Marco Tulio Cicerón en el Senado romano denunciando la conjura de Catilina

El prematuramente fallecido Santiago Amón nos dejó una frase para la Historia: “En España no nos cabe un tonto más, el próximo se nos caerá al agua”. En aquel tiempo, sin llegar al segundo milenio, todavía quedaba en este país un poco de dignidad, de decencia y de sentido moral, de amor a España, de patriotismo. Y una incipiente confianza en nuestro sistema democrático hoy en liquidación para volver al Frente Popular, a nuestros viejos fantasmas. Nadie podía prever lo que se nos venía encima.

Al poco apareció Zapatero, el gobernante más tonto de la Historia de España, en muy pocos años destrozo el modélico acuerdo de la Transición y reventó el país política y económicamente, un adolescente mental que jamás ha pasado de los 18 años y que entró a formar parte del trio histórico de necios sin remisión posible, junto a Carlos II el Hechizado y con Fernando VII, el Rey Felón.

Hoy se está enriqueciendo cobrando mucho dinero para encubrir los crímenes y vergüenzas de la dictadura venezolana y es un bien retribuido fiel servidor de un dictador y de un narco Estado. Notable destino final para un socialista. Pero su destino previsible será que algún día rinda cuentas ante el Tribunal Penal Internacional, antes o después ese narcorégimen caerá y muchas confesiones y mucha documentación y muchas maletas saldrán a la luz y muchos golfos tendrán que enfrentarse a la Justicia. Los de Podemos todos sin excepción.

Y España, y el Partido Socialista, ha caído a partir de Zapatero en una pronunciada cuesta abajo montada en una goitibera a aceleración creciente de degradación democrática, moral y social conducida hoy por el socialista Pedro Sánchez que es un ególatra suicida, un ignorante oceánico que no tiene ni puta idea hacia donde va, un psicópata, dispuesto a acabar con España para durar un día más en la Moncloa.

De manera que bien equivocado era el juicio de Santiago Amón. ¡Ojala que no hubiese sido así! Yo lo admiré de lejos como persona, como periodista y como poeta, a ese baracaldés culto y agudo, rara avis en una ciudad de polución, hierro y altos hornos, en mi niñez lejana. Pero, lamentablemente, ha sido justo lo contrario: al día de hoy los que están a punto de caer al mar son los sensatos, los honestos, los que aman a su Patria, los ilustrados, los cumplidores de la Ley, en descripción genial de Umbral “La espesa y municipal gente de bien”. Para la gente de bien, para los ilustrados, cada día queda menos sitio en España y mucho me temo, que en el mundo. Esta es la realidad.

Cercano a los 80, mi vida ya solo son recuerdos y a mi frente solo la nada, escribo por dolor, "España me duele", y cada día me jode más que me duela, y no por ambición, y ya solo tengo la esperanza de vivir un poco más, deseo, como Groucho, la vida eterna que persigo y moriré intentándolo. “Nadie es tan viejo que no dure un día más y nadie es tan joven que no sea hoy su último día”  Recuerdos muchos y bastante presentes. Siendo muy joven, y me ha acompañado toda mi vida, un día mi abuelo paterno me contó la maldición de nuestra familia: morimos conscientes.

Y he tenido una vida consciente larga y bastante leída y bastante vivida, estuve muy joven en la guerra de Troya, viví la vergüenza de vender la tumba de mis padres, su vida eterna, junto a Sinuhé, he participado en guerras y pandemias a lo largo de la Historia sin imaginar que también yo viviría una, morí en la Peste Negra y fui enterrado en fosa común, al tiempo que vi escribir el Decamerón en un retiro culto, viví las crueldades de las siete plagas de Egipto, allí enterré a mi primogénito, y me ahogué en el Mar Rojo, estuve en la toma de Jerusalem navegando en ríos de sangre derramada en nombre del mismo Dios utilizado como motivo por ambos bandos para matarse sin compasión, fui niño en la Cruzada de los niños, estuve junto a Arnaldo de Almalric cuando pronunció una de la frases más infames de la Historia Humana “Caedite eos. Novit enim Dominus qui sunt eius” “Matadles a todos, Dios reconocerá a los suyos”, pero también estaba muriendo dentro de Bèziers junto a mis hermanos cátaros. El ser humano siempre es la víctima en todas las crueldades y en todos los sufrimientos y yo soy un especialista en ver y en asumir el dolor humano, con el que tengo un contrato eterno por mi condición de Hombre.

