DÍA A DÍA, TODO MUCHO MEJOR.

José Ignacio Velasco Montes.

Me levanté temprano. Estoy citado en una reunión para un puesto de trabajo que he solicitado. Tengo esperanza de conseguirlo. Y no sólo esperanza, también necesidad.
Cuando pienso en mí y en mi situación, tengo la sensación del piloto de un avión que va a aterrizar, pero recuerda que se dejó las ruedas en tierra, al despegar y las vio rodando y saliéndose de la pista.
Por lo tanto, sólo tengo un recurso: moverme y llegar con exactitud al sitio y a la hora de la cita, pues si fallo, nunca volveré a tener una situación tan buena. Se que estoy preparado. He solicitado una plaza del tema que más domino, y así lo indica mi currículo vitae, que esta incluido en el expediente que he entregado.
Mientras pienso, me muevo ya por la casa. Desnudo, tras quitarme el pijama que queda por el suelo hasta más ver, corro a la ducha, me mojo y enjabono, me seco y me visto.
He batido un récord y me visto con mi habilidad y rapidez que es un rasgo de mi personalidad. Queda un poco de café que me lo bebo frío con una sacarina y en minutos, ya vestido, bajo la escalera de tres en tres escalones. El reloj me dice con claridad que, a un paso adecuado, como lo es el mío, llegaré por lo menos con diez minutos de adelanto, por lo que miro, con desprecio, a un taxi cuyo conductor me contempla con un conato de sonrisa como si me invitara a acogerse a su ayuda. Miro el reloj y alzo las cejas pues sé que me mira con esperanza.
Pero tengo tiempo y camino, calle abajo, dirigiéndome hasta la plaza de la que en una de las manzanas esta la oficina que me interesa.
– ¿Me interesa? –me pregunto en voz alta. –¡Sí, claro que sí!
Observo que me mira sorprendido el transeúnte con el que me cruzo y que me observa y enlentece el paso como si esperara algo más para que hablemos.
– Pero… ¿Le intereso yo?
Olvidado ya del que me he cruzado y que me mira ya de lejos sorprendido, sigo con mis ideas que ocupan mi mente y una poesía de Antonio Machado, se me abre en la mente “Anoche soñé, bendita ilusión, que una fontana fluía en mi corazón”.
El desperdigamiento de ideas que fluyen, no ya en mi corazón, sino en mi mente, es algo que me persigue cada día. Y comprendo ese pensamiento que hace días que no consigo apartar, y que veo claro pues por eso el que me he cruzado no me ha dicho nada, debe ser por el concepto que me obsesiona: “Aunque me sorprenda, la gente me deja en paz por completo si creen que estoy loco.”
Miro de nuevo el reloj y tengo tiempo de sobra. Al lado de la entrada, hay una cafetería en la que estuve el otro día, cuando llevé los papeles y me atendió esa chica tan simpática y cariñosa, a la que le debí caer muy bien, pues estuvo todo el rato a mi lado y me hablaba.
– ¿ Como se llama? ¡Maldita sea, no se me habrá olvidado!
Durante unos instantes, conforme me acerco lo voy pensando y mi mente reconstruye la idea y súbitamente mi memoria visual me permite ver sus labios, rojos y carnosos que me dicen el nombre:
– ¡Sara!
Satisfecho entro y la busco con la mirada. Pero no la veo y pregunto a un camarero mayor que me mira con una expresión que interpreto como de asco.
–Perdone. ¿Esta Sara?
–No. Hoy está libre por descanso.
Vaya por Dios, me digo en mi interior. Empezamos bien. Yo que esperaba que me diese suerte, y veo que me he quedado colgando del paracaídas, pero miro hacia el cielo y ni tengo paracaídas ni estoy colgando.
Me tomo el café y subo para colocarme a esperar que me llamen.
Deben ir muy deprisa, pues los veo entrar y salen casi todos en un instante.
–Muy tranquilo – me digo–. Nada de nervios. Responde con serenidad.
El altavoz expone con claridad mi nombre. Por lo que me alzo y con paso mesurado, mientras me arreglo la corbata y me atuso el pelo, me encamino hacia la entrada y doy con los nudillos en la puerta.
– ¡Pase! –escucho de inmediato.
Empujo la puerta y penetro. Frente mí, de pie y señalándome con el dedo índice como si fiera una pistola, hay un señor de mediana edad, muy elegante, tanto que me recuerda al director de mi banco, el que siempre, muy amable, me deniega los préstamos que pido, y que con expresión aviesa me pregunta:
– ¿Es usted normal y de actualidad, o todavía piensa?
–Pienso Señor, creo que es la forma en la que debo trabajar.
Durante unos segundos me mira mientras una cínica mirada se forma en su rostro.
–Puede marcharse, pues buscamos borregos, muchos borregos, para que hagan, sin pensar lo que les ordenemos. ¡Márchese?
Me marché sin entender nada. Cada día, tenía más claro que en el mundo pasaba algo extraño, pues pensar te convertía en una persona peligrosa.
Y mientras caminaba, de mi boca, con mi claro sentido del humor, en vez de preocuparme, lancé un balido de oveja cuando me crucé con un hombre mayor que llevaba dirección contraria.
– ¡Beeeeeeeee!
Y al mismo tiempo di un saltito como si hubiera un obstáculo.
– ¡Beeeeeeeeee!
Me respondió haciendo exactamente lo mismo, y todavía me correspondía con su mirada.
El ver su conducta me dejo confuso. Me encogí de hombros y acepté que lo que he leído hace unos días, es muy cierto. “El planeta Tierra se está desintegrando y los insectos se van a apoderar de él”.
Y lo acepté pues, cada día hay más moscas y más estúpidos por todos sitios.

F I N