejores retratos de la era helénica.

Pocas sorpresas en un libro que trata de resumir en 230 páginas un periodo de tres siglos del que realmente conocemos muy poco y por el que la mayor parte de los lectores e historiadores no parecen sentir un particular cariño. Emparedada entre el periodo clásico de las ciudades estado griegas y el ascenso de la ciudad imperio de Roma, la era helénica no despierta grandes simpatias y ha sido normlamente ignorada en los libros de divulgación popular. Es sin embargo en ese tiempo que se sentaron tanto los ideales que después llevaría al poder un romano helenizado como Augusto, como la imagen idealizada de la polis clásica que ha llegado hasta hoy.

Condenados a repetir los modelos clásicos hasta el agotamiento, sin más cambios aceptados que el gigantismo, los estudiosos y artistas del periodo helenico crearon poco de nuevo pero conservaron y comentaron mucho de lo clásico. En el terreno de lo político el helenismo supuso la retirada del ciudadano de la esfera pública, ocupada esta por tiranos y reyes que a pesar de estar emparentados se hacían la guerra continuamente. En el terreno científico fue un periodo de estancamiento en que las ciencias puras se disociaron de las aplicadas, los avances técnicos se limitaron al terreno de la innovación militar (pese a lo cual los ejércitos helenisticos fueron siempre destruidos cuando se enfrentaron a la más eficaz y brutal Legión), evitandose aquellas innovaciones que hubieran podido ayudar a aumentar la producción y dejar más tiempo a unas masas cuyo destino cambió poco ya fueran dirigidas por un rey persa, egipcio o griego.
El libro empieza, desde luego, con las conquistas de Alejandro. Al contrario que tantos otros helenistas, Green no parece tener una gran simpatia por Alejandro Magno. Remontandose a los documentos de la época nos pinta a un personaje poco agraciado fisicamente, extremadamente desconfiado (paranoico), afectado de delirios de grandeza, ingrato con sus amigos, resentido con su padre, que al principio de su gran guerra ignora el consejo de uno de sus generales de dejar tras de sí una esposa y un hijo que aseguren la dinastia y, con absoluto desprecio hacia su propia obra, declara que su heredero será "el más fuerte". Por lo demás, donde otros se han obstinado en ver un gran plan destinado a unir a la humanidad bajo los principios de un panhelenismo portador de las virtudes más avanzadas de la época, Green no ve sino una serie de improvisaciones y mentiras de la propaganda de guerra que aunque consagradas por las historias convencionales dificilmente soportan un análisis profundo. Alejandro entró en combate con pocos griegos en sus filas porque los griegos le odiaban ––y él a su vez desconfiaba de ellos––, la propaganda panhelénica cesó apenas abandonó el Asia menor para entrar en el corazón del Imperio, y el plan para unir a toda la humanidad que algunos ven en su reclutamiento de tropas locales se debió al hecho de estar continuamente corto de tropas… Si Alejandro no merece la adoración normalmente prestada, ¿qué decir de sus generales? A pesar de la claridad del autor no siempre son fáciles de seguir las maniobras de esa cuadrilla de patanes que se alian y traicionan entre sí sin la más mínima vergüenza, asesinan a sus amigos (y habiendo un trono por en medio en algunas ocasiones también tanto a sus padres como a sus hijos) y acaban conformando la clase dirigente de una serie de imperios que van desde Afganistán hasta las llanuras dalmatas. La más duradera, también la más venal, corrupta y divertida de esas dinastias, sera la de los Ptolomeos de Egipto cuya historia personal servirá para unir la de las ya decadentes dinastias helénicas con la de la emergente República romana.

El último tercio del libro pasa a ser no sólo la historia de las dinastias grecomacedónicas sino también el de su competidora y continuadora, la rapaz e implacable Roma, ciudad estado expansiva, violenta y organizada, bien administrada, capaz de resistir cualquier reves y alzar un ejército tras otro de ciudadanos soldado, que arrancará de los continuadores de Alejandro sus posesiones más importantes, un Egipto máximo productor cerealero del Mediterraneo, y hará real, por obra de uno de sus generales, rapaz como buen romano pero helenizado, el ideal nunca logrado del monarca ilustrado soñado por los pensadores helenistas. Con Roma triunfa de manos de un bárbaro el ideal atribuido a Alejandro.
Un libro interesante que escapa al terreno limitado de los especialistas.


