LA NIÑA DEL CASTILLO

La reina contemplaba la hermosa figura de la niña desnuda.
Estaba desnuda y de espalda, su la larga y dorada cabellera, caía como una cascada, cubriendo los peldaños de las gradas del palacio.
Su voz suave resonó en la estancia…
Ven bella reina, quiero mostrarte algo para que no estés tan triste.
He pasado mucho tiempo contemplando tus angustias, vacíos y soledades.
He visto las opresiones de tu ser interior.
Esas noches de desvelos mirando entre las sombras, tratando de hallar un ángel
que ilumine tus ojos.
Ni las pasiones, ni las riquezas, ni el poder, pudo saciar la sed de tu alma blanca e inocente.
¿Dime si te cánsate de besar sin besas, de palpar sin palpar y de amar sin amar?
¿Dime si esas cosas que te obligan a hacer, han hecho grietas en tu cosmos?
¿Será por eso que deseas morir?
La reina miró de nuevo la silueta de la niña, no podía ver su rostro, solo escuchaba su tierna voz.
¿Quién eres preguntó? ¡ Cómo es que sabes tanto de mí?
¿Desde cuando has estado observándome?
La reina cubrió su rostro con sus manos, estaban frías y sin fuerza, se sentía al borde del desmayo y sudaba copiosamente con la sensación de la muerte en sus labios de cereza.
El fino mármol de las gradas se fue iluminando con millones de flores de escarcha, titilaban los reflejos al igual que titilan las estrellas en el firmamento.
De repente recordó aquellos ojos azules, profundos, apasionados.
Le llegó al conciente aquella voz de antaño que la estremecía, la voz que la hacía caer en profundo sueño y la hacía despertar en los placeres de la noche.
La voz, la mirada y las caricias de aquél hombre que no podía sacar de su mente.
Era como una clave oculta que se escondía en el lado oscuro de su mente.
Por un instante tuvo la sensación de que él estaba ahí mirándola, protegiéndola,
seduciéndola en los silencios de la noche.
Pensó a si misma si muchas veces había hecho el amor con un recuerdo.
Si había amado las sombra de un beso apasionado o besado el cuerpo desnudo del mismo tiempo.
Ya no sabía si vivía en la realidad de la fantasía o la irrealidad de la misma vida.
Nada era lo mismo desde que el estuvo muerto.
Volvió a mirar a la niña y preguntó de nuevo.
¿Quién eres?
La niña sonrío y comenzó a voltearse lentamente, no me recuerdas, preguntó.
Busca dentro de ti, abre tu corazón…. Y mira…
Cuando los ojos de la reina se hallaron con los de la niña.
¡Exclamó con asombro! ¡No es posible; tu eres yo!
¡Como pudo suceder algo así! no comprendo.
La niña extendió sus manos hacia ella con eterna compasión, le dijo.
Yo soy tu alma, despierta de los sueños vanos de la vida y vuelve a vivir.
Alondra.