I

Un caldito de gallina para asentar el estómago. La travesía ha sido muy larga. El barco carguero de catorce mil toneladas zarpó de noche. Dejamos Veracruz y veinticuatro horas después, el insondable silencio del Atlántico. A mí mujer el mareo, la náusea y el vómito le llegaron bien pronto, de hecho aún veíamos las luces del puerto y ella ya volvía el estómago una y otra vez. Lo mío tardó algunas horas más.

Es el estuario del Tajo, dijo el patrón, señalando la extraña mezcla de colores en las aguas. Allí el tajo, allí el Atlántico, agregó. El puerto de Lisboa después de doce días de navegación.

Abandonamos el barco. Un inusual bamboleo en nuestras piernas, la extraña sensación de que todo gira a nuestro alrededor.

Un caldito de gallina para asentar el estómago, alcanzamos a oír la recomendación del capitán. Se despidió agitando las manos.

¡Caminamos! Allí la Praça do Comércio. Caminamos para apoyar nuestros pies al suelo, para olvidarnos del mareo. Allí el Arco da Rua Augusta, muy cerca ya del restaurante y la recomendación, María Catita. Y así fue.

El asombro del mesero al enterarse que hemos llegado en barco. ¡Do México! Dice.

El caldo de gallina asentó espléndidamente nuestros estómagos, nos quitó también el mareo y alivió cualquier amago de náuseas. Mi mujer, y después de doce días, volvió a sonreír. Eran las dos de la tarde y sobre la enorme parrilla en el María Catita, danzaban las sardinas engalanadas con aceite y ajo. Un café.

Del restaurante al Hotel Borges Chiado en taxi. El hotel es como la quilla del barco en el que hemos llegado. Una hilera de ventanas hilvanadas. Por fin una cama fija al suelo, una cama que no se mece al ritmo de las olas. Por fin el arreglo nuestro, el baño cálido bajo una regadera. Afuera ha comenzado la lluvia. Mi mujer viste un traje de dos piezas, azul marino, blusa blanca. Yo estrictamente de traje negro, camisa blanca y corbata negra. -Habrá que ver lo del sombrero, dice mi mujer.

Si, habrá que verlo, respondo y, enseguida recito unos versos del poeta que, he tenido enredados.

"Todo cuanto sueño o pierdo,

Que pronto cae o muere en mí,

Es como una terraza que mira

Hacia otra cosa más allá.

Esa cosa me arrastra”.

II

Lo del sombrero fue de lo más sencillo. Chapelaria Azevedo Rua, nos dijo el gerente del hotel y hacía allá vamos. En las calles el mundo de los paraguas. Mi mujer y yo, optamos además del paraguas, los sobretodos impermeables.

Del sombrero no hay duda. Negro de ala corta y copa alta. -Uno tipo Pessoa, dije al empleado de la tienda y desplegó sobre el mostrador una decena de sombreros. -Todos Pessoa, dijo y fue diciendo los materiales de los que estaban hechos y los costos. Opté por uno intermedio.

-eres todo un Pessoa, dijo mi mujer cuando volvimos a la calle. Caminamos muy juntos. Ella tomada de mi brazo y yo muy orgulloso.

A pesar de la lluvia nuestro sueño. Cementerio dos Prazeres. La búsqueda de la tumba del poeta.

"A mí, cuando veo un muerto, la muerte me parece una partida. El cadáver me da la impresión de un traje abandonado. Alguien se fue y no necesitó llevar aquel traje único que había vestido”.

El cementerio dos Prazeres, el cementerio de los placeres. Aquí estuvo, digo a mí mujer y señalo una tumba que sé que se halla vacía. -y por qué la visita, dice ella alzando los hombres. Porque está fue su ruta, respondo. Allí manos, obeliscos, ángeles y arcángeles custodiando tumbas. Madres dolorosas acunando a sus pequeños hijos. Esculturas de hombres y mujeres con caras serias y alargadas. Monumentos grises, o blancos, o negros. El pasto cuidadosamente recortado. Hay grandes árboles que dan sombra y que ahora, nos cubren parcialmente de la lluvia, hay arces, olmos, cedros. Esta lluvia tersa, pelusa suave que no moja, sólo acaricia.

"Sobre mí, la aflicción ha arrojado su velo:-

Una criatura menos en este mundo

Y un ángel más en el cielo.

Sentado junto a la Ventana,

A través de los cristales, empañados por la nieve,

Pienso que Veo su imagen, la de ella,

Que no pasa ahora que no pasa de largo".

 

Yo soy uno de ellos, digo en voz alta mientras recito los versos, mi mujer asienta con un leve movimiento de cabeza.

Permanecimos en el cementerio por treinta o cuarenta minutos, lo suficiente para volcar nuestros sentimientos; al alejarnos de allí, nos pareció sentir que, más de uno, de aquellos ángeles y arcángeles, batían sus alas.

