Uruguay                                                 Martha Estela Torres Torres     

 ¿Qué culpa tengo yo que haya perdido México? Te estoy explicando nada tengo que ver con la victoria de Uruguay; ellos sí saben jugar porque no se descontrolan ni se enfurecen.

Estás enojado por la pérdida del equipo mexicano y te desquitas conmigo como si yo fuera la culpable de su derrota. Me has vuelto a ofender con tus desplantes. No puedo pensar en nuestro amor como puente que se tiende entre nosotros para afianzarnos.

Siempre críticas mi forma de resolver las cosas o mi manera para sortear los obstáculos. Nada te parece, hombre. Quieres utilice solo tus métodos. No puedo, fíjate. Pienso y actúo diferente porque no soy idéntica a ti ni adivina.

Has perdido la calma y el sosiego, no sé qué te pasa, te dejas llevar por impulsos cuando surgen dificultades. Me ofendes y me insultas como si cometiera acciones reprobables, como si te ofendiera con mi paciencia y con el color de mi semblante. Has perdido mucho en el camino; tu mismo proceder te ha trastornado al grado de culpar a otros porque tus artimañas dominantes ya no funcionan.

Tus estrategias conspiradoras han dejado de surtir efecto, tus planes vienen al suelo porque no hay ninguna acción que los sustente. Estás perdido; sobre tu frente brilla la frustración. Tal vez te está afectando la acumulación de sol en las venas o la edad ya te está anquilosando el cuerpo, evaporando la sensualidad y la elasticidad de tus movimientos. Estás perdiendo la memoria y hasta la sensatez, la dimensión de nuestra alianza. Ahora resulta soy quien eleva tu furia y te exacerba el juicio.

Definitivamente me voy, te dejo con tus fantasmas de supremacía y prepotencia, con tu capacidad para enjuiciar a los demás con deficiencia sin reconocer hierros ni defectos propios.

 Claro, me voy, porque ahora estás inflado como las estrellas rutilantes que estallan de egocentrismo y vanidad. Mas no sé de qué te envaneces si ni siquiera queda rastro de tu perfil griego del que tanto te envanecías. Ahora muestras tus manías de esquizofrénico, eso me dijo el terapeuta.

Por todo esto, ahora te confesaré: ya no te amo como lo hice en otro tiempo sin límite, ni medida, en forma incondicional e imprudente.

Ah, y no tengo la culpa de qué tu selección, por cierto mal coordinada, en lugar de ponerse a entrenar con férrea disciplina se dedique a fiestas o a juergas de sol en pleno campo.

 No tengo culpa pongas tus ilusiones en individuos que no perseveran ni aprenden porque les falta humildad y valor para aceptar buenos consejos.

Reconoce nada tengo que ver con la victoria de Uruguay ni tampoco con tus extraños traumas, ni con tus embustes, ni con tu apariencia de hombre dinámico y potente.   

Adelante, sigue por el mismo camino y tu vida marche sobre hojuelas para que sigas configurando conquistas inusitadas y casuales.

Ya no me importa mires a otra enfrente de mí como si fuera la mejor dotada del universo. Tampoco me importa te cites con otras a mis espaldas, ni consumas estúpidamente el amor que mil veces confirmaste mío. Mejor muérete de una vez y ya no me molestes más con el soplo de tu recuerdo. ¡Arriba Uruguay!