Aclaración para los lectores no mexicanos: Alvarado es un pintoresco puerto pesquero a orillas del río Papaloapan en el estado (provincia) de Veracruz. Una característica de sus alegres habitantes es su manera de hablar en que es común la mezcla con palabras "altisonantes", no por majadería, simplemente porque así es su, llamémosle, "folklore verbal". La especie de codificación con que se expresa el niño protagonista es una especie de juego que practicábamos los niños de mi generación. Ignoro si se hace o hacía en otras partes y si aún perdura (¡los tiempos cambian!)

EL REPORTE DE MUT ANG

Mut Ang aterrizó suavemente su nave interplanetaria en un paraje solitario del Tercer Planeta.

Provenía del plutoide transneptuniano Makemake. Viajando a una velocidad de 53,280 kilómetros por hora, había surcado casi seis mil millones de kilómetros a través del Sistema Solar. El viaje del makemakeano Mut Ang había durado casi 12 años.

Mucho tiempo atrás, la comunidad científica de Makemake había seleccionado al Tercer Planeta como destino de su primer viaje espacial. Todo lo que su avanzada ciencia había alcanzado la había dispuesto para desentrañar su misterio.

El primer cosmonauta makemakeano, llegó a su meta justo el domingo 29 de mayo del año 2022.

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Mut Ang salió de la pequeña nave. Dio sus primeros pasos sobre la superficie del planeta al que por fin había llegado. Percibió su textura, cubierta con una alfombra mullida constituida por algo inexistente en su planetoide. Con el asombro de quien conoce algo por vez primera observó aquel paraje que, si bien solitario, contenía aislados cuerpos verticales un tanto esbeltos que emergían de la superficie. En la parte superior, un volumen formado por múltiples y delgados brazos se distribuía periféricamente. Otros elementos adicionales, de pequeño tamaño, colgaban de ellos. Todo el conjunto, con una tonalidad muy similar a la alfombra por la que daba sus pasos, le pareció extraordinariamente bello. Algo así no existía en la helada superficie de Makemake.

Mut Ang deambuló brevemente por aquel paraje sin problema alguno. Los sabios de su planetoide, especializados en las ciencias astronómicas, habían diseñado su traje espacial poniendo énfasis en una sencillez extrema, pero adaptable de inmediato a la superficie y a la fuerza de gravedad del Tercer Planeta.

Luego sacó de su propio traje espacial un pequeño objeto que le permitiría conocer la ubicación particular en que se encontraba.

De acuerdo a la codificación obtenida en aquel adminículo, transferida al lenguaje de los habitantes del Tercer Planeta, Mut Ang se encontraba en el continente América, país México, estado Veracruz, localidad Alvarado.

Los sabios astrónomos de Makemake consideraban que el planeta estaba habitado por seres pensantes, pero la misión encomendada a su cosmonauta consistía en establecer comunicación con sólo uno de ellos. En el diseño del traje espacial se había integrado la posibilidad de hacerlo.

Mut Ang se sentó al pie de aquel extraño y hermoso cuerpo vertical que emergía de la superficie. Recargó su propio cuerpo en él y se sintió confortado por la sombra que el volumen superior proyectaba de la luz proveniente de la estrella centro del sistema. Aspiró la atmósfera del planeta y su sensación confortable se intensificó. Su aparentemente sencillo traje interespacial, que incluso prescindía de escafandra, se conectaba con todo el sistema orgánico de su cuerpo, creado por el más selecto equipo de especialistas de todas las ciencias de Makemake. Era antropomorfo, porque los sabios makemakeanos consideraban que así serían los seres pensantes que habitaran el Tercer Planeta.

Mut Ang meditó en el plan a realizar para cumplir su misión: establecer contacto con un presunto habitante del planeta al que había llegado. Pensó también que acaso su buena fortuna vendría en su auxilio.

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Ese mismo día, domingo 29 de mayo del año 2022, el pintoresco pueblo de Alvarado, Ver. se encontraba de gran fiesta. Como cada domingo de ese mes, celebraban la Colocación de los Altares de la Cruz de Mayo. Tradición ancestral de muchos, muchísimos años atrás, que perduraba a la fecha.

Entre los celebrantes se encontraba Pepito Lara, un niño de 10 años de edad. Había disfrutado del fandango toda la mañana. Al mediodía apuró una generosa porción de arroz a la tumbada, típico platillo del gran festejo, y se tomó un vaso con agua de tamarindo. Satisfecho, decidió abandonar el pueblo y acudir a un atractivo paraje solitario, no muy lejos de ahí, en el que disfrutaba de estar solo y abandonarse a la sombra de los árboles de mango.