III

La cena fue exquisita. A Casa do Bacalhau. Bacalao a las brasas. Vino de oporto y vino verde y Pastéis de Belem. Y después el café en la terraza. Ha dejado de llover y ahora el viento es fresco. Asumo la pose del poeta. Mi traje negro, el cigarrillo entre mis dedos. El café. Muy a propósito me dejé un bigote recortado. Mi sombrero de ala corta y copa alta. Y finalmente mis anteojos. El asombro de mi mujer mientras voy describiendo los edificios, las plazas, las calles. Le platico de las rutas del tranvía. Le cuento todo como si toda mi vida hubiera pasado aquí en Lisboa. Caminando volvemos al hotel. Mañana vamos donde fue nuestro trabajo, digo y después, a donde reposo. Ella me mira con esos ojos que han dado luz a mis pasos.

Rua Coelho da Rocha, allí la casa y en ella la nostalgia del tiempo perdido, del tiempo que jamás volverá. La estrecha cama, la biblioteca, la silla y la mesa para la escritura. Por ahí también uno o dos sombreros. Los enseres de cocina, la tibieza de una alfombra. Un traje negro, otro traje negro, y otro más. La fotografía de una mujer. Amante o tan sólo amiga del poeta. Postales de la Lisboa de aquellos años. Recortes de periódicos, revistas y libros.

Aquí lloré, aquí me permití soltar todas las ataduras que me tenían sujeto. Aquí lloré y aquí se me cortó la voz. Aquí lloré y mi mujer lo entendió. Salimos los dos cubiertos en un denso silencio.

-Monasterio de los Jerónimos de Belém, digo entonces y pedimos un taxi que nos lleve allí.

Fernando António Nogueira Pessoa, Pessoa, Fernando. Heterónimos. Entes fugaces. Alberto Caeiro, Alexander Search, Álvaro de Campos, Bernardo Soares, Ricardo Reis, y más de setenta nombres y hombres detrás. Lo escribimos todo, le digo a mi mujer. Ensayos, poesía, cuentos, crónicas y críticas. Lo escribimos todo y lo vivimos todo. Cada uno a su manera.

Allí frente a nosotros la última morada. Una sencilla estela con las palabras de uno de los nuestros, Ricardo Reis :

"Para ser grande, sé entero: nada tuyo exageres o excluyas.

Sé todo en cada cosa. Pon cuanto eres en lo mínimo que hagas, por eso la luna brilla toda en cada lago, porque alta vive”.

Soy el último ente creado por Pessoa. De algún modo que no puedo explicar, una buena tarde lo solté de mi mano y caminé por cuenta propia, y dejé Lisboa y sus calles, y me embarqué y crucé el Atlántico y llegué al puerto de Veracruz en México y allí hice una vida distinta, y me casé y tuve una larga descendencia, pero la vida cansa, el tiempo agobia, las ansiedades me derriban. Mi mujer lo sabe, es hora de volver a casa. Volvemos al hotel, mi mujer se despide de mí con un beso. Salgo a la calle, la noche apremia. Vuelve la lluvia y ahora lo hace con relámpagos y truenos. Visto el traje negro, la camisa blanca, la corbata negra y el sombrero. Las calles solitarias y oscuras, la niebla de Lisboa. Bajo por la avenida Liberdade y de allí a Rossio. El último tranvía 28, el más antiguo de Europa, el más emblemático. Las empinadas vías, los callejones que parece que se juntan. El punto más alto del recorrido, el Castillo de San Jorge y aquí me bajo. La ciudad vista desde esta atalaya. La lluvia que no cesa. Allá abajo los pasos de Pessoa dando vueltas y vueltas. Allá abajo también, mi mujer preparando su regreso. En la bolsa derecha de mi traje, el metálico frío de la pistola… mañana saldrá de nuevo el sol, mañana, mañana, para mi es el ahora.

"Por ti dejo contento mis juguetes de adulto,

Por ti no tengo parientes, no tengo nada que me prenda

A este prodigioso, constante y enfermizo universo…

Todo lo Definitivo debe estar en Ti o en parte ninguna”.

Afonso Madeira o, Alberto Caeiro o, Alexander Search o, Álvaro de Campos o, Bernardo Soares o, Ricardo Reis o, Fernando Pessoa.

Lisboa, en el año de 1958.

 

©2021 by Oscar Mtz. Molina (todo entre comillas versos de F. Pessoa)

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Comentario por Yvette Schryer Nino el octubre 11, 2021 a las 8:58am
mE ENCANTÓ. Qurdé en la duda de si es de tu autoría o de Pessoa. Me inclino por Pessoa. Tiene humor y desasosiego. lo repito me encantó
Comentario por Oscar Martínez Molina el septiembre 14, 2021 a las 10:23pm

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