Alexander’s Tomb: THE TWO THOUSAND YEAR OBSESSION TO FIND THE LOST CONQUEROR
de NICHOLAS J. SAUNDERS

Arqueología, historia antigua y clásica

Nicholas Saunders es profesor del departamento de Antropología del University College de Londres. Colabora en la radio y televisión inglesas y colabora con las revistas Nature, New Scientist, y el suplemento educativo de The Times. Ha escrito People of the Jaguar y Animal Spirits. En breve publicará dos libros de cuentos juveniles sobre Cesar y Alejandro Magno.

El libro trata sobre el destino último de la tumba y el ataud de Alejandro Magno y la situación de su tumba en la ciudad de Alejandria. Su tumba se perdió en algún momento de la transición del paganismo al cristianismo y lo mismo pasó con su ataud y con su cadaver que, según una muy fantasiosa versión, podría ser hoy adorado como San Marcos en la Catedral de Venezia.
El texto comienza con una breve biografía de Alejandro, su complicada relación con sus padres que le llevó a buscarse antepasado más dignos de él –el Aquiles mítico de la guerra de Troya, un faraón, y varios dioses entre ellos uno egipcio–, su crianza entre amigos que le seguirían en todas sus conquistas, su conducta desordenada en la paz y brillante en el combate. A lo largo de esa biografía se insiste sobre todo en los ritos funerarios que contempla a lo largo de ella, atribuyendole una fascinación por la muerte que no aparece en ninguna otra de sus biografías: Alejandro dispone del cadaver de su padre de la forma tradicional macedonia, celebra un acto funerario en honor a Aquiles cuando pasa a Asia, ve con interes y restaura la tumba de Dario el Grande, se interesa por los ritos funerarios de Egipto, ve los restos de la tumba de Mausoleo de Halicarnaso –reyezuelo local famoso por su tumba que ha dado nombre a todo un tipo de templos funerarios– y celebra un gran funeral para su amigo de infancia y amante cuando este muere.
Tras la muerte de Alejandro sus sucesores asesinan a su familia –esposa, hijo, madre y hermanastro medio idióta–, se reparten el Imperio y se pelean por su control. Uno de sus generales, Ptolomeo se apodera del cadaver de Alejandro y se retira a Egipto donde se presenta no como general de Alejandro sino como hijo bastardo de Filipo de Macedonia y el hermanastro ––no idióta–– de Alejandro, y a partir de ahí, de su posesión del cadaver y de los ritos funerarios y religiosos con que rodea al muerto, legitima su dinastia.
A partir de ahí vemos primero el ascenso del culto alejandrino, la apropiación del cadaver por parte primero de los ptolemaidas y después de los emperadores romanos, tanto los clásicos –Octavio– como los decadentes y helenizantes –Adriano–. La permanencia de la tumba durante los largos enfrentamientos entre cristianos y paganos, su desaparición en fecha incierta entre el triunfo del monoteismo cristiano y la llegada del islamismo. Vemos como la realidad histórica se convierte en leyenda hasta que con Napoleón y su ejército llegan los primeros arqueologos modernos a Egipto. El autor nos cuenta aquí la competencia entre Napoleón y Nelson por el control de las antigüedades egipcias, la piedra roseta y el posible ataud de Alejandro, que vuelve así a ser fuente de legitimidad política. El libro se transforma en este punto en una historia apresurada, pero correcta, de los egiptologos, el descifrado de los viejos geroglíficos, el nacimiento de la arqueología como ciencia y como la busqueda de un pasado histórico más o menos mítico se auna con la política, hasta llegar a los actuales reclamos de la Antigua República Yugoeslava de Macedonia de usar los viejos símbolos de la Macedonia de Filipo y Alejandro con la oposición de Grecia.
Al final es un libro en el que con el pretexto de buscar una tumba se nos presenta un trozo importante de la historia mediterranea en el que se cruzan Howard Carter, Champolion, Napoleón o Kavafis, junto a iluminados, mistificadores y locos.
El libro es sólido desde el punto de vista de la investigacion, sistematiza lo ya sabido mas que descubre y puede ser interesante para los aficionados a la arqueologia e historia clasicas. Es más el libro de un divulgador, que reune en un mismo texto material antes disperso en medio centenar de los mismos, que el de un investigador que aporte nuevo material.
Es también un libro erudito, repleto de notas y de amplia bibliografía, pero fácil de seguir. El autor, como tantos otros historiadores de tradición anglosajona, no pierde de vista el hecho de que sus lectores no tienen por que estar tan familiarizados como él con los personajes y la época del libro, y precede el cuerpo central del texto con una cronología que llega hasta hoy, para concluirlo con un índice de personajes y un vocabulario que nos permiten saber, por ejemplo, quien era Achille Adriani, un arqueologo italiano, o que era y donde estaba la mezquita Attarina.
Conclusión
Este es un buen libro, completamente atemporal, que lo mismo da si se publica ahora o dentro de diez años, sobre un tema que nunca sera de actualidad, la tumba de Alejandro, pero tampoco envejecerá.
Hace años que no es publicado ningún nuevo gran libro sobre arqueología popular dentro de la línea de un Dioses, tumbas y sabios de Ceram, tal vez porque, al contrario que en las primera décadas del Siglo XX ya no se dan grandes descubrimiento espectaculares. Este es un buen libro pero no un libro que vaya a despertar entusiasmos ni aportar nada nuevo a un debate, el destino final de Alejandro, que de todas maneras no es particularmente candente.

