Cuando la rabia me pasa me alegro de ver que el tiempo hace
olvidar odios ciegos. Me vuelvo loco primero y en cóleras me
diseco, suelto una lagrima al viento y doy con mi puño seco
sobre el primer muro bélico. Y luego me alegro de tener un
pecho fiero y un corazón sentimientos buenos y sin venenos;
pero de ser un ser que pienso, que la violencia no es juego…

Pues hace perder el tiempo; y nubla los pensamientos tiernos.

Cuando me pasa el deseo de acabar con lo que tengo y de
cambiarlo por modelos a los cánones perfectos, como dictan
los cerebros alquímicos del intelecto homérico, no escribo ni
un solo verso que pueda provocarles celos. Y enfilo mí cañón
ecléctico hacia horizontes con derroteros nunca expuestos;
y  me digo que pensar luego, no fue nunca error de genios.

Cuando los miedos que tengo me hacen escenas de cuentos,
yo me digo que un torero, corta una oreja y gana el ruedo; y
luego ve desde el parco aplaudiéndolo a quienes lo tildaron
de ingenuo. Miro hacia atrás, vuelvo al metro, leo un periódico
serio, veo a un amigo sincero y me fumo un porro amnésico;
y me acuerdo de mi pueblo, en aquel agosto pérfido…

¡Y del día en que me dijeron, si no te vas, ya estás preso!

Cuando la ira que acepto no desborda al irrespeto, doy
un abrazo y un beso, a quien nunca oso perdérmelo. Me
adelanto para verlo y le sonrío de lado, sigo mi camino
hablando y paso a paso me desenfado. Me voy a un bar,
pido un trago, canto un bolero ya ebrio; y a los ardores
frenéticos, les digo adiós sin perder mi estilo bohemio.

Y raramente nos vemos, porque mi tiempo es un eterno
pasajero; que vuelve al pueblo y se destierra al extranjero.

Y vuelvo al banco y me siento en el parque que recuerdo,
veo pintar al oleo un perro que lleva siglos mordiendo,
escucho al poeta necio y analizo al embustero, le doy un
consejo a un viejo y dispongo si me quedo. Y me exporto en
una rumba a palo y fuego; y me adentro en lo profundo del
espejo en que reflejo mi espectro de aventuro dispuesto.

Y les digo que lo acepto al merecerlo, sin perdón y sin
lamentos, sonriendo a labios llenos a quien debo,
justificando lo expuesto; pues el tiempo hace olvidar
todo odio ciego. Y a quien no admita le ruego de pensar
que no le miento, que frenos como cuernos puestos solo
conllevan a ruegos; de amnésicos toreros muertos.

Cuando me alejo del verso es porque apuesto, es porque
estoy comprendiendo que ando lejos. Que hasta dedico
algunos de ellos a aquellos seres que detesto, sin remedio;
sin neutralidad, ni complejos. Y cuando me cambia la cara,
al terminar lego estos ya sereno, a puro puñal los dedos,
dejando el tintero seco; como en aquel agosto pérfido…

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Picture by Ariel Arias. 

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