Para los amigos que conocí en mis años de estudios,
yo era un ser detestable y malvado
por ser tan honrado, tan simple y tan aburrido
que no podían, por ejemplo, irse de un bar sin pagar
sin que los descubrieran por mi culpa
y por estar siempre tan centrado
en mis tediosos intereses espirituales en lugar de disfrutar
curioseando cruelmente en las vidas privadas de los demás
como les gustaba hacer a ellos,
ahora sé que eran ellos mucho más malvados y vacíos que yo
y con todo, siento una inquietud constante
temiendo ser más molesto que útil en el mundo,
me cuesta creer que mi llano ser sea motivo de placer
para las otras personas, que el mero hecho de respirar y caminar
no despierte en ellas rencor y repugnancia,
nunca renuncio a la verdad, tal vez
debería callarme y guardarme mis intimidades y dejar mi espacio
a otra gente que dice cosas
más razonables, más frías, más decorosas,
nunca he caído bien a la gente, esperaban otro tipo de ser humano,
incluso dentro de mi familia,
casi nada de lo que soy merecía su completa aprobación,
no se desea a alguien que observe sin hablar demasiado,
que crea en el significado de cuanto los otros manifiestan,
que no lo crea detalle hueco para cubrir un papel
sino verdadera expresión de sus almas,
quien sabe hablar de fútbol o de sexo con total obviedad
no se encuentra con los problemas de soledad
que yo siempre he tenido, se me condena
porque se me escapa la verdad de la boca,
porque no puedo ni quiero disimular mi humanidad,
me acuso de ser un hombre,
lo que menos puede perdonarse, lo más vil, lo más sucio,
un hombre libre, que detesta la servidumbre y el sectarismo,
que solo expresa los sentimientos que le arranca el corazón
como hacen los niños,
incluso una rata es más motivo de bienvenida
que un hombre desnudo de alma, sin cercados, sin herramientas,
con el corazón en la lengua,
no es justo que sienta remordimientos y sin embargo, los siento
porque nada de mi ser es de este mundo,
pertenezco a la muerte, aquí soy un extranjero,
entre presencias infinitamente extrañas que solo fingiendo
pueden parecer hermanas mías
que vayan buscando lo mismo que yo,
no me arranco del alma el dolor
de ser tan distinto, tan único, tan incapaz de encubrirme,
tan inmoralmente yo mismo
y aun así, en lo más escondido de mis entrañas, siento una llama,
tu mirada, tu luz, tu ternura, tu aceptación,
has entrado sin esfuerzo, sin que me diera cuenta,
como llega una primavera, llevándose el amargo frío,
tú me absuelves y te conviertes en mi paraíso,
eras una estrella remota pero has cruzado mi umbral
y hecho de mí tu amigo,
eres mi razón de estar en el mundo
y todo el perdón que necesito.

©Luis Rafael García Lorente