The Archimedes Codex
Reviel Netz y William Noel

Historia, historia de las ciencias, historia de los libros, ciencia, ciencias aplicadas, bibliotecología.

Reviel Netz es profesor asistente de literatura clásica y filosofía en la Universidad de Stanford. William Noel, jefe del proyecto de conservación y estudio del volumen en el museo Walters.

El libro empieza y gira, como tantas obras de ficción contemporaneas, en torno a un manuscrito perdido de gran valor. Al contrario que en esos otros libros se trata de un manuscrito real. Un devocionario griego escrito sobre una obra de Arquímedes, el matemático griego, comprado en una venta de Christies, la empresa subastadora, y enviado al museo Walters para su restauración.
El libro transforma completamente lo que se sabía de Arquímedes. Uno de los autores, Noel, llega a declarar que de la misma manera que toda la filosofía occidental no es sino un comentario a la obra de Platon, las matematicas posteriores no son sino una continuación de la obra de Arquímedes. Sin embargo de ese autor sólo quedaban dos libros, tres con el que acaba de aparecer. Este texto además transforma la manera en que debemos verlo. De acuerdo con este texto Arquímedes, 2200 años atrás, estaba ya por más adelantado que Sir Isaac Newton en el Siglo XVII. Arquímedes había descubierto el valor de Pi, desarrollado una teoria específica de la gravedad y dado los primeros pasos hacia el desarrollo del cálculo moderno.
Tras un comienzo novelesco, que recuerda involuntariamente al Nombre de la Rosa, se entra en un libro bastante serio y por momentos seco, en el que en capítulos alternativos se nos explica de un lado la importancia de Arquímedes y de sus descubrimientos, por largo tiempo perdidos y ahora recuperados gracias a este documento, y por otra parte el proceso de recuperación de ese documento. Mientrás una de las direcciones del libro nos lleva por los caminos de las matematicas, una materia que muchos encuentran tediosa, la otra lleva a los autores a mostrarnos toda una serie de detalles históricos que van desde la creación del pergamino en la edad media, la transformación de la forma de conservar documentos con el paso del rollo de papiro al libro, la forma en que muchos viejos libros sirvieron física para la edición de nuevos libros (se limpiaban y se escribía encima del viejo texto, ya invisible para las técnicas de la época), e incluso a la historia de este manuscrito en concreto, varias veces perdido a lo largo de los años hasta llegar a manos de la empresa Christies, que nos permite ver el posible destino de tantos otros libros perdidos a lo largo de los siglos, en invasiones, debido a cambios religiosos o catástrofes naturales. A partir de ese último reencuentro y de la llegada al museo Walters del manuscrito semidestruido por los años, el moho y los malos cuidados, este libro nos enseña todas las modernas ciencias usadas para recuperar el texto clásico perdido debajo del libro de oraciones del Siglo XIII y entramos en el terreno de las ciencias aplicadas a la arqueología y la bibliotecología.