También estuve con Sócrates muriendo con él, y aprendí lo suficiente para fugarme con Aristóteles para evitarles a los atenienses que cometiesen de nuevo la indignidad de volver a matar a su mejor cabeza filosófica, "Y la virtud fue en Atenas pisoteada por la envidia, Séneca", viví la indignación de Cicerón en el Senado Romano, cuando los hombres eran hombres y no payasos como hoy en la España política “¿Hasta cuándo abusarás Catilina, de nuestra paciencia? ¿Hasta cuándo esta locura tuya seguirá riéndose de nosotros, Pedro y Pablo? ¿Cuándo acabará esa desenfrenada osadía tuya-vuestra?”, morí por esos caminos olvidados de Europa y fui enterrado en olvidada tumba al temprano fin de mi vida como goliardo que en gran parte pasé con mi amigo Rutebeuf, el excelso poeta de la miseria y de nosotros, los miserables del mundo, me gasearon en Mauthausen y recorrí como prisionero y víctima todos los campos del Genocidio, viví junto a Solzhenitsyn sus once años miserables del Gulag mientras muchos gilipollas europeos defendían y defienden el paraíso soviético, paraíso que fue solo para los criminales y los genocidas, morí de frio y hambre en la hambruna ucraniana y de lo mismo como clochard un invierno en París, y volví a morir en el frente del Ebro en la Guerra Incivil española, y también me mataron los dos bandos, hunos en una cheka, los hotros en la tapia de un cementerio, “En la guerra incivil española no busque buenos y malos, todos malos”. Y todos buenos. 

Una noche de sexo inocente me costo la vida con el Sida, tremendo pago por un polvo, pero muchos otros mueren por menos, ya que tal como defendía el padre de los Karamázov, Fiódor Pávlovich los hombres deben morir follando. Y, por supuesto, las mujeres también, por motivos evidentes. Mejor así que solo por llevar gafas, solo por eso me mataron los jemeres comunistas, con modelo tomado de su maestro Mao, el gran genocida. Esperando la guillotina en la que hoy se conoce como Plaza de la Concordia inmediatamente en la fila antes que yo escuche la frase más cortes de la historia, el fin de la elegancia aristocrática cuando un señor le dijo a su esposa que estaba delante de él "Permítame señora que por una vez en la vida pase delante de Vd". Me mataron con una bomba lapa en Bilbao mientras otros recogían nueces y Setién, obispo católico, defensor de asesinos, decía que sí, que todos somos hermanos pero que los asesinos son mucho más hermanos que las víctimas, y visto lo visto,  y a estas alturas de mi vida no creo que desconozca mucho de las miserias de la condición humana, de eso tengo mi copa a rebosar, pero jamás pensé que viviría en directo en la Europa democrática del siglo XXI el colmo de la degradación humana en política. Pensaba, ingenuo de mí, que eso pertenecía a otros tiempos culturales, a otros países más atrasados,  a las dictaduras, a los faltos de democracia y de libertad de expresión. Pues no, en España y en directo.

Nunca en mi vida como español he sentido una vergüenza más lacerante que cuando todo el grupo parlamentario socialista recibió en aclamación en el Parlamento a Pedro Sánchez a su vuelta de Europa, como si fuese Julio Cesar entrando en Triunfo en Roma como vencedor de la Guerra de las Galias. 

