EL DIOS MOHAN DE BETULIA (Su historia)

Escrito por Emna Codepi
Recordar el lugar que me vio crecer bajo sus lares, de fresco aire, sintiendo el frío latente de las nubes que emergen del salto blanco. Recorriendo sus calles y admirando la majestuosa plaza que engalana este bello municipio. En el centro de este hermoso lugar, encontramos una de las representaciones más importantes del betuliano denominada por todos “El Dios Mohán”
Preguntando a mi padre si recordaba esta maravillosa obra de arte que dejaron nuestros antepasados; me ha contestado con seguridad y conocimiento sobre el tema:
- ¡Claro que sí! -Esa piedra la trajeron al pueblo desde la finca “La Cañada” de mi padre Eliseo Navarro y la finca “El Mohán” de don Baldomero Diaz.
En esa tarde de domingo decidí escuchar este relato y tomar mis apuntes.
Transcurría el año de 1966, un sábado a mediados de Julio. Unos jóvenes estudiantes de la Institución Educativa de varones “Juan XXIII” de segundo año de bachillerato, decidieron salir junto a su profesor de Ciencias Naturales a una expedición rural por la vereda Chimitá, con el fin de encontrar diferentes especies de aves, mariposas, plantas y demás, para representar en clases una Expedición Botánica; entre esos jovencitos se encontraban: Josué Prada Serrano, Timoleón Acevedo, Roque Gómez y Chucho Diaz. Fue un paseo ameno y agradable, descubriendo diferentes especies nativas y haciendo un estudio sobre la ornitología del lugar. El profesor les explicaba cada detalle y ellos tomaban nota sobre lo observado.
En esa vereda existían dos fincas grandes y productivas; Una denominada “La Cañada” propiedad de don Eliseo Navarro. Comprada en el año 1958 al padre Néstor Diaz Ballesteros, quien estaba construyendo “El Colegio Nuestra Señora de Lourdes” y vendió varios predios propiedad de la parroquia para aportar en lo concerniente a la cimentación de dicha Obra. También existía la Finca denominada “El Mohán” propiedad de don Baldomero Diaz, los dos muy amigos y copartidarios en todo.
Los jóvenes en esa búsqueda de especies nuevas, llegaron cerca a la casa de la Finca la Cañada al lado de una alberca que recibía las aguas provenientes de un yacimiento. Se acercaron con el fin de tomar un poco del líquido para saciar la sed; en ese momento el profesor observa detenidamente algo extraño; una piedra en forma de número uno, estaba en pie junto a la cerca divisoria de las fincas y tenía varios lazos de cabuya atados. Estos lazos eran para amarrar los caballos cuando los moradores pasaban por el lugar y descansaban junto a la alberca para refrescar la sed y la de los animales siguiendo el trayecto a su destino.
La admiración del profesor por esta imagen tan parecida a las que había conocido en el “Parque San Agustín” en un viaje realizado a conocer las estatuas; esas que eran compañeras de las que el alemán Konrad Theodor Preuss había descubierto en el año de 1.914 en San Agustín y sin decir a nadie, usurpó un cargamento de más de cien estatuas de piedras halladas durante sus exploraciones en fincas y caseríos de ese lugar. Sin autorización ni permisos legales, las embarcó por el río magdalena y luego las envió a Europa como propias. Pese a las peticiones de los gobiernos de turno para que sean devueltas, aún no se ha podido lograr la repatriación de tan importante tesoro arqueológico.
Observando detenidamente la similitud, pero con una particularidad; aunque parecía la forma de un cuerpo humano, no tenía tallado el rostro. Era solo una figura del número uno. Les explicaba a los jovencitos que preguntaban inquietos sobre el significado de esa piedra.