El resultado es un libro a veces desigual pero siempre interesante. Las partes de las matemáticas no siempre son fáciles –pero tal vez ese sea un problema mio que no afecte al común de los lectores–, la parte de la historia es bastante más fácil de seguir y la parte de las ciencias puede tener bastantes aficionados. Se que es una de las que más me han interesado a mi.
El manuscrito de Arquímedes aún no ha sido totalmente descifrado y es quizas aún demasiado pronto para apreciar su impacto real en la ciencia o en la historia de la ciencia, pero el libro, con todo y ser tan sólo un detalle dentro de una historia más amplia, es interesante y en algunos puntos ameno –de la misma manera que en otros es demasiado seco– y sin duda tendrá lectores. Hará falta calcular si los suficientes, en un país como este en el que no recuerdo un particular interés en los libros de divulgación científica, como para justificar una edición.

The book of lost books
de Stuart Kelly

Este libro nace de la obsesión del autor por crear listas, que le llevó en su infancia a hacer una lista de los episodios del Doctor Who (una serie de ciencia-ficción nunca emitida en España) que no habían sido reemitidos. Esta lista que nos presenta ahora es mucho más útil que aquella. Se trata de un listado, obviamente incompleto, de libros que sabemos existieron pero no han llegado hasta nosotros o lo han hecho de forma incompleta. Hasta ochenta ejemplos nos son puestos de la fragilidad de la palabra escrita.
Abundan en la lista los autores clásicos pero llega hasta el siglo XX y Georges Perec, cuyo inacabado Cincuentaytres días fue publicado por Mondadori hace pocos años. Desde luego los clásicos están sobre representados entre los autores perdidos. De ochenta artículos hay treinta y cuatro dedicados a escritores antiguos y medievales. Las guerras, las catástrofes naturales, el advenimiento del cristianismo o la destrucción de la biblioteca de Alejandría por un demasiado celoso califa de los creyentes, recortaron de forma drástica el numero de obras teatrales y filosóficas griegas y romanas. Por lo demás hay muchas formas de perderse un libro y en este volumen podemos ver casi todas: puede ser destruido por accidente o en una guerra, censurado por una nueva religión, prohibido –toda la obra de Confucio tuvo que ser rescrita de memoria tras la muerte del primer emperador de China–, pero también ser destruido por el mismo autor –el caso de muchos autores que habiendo crecido como literatos deciden limpiar sus propias obras–, o darse incluso el caso de dos cuentos de Ezra Pound que no fueron devueltos por la revista que los rechazó y de los que este no había conservado copia. Muchos libros, una vez desaparecido su autor, son conocidos sólo a través de citas, no siempre favorables, en las obras de otros autores; están incompletos; han sido acabados por otros autores o corregidos de acuerdo con el espíritu de la época; publicados sin el permiso del autor. Las Epístolas de San Pablo son así de varios autores que deseaban dar peso a sus palabras atribuyéndoselas al apóstol. Las memorias de Cesar y sus campañas de África e Hispania fueron escritas por amigos suyos. Se han perdido las memorias de los primeros emperadores romanos, y la lista de gente a ejecutar de Caligula fue destruida por su tío y sucesor, del que sabemos que era historiador pero del que tampoco no ha quedado nada. Kafka no quería ver publicados sus inacabados manuscritos y dejó instrucciones a su albacea literario que le desobedeció… y Kelly se pregunta hasta que punto fue bueno que aparecieran tal y como lo hicieron, incompletos y revisados por Max Brod, un buen amigo pero un mal escritor.
He construido un monumento más resistente que el bronce, dijo Horacio, refiriéndose a su propia poesía. Existe la idea de que las obras sobreviven a los autores y les dan una inmortalidad más o menos merecida. Esa inmortalidad es lo que buscan/buscamos consciente o inconscientemente todos los escritores. Ser recordados más allá de la muerte. Sin embargo la literatura universal está llena de textos olvidados e incluso de autores que a pesar de estar muertos han sobrevivido a su obra.