Aclamaban a un mendigo que venía de Europa donde había puesto el culo pidiendo ayuda desesperado para salvar, en lo que pueda que no podrá, la destrucción social y económica de una país asolado por su propia incompetencia, a un homicida que por su ignorante prepotencia era culpable directo de miles de muertos enterrados como basura sin poder gozar del consuelo de sus hijos en su agonía, para un Gobierno con el porcentaje de muertos por millón de habitantes más alto del mundo, ¡del mundo!, para la mayor cifra de contagios entre el personal sanitario que se ha enfrentado a esta pandemia a riesgo de su propia vida, sin medios para protegerse por incompetencia gubernamental pero listos para cobrar comisiones, para la caída del PIB cercano al 20%, entre los más altos del mundo, para una tasa de paro que se acercará a los diez millones de parados. 

Y hoy mismo con la cifra de rebrotes del coronavirus más alto del mundo mientras todos los políticos y el Gobierno están de vacaciones. Todas sus obligaciones combatiendo esta pandemia olvidadas, pero recuerdan muy bien sus privilegios y cobrar sus sueldos, la misma impensable situación de un general que se va de vacaciones en mitad de la batalla, mientras los soldados mueren. 

Y no hay ninguna medida ni proyecto de medida para reducir los gastos de un Estado sobredimensionado y absolutamente irresponsable en el control de gasto público. Y a quince días de la apertura de los colegios sin ningún plan y sin ninguna alternativa. Hemos visto morir a nuestros padres ¿veremos morir también a nuestros hijos y nietos? Estos golfos malnacidos estaban aplaudiendo la destrucción de España, tan contentos. No se puede ser más miserables.

El padrecito Stalin resucitado, si el pueblo tiene que morir que muera, solo es una estadística, las mayorías a la búlgara, el matrimonio Ceausescu revivido, a elegir Pedro o Pablo ¿recuerdan cómo acabaron? “No necesito pensar, mi ideología piensa por mí”. ¿Merece el Poder este pago? ¿Un sueldo esta indignidad colectiva de un Partido Político? ¿No hay nadie en la izquierda española que diga hasta aquí hemos llegado? ¿Dónde están las mejores cabezas socialistas, Redondo, Guerra, Felipe, Paco Vázquez, Rodríguez Ibarra, Leguina y tantos otros? ¿Vais a continuar callados mientras España se desangra? Vosotros mismos, para vergüenza de todos los socialistas. De Paco Vázquez y de Guerra ya he hablado anteriormente, pero ahora están callados. Supongo que por puro aburrimiento, ya que esto es justo lo que los españoles han votado y estamos recogiendo lo que hemos sembrado: la destrucción de España y de nuestras vidas.

Tiempos de miseria y desolación hacia donde caminamos conducidos por dos psicópatas a los que una parte importante de la sociedad española les está riendo las gracias y celebrando nuestra propia ruina y muerte.  En cuanto a Pablo Iglesias él mismo se definió con un “marxista algo perverso convertido en psicópata” y en cuanto a Pedro Sánchez adjunto a continuación un estudio intenso y extenso de su condición de psicópata realizado por un médico experto, el doctor Joaquín  Sama,  Jefe Clínico Especialista en Psiquiatría,  Neurología y Medicina Familiar y Comunitaria.

Miro y vuelvo a mirar la situación española y cuanto más medito sobre ella menos la entiendo. Me ronda siempre por la cabeza un modesto pensamiento ajeno pero que tengo muy asumido que dice más o menos así “No he conocido a ningún ser humano que no haya sido superior a mí en algún aspecto, en alguna virtud, en alguna habilidad, en algún conocimiento”. Y certifico que en mi caso, en mi experiencia, esto es cierto. Las personas son muy listas, en general, en el manejo de su propia vida, mayoritariamente todos buscan su acomodo en la realidad, en la búsqueda de su lugar en el mundo, en la mejor supervivencia posible propia y la de los suyos.

Pero a nivel colectivo, a nivel social, somos gilipollas profundos. En el caso español solo una sociedad muy enferma puede elegir como gobernantes a dos enfermos mentales, como dijo hace muchos años Montaigne, “por encima de cien errores, unos tras otros, por encima de fantasmas y sueños, por encima de la realidad”, por encima de 40.000 muertos, por encima de la ruina de la Nación, por encima de la destrucción de España. Al final tendremos que aceptar que somos un Estado fallido, una democracia fracasada, o como el genial Mingote propuso, "admitamos simplemente que somos tontos". Si en España los gilipollas sociales volasen no volveríamos a ver el sol jamás.

