Nomadland es la última película de Chloé Zhao, candidata a llevarse el globo de oro y el Oscar.

Y es que el largometraje de la directora china-estadounidense ya cuenta con varios premios en su palmarés tales como el de la Asociación de Críticos de Cine de Toronto o el León de Oro del festival de cine de Venecia

Nomadland nos cuenta la historia de Fern (Frances McDormand), una mujer viuda que, tras perder su hogar y pueblo por culpa de la recesión y la burocracia que acarreó, decide dejarlo todo y emprender un viaje por la América profunda viviendo en una furgoneta, con un estilo de vida puramente nómada.

Y quizás sea éste, ya de por sí, el primer gran acierto de la película, porque, como mencionaré alguna vez más a lo largo de esta crítica, ¿quién no ha sentido ese deseo alguna vez? Ya sea en forma de nómada o ermitaño. El sueño de alejarse del ruido, de las multitudes y poder ser autosuficiente en algún recóndito lugar del mundo. ¿Quién no ha pensado alguna vez en esa dulce utopía?

Las numerosas críticas positivas que está recibiendo la cinta hace presuponer que muchos nos hemos sentido así alguna vez. Porque Nomadland habla de gente rota, que ha perdido a seres queridos, que busca soledad, pero a la vez el contacto humano; que busca reencontrarse. Es una paradoja de tristeza que está ahí, en la vida de muchos de nosotros, porque todos necesitamos estar solos alguna vez. Quizás no llegando al extremo de Fern, pero sí de encontrarnos a nosotros mismos.

Nomadland es una película que puede ser o no para todo el mundo. Con esto quiero decir que es un largometraje que debes estar preparado para ver. Aunque si ya viste The rider y conoces a la directora, te puedes hacer una idea, al leer la sinopsis, de por donde van a ir los tiros.

Nomadland es cruda, dura, gris y oscura como una habitación sin luz, sin embargo Zhao deja unas pequeñas grietas por las que permite entrar los rayos de sol, pocos y bien dosificados. Hay hueco para la esperanza.

Fern va de aquí para allá, cambiando de un trabajo a otro, sin mayor propósito que el de ver pasar los días sin un objetivo fijo, sin una meta. No tiene problemas para relacionarse con la gente, de hecho lo hace. No tiene problemas para encajar. El problema está dentro de ella. El vacío que la consume. Porque cuando la esperanza hace ademán de aparecer, ella se gira y camina en la otra dirección. ¿Miedo a rehacer su vida? ¿Miedo a perderse a sí misma o a encontrarse? Esas son las grandes incógnitas que nos plantea la directora a lo largo de las casi dos horas de metraje.

Si ya sabes qué tipo de película es, es muy probable que salgas del cine, como digo, con algo revuelto en tu interior, pero con la sensación de haber visto una buena película, una película real.