No hay seguridad que fuese tallado por los guanes que habitaron nuestro municipio. No eran escultores ni talladores. Ellos solo cultivaban las tierras de maíz, millo, yuca y trabajaban la elaboración de tejidos y vasijas de barro. Aunque eran politeístas, adoraban el sol, la luna y eran creyentes de la inmortalidad del alma. No tenían las capacidades para la talla de piedra. Cuando llegaron los primeros colonos a Betulia, ya habían desaparecido en su totalidad dejando pocas huellas de su paso; a excepción de algunas sepulturas, pinturas en cuevas, tallados en rocas, de los cuales se pueden observar en los márgenes del río Suarez.
Todo lo que se diga acerca de este Monolito de piedra puede ser verdad o conjeturas. Leyendas conocidas acerca de este suceso, dicen ser un “Dios de los Guanes” traído consigo por la ribera del río hasta llegar a suelo firme, al no encontrarse más esculturas de esta índole en los alrededores del municipio. Posiblemente tenía algún significado religioso o algún uso en sus ceremonias. También podemos establecer que la estatua fue traída por algún inmigrante de la región, al parecer la calidad de la piedra se encuentra solo a diez leguas de distancia de Betulia. Otra hipótesis puede ser, que la piedra llegó arrastrada por una corriente de agua y después de la desaparición de los indígenas, llegó algún colono de los primeros que habitaron el lugar, conocedor del arte en talla de piedra y la esculpió dejándola como recuerdo a sus patrones. Versiones diferentes también aseguran que existía otra piedra tallada en forma de número dos, y en una noche de fuerte lluvia la creciente arrastró hasta desaparecerla; teoría que no ha sido confirmada.
Este monolito es un vestigio o recuerdo que dejaron de su forma de vida quienes fueron nuestros antepasados. También pudo ser un Tótem, representación que adoptaban los indígenas de un animal u objeto y lo consideraban como emblema protector de la tribu y cuando fueron erradicados por los blancos que se apoderaron de estas tierras, tuvieron que salir huyendo de rapidez y no pudieron llevarlo. También debió darse por la llegada a la región de personas que tenían conocimiento en el arte del tallado, y por estar en un sitio de paso en el viaje a Bucaramanga, la encontró en el camino y en momentos de ocio y descanso, decidió pulirla y dejarla sin culminar.
Todo cuanto se diga sobre este monolito son conjeturas. Es deber del municipio en algún momento, realizar junto a una universidad un estudio arqueológico con el fin de investigar a fondo su origen y antigüedad para registrar su historia con la veracidad de su formación y existencia.
El “Dios Mohán” (Nombre que le dio aquel profesor de ciencias naturales) y las nubes del salto blanco forman parte del acervo e identidad cultural del betuliano.
Con la traída desde Chimita hasta el parque principal, esta piedra dejó de ser una concepción olvidada y simplista para convertirse en historia y arte, valor que le hemos dado a través del tiempo, engalanada con el bautizo de “Dios Mohán”. Que no es igual al Dios Mohán de los mitos y leyendas del río Magdalena, en el Puerto de la Caimanera, ubicado en el Espinal (Tolima). Es un Mohán apropiado a nuestra historia betuliana y todo lo que podemos imaginar y escribir de ella con el fin de darle reconocimiento especial que prevalezca de generación en generación es de interés histórico y cultural.
Los jovencitos y el profesor muy entusiasmados por tan importante hallazgo decidieron llegar a casa de don Eliseo preguntando por el monolito. El, no tenía mayor conocimiento sobre esto; al parecer, cuando compró la finca diez años atrás, esa piedra, (como la llamaba), ya estaba en ese lugar sirviendo de soporte a los caballos de los moradores en sus viajes. El lugar donde se encontraba instalada, aunque estaba cerca de su casa, pertenecía a la Finca “El Mohán” de don Baldomero. La casa estaba retirada de ese lugar, pero eran sus predios.
El profesor intrigado le pregunta:
- ¿Existe posibilidad alguna, me sea obsequiada esa estatua y poder llevarla hasta el parque principal, para que sea admirada por los visitantes?
Don Eliseo se queda pensativo un rato y le responde:
-Esa piedra el único servicio que presta es como soporte para atar los caballos mientras se refrescan en la alberca.