Pero en fin, al menos bromeemos un poco aun cuando sea evidente que no es broma, que es cierto, que el socialismo español siempre ha gozado de bellos proyectos, de hermosas ideas, de mucha verborrea elocuente, pero siempre ha sido una catástrofe en la gestión de la realidad, jamás ha gobernado sin una corrupción galopante y sin sumirnos en la miseria, a pesar de lo cual una y otra vez hay gente que los vota, que no aprenden nunca, que parece complacerles volver al paro y a vivir de la mísera pensión de sus padres. 

Y de los votos a Podemos solo se puede decir que hay que estar auténticamente enfermo para votar en clave de comunismo bolivariano, una narco dictadura caribeña, en la Europa del siglo XXI, el lugar del mundo con mayores cuotas de libertad, prosperidad y de derechos sociales. ¿Cómo alguien en su sano juicio en Europa puede soñar con una narcodictadura donde tus  hijos se mueren de hambre o por falta de medicinas en un Hospital?. Pues hay gente que lo defiende, yo les recomendaría que fuesen a Venezuela y no volviesen, como aquel impresentable gilipollas que con gran despliegue periodístico renunció a España y eligió Cuba para vivir. Volvió a los quince días. 

Tengo yo recogido en mi obra Humanitas et Universalitas una frase que dice que si se encargase la administración de Sahara a un gobierno socialista en menos de tres años estaríamos obligados a importar arena, ya que “el Socialismo es el único sistema de Gobierno que puede dejar sin azúcar a Cuba, sin carne a Argentina, sin petróleo a Venezuela y sin turismo a España”. Garantizado, oiga, salvo en los socialismos del norte de Europa, más pragmáticos, que parece que pueden gestionar la realidad algo mejor. 

Tal vez esta anécdota marque diferencias. En una visita de Estado de un socialista recién nombrado Primer Ministro en Portugal le dijo al Primer Ministro sueco, también socialista "En Portugal vamos a acabar con todos los ricos", la contestación fue "Nosotros, aquí en Suecia, lo que queremos acabar es con todos los pobres".

 A continuación adjunto dos cartas de dos doctores recibidas por WhatsApp, que entiendo que son imprescindibles de leer para entender algo mejor la situación actual española. 

 

 

JOAQUÍN  SAMA

Jefe Clínico Especialista en Psiquiatría,  Neurología y Medicina Familiar y Comunitaria,

ha hecho el siguiente diagnóstico sobre el actual presidente de España, Pedro Sánchez.

 

Córdoba, 28 de mayo del 2020  

 

¿NOS GOBIERNA UN PSICÓPATA?

 

La respuesta es afirmativa: Pedro Sánchez cumple los criterios diagnósticos para ser tipificado sin la menor duda como psicópata narcisista, es decir, presenta un Trastorno de la  personalidad de tipo narcisista, en base a los dos manuales nosológicos mundialmente reconocidos, tanto la ICD como el  DSM-IV-TR.

Es necesario advertir que los psicópatas no son enfermos mentales, sino individuos con una personalidad fuera de lo común, desviación que, de forma habitual, es fuente de problemas personales que, a su vez, van a repercutir de modo negativo en el entorno donde viven. Innecesario es decir que, cuanto mayor sea su área de influencia, mayores serán los problemas  que  ocasionen.

Existen diversos tipos de psicopatías. La de Pedro Sánchez se encuadra en el grupo B, con tipificación nosológica F60.8 (Trastorno narcisista de la personalidad), siguiendo el Manual Diagnóstico y Estadístico DSM-IV-TR, cuyos criterios para este tipo de Trastornos son los siguientes:

1- Grandioso sentido de la propia  importancia.

2.- Preocupación de éxito ilimitado, poder, brillantez.

3.-Creerse especiales, únicos.

