TERREMOTO  

(novela a propósito del sismo del 19 de Sept. 2017)

La pregunta de todos  los cinco ahí atrapados era la misma…  

            ¿También ellos se convertirían en estadística…?

            Ironía de la naturaleza en este espantoso cataclismo... 

            Ese martes se conmemoraron justamente los 32 años, después de ocurridos los sismos que sacudieron a la Ciudad de México en 1985.

            Por la mañana, siempre promovido por las autoridades, se había realizado en toda la ciudad un macro – simulacro, en el cual a las 11 horas, se activaron las alertas sísmicas de la ciudad, en el cual, las recomendaciones como siempre eran repetidas, para aplicarse en caso se sufriera algún movimiento de tierra…                  

               ‘Estar pendientes y reaccionar de inmediato ante la alarma sísmica.

               ‘Tener presentes las rutas de evacuación.

            ‘Ubicar el punto de reunión

            ‘Atender a las indicaciones de los brigadistas.

            ‘Conducirse con orden.

            ‘No utilizar elevadores.

            Y los niños en las escuelas, que no sabían en qué consistiera un sismo, porque nunca lo habían vivido, machaconamente repetían la consigna…

            ¡No grito…, no corro…, no empujo…!

            Todo esto muy bonito y a la vez práctico…,  sólo que…, a la mera hora, ante la verdad escueta, ninguno se acordó de las instrucciones tantas veces repetidas.

            Efectivamente. Lo aprendido, al parecer, con el susto fue olvidado.

            Después de pasar 32 años sin haber habido un sismo de esta naturaleza, la gente ya hasta tomaba a broma los ensayos de evacuación en un sismo.

            Mucha gente ni le hacía caso, por pensar, eso fue, pero no se repetiría…

            Como cada año se repetía esta actividad, muchos ya sabiendo sólo era un simulacro, ni siquiera ponían atención en lo que se les pedía.

            Otros, definitivamente hasta se molestaban, al reprochar diciendo que aquél sonido de la alarma cuando sonaba, a la gente causaba un gran estrés, mismo que se podría evitar, sin verse obligados a escucharlo.

            Hasta proponían que la alarma sonara con otro tipo de reclamo que no causara ansiedad en más de alguno.

            Y a ver lo que son las cosas…, apenas dos horas después de terminada la ficción, surgió de pronto lo que tanto se había advertido… Fue cuando se registró el temblor real, nada menos con un sismo de 7.1 grados. 

            Las redes sociales se inundaron hablando mil y una tonterías… 

            Hasta hubo algunos que pontificaban, comunicando que apenas si era el comienzo del fin del mundo.

            Los agoreros del desastre, hablaban exponiendo que pronto seguiría una réplica terrible, mucho más potente y destructiva, a la que había causado el sismo del día 19 de Septiembre.

            Las autoridades debieron repetir una y otra vez, que los sismos no se pueden predecir.  Simplemente hay qué estar prevenidos.

            Se vive en un país sísmico por naturaleza, lo que hay qué admitir para que al menos no nos tome desprevenidos.  

            Son movimientos propiciados por los desplazamientos de las placas tectónicas, en la corteza terrestre, que han ocurrido durante toda la vida de la tierra.

            Tampoco tienen algo de apocalíptico, ni son un castigo celestial, o el pago por determinadas conductas, mucho menos un destino infernal.

            Son sencillamente el esfuerzo que realiza la naturaleza buscando acomodar las placas que sobresalen formando la corteza terrestre, en un planeta que está vivo y se mueve como quiere y como puede, causando por desgracia, graves desastres que dañan a los humanos, que apenas si somos pequeños juguetes, si se nos compara con la fuerza que desata  un mundo, que sigue en plena evolución.

            Tan es así, que pocos días antes, exactamente el 8 de Septiembre del mismo año, se había dado el sismo más tremendo que haya padecido México en 100  años.

            Este fue de 8.2° y sacudió sobre todo los estados de la costa sur de la nación.

            Ocurrió en la medianoche del jueves al viernes.

            Si en la ciudad de México, éste solo se sintió, pero no hubo tantos daños, fue justo por haber ocurrido a muchos más kilómetros de distancia.

            Ese sismo dejó 45 muertos en Oaxaca, 12 en Chiapas y 4 en Tabasco.

            De ese sismo, después habría varios miles de réplicas.

