Un PETER PAN llamado MICHAEL JACKSON (autor; Ríos Ferrer)

El ti

empo siempre vuelve para recordarnos del viaje de un Peter Pan muy especial a la tierra de Nunca Jamás. Estaba cansado de estar entre nosotros y prefirió volver a pelear con el Capitán Garfio y Campanilla, mucho más nobles que sus enemigos terrenales.

Supimos de sus cuitas con los piratas y sus devaneos con Wendy.

Lo vimos de niño haciéndose mayor y de mayor haciéndose niño. Buscando ese punto intermedio en su vida que paralizara el tiempo.
Siempre estuvo junto a nosotros formando parte de nuestra vida. Dejándonos boquiabiertos un día en el que nos asombró con aquellos increibles movimientos en sus bailes aprendidos de un tal James Brown.

Y el n

iño se hizo Principe y consiguió la metamorfosis en Rey a través de un mundo de zombies que impresionaron al mundo.

Le gustaban las cosas bellas, los dibujos animados, el mundo infantil y los niños. Y ser amigo de sus amigos.

Y aprender de grandes artistas. Siempre estuvo aprendiendo en su perfección imperfecta. En un mundo de mayores que lo envidiaba y no le perdonaba que fuera bueno y sembrara ilusión.
Porque fundamentalmente tenía un objetivo; aportar ilusión al mundo.

Hoy hemos descubierto que era un gran mecenas de gente desvalida sin recursos. Uno de los más grandes y volcado permanentemente en multitud de causas.
También hemos descubierto que la mascarilla solo se la ponía antes de las actuaciones porque cantaba y bailaba y tenía debilidad en la garganta y las cuerdas vocales. Pero que nunca se la ponía después de un concierto.

Claro que eso no vendía. Ni daba morbo. La fotografía se tenía que hacer cuando se tenía que hacer. Y punto.
También descubrimos que le gustaba Toy Story y que sus muñecos a tamaño real, solían acompañarlo en sus desplazamientos. Y vigilaban sus habitaciones de hotel. La policia real estaba fuera, en su mundo, no.

Hizo felices a los niños sin vestirse de payaso serio o tonto. Lo hizo vestido con una casaca militar de fantasia y guantes blancos. Convirtiéndose en pantera o volando en avioneta. O andando por los caminos que transitaba el Mago de Oz.
Se convirtió en un narrador de cuentos, cual hermanos Grimm, pero con sus canciones y sus bailes. Y cual flautista de Hamelín, nos hipnotizó a todos.

Y la gente se arremolinaba para recuperar la ilusión que habían perdido en su mundo despiadado. Lo que veían y escuchaban era de otro planeta, que les transportaba a un mundo de sensaciones y mágia.
Incluso los que le denostaban, le admiraban y corrían a comprar sus discos.

SETECIENTOS CINCUENTA MILLONES DE DISCOS

VENDIDOS EN SU CARRERA.

Y un día, los capitanes Garfios de la Tierra azul, nuestro planeta, se dieron cuenta de la influencia que ejercía en la gente y que eso lo convertía en muy peligroso.

Y planearon decir cosas horribles que nadie pudiera contrastar nunca pero que deterioraran su imagen y su espíritu. Y el nuestro, aunque de eso dudo que llegaran a enterarse los malhechores enemigos suyos.

Y una enfermedad modificó día a día su cara. Y su rostro conmocionó a todos. Los comentarios se dispararon. La inconsecuencia también.

¿Realmente nadie se creyó que tenía dinero suficiente para hacerse las operaciones de cirugía estetica que precisara?.
¿Y que miles de los mejores médicos le habrían operado gratis?
Pero la gente, manipulada, se burlaba y hacía mofa. Y el mundo consentía. Y los que manejaban los hilos sonreían de placer del trabajo bien hecho. El peligro se diluía.

Y porque era bueno, sus amigos de siempre estuvieron en todo momento con él. Apoyándolo. Pero eran pocos. Grandes, muy grandes, pero pocos.
Incluso el destino, cual aliado de los Garfio, también luchó en contra suya.
Y como no podía negarle el amor de sus incondicionales admiradores, lo fué sumiendo en infelicidad.

Porque al Destino, no le gustaba aquella música. Prefería la de los tanques, que aquel malnacido representaba y destruía en sus actuaciones, incitando a la Paz. Cuanta provocación.
Pero el se negaba a crecer y pensar que todo aquello por lo que había luchado no serviría nunca más.

Y planeó demostrar al mundo, en una despedida milimetrada a través de cincuenta conciertos, uno por cada año de su vida, que seguía vivo.
Y a los conciertos les llamó algo así como "Esto Ha Sido Todo"
Y a pesar de las pastillas que estaba obligado a tomar, de sus cincuenta años, y de sus agotadores ensayos, el espectáculo estaba dispuesto para continuar. Quedaban pocos días para el primero.
Y sus incondicionales agotaron las entradas por cientos de miles, para todos sus conciertos. Y él supo que aquello tenía que salir a la perfección. Luego se retiraría del mundo humano y viviría en el suyo, mucho más amable y sencillo.

Quiso demostrar que estaba vivo, y aquello le mató.

Su corazón, aquel que rigió su destino y su vida, pronunció la frase asignada a sus conciertos. Y bajó el telón del niño adulto.

Y lo convirtió en mito. Mucho más grande que ya lo era en vida.

Pero Peter Pan salió de su cuerpo mortal y voló inmediatamente a su mundo mágico. Aquel en el que no tienen cabida los egoismos ni las traiciones.

Y Campanilla sé que lloró al verle.
Pero esta vez de felicidad, porque sabía que ya no se iría nunca jamás.

Gracias Michael.

Ríos Ferrer es autor del thriller

"El Juicio de Dios"

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