4.-Exigencia de excesiva admiración.

5.-Pretensiocidad, expectativas irrazonables de que se cumplan las propias aspiraciones.

6.-Interpersonalmente son explotadores, sacan provecho de los demás para alcanzar sus propias metas.

7.- Carecen de empatía.

8.- Con frecuencia, envidian a los demás o creen que los demás les envidian a ellos.

9.- Presentan comportamientos o  actitudes arrogantes.

 La conclusión que se extrae al analizar la trayectoria vital de Pedro Sánchez, es la imperiosa necesidad que tiene de ser admirado. Esta emoción, presente en todos los humanos, es tan intensa en él, -es ahí donde radica su desviación de lo normal-, que la ha convertido en el primum mobile de su vida, desarrollando un proyecto vital dirigido a  satisfacerla, tarea imposible de alcanzar  por ser insaciable y  desorbitada su necesidad de sentirse  importante.

Varios factores han contado a su favor para llegar al escenario donde más admiración puede despertar: un verbo fluido, la instrumentalización de la empatía como herramienta política, suficiente histrionismo para representar el correspondiente papel de líder -mera impostura-, y, sobre todo, la falta de ética, de moral  y el desprecio hacia ESPAÑA y los españoles, a  quienes ha estafado haciendo lo contrario de  lo que aseguró.

Como buen psicópata, no se ruboriza ni mueve un solo músculo de la cara, cuando sus oponentes políticos le recuerdan las múltiples mentiras y contradicciones en que incurre. La satisfacción  narcisista que experimenta al ostentar  un puesto que jamás pudo imaginar que alcanzaría, compensa con creces los reproches de la oposición y otros  inconvenientes "menores".

Pablo Iglesias sabe que el presidente aceptará lo inadmisible para mantenerse donde más  puede ser visto y admirado, aunque las miradas de millones de españoles sean ya de rechazo y estupor ante un inepto, rehén de su propia egolatría, circunstancia que Iglesias aprovecha para provocar insomnio al 95 % de los españoles, como anunciara el propio Pedro Sánchez, aplicando las medidas que copia de los polvorientos manuales del revolucionario bolchevique que maneja.

Un binomio Sánchez-Iglesias, con todos los mediocres adláteres de les acompañan, responsables en su conjunto de los miles de fallecimientos que se podían haber evitado con una buena gestión, responsables en su conjunto de una hecatombe económica sin precedentes y responsables también en su conjunto de una severa restricción de  derechos y libertades, incluida la vergonzosa manipulación de los medios de comunicación.

Pedro Sánchez no es el primer psicópata que llega a la cumbre del poder de un país. Salvando las diferencias históricas y sociales, Hitler también tenía un Trastorno narcisista de la personalidad (DSM-IV-TR, F60.8), que, junto a un  verbo fluido y las suficientes dotes de actor para representar el correspondiente papel de líder carismático, consiguió a través de las  urnas arrastrar a toda Alemania tras él, para  hundirla después en el  más profundo de los abismos, junto a medio mundo.

Pedro Sánchez, frente al nazi, es un actor de vodevil, pero nos duele tanto o más, porque lo  tenemos de plena actualidad y nos está afectando a todos, día a día, muy de cerca.

 

CARTA ABIERTA A LOS IMBÉCILES.

 

Mi nombre es Juan Manuel Jiménez Muñoz. Soy médico de familia en Málaga. Tengo 60 años, y ejerzo mi profesión desde hace 35. Mi número de colegiado es el 4.787. Y este dato lo aporto por si alguien, a raíz de esta lectura, me quiere denunciar o poner una querella. Será un honor.

El método científico, desde Galileo Galilei, nos ha sacado de las sombras. La electricidad, la radio, la televisión, los GPS, los teléfonos, los viajes espaciales, los antibióticos, las vacunas, los telescopios, la anestesia general, el saneamiento de las ciudades, la depuración del agua, las radiografías, las resonancias, los rascacielos, los aviones, los trenes, el cine, las fotografías, los ordenadores, y nuestra vida al completo, dependen de una ocurrencia de Galileo. Una ocurrencia en tres pasos para averiguar entre todos cómo funciona el mundo:

1-Establecer una hipótesis plausible sobre un problema concreto. Por ejemplo: “yo creo que el agua estancada contiene unos animalitos minúsculos que causan enfermedades”. O: “yo creo que cuando un imán gira alrededor de una bobina se genera una corriente eléctrica”. O: “yo creo que la Tierra gira alrededor del Sol, y no al revés”.