Al aproximarse a aquel lugar le pareció ver una estela luminosa surcando el cielo vertiginosamente, como si un velocísimo objeto descendiera a la faz de la tierra. Fue sólo un instante, una fracción de segundo. Ni siquiera le dio importancia.

Siguió su camino y pronto se aproximó al paraje de su predilección. A lo lejos le pareció ver a un hombre sentado en el césped, reposando su espalda en el tronco de uno de los árboles.

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A lo lejos también Mut Ang vio a un ser que se aproximaba. Se levantó y agudizó la vista para observarlo mejor. Percibió que era bastante semejante a los bocetos que los sabios de Makemake habían trazado sobre la forma que suponían de los habitantes del Tercer Planeta. Pensó que, en efecto, su buena fortuna lo ayudaba en la misión que se le había encomendado y había encontrado ya a un presunto ser pensante. No sólo eso, parecía dirigirse hacia él.

Mut Ang, el cosmonauta llegado del plutoide transneptuniano Makemake, y Pepito Lara, el niño habitante del pueblo de Alvarado, en el estado de Veracruz, del país México, en el continente América, del planeta Tierra, muy pronto se encontraron frente a frente.

Se miraron con asombro. Indescriptible el de Mut Ang, quien veía por vez primera a un ser de un mundo distinto al suyo. Simple el de Pepito, que tenía ante sí a un hombre como cualquier otro, tan sólo extraño por estar ataviado con un ropaje de tipo metálico. Por lo demás, era comprensible su indiferencia; en los fandangos de los festejos de Alvarado muchos habitantes se vestían con disfraces diversos.

En realidad, Mut Ang parecía un hombre común. Ciertamente bastante alto, con un rostro afilado en que se destacaban sus ojos de un inusitado brillo. Los habitantes del Tercer Planeta, que setenta años atrás vieron la película “El Día que paralizaron la Tierra”, hubieran jurado que aquel ser era el mismísimo Klaatu.

Mut Ang y Pepito Lara de la sorpresa inicial llegaron al desconcierto. Por breves momentos no supieron qué decir. Finalmente Mut Ang rompió el silencio.

“Soy Mut Ang, habitante de Makemake, más allá del Octavo Planeta, vengo en son de paz”.

Pepito escuchó la frase con asombro, del asombro pasó a la incomprensión, de ella a la suposición, finalmente al regocijo. Pensó que aquel hombre alto le quería gastar una broma. Y decidió seguir lo que creyó era un juego. Entonces fue Pepito el que habló.

“Sífi yfi yofo venfegofo defe marfatefe, penfedefejofo”.

Mut Ang no entendió absolutamente nada, pero volvió a hablar.

“No entiendo tu lenguaje, te repito que he viajado desde Makemake para conocer a uno de ustedes. Vengo en son de paz, tan sólo quiero establecer comunicación con un ser de tu planeta, alguien como tú mismo”.

Pepito sonrió. Y hasta disfrutó su respuesta:

“Tufu lofo quefe hasfa defe serfe esfe unfu lofocofo ofo tafarafadofo defe alfagúnfu pinfichefe ranfachofo. Afasífi quefe vefetefe mufuchofo afa lafa chinfigafadafa”.

Mut Ang no cabía en su desconcierto. Algo fallaba en el sistema que los sabios de Makemake habían diseñado para intercomunicarse con los habitantes del Tercer Planeta.

Su incomprensión provocó que se alterara. No sin cierto enfado hizo un intento más de comunicación:

“Creo que nuestros sabios se equivocaron en algo. Tú, habitante de este planeta, no has de ser un ser pensante”

Pepito en cambió no se alteró. En realidad le hizo gracia el estupor de Mut Ang. Decidió regresar, no sin antes lanzarle una frase más a aquel ser que consideraba un tanto extraño, tal vez medio loco:

“Mifirafa penfedefejofo, mefe cafagofo enfe lofo quefe dificesfe. Afasifi quefe defe donfodefe sefeasfa vefetefe mufuchofo afa chinfigarfa afa tufu mafadrefe”.

Eso fue todo. Pepito, el niño de Alvarado, Ver. se alejó de inmediato, brincoteando alegremente por el verde césped de aquel paraje sembrado con árboles de mango.

*

Mut Ang regresó a su nave interespacial. Sacó el diminuto aparato de comunicación que lo conectaba con los sabios de Makemake y escribió su reporte:

“Fracasada la misión de establecer comunicación personal con un habitante del lugar al que me habéis destinado. Se sugiere a nuestra avanzada comunidad científica que se avoque a diseñar una larga etapa de investigación para decodificar el complejísimo lenguaje de los seres que habitan el Tercer Planeta”.