La caja mágica.

                   Por: José Ignacio Velasco Montes

Mi nombre no importa. Era una niña cuando tuve el primer conato de conocer lo qué con el tiempo se convertiría en mi obsesión por un tiempo, y en mi vida después.

Ahora soy mujer pero joven todavía. Ahora todo ha cambiado. Lo que pudo ser fue. Lo que quería, lo que deseaba, llegó y ahora no sé hasta dónde soy yo y hasta donde es ella.

Es por ello que quiero hacer un flashback y contar todo aquello que cambió mi vida, desde que muy niña tuve un fogonazo mental y pude ver lo que hay más allá del espejo en el que cada mañana te miras.

Siempre, desde la infancia, he deseado, tras aquella vivencia, tener alguien con quien hablar, entenderme y compartir conocimiento, ternura, experiencia y un cierto nivel de magia, como el que tuve por un escaso tiempo el día en el que la visión me mostró el futuro, me concedió un tiempo de poder y me indicó la posibilidad de volver a poseer esa potestad. Para ello, lo tengo claro que tendré que buscarlo.

Era una potencia mental que me permitió hablar y entenderme con todos pues mi mente se expandió de forma clara durante el escaso tiempo que aquella vivencia me concedió. Supe que si luchaba, buscaba y lo deseaba algún día aquello sería mío y con ello los dones que había visto que contenía en forma de docenas de objetos de poder del pasado, del presente y del futuro.  

Nunca lo olvidé. Cada día, cada pensamiento, cada sueño me volvía hacia ello y sabía que me acercaba a tenerla para mí conforme mi estatura física y mental me iba sacando de un limitado horizonte por otro más amplio y más lejano en sus límites, y al que ya le quedaba menos para que se me incluyera el Cenit de la Sabiduría.

Un día; un día tan cualquiera como inesperado, tras un sueño que me mostró lo que buscaba, supe que lo que viví hacía un tiempo, podría tenerlo de forma definitiva y que poseerlo haría mi vida más rica, extensa y llena de magia, conocimientos, poder, y capacidad de amor y ternura, dos factores que debían sustituir en mí al sexo tan de moda.

Y cada día, cada noche, cada instante me repetía una petición de poder disponer de aquella potestad que me habían anunciado que al final sería mía.

Un repetitivo sueño nocturno me lo confirmaba. Era un sueño potente que me mostraba una caja exornada con figuras de todo tipo de significados. Misteriosas, antiguas y llenas de poder unas, menos lejanas pero con similar potencia otras y recientes muchas más.

 Pude ver en el sueño, como si fuera un límpido escaparate, el nombre de la caja y algún dato más: "Caja mágica". "Convierte tus deseos en realidades." Y me lo presentó como una realidad que ya no me daba lapso y debía realizarlo al despuntar el nuevo amanecer.

Me levante temprano y partí para recorrer la ciudad y encontrar la tienda vista en el sueño. Tenía claro que algo me dirigía. Mi camino era claro, involuntario, con unos derroteros que me encaminaban ciega hacia algún lugar que no conocía en absoluto.

Mi interior me lo decía con claridad y era como una monserga mental que repetía incansable una frase que entendía bien.

--¡Ahí está! ¡Ahí está! ¡Ahí está! Sigue. No lo dudes. Sigue.

Del mismo modo y en paralelo, una voz me repetía que aquella caja mágica poseía ese poder y grité despreocupada de ir por la calle.

--¡Tengo que encontrarla y que sea mía!

La veía en mi interior. Podía percibir el aura de los dones que contenía. De súbito, a la vuelta de una esquina, un enorme fanal me iluminó y me miró cual un ojo de Polifemo. Era el escaparate de una tienda, antigua pero perfecta en su conservación. Se mostraba rodeada de un halo brillante que me indicaba que había llegado a la meta.

Era una tienda que tenía objetos de muchas épocas, de cierto tiempo algunos, otros más actuales, juguetes para niños, recuerdos y enredos para adultos y, allí, en el centro de una gran pieza de terciopelo verde estaba la caja.

Una preciosa caja de madera de rosal por el color, en primera fila tras el vidrio del escaparate, me hacía lo que parecían señas por las variaciones de reflejos de aquel pequeño rubí que llevaba en el centro de la tapa, rodeado de un halo brillante que me recordaba los polvos mágicos que soltaba el Hada Campanita la eterna amiga del eterno niño Peter Pan para ayudarle contra su perenne enemigo: el Capitán Garfio.

Rodeando la joya polifacética y cubriendo tapa y laterales, sobresalían atractivas tallas representando figuras que se conocían desde lo largo de las leyendas por sus significados, por su intervención en numerosos sucesos perfectamente especificados en la historia universal y por sus caracteres mágicos a lo largo del tiempo.

Un gran AnK, la Cruz Egipcia de Isis, mostrando la eterna vida, forma pareja a ambos lados de la tapa, con el Ojo que todo lo ve, el Ojo Egipcio de Orus. Cruces de misteriosos significados y llenas de poder, alternan con las Líneas Rosas y Sub Rosa del Secreto y de las misteriosas y poderosas Órdenes Religiosas y Militares, forman parte de lo que protegerá a los usuarios de las cajas de la posibilidad de que sus ideas y actos puedan ser sabidos por personas non gratas.

Grabaciones en la madera muestran aspectos de Geometría Divina, con Secciones Áureas, Secuencia de Fibonacci, juegan enfrentadas con el Pentagrama, imágenes de bronce con dioses, ídolos y figuras orientales, se combinan con Pirámides derechas e invertidas, formando un conjunto que se muestra preparado para impedir problemas al usuario en su cometido.

Las docenas de imágenes exteriores tienen su correspondencia real con lo que contiene el interior, y que son en los que residen los potentes poderes de la Caja Mágica.

Noté que me inmovilizo y me quedo parada, como ausente frente al poder que la caja ejerce sobre mí. En mi cerebro escucho con claridad la orden que recibo de ella: "Al igual que yo voy a ser de tuya tú ya eres mía. Entra y llévame."

Quedé con la frente apoyada en la luna del escaparate, incapaz de separarme. Bloqueada mientras a mi mente llegaban los centenares de conocimientos de magos, del uso de plantas con poderes, de experiencias útiles de conocimientos que, de momento, no sabía qué eran ni para qué servían.

Intente ir a hacia la puerta pero no me podía mover. Estaba extasiada ante la caja, contemplándola como si no hubiera nada más importante en el mundo y en mi vida. Su poder era tal que no me dejaba otra cosa que no fuese pensar con una profundidad que nunca había conocido.

La tienda estaba cerrada y me donaba lo que debía considerar importante para mí. Así quedé hasta que un noble anciano tras mirarme durante unos instantes y sonreírme, abrió la entrada y dirigiéndose a mí me indicó.

--Ya puede entrar. Y sé lo que desea. Hace tiempo que espero la persona que se ha de llevarse la caja. ¿Y es usted, o me equivoco?

--No señor. Acierta. ¿Cuánto le debo aportar cuando me la dé?

--Usted lo sabe. Déjelo en el mostrador mientras le saco la caja del escaparate.

Cuando salí con la caja envuelta, noté con claridad que era otra persona sin dejar de ser la misma, pues era yo y mucho más. Feliz caminé sin prisas. Sabía que mi nueva vida acababa de empezar y no pensaba quemarla con esas prisas que no conducen a nada.

                                                       Julio 2017.