            Y pensar…, que once días después, se daría otro terremoto que ahora sí afectó mucho a la ciudad de México y otros estados más, justo por haberse dado en la cercanía, del lugar donde ocurriera el epicentro…  

            Todavía la gente no se reponía del susto, cuando llega otro terremoto que si bien en apariencia fue de menor intensidad, realmente provocó ahora sí, terribles daños al hacer caer muchos edificios en la ciudad capital.

            Tadeo terminó su explicación concluyendo…

            ¡Somos un territorio que está proclive a padecer movimientos telúricos…!

            ¡Por eso lo mejor es siempre estar preparados!

            Y sí lo habían estado, sólo este movimiento terrible de la tierra, a todos agarró desprevenidos. Como a ellos cinco que nunca imaginaron que justo al estar por salir, fuera darse un movimiento de tal magnitud.

            Y a ver, ahora aquí estaban dañados, sin poder recobrar una libertad, como la que hasta antes habían gozado. 

            Después de esta charla, pasaron largas horas sin que pasara o se dijera algo digno de mención. Francamente era una inactividad extrema que apabullaba.

            ¡Qué terrible es pasar horas y horas, apenas moviéndose un poco, en un espacio tan reducido, donde por lo mismo, aquellas personas no podían hacer nada…!         

            En tanto implacablemente el tiempo seguía corriendo, mientras los cinco atrapados en este edificio, se aburrían de la inactividad a la que estaban constreñidos en aceptar, no de forma voluntaria, sino forzada.

            Habían pasado muchas horas, ya ni sabían cuántas, y nada les hacía concebir alguna esperanza de salir de nuevo a respirar el aire, en un ambiente no opresor, como era aquí donde quedaron sumidos.

            Se consolaban esperanzados, imaginando que posiblemente los rescatistas ya anduvieran cerca, al ir buscando sobrevivientes en este edificio en concreto.

            Pero al parecer, por desgracia, a ellos, nadie los buscaba.

            ¡No al menos todavía!

            Los teléfonos, luego de tanto utilizar la minúscula linternita, habían agotado su reserva de carga en la batería.  Así ahora ya nada había para seguir en contacto con el mundo exterior, que con el transcurrir del tiempo, parecía quedar muy lejos.

            Fue Liliana quien desesperada ante la inevitable espera a la que estaban confinados, sugirió para al menos saber con quién iban a morir, que cada uno expusiera lo que había vivido.  

            Serviría para tener una idea, de quién era cada uno, pero al mismo tiempo distraería su atención, para no estar pensando únicamente en lo que sufrían.

            Aclaraba, no debía ser una confesión ni mucho menos.

            Tampoco se trataba de conocer los pecados cometidos.

            Sólo proponía, de escuchar lo que fuera la vida de cada uno, los demás podrían entender quién era cada quien, puesto ahora eran los compañeros que en suerte les había tocado compartir aquél encierro forzado.

            Para entonces ya desde antes, Tadeo había realizado lo que llamó, serían las raciones de supervivencia. Algo que se llevó a la práctica, pero sin definir un horario fijo para consumir lo poco que habían encontrado.

            ¿Cómo…? Si no había manera de medir el tiempo y la oscuridad imperaba.

            Simplemente cuando el hambre acuciaba, así lo hacían saber y si Tadeo lo aprobaba, consumían un poco de lo que se había separado.

            Tadeo había calculado de cuanto encontraron, serviría al menos para mantenerse más o menos vivos durante cinco días, tiempo que pensaba, sería más que suficiente, para que llegaran los que andarían rescatando a quienes como ellos, habían quedado sepultados.  

            Uno a otro se cuidaban mucho de no sobrepasar lo que se habló, sabiendo que gracias la disciplina en el cumplimiento exacto de lo que se había aceptado por todos, al separar la raciones, tendrían al menos lo necesario para subsistir por lo menos esos días en que forzadamente no podían hacer nada.

            Un tiempo valioso para paliar un poco, su espera forzada.  

            Sólo faltaba el agua y esa sí, al parecer, a todos les parecía, sería muy difícil de conseguir, dado quedaron en una zona donde ninguna tubería pasaba.

            Sin embargo en una inesperada, pero bien recibida felicidad, pudieron ver que en algunas partes, escurriendo entre los escombros, primero goteaba, pero luego fue formando un verdadero hilillo del preciado líquido, con lo cual concluyeron, de seguro allá afuera en el exterior estaría lloviendo.

            Para pronto, con los pocos envases que tenían a mano, colectaron lo más que pudieron, en tanto buscaron manera de reponer el líquido que en su humanidad habían perdido, tal cual, sorbiendo del líquido que caía.

