Al ver a Michael Haneke, el director del filme candidato por Austria a la nominación a los premios Oscar 2013, internándose en un frondoso bosque europeo en busca de sitios para una película, recuerda a un cazador que escruta sigilosamente el terreno para capturar su presa.

 Así lo vimos en el documental 24 realities per second de Nina Kusturica y Eva Testor. Su presa somos los espectadores no avisados, caídos en la trampa de sus filmes que pueden ser tan excelentes como difíciles de asimilar, debatiéndonos entre la aprensión que nos impulsa a huir de la sala, y la curiosidad que nos tienta a quedarnos hasta el final. Y hoy, quien tiene acumulados decenas de reconocimientos en su carrera, nos ha vuelto a cazar con su último estacazo cinematográfico: Amour. Con un racimo de importantes premios ganados este año como la Palma de Oro en Cannes, Gran Premio Fipresci en el Festival de Cine de San Sebastián, seis nominaciones a los premios del Festival de Cine Europeo EFA, Amour está optando además por los premios de la Academia.

Michael Haneke nació en Baviera, en 1942, y es hijo del actor alemán Fritz Haneke, y de la actriz austriaca Beatrix von Degenschild. El realizador, radicado en Austria, recuerda el día que su abuela lo llevó a ver su primer filme, Hamlet, con Laurence Olivier “no era realmente una película para un niño de cinco años” -cuenta Haneke-. “Yo estaba totalmente choqueado por el filme, la oscura escena inicial con el castillo, las olas golpeando contra las rocas, la música sombría. Al parecer, yo lloraba tanto que tuvimos que dejar la sala”. 

El tremendo impacto que el cine ejerció en él, se repetiría años después en los espectadores de sus propios filmes. Algunos miembros de su equipo y actores con los que ha trabajado este maestro de “el arte de la manipulación” - como él define al cine - aseguran no haber podido terminar de ver uno de sus filmes más controversiales, Funny Games (2008), o la versión idéntica anterior de 1997, que reúne tal terror psicológico que es capaz de provocar vahídos. ¿Los monstruos?, unos bellos y educados muchachos de clase alta, que llevan shorts y camisetas blancas y tienen excelentes modales, pero un simple detalle en ellos desentona y finalmente aterra: sus pulcros guantes blancos. Con aires de La naranja mecánica, de Stanley Kubrick, la historia ni siquiera nos consuela con un final feliz.

La violencia en las sociedades modernas entre otros inquietantes temas son retomados en filmes como Código desconocido (2000), La pianista (2001), Caché (2005), La cinta blanca (2009), donde intervienen excelentes actores como Isabelle Huppert, Juliette Binoche, Daniel Auteuil, y expresan mensajes desoladores que provocan muchas interrogantes a las que este maestro de cabello y barba blancos prefiere no responder.

“Todo mi trabajo consiste en preservar una cierta ambigüedad que permita al espectador encontrar su propia interpretación”, explica el cineasta al público en el citado documental.

A su última cinta, Amour, Haneke ha dado un matiz profundamente humano. Alejado de sus temas sociales, el filme optante por la nominación al Oscar se enfoca en la intimidad de un hogar, para narrar la desgarradora historia de amor entre dos octogenarios profesores de música que se enfrentan a la vejez, la enfermedad y la cercanía de la muerte. Filme que interpretan dos leyendas del cine, Jean-Louis Trintignant y Emmanuelle Riva, con la estupenda Isabelle Huppert como hija de la pareja, que promete mucho ruido alrededor la figura de uno de los más grandes cineastas contemporáneos.

Michael Haneke suele advertirnos que no nos creamos demasiado todo lo que vemos en la pantalla, y tal vez él mismo nos está dando la clave para acercarnos a sus películas. “Un filme son 24 mentiras por segundo al servicio de la verdad, o al servicio de intentar encontrar la verdad”, ha dicho este gran virtuoso de 70 años, sonrisa grata y aspecto afable, apariencia que contrasta con sus implacables películas.