Esos textos perdidos pueden ser incluso importantes, algunos de ellos están incluso entre los considerados como fundamentales por nuestra civilización. Gran parte del Antiguo Testamento está perdido o ha sido reescrito a partir de versiones anteriores de los textos perdidos. De 204 libros que llegaron a componer la Biblia pre cristiana sólo quedan 52, y aún sabiendo que por lo menos 70 de los perdidos no estaban destinados al gran público siguen faltando 82 de los que quedan referencias en los que se conservan. Contrariando la afirmación de Horacio, Safo, o al menos su fama, sobrevivió a una obra de la que no queda ni uno solo de sus poemas. De Gaio Cornelio Galo, un olvidado poeta épico romano –destacadísimo en vida– queda sólo cinco palabras: uno tellures dividit amne duas.
El libro en sí esta bien escrito. Se conforma al canon de la literatura occidental, tal y como es defendido por Harold Blom y los profesores de literatura neo-tradicionales. Es la lista habitual de Death white males tan criticados hoy en algunos terrenos de la Academia norteamericana. No veo sin embargo en esta selección el animo de polémica que anima a Bloom y sus seguidores. El libro sigue un orden cronológico y comienza con los grandes mitos del oriente medio y la Biblia (más que un libro es una biblioteca), sigue con la antigüedad clásica grecorromana, mezcla los autores cristianos y musulmanes a lo largo de la Edad Media y el Renacimiento, antes de concentrarse en la literatura europea y norteamericana.
Ninguna antología estará nunca completa por amplia que sea. Personalmente lamento la falta de Nietzsche, con sus libros reescritos por su hermana; de Petronio, el único novelista romano que todos recuerdan; de la literatura rusa bajo el régimen soviético… años atrás leyendo un libro –otro libro– sobre los archivos literarios de la KGB descubrí la existencia de decenas de autores que sencillamente no habían existido nunca. Finalmente, un libro sobre bibliotecas que no mencione a Borges, que tanto hizo para destruir su obra de juventud, no será nunca considerado como serio entre hispano parlantes. Aunque claro el autor pertenece a otra tradición cultural.
Aparecen algunos asiáticos –pocos y antiguos, no veo latinoamericanos –aunque en el capítulo de la reconstrucción interesada del pasado propio tanto Neruda como Borges podrían dar lecciones, ningún africano y sólo tres mujeres: Safo, una griega de la que no queda ningún poema; Faltonia Proba, una romana de la que debido al genero que cultivaba –el centón, una poesía permutativa creada a partir de un poema ajeno anterior– queda una obra pero ninguna palabra propia; y Silvia Platt.
Entre los autores de las eras moderna y contemporánea abundan los procedentes de la tradición anglosajona, lo que no deja de ser normal por ser la del autor, pero Kelly está bien al corriente de la literatura continental y la anglosajona no es una presencia abusiva, cerrada o pesada. Europa continental está bien representada, aunque sólo a través de sus literaturas mayores.
Los autores y obras tratadas lo son en artículos independientes entre sí, de fácil lectura. Por regla general, Kelly sitúa al autor en su época; nos da los datos disponibles sobre su vida y obra, que a menudo no son muchos; se regodea en su leyenda y a veces incluso sobre todo en los aspectos más interesantes de la misma –veo en eso menos una táctica comercial que un sincero afán de hacer un libro sobre libros algo divertido–; analiza finalmente la obra perdida. Esto último no siempre es fácil dado que de algunas obras no ha quedado sino el ataque, la parodia, la crítica o la cita trunca de los colegas.
El libro es original. Existen otros compendios de libros. El famoso Mil libros de la editorial Aguilar, o el Diccionario de argumentos de la literatura universal de Frenzel, publicado por Gredos, pero no un libro de estas características y destinado a las palabras perdidas. En cualquier caso es un libro interesante y divertido que merece ser traducido y leído.

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