“EN LA ESTACIÓN DE ALDWYCH”

Estaba tomando un té, aun recién levantados en aquella fría mañana de finales de Diciembre, habían sido unas tristes navidades para Mary; Rose le había hecho en ratos que Mary no estaba, una muñeca de trapo con los restos de retales que había encontrado, la calefacción era escasa, los alimentos les pasaba lo mismo y el té ya ni té parecía, solo agua caliente con un color algo oscurecido, Rose acababa de vestir a Mary, cuando comenzaron a sonar las sirenas, las cogí a las dos y bajamos las escaleras corriendo hasta la calle, Mary se puso a llorar porque le había quedado la muñeca encima de la cama, “corred al refugio, yo subo a buscarla”, sonaban silbatos y el ruido de los aviones comenzaba a hacer acto de presencia en la lejanía, subí y baje en un vuelo, al alcanzar la calle aun me dio tiempo de verlas dar la vuelta a la esquina, comenzaban a escucharse algunas explosiones en la lejanía, ya habían comenzado, en cuestión de segundos estarían aquí, corrí a toda velocidad hasta la entrada de estación de Aldwych, Rose y Mary estaban aun bajando las escaleras, una sacudida me hizo bambolear, alguna bomba que había caído cercana, abajo en el túnel, abrace a Mary al tiempo que le daba su muñeca, Rose me reprendió, “eres un loco jugarte la vida por una muñeca”, pero Mary ya no lloraba, comenzábamos a acostumbrarnos a los constantes bombardeos de los Alemanes, las caras largas y en silencio de los demás, sentados a lo largo del túnel, algunos rezaban en voz baja, otros cuchicheaban, pero el miedo se reflejaba en todos los rostros, me sorprendió ver a Rose que en voz baja se puso a rezar una oración sin fin, el sonido sordo de las bombas era incesante, pasaban las horas y seguían cayendo Bombas, Roger Steward el viejo tendero de la esquina de Arundel street, no paraba de pasear de un lado al otro, su roído delantal marcaba en un calendario las precariedades del tiempo en el que estábamos viviendo, y su nerviosismo iba en aumento, me miro calladamente “hoy están descargando un infierno John” asentí levemente, en sus ojos solo había desolación, cuando volvieron a sonar las sirenas, lentamente fuimos abandonando el refugio. En la calle el olor a humo y muerte era casi asfixiante, en un edificio cercano estaban los bomberos intentando apagar las enormes llamas que de él salían, por todas partes había desolación, edificios derribados por las bombas y cascotes por todas las calles, Mary caminaba de la mano de Rose, miraba todo con gran interés e incredulidad, yo lo miraba con enorme pena, mientras nos dirigíamos hacia casa, veías a la gente como miraba los escombros, la Sra. Grant de Essex Street, lloraba amargamente delante de lo que quedaba de su casa, tenía miedo de que le pasase lo mismo a la nuestra, no sabía dónde íbamos a dormir, pero por suerte esta vez se había salvado, quizás no tuviésemos la misma suerte esta noche, o mañana, pero de momento resistíamos.

César Gorín

15 de Agosto del 2011