Nadie parecía creerla, sí hablaba su sinceridad la convertía en una niña que contaba historias fantasiosas ocurridas cuando los testigos faltaban y de aquella manera nadie la creía se decía a si misma. Un día cansada de ser la victima se propuso terminar con aquel maltrato verbal en el que no faltaba el dolor, la ignorancia y el menosprecio de cualquier cosa que hiciese era suficiente para causarle sufrimiento. Muchas veces, por no decir siempre, había claudicado a todo por no dar el espectáculo y siempre callaba, por lo que aquella tarde después del café llegaron varios amigos con los que la mujer organizaba una feria en el pueblo para recaudar dinero para las misiones.

Trabajar en manualidades se le daba bien y les enseño lo que expondría aquel año en la feria del pueblo. Sus palabras obscenas la salpicaban, nada de lo que le mostraba tenia merito para él, se burlaba delante de todos, diciéndole que todo era un trabajo infantil que hasta un niño lo hubiese hecho mejor que ella. Una de sus amigas que conocía el problema que ocurría en aquel matrimonio, intento defender su trabajo y se atrevió a decirle que aquello es lo que llevaría a la exposición, a lo que su marido le contesto que con aquellas tonterías no recaudaría nada y que mejor seria que se vendiera ella misma, eso le dejaría mas beneficio, terminado la humillación con una gran y despectiva carcajada. La mujer avergonzada se lamentaba diciendo casi en voz baja, de que no tenia tiempo para realizar otra clase de trabajo y que seguro habrían amigos que les gustaría aquellas baratijas.

Esa noche refugiada en su habitación lloro hasta quedar exhausta, desvalida y sin fuerzas, él la despreciaba hasta el punto que dormían separados, por ese motivo la soledad le dio por recordar entre llantos lo humillante que era su matrimonio. La tarde en la que se inauguraba aquel mercadito se arreglo y salio con su caja llena de sus manualidades, monto su tenderete y organizo cada uno de los marcos para fotografía, agendas, ceniceros y un par de cuadros abstractos que ella misma había pintado. A la hora de mayor afluencia de gente por aquel paseo, llego su amiga y ella abandono su puesto, avisando a su marido que estaba con los otros hombres en el bar.

Ya estaba oscureciendo y la poca luz de las farolas no dejarían a oscuras la venganza de Irene, que llego toda pintada de gris metalizado, y cuando se dice toda era toda, el pelo, su cuerpo, cubierta con un albornoz saco de su automóvil algo que pesaba poco y que parecía una pared hecha con piedras y la dejo en el suelo. 
Un gran algarabío se escucho donde se encontraba su marido, los vecinos del pueblo le invitaban a salir para que viese que cuadro tan bonito su mujer había puesto a la venta, cuando llego hasta el puesto se quería morir, Irene se había desprovisto del albornoz y completamente desnuda pintada con aquel color que hacia juego con la manualidad, se había metido dentro de ella formando un cuadro abstracto.
©Adelina GN