-Si ustedes se la quieren llevar, por mí no hay problema, pero tienen que hablar con don Baldomero Díaz, propietario del predio donde está ubicada la piedra.
Los jóvenes, decidieron caminar hasta la casa de don Baldomero y comentarle sobre el hallazgo y el deseo en trasladar al pueblo si lo permitía. Don Baldomero después de escucharlos detenidamente, un poco asombrado y sonriente por las ocurrencias de estos muchachos les contestó:
-A mí, esa piedra no me hace falta para nada.
-Me parece una locura que se la lleven, porque debe pesar bastante.
-A mí no me presta ningún servicio. Si Eliseo acepta, pongan el hombro muchachitos y cárguenla hasta el pueblo.
Entre cuentos y risas se despidieron, después de refrescarse con un delicioso guarapo y regresar nuevamente al lugar y comentar a don Eliseo sobre lo expuesto por don Baldomero. De regreso fueron ideando y organizando el traslado de la piedra a la parte urbana, lo cual no sería muy fácil al tener un peso aproximado a una tonelada.
En el pueblo, el profesor comentó sobre el hallazgo, al padre Gonzalo López Arroyave, oriundo de Antioquia quien era el capellán del Colegio; pero el sacerdote no estuvo de acuerdo, al presentarse pequeños roces por la forma como el profesor llamó a la estatua “Dios Mohán”, por cuestiones religiosas. Después de varios intentos de convencimiento por parte del profesor y alumnos, acepta que sea traída, pero con la condición de no ser instalada en un lugar público.
Los jóvenes y maestro comentaron sobre el hallazgo a los moradores del lugar y al señor alcalde don Ramón González Castellanos quienes se mostraron muy motivados y dispuestos a apoyar el traslado del monolito hasta el pueblo.
Organizaron una comitiva hasta el lugar con varias personas que los acompañaron. El paseo se convirtió en un verdadero festín y jolgorio. Al llegar al sitio donde estaba el monolito, las señoras y jovencitas prepararon un delicioso chocolate comunitario acompañado de amasijos, panes, queso y un refrescante guarapo para deleitar el paisaje y el momento; mientras, el monolito era extraído del lugar y atado con lazos o cabuyas al yugo de madera, construido por don Manuel Prada. El yugo estaba conformado por dos palos de cuatro metros de largo y tres varas atravesadas en los laterales, para ser cargados por diez personas que se iban turnando. Entre los cargueros estaban: Sacarías Pérez, Gabriel Álvarez, Jorge García, Roberto García, Isaías Almeida, Crisanto Medina, Carlitos Rueda, Baldomero Álvarez, Emigdio Álvarez, Roberto García, Pedro Leonardo Gómez y Samuel Prada, entre otros. Los cargueros se iban turnando poco a poco. Su peso era enorme casi media tonelada. Simulaba una procesión de viernes santo con el señor crucificado. Entre música, cuentos, coplas, risas y cantos llegaron hasta la finca de don Floro Márquez. Allí los esperaba el acolito del padre Gonzalo, advirtiendo que el sacerdote estaba muy disgustado por la traída de la estatua y mandaba decir que no les permitía entrar esa piedra al parque. Como ya estaban demasiado cansados los cargueros y los rayos del sol ya se ocultaban entre las montañas, decidieron dejarlo en la finca de don Floro Márquez por unos días y seguir hasta el pueblo en comitiva para hablar con el padre y hacerlo entrar en razón.
Junto al alcalde organizaron un verdadero festín para el día 15 de agosto de 1966 con bazar incluido. Lunes festivo por celebrarse “La Asunción de la Virgen María al cielo” y de igual forma el alcalde aprovechaba el momento para inaugurar ese domingo catorce, la primera calle pavimentada de Betulia, frente a la alcaldía.
