Multitask
Leticia Herrera
Terminé la cortina, y concluí mis labores del día. Por la mañana me propuse cubrir ventana y puerta del mini estudio que estamos acondicionando La Despiadada y yo como oficina. Temprano me levanté y preparé el escenario para ver el juego de la Selección Mexicana contra Sudáfrica. La hija trajo taquitos al vapor, chocolate para beber y hasta postres. Vimos el juego, que para variar nos dejó sabor agridulce debido a la manía de nuestros jugadores, de armar buen equipo y hasta dominar gran parte del tiempo de juego, pero no meter goles.
Después del partido fuimos a buscar la tela para la cortina que quería hacer, Adriana me recomendó un sitio para tapiceros y ahí encontramos la loneta deseada, que estaba rebajadísima, así que con 300 pesos pude hacerme de mi cortina. Tenía que instalar el cortinero pero previamente había comprado lo que necesitaba. Finalmente, decidí simplificar la tarea utilizando uno de los soportes que ya estaba instalado, y mover sólo el segundo para ampliar la superficie que cubriría la cortina. Así tenía que hacer menos agujeros y utilizar menos tornillos y taquetes, y a la vez el área cubierta quedaría más pareja y un poquito más amplia.
Al intentar instalar el cortinero me di cuenta que los soportes que quería reutilizar, tenían un orificio menor al diámetro del barrote que compré, así que me lancé a la tienda de juguetes para grandes, y compré el indicado, más otros dos juegos de soportes para otras cortinas que me falta instalar.
Por la tarde vino un camarada que me va a ayudar a mover mis equipos de cómputo a la nueva área que estoy acondicionando, y vimos conexiones, posibilidades del tendido de cables, etc. Yo tenía entre mis curiosidades, cable telefónico y algunas cosas más de las que se necesitarán, así que la revisión fue rápida, y pronto estará todo instalado de nuevo.
Pesaba mucho la cortina y me dolió la espalda, pero como soy muy acelerada, tenía que colgarla ya. Después me quedé pensando, mientras le hacía la bastilla, que hay muchas mujeres que hacen un poquito de todo. Yo andaba con mis botines que uso cuando hago talachas, y mi cinta métrica en la cintura del pantalón, para no errarle con el nuevo barrote (y también porque había estado calculando los metros de tela que debía comprar para lograr algún plisado aunque sea leve). Acabé la jornada sentada sobre un escritorio que usé como mesa de planchar, y ahí estaba con mi aguja dale que dale hasta que concluí. Tuve tiempo para empezar a elucubrar, que ni me gusta…
Y pensé que los roles femeninos y masculinos, que se construyen para la distribución de tareas y de ejercicio del poder, dejan de ser útiles cuando la composición familiar se modifica con el tiempo, dando lugar a formas diversas que, por obvias razones, siempre se habilitan para cubrir sus necesidades de vida cotidiana.
Si desde muy joven he vivido sola o con la hija, era lógico que aprendiera a hacer talachas en casa de las que se supone que en general hacen los hombres. Pequeños arreglos eléctricos, por supuesto poner un foco, hacer una extensión, cargar y mover muebles, serruchar un cortinero para adaptarlo al tamaño deseado, etc. Si a eso le añado que crecí entre varones, no me parece extraño que me guste el futbol soccer, el futbol americano, comer comida comprada aunque también cocinar, inventar, diseñar e intentar hacer muebles de madera pero también coser y tejer bufandas y pantuflas; contratar y discutir con proveedores de servicios domésticos, instalar lavadoras, secadoras, calentadores, prender el boiler cuando se apaga, hacer una lumbrita, matar ratones…
Puras cosas que hace uno en casa. Si no hay varones a la vista, ¿a poco se supone que las mujeres nos quedamos sentaditas, mordiéndonos las uñas, pensando si le hablamos al hermano, al novio si lo hay, al papá, al vecino o al compadre para que vengan a resolvernos la vida? Pues no sería práctico, así que asumo que las mujeres por ese solo motivo, acabamos habilitándonos con más frecuencia que los hombres, en tareas adicionales a las convenciones que le asignan a nuestro género.
Lo cual es una ventaja de vida, que hace a las mujeres más fuertes y menos apersogadas. Pero no estoy muy segura de cómo reaccionan los hombres a esto. Mucho tiempo pensé que a los hombres les amedrentaban las mujeres cuando parece que no los necesitamos, pero ahora he ido cambiando de parecer; creo que cada vez hay más hombres que entienden esta habilitación de las mujeres, que tiene que ver con los modelos de vida familiar actuales, y ya no lo ven como una amenaza.
Porque, por supuesto, la relación de pareja y de vida de todos (no sólo hombre-mujer-hijitos), no tiene que ver con sus habilidades físicas y manuales en casa. Ese carácter utilitario es poco generoso y no refleja lo que todos necesitamos de una relación de pareja o de vida: alguien que nos acompaña, que nos abraza por la noche o por la mañana o a cualquier hora, que comparte su manera de ver el mundo con nosotros, y con quien a veces hacemos proyectos de mediano y largo plazo, y a veces, también, se cumplen esos proyectos.
Yo no puedo dejar de ser multitask, porque mis gatos no saben hacer casi nada. Y en ese intermedio, sigo pensando que la vida es un privilegio ya que nos permite siempre disfrutar el tiempo, ocuparlo en actividades mentales, intelectuales, manuales y de puro ocio, creativo y recreativo.
No me encuentro muchas veces mujeres como yo, y eso no quiere decir que me sienta especial o por el contrario, rara. Sé que ser autosuficientes es responsabilidad de todos, aunque también puedo y sé pedir ayuda. Hay quienes prefieren contratar a alguien para que les resuelva cada tarea relacionada con la casa. Yo prefiero intentarlo. Cuando la tarea me rebasa, entonces pido apoyo externo. Pero sé que el espacio de cada quien es más querido cuando tiene que ver con lo que hemos hecho con nuestras manos y nuestro tiempo.
Mañana será otro día, quizá de complementar los aforismos, redactar algún proyecto editorial nuevo, revisar galeras, cocinar pescado a la diabla y ver el Mundial de futbol, visitar a los amigos, pugnar por erradicar los absurdos de este mundo desde nuestra trinchera, tocar la guitarra, regar las plantas.
Y si mis botines no le gustan a alguien, pues ni modo. Es más complejo que te caiga un martillo en la uña mientras luces zapatillas abiertas y uñas pintaditas.
¡Necesitas ser un miembro de Creatividad Internacional para añadir comentarios!
Participar en Creatividad Internacional