Querida niña...

Hoy me levanté añorando tu candidez y tu alegría. Sentí dentro de mi una sensación agridulce de tristeza escondida y quise, aunque levemente, recordarte. Comprendí en un momento, que el pasado no se puede retornar, que lo ya vivido es mejor guardarlo en un cajón con los enseres queridos que han formado parte de los instantes mágicos de nuestra vida. Que pretender volver al pasado nos llena de nostalgia y melancolía. Que nos invade una tristeza sublime al saber que nunca podremos revivir lo ya vivido.

Y en ese pequeño instante, al volver la vista hacía el tiempo que fuiste, recordé el brillo de tu mirada y su sutil transparencia, la sonrisa cálida y abierta, las manos nerviosas e inseguras que palpaban la vida a borbotones. El reloj que pasaba lentamente las horas de tu febril existencia y al que sacudías impaciente. Tu cuerpo frágil pero a la vez tan vital y tan hermoso desierto aún de las huellas del tiempo. Tu mente limpia de pensamientos oscuros y de rencores inconfesos. Tu alma impoluta ondeando como bandera en pos de tus más sagrados ideales.

Bella por dentro y también por fuera, ocasionalmente orgullosa de ser alguien especial. Alzada sobre sí misma, quizás algo vanidosa, porque así creciste necesitando del parabien ajeno. Equivocada quizás en tu inconsciente delito, no fuiste capaz de entender que tú, por ti misma, podías haber alcanzado tus sueños.

Engañada por el motivo que fuera, te lanzaste al vacío imprudente  de la sinceridad y obtuviste respuestas a todas tus preguntas, inútilmente guardadas. La búsqueda de ti misma comenzó temprana y aunque te creyeras ya de sobra conocida estabas erróneamente caminando hacia el declive de la ignorancia.

Y el amor, tan soñado, tan idealizado, llega sin dar tregua. Desnudo ante ti, se muestra valiente y certero. A veces invisible a tus ojos, otras engañosamente cierto como espejismo. Calibrando siempre la necesidad de amar y ser  amada te perpetúas en él a ciegas, como en una cruzada infinita.

¿Qué fue de ti mi pequeña?, hoy me pregunto …y mi pregunta se torna esperanzada a sabiendas de que aunque te fuiste estarás conmigo para siempre. A tenor de que tu imagen quedó gravada en mi recuerdo, como reseña de lo más preciado, como un tesoro guardado bajo custodia de la única y verdadera  razón, de ser quien eres ahora realmente. Como resultado de lo que fuiste, ahora empiezas de verdad a ser tu misma.

No pienses que no queda nada de ti conmigo. No, no te equivoques. Queda lo más bello de ti dentro de mi, niña querida.

No es un adiós, y aunque no volverás a tener noticias mías, quiero con esta carta decirte que me siento muy orgullosa de ti y que para siempre guardaré tu recuerdo y que será él mi guía en el acontecer de la vida, iluminando mi camino .

Hasta siempre mi niña…