Era festivo y el padre celebró la Eucaristía de Asunción a las cinco de la mañana y después de la misa se preparó un desayuno comunitario para las personas que acompañarían la comitiva. Las señoras habían preparado un buen piquete con carne asada, yuca y chocolate con panes para que aguantaran la caminata en la trasladada del monolito. Unos cuantos amanecidos y enguayabados porque ese domingo habían estado festejando la inauguración de la primera calle pavimentada en presencia de las autoridades pertinentes, con baile hasta altas horas de la noche en una caseta que habían puesto para venta de comidas y bebidas con el fin de recolectar fondos para seguir el pavimento de la siguiente calle. Todo lo que en el pueblo se construía era con fondos recolectados en bazares, rifas y espectáculos organizados por los moradores.
Unos veinte señores reconocidos del pueblo junto al señor alcalde, los jóvenes estudiantes, el profesor, dos policías, unas señoras con sus hijas decidieron acompañar la comitiva hasta la finca de don Floro Márquez, para traer el monolito de piedra.
Al llegar al lugar, estaba el día lluvioso y decidieron hacer un chocolate acompañado de varios amasijos, panes y bizcochuelos que habían llevado; mientras, los músicos que los habían acompañado entre ellos: Juan José Gómez, Alfredito Prada, Alfonso Serrano y Pedro Leonardo Gómez, hacían volar las cuerdas de sus instrumentos entonando música bailable. El ambiente se comenzó a acalorar con los aguardientes que el señor alcalde estaba repartiendo y comenzaron a bailar al son de las notas de la guitarra y al son de las nubes que emanaban del Salto blanco. Después de unas horas, los hombres se ofrecieron para cargar el yugo en hombros. Junto a los demás acompañantes arribaron al pueblo en horas de la tarde comenzando un fuerte aguacero y como el sacerdote no había dado el permiso para ubicarlo en el atrio o el parque, les tocó descargarlo en la “Escuela urbana de niñas” que estaba ubicada donde es ahora el “Hostal San Bernardo” y decidieron cobrar $50 centavos por la entrada a ver el “Monolito de piedra”, “El número uno”, o “El Dios Mohán” como muchos lo llamaron. Varias personas de la comitiva arribaron donde don Manuel Prada quien vivía al lado de la escuelita con el fin de seguir departiendo el baile al son de la buena música, los aguardientes y las coplas picarescas de doña Celinia Navarro esposa de don Pedro Alejandro Rueda y don Alfonso Serrano el propietario de la botica del pueblo, quienes eran los copleros reconocidos del momento y las habían escrito durante la travesía del Mohán, haciendo alusión a todo el recorrido, percances y hazañas que habían vivido en ese día.
Todo el pueblo estaba entusiasmado con la traída del “Dios Mohán” y deseosos en llegar hasta la escuela para conocer tan importante hallazgo. El único que estaba un poco disgustado era el sacerdote, el padre Gonzalo López, descontento con el nombre que le habían puesto a la piedra. Prohibió se le llamara “Dios Mohán” porque el único Dios es el que está en los cielos, incluso en la eucaristía hacía alusión en el sermón a este tema y recalcaba en no permitir que se usara el nombre de “Dios Mohán” a una piedra.
La tarde estaba cayendo al son de un torrencial aguacero. La mayoría de las personas se habían marchado para sus casas y quedaban unos cuantos en el baile y otros en la escuela admirando el monolito. La fría brisa del Salto Blanco por un momento envolvió las fachadas de las casas. Una fatídica noticia conmocionó a todos los moradores del pueblo. En el trayecto conocido como "Buenos Aires" coronando la segunda vuelta, el camión perdió el control, al quedar sin frenos debido al alisamiento de la carretera por las fuertes lluvias y en cuestión de segundos se salió del tramo rodando por la pendiente abajo hasta tropezar con un fuerte árbol en la finca de don Adonías Arguello, lo cual evitó caer al abismo. Este camión era conducido por el señor Isnardo Otero quien había quedado gravemente herido al igual que el señor Justo Solano. La tristeza embargó al pueblo al conocer sobre el fallecimiento del señor Saúl Diaz Serrano quien murió de manera instantánea debido a los fuertes golpes. Los señores se aprovisionaron de linternas y todo lo necesario para llegar hasta el lugar, en carros, en caballo, a pie o como fuera posible para rescatar y ayudar a los accidentados. Fue una noticia muy lamentable. Todo un día de fiesta y jolgorio había culminado de una forma muy triste. El camión del Cacharro viajaba los lunes en horas de la mañana, pero ese día habían decidido esperar la llegada del tan mencionado “Dios Mohán” para conocerlo antes de partir. Desafortunadamente la lluvia no fue una compañera leal en el último viaje de don Saúl Díaz, muy querido en el pueblo. En el lugar del accidente se encuentra ubicada una cruz en su memoria.