            Los envases eran los provenientes de las bebidas gaseosas que ya habían sido consumidas.       Esos ahora fueron llenados, sin importar el ver, que por cierto no veían, pero el sabor así se los indicaba, que dicha agua recolectada, estaba más que contaminada, seguramente al haberse arrastrado deslizando por entre los escombros,  puesto presentaba, lo que de seguro sería mucha tierra en polvo, la que sería arrastrada en el camino, que los inexplicables grifos ahora  la brindaban.  

La primera que probaron, según expresó Miguel… ¡Sabía a rayos…!

Definieron que era pues indispensable dejar se asentara, para ahorrar lo más posible,  un preciado líquido que escaseaba.

Pero de momento era lo único que la naturaleza les ofrecía.  

Sabía a tierra, sí, pero eso era mejor, a tener qué padecer la intensa sed que ya se hacía presente en todos.  

Por tanto pusieron todo su empeño en beber y recolectar la más que pudieron.  

Qué buena idea fue el haber procurado satisfacer la sed, al mismo tiempo que almacenaban agua en los pequeños recipientes, donde juntarían no lo más que se pudiera, sino lo más que se lograra almacenar, agradeciendo al cielo que por el momento quedaron satisfechos por haber recibido un regalo inesperado.  

En verdad…, algo tan simple para otros,  para ellos fue una bendición…

¡Que terrible es quedar prisionero en un ambiente reducido y totalmente inhóspito! Donde todo es carencias y donde, si bien las raquíticas raciones suministraban algo de alimento, en realidad poco les nutría.

Además la inactividad, el apenas poder moverse un poco, comenzaba hacer estragos en sus miembros, que ya los sentían entumidos y acalambrados.

Los calambres para quien los padece son terribles, dañan en la parte interna del cuerpo y en ellos se sucedían, pues era imposible realizar un poco de ejercicio, dado las fuerzas iban menguando y no podían reponerlas con nada, ni siquiera con el escaso alimento que de plano chiquiteaban, buscando un valor que esperaban obtener, como era el lograr sobrevivir…

¡Si acaso consumían un poco, y eso sólo a nivel de supervivencia…!

Así la lluvia, que afuera, para los rescatistas resultaba ser un terrible contratiempo, para los damnificados que estaban atrapados dentro, metidos entre los escombros, completamente sedientos, sirvió de mucho para reanimarse un poco.

¡Vaya si aprovecharon lo que calificaron como un obsequio del cielo…!

Apagaron la sed y sus esperanzas se vieron reforzadas.

Hasta lavaron sus caras, aún sabiendo que aquello contendría lodo.

Después, ahí seguían aguardando, siempre esperando ocurriera el milagro de escuchar un sonido cualquiera, o una voz que proviniera de cualquier parte, puesto el simple hecho de escucharla, significaría para los cinco, que quienes anduvieran haciendo las labores de rescate, finalmente les habrían localizado.  

Sin embargo las horas seguían pasando. Las esperanzas menguaban o se desvanecían, luego haber transcurrido demasiadas horas, ya ni sabían cuántas, de seguir sólo estando a la espera de tan siquiera escuchar un pequeño ruido proveniente del exterior, algo que les indicara si les estuvieran o no buscando.

¡Qué terrible es sentir la impotencia en tales circunstancias

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Comentario por juan ignacio arias anaya el octubre 30, 2017 a las 8:56am

José Ignacio Velasco Montes 

Por desgracia en esta novela sólo narro algunas vivencias de la gente que quedó atrapada 

El sismo nos causó un daño en las conciencias que despertó en todos el sentimiento de solidaridad 

Hechos reales, ocurridos en 19 de Señt. de 2017

Saludos 

Ignacio 

Comentario por José Ignacio Velasco Montes el octubre 29, 2017 a las 9:04am

Muy bien narrada la situación. Muy manifiesta la angustia de la soledad, el miedo a un futuro que puede o no llegar, y que en tantas ocasiones suponemos que no llegó y allá, en la oscuridad y el silencio quedó pasado, presente y futuro, como por profesión. como sabes,  en ocasiones de accidentes hemos oído contar, con toda la ansiedad que han vivido y te transmiten mientras tratas dos cosas a la vez. Arreglar los desperfectos que traen, y devolverles la alegría y traumas psicológicos que traen por lo pasado y en ocasiones  por las pérdidas que en ocasiones traen paralelas a su supervivencia.

Muy bien. Gracias por hacernos vivir una situación que muchas personas no conocen ni quieren conocer ni quieren que se les refiera.

Abrazos.

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