La casa de la calle san francisco nº55 de Pirlo de Félix

La casa de la calle san francisco nº55 de Pirlo de Félix

Ese es el nombre de la calle dónde está situada mi vivienda, cerca del centro histórico de Castellón a siete minutos andando puedes estar enfrente de la puerta del Ayuntamiento, que es el lugar a partir del cual se ordenan las calles el número, 55 estará mas cerca del Ayuntamiento, que el 63 de la misma calle.

Vivienda unifamiliar adosada ese es el título que le dio la generalidad valenciana cuando restaure mi casa. Quise pintar de verde claro toda la fachada, menos las imágenes de talla, adornos antiguos de escayola, que pedí las pintasen de color verde fuerte para que se notase el contraste. Todas las paredes y techos del interior de la casa son de color blanco.

Hay dos balcones, uno por planta, cada balcón ilumina una habitación y puede dejar entrar la brisa de la mañana o al bajar la persiana de madera y correr las cortinas se evita que desde fuera se vea el interior. Desde la puerta principal, hasta la tercera planta donde hay dos terrazas, hay dieciséis metros de altura, o cincuenta peldaños de escalera interior, mi madre sube esta escalera todos los días, para secar la ropa.

La terraza es un lugar descubierto, que da a la calle san francisco la de delante, y a la de atrás que mira al mar. Por esta se ven varias casas más bajitas con techados de teja inclinados para que el agua de la lluvia resbale por la teja y baje hasta la calle.

La terraza de mi casa no tiene inclinación, se desagua por un agujero que hay echo para que a través de una tubería que recorre por el interior toda la casa baje hasta donde está el alcantarillado de la planta baja, y de ahí al de la calle La otra terraza tiene una cañería por donde desagua.

En la planta baja primero está la puerta y luego la entrada de carro, mi abuelo que construyó la casa se dedicaba a hacer portes con su caballo, era un transportista tanto de arena sacada del Río Mijares, con dirección a las obras, como de frutas y verduras con dirección al puerto comercial. Cuando terminaba su jornada laboral, ya en las horas de noche abría toda la puerta de la entrada y entraba al caballo con el carro, ya dentro lo desenganchaba y atravesando el pasillo llegaba hasta el corral donde el caballo descansaba toda la noche, comía algarrobas y bebía agua hasta la madrugada del día siguiente, cuando volvía a ser el motor del carro de mi abuelo.

Entre el corral del caballo y la entrada a la casa se encuentra el comedor, con la mesa, seis sillas, un armario donde mi madre y yo discutimos sobre quién fue el último que no dejó en su sitio el documento que ahora necesitamos. La mecedora de mamá donde hace sus siestas y mi centro de pensamientos el sofá.

La cocina, la nevera, los armarios donde guardamos las cucharas, lo tenedores, los vasos, los cuchillos, otro pequeño armario donde se guardan las servilletas, el pan del día, los trapos de cocina, los zapatos de mis hermanos y de mis padres. El grifo de donde bebemos agua es tan buena que no necesitamos comprarla embotellada. Todo éste espacio está iluminado por un patio de luz interior. Mi madre cocina con gas butano, unos días comemos vegetal, otros carnes de todo tipo, pescados variados, menos los sábados, que siempre hacemos una gran ensalada y un plato de pasta, suelen ser macarrones con tomate queso y orégano, y los domingos que mamá cocina una paella de arroz. Esos dos platos son fijos esos dos días de la semana.

El cuarto de baño es el lugar dónde nos duchamos, allí guardamos las toallas en un armario metálico con espejo, es el lugar también del retrete, y de un lavabo con dos grifos dónde nos lavamos la boca, los dientes y las manos antes de comer, o a cualquier hora, un ritual higiénico. Esta es la planta baja de mi casa, me faltaba añadir el espacio reservado a la lavadora, por ser el lugar menos deseado por mi madre ya que ella ha de subir todos los días de la planta baja, hasta la terraza, a cincuenta peldaños de altura, la ropa para tenderla al sol, mi madre lleva haciendo ese recorrido varias veces todos los días desde que se casó con mi padre, hace ahora treinta y ocho años.

En la primera planta están las tres habitaciones, la de matrimonio, y dos individuales las de mis dos hermanos: el menor y el mediano.