Después de lo sucedido no faltaron las personas que culparon del accidente la traída de la piedra al pueblo, incluso, el padre Gonzalo no deseaba ni verla, por tal razón quedó un poco abandonada en el patio de la escuela como una piedra normal donde los alumnos colgaban las ruanas y los abrigos cuando salían a recreo. Duró allí en el anonimato por varios meses hasta la partida del padre a otra parroquia.
A comienzos de abril de 1967 llegó un nuevo sacerdote a la parroquia, el padre Vicente Israel Otálora y como capellán de la Escuelita decidió hacerle unos pequeños arreglos en el patio. Para tal modificación debieron sacar el monolito y lo ubicaron en las afueras en el lugar donde está “El Jardín de la virgen” o “Jardín de Angelina” expuesto al público como una piedra cualquiera pasando desapercibido ante la mirada de la gente.
El nuevo sacerdote, aunque conoció la historia de la traída del monolito y todo lo sucedido ese día, no le dio gran importancia, incluso en su adecuación del patio de la escuela no estaba el volver a colocar esa figura.
A tan solo dos meses de la llegada del nuevo sacerdote al pueblo, sucedió el primer desastre natural más grande que haya vivido el municipio. El sábado 29 de Julio de 1967, siendo las cuatro de la mañana, el pueblo se despertó con el prolongado movimiento telúrico que derribó las únicas edificaciones de dos pisos existentes en esa época como lo fueron: la Alcaldía y la parroquia, al igual, decenas de casas quedaron derribadas y averiadas, a excepción de la casa de mi abuelo Eliseo Navarro ubicada en la esquina del parque; era la primera casa de familia construida en su totalidad en ladrillo, hierro y cemento, las demás estaban construidas en barro y tapia pisada. Fue un temblor muy fuerte, dejando un pueblo incomunicado y destruido en su totalidad. Varios heridos y familias desamparadas por la pérdida de sus casas. Fue una experiencia muy fuerte y dolorosa para el sacerdote que recién llegaba al pueblo, pero como un guerrero se puso las botas y comenzó una gran labor social junto a todo el municipio para recuperar nuevamente lo perdido. “Mientras tengamos vida, salud y deseos de trabajar, nada es imposible”. La gente betuliana se ha caracterizado por ser luchadora, trabajadora y por salir airosa de todas las adversidades, porque los betulianos somos una sola familia.
Después de un año de trabajo constante, con rifas, bazares, marchas de ladrillo, actividades de toda índole para recuperar el templo, la alcaldía y todos los sitios que se habían destruido con el temblor y siendo nuevamente nombrado de alcalde para el municipio el señor Ramón González, viendo en el abandono que se encontraba el Monolito de piedra tirado en plena calle, decidió hablar con el sacerdote para hacer un evento recolectar fondos y ubicarlo frente al atrio o frente a la Alcaldía, lo cual no fue aprobado por el sacerdote quien insistía en que se debería regresar al lugar de origen donde se encontró, o pedirle a alguna entidad que se lo llevara para otro lugar del país.
