La historia es una historia de prostitutas y, de un sueño

I

¡La historia es una historia de prostitutas! Exclamé. No se trata tampoco de una historia nueva sino de una muy conocida pero, es también la historia de un sueño. Un sueño que según me ha sido contado, se repite una y otra vez a lo largo de la vida.

¿Un sueño? Pregunté y, ella haciendo un gesto coqueto asintió con un movimiento de cabeza.

-Quieres oírlo, dijo, y algún mensaje debe haber encontrado en mi mirada ya que, sin más, se arremolinó sobre mi pecho y comenzó a contar.

"El lugar que asoma en el sueño parece ser una fábrica, una fábrica muy grande y vieja, una especie de cervecería quizás o, un beneficio de granos, no lo sé pero, hay calderas y enormes tuberías de hierro empotrados en muros de concreto. Todo está en ruinas. Muros y fierros están tirados por doquier, como si hubieran sido víctimas de un terremoto pero, además todo está inundado, todas las grandes estructuras bajo el agua. El agua es muy limpia y transparente y, aunque pareciera estar estática, lo cierto es que el agua corre sutilmente, se mueve dejando un halo continuo de ondas apenas perceptibles. Bajo aquel espejo de agua se pueden ver los tubos y las vigas de metal, grandes ruedas, engranes, tolvas, cadenas que penden de descomunales argollas. Alguna lamina de la derruida techumbre que aletea nerviosa siguiendo el ritmo que le marca el deslizar del agua. En mi sueño puedo caminar en algunas partes con el agua debajo de las rodillas. Puedo hacerlo sobre alguno de los muros o sobre alguna viga de metal. Siempre es de día y entonces, me deslumbran los rayos del sol. Siempre también llevo blusa blanca y jeans, y uso tenis. Camino a uno y otro lado, me asombro al ver aquellas estructuras de concreto y metal hundidas bajo aquel manto de aguas tranquilas que, dan a mi corazón, una sensación de paz. A pocos metros del muro en el que estoy parada veo dos o tres zonas oscuras en el agua, son círculos negros que denotan una gran profundidad".

-A veces, con esa visión y esa paz termina el sueño, dice ella y sonríe y enseguida continúa.

-Otras veces algo me impulsa a caminar hacia uno de los círculos oscuros y sin mirar atrás, vestida como estoy, me echo un clavado y empiezo a nadar hasta el círculo, y me hundo. Avanzo lentamente hacia abajo, cada vez más hondo hasta perderme en una oscuridad total, el agua también me va causando angustia, hay un gran temor al saber que allí mis pulmones empiezan poco a poco a tener dificultad para no colapsar,  no puedo respirar y lo sé perfectamente bien en el sueño. Me angustio mucho pero, algo, me impide dar vuelta y nadar hacia arriba, hacía la superficie. En medio de aquella oscuridad y dentro del agua, lo único que me queda es continuar hacia abajo, y me voy hundiendo cada vez más hasta una zona tan inquietante y tan impenetrable a la luz, y, finalmente me hundo hasta desaparecer en un abismo.  

Siempre despierto aquí en un sobresalto, sudorosa y con una opresión en el pecho, agregó, mientras yo alcanzaba a mirar un temblor en sus labios.

Siempre pasa lo mismo, dijo, y sueño el mismo sueño, desde hace ya muchos años. La miré a los ojos, -enrojecidos y a nada de llorar.

II

Sonny Boy Williamson, desdentado y obnubilado por el alcohol, litros y litros de wiski, sombrero de bombín, traje de dos piezas, corbata oscura y camisa blanca, el maletín de cuero, el paraguas colgando del antebrazo izquierdo. -Keep it to Yourself- la piocha en el mentón, la harmónica con esos sonidos graves, como de máquina de ferrocarril desenfrenado. -Lo has escuchado alguna vez, y señalo al monitor, Andrea, -mi mujer- voltea a ver la computadora. El video es en blanco y negro, -Sonny Boy, le digo, y entonces acerca una silla. Después de los primero treinta segundos Andrea está embelesada. Dejo que siga escuchando y me levanto a la cocina, abro el refrigerador y saco dos cervezas. Una hora y cuarenta minutos después seguimos los dos escuchando y viendo aquellos videos, blues y harmónica, la magia de aquel hombrón desgarbado, cinco o seis cervezas, al final de aquella tarde, hacemos el amor , como dios sugiere que se haga, silenciosamente. Andrea finge dormitar sobre mi pecho, y entonces la pregunta.

-¿Quién te contó el sueño que me platicaste, el de la fábrica hundida, el de las aguas tranquilas y transparentes, el de la angustia y el miedo al ir hundiéndote? Y levanta la cabeza para poder verme.

-Lo soñé, respondo, y hago como el que no le da mayor importancia al asunto.

