La Dueña de los Globos


(Basado en una pintura de Eloísa Castellanos)


La ciudad nos espera vacía de cuerpos,
y en su forma luminosa,
su dueña reposa sobre los objetos
que,como un lenguaje, hablan,
besando los ojos de cada peregrino
que se acerca.

Una mujer parece que emana de la nada,
lámparas son sus manos
para los ojos nerviosos
de tanta imagen vulnerable.

Con su transparencia,
la mujer acaricia los globos de la vida,
secretamente saltando hacia la paz
con un cuerpo completo y sin color.

Y en este lugar de momentos redondos
como muslos tocados por el amor,
todo se acerca peligrosamente:
una sombra toca su cicatriz,
el corazón entra al templo
diciéndole adiós a los ruidos de antes.
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Cuando respiro sobre tus murallas,
sostengo los espacios dulces
donde me enseñas a ser inmortal;
y mientras canto con el pan
preparando su resurrección,
tú llegas repartiendo calles,
páginas,
árboles que van más allá de las cosas.

Un río en tu cabeza navega y nos avisa
de que el tiempo es certero y se derrumba.
La muerte, ya sabemos,
se derrama sin remedio sobre una canasta;
desprendemos las máscaras,
El hambre diaria de hacernos visibles,
pero ya nada es igual,
y las cenizas ascienden.


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A Reinaldo Arenas



¿Qué significa cuidar la puerta
que oculta la casa detrás de los ojos?
Parece una pintura, yo diría,
que me recuerda a un hombre diluído en la nada.
Desde allá, donde la piel no es arena de la playa,
sin bordes ni caracol,
mueves la palabra como una serpiente.

Si me cuidaras,
como al resto de los que quedamos aquí,
(pensando en lo que sería emanar por encima de la ciudad,
o decir adiós sin dejar huellas en la atmósfera),
estaría yo,como un ave-poeta,
murmurando por el aire un poema inesperado.

En diez años se aprende mucho:
un maestro salta y tú le sigues
en ese pedacito de locura que quedó
cuando mirabas a la luna
por una ventana que te decía la verdad.

Por lo pronto, ya salieron a darte los recuerdos
que merecías por todo lo que dejaste:
un campo habitado por sombras
el placer “alucinante” del amor,
la frase perfecta al final de tus capítulos.

Poco queda, nosotros ya no somos la cara agradecida
que puede sonreír ante un espejo;
un buen dolor desfigura las llaves de la felicidad
y gentilmente te avisa
que no te asomes a la puerta para salvar a nadie.





Dios pagano,
rompías los dibujos cuando te seguíamos de cerca,
pensábamos que descubrirías las creencias
o la forma perfecta de la oscuridad.

Si puedes, a través del umbral,
choca con el sueño,
haz la imagen posible
para que nos digas si aún,
en el espacio negro,
existen huecos entre miradas.

El gesto de nuestra isla
todavía camina en tu interior como un animal equivocado;
tus espaldas quemadas de Icaro
no encontraron el barco o la rama que las llevaran al océano.


Maya Islas