En esa indecisión en buscarle un lugar adecuado al monolito, llegaron don Eliseo Navarro y don Baldomero Díaz. Hablaron con el señor alcalde y otras personalidades estaban visitando el pueblo hospedado en la casa del abuelo Eliseo; por ser la casa de mis abuelos vecina de la Alcaldía, muy a menudo tenía huéspedes importantes. Escuchando detenidamente al alcalde exponer la intención del padre en devolver el monolito al lugar de origen, don Eliseo entre risas les dijo:
- ¿Para qué van a devolver esa piedra a la finca?, allá el único oficio que prestaba era de soporte para amarrar los caballos cuando se acercaban a descansar y tomar agua.
- Si nadie la quiere pues yo busco como traerla y ponerla acá frente a mi casa, así como estaba en la finca, y que sirva de soporte para los caballos del campesino que trae productos de venta a la casa de mercado.
Al señor alcalde no le pareció mala la idea, eran los dueños de las fincas donde se había hallado el monolito quienes estaban proponiendo el traslado y la ubicación en ese lugar. Como el abuelo Eliseo y don Baldomero eran muy colaboradores con la parroquia, se acercaron a hablar con el sacerdote y este los autorizó a colocar el monolito frente a la casa del abuelo, mirando hacia Chimitá su lugar de origen. Allí estuvo ubicado durante muchos años.
En 1976 llega a Betulia un sacerdote muy querido por todos, el padre Chaparro, su nombre era Rafael y los niños le tenían pavor. En su forma jocosa de actuar, cuando los encontraba jugando por las calles, les preguntaba:
- ¡Haber niños! ¿Quieren ver a Dios?
Los niños emocionados, por lo general contestaban afirmativamente. Entonces con sus manos les jalaba las orejas con el fin de levantarlos del piso hasta hacerlos gritar fuertemente. Entre risas los soltaba inmediatamente y les preguntaba:
- ¿Lograron ver a Dios?
Como todos los niños contestaban que no, inmediatamente entre risas les decía que tenían que ir a confesarse, hacer las tareas y lavar los platos. Los niños caían en su juego una sola vez, después huían despavoridamente tan pronto lograban ver la silueta de su sotana por las calles. También estaba de alcalde el señor Ciro Guisa y en un viaje que hicieron varias personas a las ruinas de San Agustín junto al alcalde y el sacerdote, conocieron las estatuas con similitudes al monolito del parque. Entre las personas que fueron, estaba Abelardo Sánchez, hijo de don Demetrio Sánchez, quien tenía conocimiento sobre el tallado de madera y tallado en piedra. Estando allí se les ocurrió la brillante idea de poder tallar los ojos y la boca al monolito, tan pronto llegaran al pueblo. Idea aprobada por el señor alcalde. el sacerdote, don Santiago Prada, don Helí Pinilla y otros señores del pueblo que se dieron a la tarea de conseguir los cinceles para talla en piedra y comenzaron la labor del tallado en ojos, nariz y boca al “Dios Mohán” de los betulianos.
Con la talla de ojos y boca comenzó a llamar la atención de visitantes y turistas que llegaban al pueblo, convirtiéndose en un atractivo, referente cultural e histórico para el municipio. En el año 1990 siendo alcalde el señor Héctor Orejarena, el segundo alcalde por voto popular que se eligió en Betulia, decidió armar la tarima para las ferias en la plaza y trasladar allí a nuestro “Dios Mohán” para ser admirado por propios y visitantes. El lugar no quedó muy apropiado, la escultura perdía su visibilidad artística.
En su segundo período de gobierno del señor Ángel Miro Melo, se reubicó en el centro del parque, haciendo honor a su nombre incrustado sobre el último escalón del queso, lugar donde todos los betulianos en algún momento de nuestras vidas hemos estado allí sentados con nuestros amigos o familiares hablando sobre las cosas que amamos. Allí acompaña la belleza de nuestro terruño natal deleitándonos al son de las nubes del salto blanco que engalanan en días de lluvia y frío nuestro bello pueblo.
Posdata: “Es deber del municipio en algún momento, realizar junto a una universidad un estudio arqueológico con el fin de investigar a fondo su origen y antigüedad, para registrar su historia con veracidad sobre su formación y existencia”
autor: Emna Codepi

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