Ni como decirle que me lo contó una puta a la que conocí en mi último viaje a la ciudad de Veracruz. Guardo silencio y desvió la mirada al techo de la recamara. Tomo un cigarrillo, aspiro el humo.

-Primero el sueño y ahora Sonny Boy, dice Andrea y arrebata mi cigarro. Lo lleva a la boca, da una chupada profunda al tabaco. -Nine below zero, and put me down for another man- pensé mientras la veía enmudecer. En qué momento se me ocurrió la idea de visitar aquel burdel jarocho, en qué momento se les ocurrió a los del burdel poner aquella música, en qué carajos estaba pensando para oír aquel sueño y, sobre todo cómo chingados se me ocurrió platicárselo a mi mujer.

El sueño por si solo es fantástico, pensé entre mí, por eso, ¿habérmelo guardado?

-nunca te he despertado con la angustia que me dices, dijo de pronto Andrea y, si lo he hecho, enseguida me cuentas que el sueño iba en alguna caída, alguna opresión en el pecho, un perro persiguiéndote, pero nada con el detalle con el que ahora me lo platicas, agregó.

-quién fue, insistió levantándose y, al hacerlo, golpeó una de las botellas de cerveza que, sin más, dio contra el suelo rompiéndose.

-lo leí en una revista, respondí mientras veía los vidrios regados por doquier.

-acabas de decirme que lo soñaste, pero ahora me dices que lo leíste, dijo mi mujer, en qué revista, preguntó.

¿Me siguen ahora? Pienso en ustedes amigos, primero me lo contó una puta en un burdel de Veracruz que, en vez de música jarocha tenía música de Sonny Boy, blues al más alto nivel. Me contó el sueño repetido de su vida, se lo conté a la vez a mi mujer, y le dije que aquel sueño maravilloso había sido mí sueño. –lo soñé, le dije. Y ahora las cervezas y su mirada para nada tranquila, y la botella estrellada contra el suelo, y los vidrios desperdigados. Y ahora entrampado en el -no lo soñé, me malinterpretaste, digo, lo leí.

-¡ah! Te malinterpreté, exclama ella, lo leíste, muy bien, dime en qué revista. Y aquella mirada penetrante sobre mí.

¡Coño! Pienso ahora, hace unos momentos estábamos embelesados oyendo y viendo los videos de Sonny Boy, tomándonos animadamente las cervezas, haber hecho el amor, espléndidamente y en silencio como mandato de dios y, ahora, entrampado. En qué revista, pienso para mí, en qué pinche revista publicaran esas pendejadas, sueños o lo que sean, ahora el sueño aquel ya no tan fantástico ni maravilloso. Mientras pienso en esto, veo que Andrea, distraídamente, recoge un pedazo de vidrio de la botella, un pedazo grande, y empieza a juguetear con él entre las manos. Y el imperioso flash back de la memoria. -Manito, me dice mi hermana, Andrea es muy bonita, pero la conocemos muy bien, es muy celosa. Y allí de nueva cuenta vuelvo a la realidad.

-¿en qué revista? ¿En qué puta revista?                

III

¡La historia es una historia de prostitutas! No se trata tampoco de una historia nueva sino de una muy conocida pero, es también la historia de un sueño. Un sueño que, según ha sido contado, se repite una y otra vez a lo largo de la vida. Es también una historia de blues de alto nivel, el blues y la harmónica de Sonny Boy Williamson pero, de vuelta al sueño habrá que decir que es un fantástico sueño de concreto y hierro hundidos en el agua, un hermoso y tranquilo lago de aguas transparentes, de una paz maravillosa si se queda uno tranquilo parado en algún muro y con las aguas a las rodillas pero, es también un sueño de oscuridad y de miedo, de incertidumbre y angustia en la medida en la que uno se va hundiendo en un pozo interminable y lo lleva a uno al abismo del que, difícilmente, se halla una salida.

¡Ah! Por cierto, el primer tajo con el pedazo de vidrio fue justo en el cuello, seccionando el trayecto vital de la carótida.

 

© 2020 By Oscar Mtz. Molina

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Comentario por Oscar Martínez Molina el noviembre 19, 2020 a las 12:30pm

El sueño por si solo es fantástico, pensé entre mí, por eso, ¿habérmelo guardado?

Comentario por Alexander Ríos el noviembre 16, 2020 a las 1:20pm

Lectura que atrapa, aunque sea de sueños.

Comentario por Oscar Martínez Molina el noviembre 16, 2020 a las 12:09pm

¿Quién te contó el sueño que me platicaste...

Ni como decirle que me lo contó una puta...

Comentario por Ismael Lorenzo el noviembre 15, 2020 a las 3:13pm

Oscar, tus cuentos siguen siendo sobresalientes y el final un toque único.

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