2-Realizar experimentos para comprobar la veracidad o la falsedad de esa hipótesis.

3-Publicar los experimentos para que cualquier otro los pueda reproducir, afirmar o refutar.

Y ya está. Qué tontería. Y gracias a eso, Y NADA MÁS QUE A ESO, la sociedad de 2020 es completamente diferente a la de 1700. Diré más. Si como por arte de magia pudiésemos trasladar un habitante del año 1 hasta el año 1700, apenas notaría diferencias en lo esencial de la vida: se adaptaría sin problema. Pero si trasladásemos a un habitante del año 1700 al 2020, se moriría del susto. Literalmente.

Gracias al método científico tenemos herramientas para erradicar una pandemia, o para hacerla soportable: la del coronavirus, por ejemplo. Gracias a la ciencia no hay viruela. Gracias a la ciencia no hay leprosos en Europa (o son casos muy contados). Gracias a la ciencia, los pacientes VIH positivos ya no se mueren de SIDA, sino que llevan su enfermedad como los pacientes crónicos. Gracias a la ciencia, muchos cánceres se curan.

Y que después de 300 años de éxitos tenga uno que soportar lo insoportable, resulta estremecedor: la caída del modelo y la sustitución por la farsa, por la charlatanería, por la incultura, por el pensamiento mágico, por la vulgaridad, por el despropósito y por la democracia aplicada a la ciencia, donde el analfabeto opina sobre el coronavirus en igualdad de altavoces que el más docto catedrático de virología, y donde los tratamientos y las medidas de contención de una epidemia son a la carta.

Hay grupos organizados que parecen añorar la Alta Edad Media, aquella que tan magníficamente plasmó Umberto Eco en “El Nombre de la Rosa”: con su mugre y sus hambrunas, con sus gentes muriéndose de peste o de viruela, con los libros encerrados en monasterios sin acceso para nadie, sin luz eléctrica, sin agua potable, sin nada.

Aunando esfuerzos, una mezcla infernal de terraplanistas, antivacunas, conspiranoicos, sectas satánicas, neonazis, adoradores de ovnis, hedonistas, ácratas, cazadores de masones, fetichistas de los porros, delirantes con el 5G, ecologistas que no han visto jamás una gallina e imbéciles con pedigrí, pululan en todas las redes sociales instaurando una nueva religión que, mucho me temo, está calando más de lo que imaginaba en una población carente de cultura y liderazgo. Eso no es nuevo. Tarados los hubo siempre. Pero médicos y biólogos liderando imbéciles acientíficos y abjurando de la ciencia para adquirir una fama pasajera, eso nunca lo viví. Y nunca pensé que mis ojos lo verían. Y nunca creí que los Colegios de Médicos, o de Biólogos, giraran la cabeza hacia otra parte y no alzaran su voz contra el medievalismo.

Que un grupo de 200 médicos se autodenomine “Médicos Por la Verdad”, ya es una ofensa gravísima para el resto de los médicos que ejercemos en España, que somos 160.000. Porque quiere decir, ni más ni menos, que los 159.800 médicos restantes que no estamos en la secta somos “Médicos Por la Mentira”. Y a mí no me llama mentiroso ningún hijo de la gran puta. Por mucho título que tenga.