La habitación de mis padres da a un balcón de la fachada de la calle san francisco, la de mi hermano menor, al patio de luces interior, y la de mi hermano pequeño, tiene una ventana que da al exterior, a un patio de luz sin cerrar, desde ahí se pueden ver las nubes y el cielo se puede ver si el día está claro o gris, saber si va a llover, o si hará sol, y además entra una brisa por la mañana que despeja la mente y un claro de luz solar que se mantiene todo el día, la habitación siempre está iluminada, aunque no haya nadie aprovechando pero yo sí la veo y la siento y la miro, y la observo y me da un buen gusto, sentir lo que siento en esos momentos de soledad en la habitación de otro me digo:

- Ves como tú no entras, animal del infierno, en mi vida, en esta habitación hay armonía entre la naturaleza y el resto de la casa ésta habitación está limpia y su dueño trabajando, pero yo la mantengo con vida y desde aquí me hablo, sólo me digo que ahora no aprovecho mi esfuerzo para hacerte crecer, yo no te alimento infierno a través de mi esfuerzo, ahora yo disfruto ésta estancia dentro de mi casa. Porqué quiero que sepas que cuando ellos no están, estoy yo para recordarte, que hoy tampoco te has hecho dueño de mi casa.

En la segunda planta subiendo cuarenta peldaños desde la planta baja, vivimos dos personas en una mente y alma juntas dentro con mi cuerpo. En la segunda planta de casa duermo y lucho contra el infierno que cuando estoy desempleado es mi labor que desarrollo. Compartiendo éste espacio mí alma unida a mí mente se va forjando día a día mi espíritu guerrillero contra el rojo animal el que está siempre tratando de desarrollarse en mí. Mi alma es para díos, no para que la deshagas tú en tu intento de gobernar a todos los hombres y animales de este mundo. Esta es mi labor diaria, tratar de que el infierno no se lleve mi alma. Si el malo maligno quiere mandar en este mundo que se busque un rey por que yo no le prestaré mi cuerpo para que él logre sus fines. Yo convivo con mi cuerpo y dentro de él guardo mi mente que és dónde tengo el alma.

-Ves la vida desde el infierno ahora trabajas para mí, no sirves nunca para siempre estarás haciendo lo mismo como rutina durante toda la vida haciendo eso trabajar para mí, serás uno de mis criados, serás otro animal que hace lo mismo que yo: me dijo el otro día el infierno


En las terrazas tanto la que da al mar como la que da a la montaña, es dónde siento mi mente en conexión con mi cuerpo noto libertad al ver que en mi casa no hay ningún punto más elevado que yo. No hay ningún techo entre mi cabeza y el cielo, nada me impide ver por encima de mí las nubes, el color azul, los pájaros que revolotean por encima de mí, desde ahí veo la ciudad de una forma mas clara su luz, sus casas, sus calles veo hasta una neblina o un reflejo azul que indica la proximidad con el mar mediterráneo.

Hay una parte de la terraza que está techada, éste es el lugar dónde mi abuelo criaba los animales de casa: conejos, gallinas, pollos, y palomos, la colombicultura era el pasatiempo de mi abuelo. Al estar a casi veinte metros de altura mi abuelo podía ver bien a los palomos volar, tengo varias copas en el cuarto de la despensa de mi casa, es un espacio de la casa en la planta baja que se aprovechó al hacer la escalera en espiral, allí están las copas de campeonatos realizados por el abuelo junto con el resto de la ropa, chaquetas y abrigos de familiares, ese espacio también tiene una puerta que se cierra con un pestillo. Las paredes de este lugar están pintadas muchas veces con diferentes motivos y he escrito palabras que no están recogidas en ningún diccionario y aún se conservan en las paredes, mis dibujos de garabatos y aquellas palabras.

La segunda terraza está mirando al mar, en la parte de atrás de mi casa, allí por la mañana, si hace sol me siento varias horas en un silla con los pies estirados encima de un cajón de plástico, allí por la tarde de verano, cuando la temperatura solar baja se puede estar tres horas más sentado o estirado encima de una esterilla, aprovechando las sombras que me dan otros edificios para que el sol no te deje un fuerte dolor de cabeza por culpa de sus rayos.

Mi casa no es ostentosa pero es práctica, es el único lugar del mundo dónde mi cuerpo se descansa de la mayoría de veces que está sin trabajo, fatigado, roto, desempleado. En las sombras que aprovecho dentro de mi casa, al lado de paredes hechas de piedra que tardan en calentarse en verano y guardan el calor en el invierno. Busco estos lugares más frescos, al sol en los días más fríos tanto, en la terraza de delante, cómo en la de atrás. Las ventanas, las cortinas, el viento que entra por ellas y me refresca y me tranquiliza los meses en que de camarero no puedo trabajar, ni encuentro trabajo en el campo como jornalero.