Que se estén dando conferencias, y publicando libros (uno de ellos con seis ediciones en un mes), para afirmar que no hay pandemia, o que los individuos sin síntomas no contagian, o que esto es igual que una gripe, o que es preferible la experiencia personal a las publicaciones científicas revisadas por pares, o que el dióxido de cloro funciona contra el coronavirus, o que el dióxido de cloro no es tóxico, o que las vacunas que existen ahora provocan autismo, o que las vacunas llevan microchips para controlarnos, o que los aviones esparcen desde el cielo cristales para contagiarnos, o que no llevar mascarillas es un acto saludable de rebeldía, resultaría risible si no fuese mortal de necesidad, y si quienes defienden esas barbaridades fuesen mariscadores gallegos, aceituneros andaluces o pescadores cántabros, y no licenciados o doctorados por una Universidad.

Hace poco, sesenta imbéciles acudieron a Las Canarias para reunirse en una playa a contagiarse a propósito. Habían quedado por Internet. Y yo, desde mi muro, acuso a quienes deberían ser líderes sociales, y no lo son, de favorecer esos comportamientos criminales con sus discursos absurdos.

No es época de división, ni de actuar cada uno a su bola. Por desgracia, nadie lidera la crisis. Es evidente. Digo ningún político. El Gobierno Central ha dimitido de sus responsabilidades. Incluso tiene que sobornar a los autonómicos para que acudan a las reuniones. 17 Reinos de Taifas, 17 desastres organizativos. A cuál peor. Ni una puñetera norma en común. Ni un solo registro compatible. Y además de eso, por si fuese poco, una sarta de embusteros con el título de licenciado envenenan a la sociedad en lugar de aconsejarla, de guiarla, de cuidarla, prestándose a decir lo que muchos quieren escuchar, lo que ahora vende: que el coronavirus es un invento de las superpotencias para disminuir la población mundial, para enriquecer a las farmacias y para cargarse a los ancianos, pero que, sin embargo (y mira tú que curiosa paradoja), la tal pandemia no existe.

Compañeros médicos, biólogos, abogados, farmacéuticos y licenciados de toda clase y condición que habéis optado por llevarnos otra vez a la Edad Media: sois la vergüenza de la profesión, y no sois dignos de que os llamemos compañeros, y mucho menos científicos. Sois pocos, pero metéis mucho ruido y confundís. Sois pocos, sí. Pero mala gente. Y decís cosas por las que, de haberlas dicho en la Facultad de Medicina o de Biología cuando eráis estudiantes, jamás habríais obtenido ese título del que ahora os valéis para vuestro propio beneficio. Un título del que, si de mí dependiera, seríais desposeídos de inmediato. Lástima que no se pueda.

Podría elegir muchas estupideces de las que defendéis, muchas barbaridades solemnes, pero me centraré en una sola, que en vuestra boca merecería la cárcel: “las personas sin síntomas no contagian”. Cagoentóloquesemenea. ¿Dónde estabais el día que explicaron la tuberculosis, o el SIDA, o la varicela? ¿No contagian los VIH positivos a pesar de estar asintomáticos? ¿No hay tuberculosos bacilíferos sin síntomas de enfermedad? ¿No se contagia la varicela desde pacientes en fase prodrómica? En fin. Mejor callar, que me van a estallar las meninges.

Sois líderes que habéis elegido no serlo para convertiros en bufones. Y eso, en época de zozobra, no tiene perdón de Dios. Ojalá se os seque la yerbabuena.

Ah. Y otra cosa. Mis señas las di al principio. A ver si tenéis cojones para meteros conmigo. Cojones, digo; ya que neuronas… las justitas pa beber sin ahogarse.

Cagoentó.

 

Firmado:

 

Juan Manuel Jimenez Muñoz.

Médico del Servicio Andaluz de Salud.

Colegiado en Málaga 4787.

No se me ocurre nada mejor como triste despedida que el "Va, pensiero, sull'ali dorate, Ve, pensamiento sobre alas doradas", del Coro de los esclavos judíos, de Nabucco, con su Patria perdida camino del exilio, como nosotros estamos perdiendo la España culta y civilizada, y vamos camino de la esclavitud totalitaria, y ya podemos ir diciendo "Oh, mia Patria sí bella e perduta!, ¡Oh, Patria mía, tan bella y perdida!"

https://www.youtube.com/watch?v=J5qi_4DnpKg

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