Cada terraza tiene su puerta que la deja incomunicada del resto de las habitaciones interiores, pero un mal presagio me sigue a menudo, con tal temor, que cuando la creencia se hizo real, el día que por una de las casas mas bajas de la parte de atrás subieron a través de la cañería, desde una de ellas hasta la ventana del segundo piso donde tengo la ventana y por ahí nos entraron unos ladrones hace ya algunos años. En mi cuarto de estudio sólo encontraron libros, papeles escritos y mi ordenador, estando todos durmiendo, bajaron por la escalera y salieron por la puerta de entrada, no nos hicieron nada, sólo nos robaron las carteras de mano. Pero el susto fue ver cómo se hacia realidad un pensamiento.

Es en el segundo piso donde tengo el estudio, los libros, la cama, el armario ropero, mi alma intenta aprender de sus orígenes y mi mente aprender a descifrar quienes son los familiares retratados tanto, pintados en cuadros, como retratados en fotografías.

Ésta es mi tía, aquél es el padre y la madre de mi abuelo, ésta es la foto del carro con el caballo, del abuelo ése día se compro una gorra nueva y un a blusa negra y se fue al fotógrafo para que luego lo pudiéramos recordar.

Algunos de mis familiares retratados están enterrados en algún lugar que sólo ellos saben en la guerra civil española, cayeron el hermano de mi abuelo, y el padre de mi abuela. Todos ellos antes de ir al frente se hacían pintar o fotografiar por si no los volvían a ver.

Si a mí no me hubiera explicado mi abuela quiénes eran estos familiares de las fotografías ahora conviviríamos siempre con la dudas de saber quiénes son estos, pero al conocerlos hasta por su nombre de pila, cuando los veo no pasan desapercibidos y saben que yo los he recordado.

Volviendo a bajar las escaleras mi cuerpo y mi alma juntas en mi mente, las dos unidas, entro en el corral dónde dormía el caballo y sale de allí hacia arriba cuatro paredes blanca en dirección hacia arriba, abajo en el suelo sólo hay un desagüe Desde allí siguiendo con la mirada las rectas paredes me llevan hasta lo mas alto de mi casa y veo claramente el cielo azul, en días claros, gris en días nublados, también veo caer el agua de las nubes en días lluviosos, por ése patio entra un viento espantoso, un aire frío corriendo por toda la casa. Si no cierras todas las puertas en ese momento corres el grave peligro de quedarte heladito dentro de tu propia casa.

Cuento con un patio de luz central de la casa cubierto por cristales que dan luz a la primera y al la segunda planta y a la cocina. Justo dónde tengo yo el ordenador y el escritorio todos los días me veo con la luz que baja del acristalado de la terraza, en días claros no necesito la luz eléctrica, menos cuando llega la oscuridad de la noche. Un patio de luces sin cubrir por donde entra tanto viento, brisa, agua, luz solar, frío, calor, menos agua de lluvia

La puerta con entrada de carro, está hecha de madera de pino Mobile, la he pintado y barnizado tanto que cuando la luz del sol la ilumina, ésta brilla y le devuelve el reflejo. La puerta marrón oscuro con marcos de cristales de la misma madera que la puerta con hierro forjado pintado de negro brillante, entra tanta luz que a veces tengo que salir, porque veo demasiadas cosas y a demasiada gente sin la armonía necesaria para vivir y trabajar en una misma vida. Yo hace años que no salgo de mi casa para nada, lo que ha hecho que conozca bien todos sus recovecos, paseo mucho por dentro de mi casa, y a base de no salir, y estar siempre enfrente del ordenador he podido realizar bien el acople mente, alma, espíritu dentro de mí cuerpo.

-yo soy más fuerte que tú infierno, tú sólo eres terrenal, tú sí que vives y reinas todos los días en la tierra, pero no en mi cielo dónde tú no consigues entrar, en mi casa mando yo, y no tú por mucho que lo intentes jamás vivirás dentro de mí. Le digo al infierno.

Cuento con una escalera con cincuenta peldaños, con cada quince peldaños subo un piso con ayuda de una barandilla de metal pintada de color negro con algunos adornos de forja, que lleva desde la planta baja hasta la terraza, trayecto final de mi casa.

Mirando por la escalera, qué es el eje central de mi casa, puedo ver encima de todo se encuentra un techo hecho de acristalamiento que permite la entrada de luz solar. Mi abuelo no sé si lo pensó a la hora de construir la vivienda o lo hizo sin pensarlo pero, toda la casa da al exterior a través, de puertas, ventanas, balcones, cristales, paredes altas sin cerramiento, persianas para cerrar en invierno o dejarlas a medio abrir y cerrar en otoño, y primavera con todo esto me evito mucho dinero en la factura de la luz eléctrica sobre todo en verano.

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