FRAGMENTO DE LA NOVELA...   LA SORDA     (De mi autoría

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En el elegante  nosocomio Providencia, todo era caos.

Apenas unos doce minutos antes de la medianoche, había estallado una de las tres calderas.  En  esa parte,  la altura del edificio tendría encima cinco pisos.

No se sabía si hubiera causado daños estructurales, sólo era evidente, luego una hora, no habían logrado despejar el área.

La amenaza era latente. Se pensaba en cualquier momento pudiera estallar otra de las dos calderas que funcionaban a todo vapor.

Aunque los ingenieros de mantenimiento dijeran era improbable, dando como razón,  cada una de ellas era autónoma, revisaban a conciencia  los daños causados por la que había estallado.  No se sabía si fueran muchos, pocos,  o solamente  aparentes. Su función era prever cuanto más pudieran, no ocurriera una mayor desgracia,  a la ya padecida. 

Lo peor de todo, por saber la explosión fue brutal, más de alguno temía,  el edificio pudiera colapsar.

Si  en principio descartaban un nuevo estallido, alguien opinó, una parte de ese edificio estaba visiblemente canteada, haciendo temer un desastre aún peor. ¿O así habría estado siempre? Nunca habían fijado, por tanto, lo mejor era revisar a fondo para descartar problemas.  

En previsión una catástrofe, la orden había sido tajante.

¡Debían desalojar el área…!

El ingeniero Mario con el poco personal disponible, aunque quisiera, apenas si había podido llegar hasta donde sus ayudantes aprestaron a cumplir el requerimiento. ¡Había demasiados escombros! 

Una vez entrando en el área, toparon con una imposibilidad evidente. 

Justo en la entrada comunicante hubo un serio derrumbe, bloqueaba las puertas, impedía entrar para rescatar los heridos que quedaron atrapados, donde ocurriera el desastre.  No por eso desanimaron. 

A pesar tan poco tiempo haber ocurrido el estallido, acostumbrados en eso enfrentar emergencias, algunos valientes habían podido entrar al área,  descolgando de los pisos altos, logrando a duras penas sacar los primeros heridos, pues con trabajos habían ido despejando un acceso, luego pasar un rato ocupados en el rudo oficio de enfrentar los hechos…

Los daños estaban a la vista, mejor era encararlos.

Pronto pudieron ver, ya estando  en el  interior, había caído un buen pedazo de barda.  Tal desgracia afectaba una población hospitalaria de lo más vulnerable que pueda uno imaginar.

Quienes estaban ahí quedaron atrapados, aunque estuvieran  totalmente aparte de cuantos estando cerca donde la caldera explotó, hubieran resultado dañados. Era indispensable reaccionar, enfocaron a ello.

En adelante en general todo serían prisas. Muchas de las  sirenas de alarma sonaban estridentes. A  más se veía  un sinfín de gente corriendo para todos lados… ¡Todos queriendo ayudar…!

Los heridos conforme los rescatistas llegaban al área, quejaban gritando.

¿Cómo no…? Si  las quemaduras presentaban horribles, y ahí seguían  todos sin poder salir, por estar atrapados. A gritos solicitaban auxilio.

Mario supo, era impotente para atender la emergencia, si no vinieran otros para ayudar. Además, había una confusión evidente.

Las órdenes eran contradictorias, nadie sabía quién debían obedecer. 

Entre todas al menos,  una era la más perentoria, lo urgente era salvar cuantos más pudieran, sacando sobre todo los ancianos del área de geriatría.

Pero hacerlo de inmediato, por saber  si aquello seguía como iba, una de dos.

Bien pudiera estallar  otra caldera, o derrumbar una parte más amplia, en el área donde había ocurrido el estallido.

Se puede entender porqué en toda esa parte, al no haber coordinación efectiva, la batahola era imposible describir.  Nadie entendía qué hacer y todos movían como podían, eso sí, con un propósito decidido.  ¡Salvar ancianos y  niños!

Pronto habían dado cuenta. En esa parte de los pisos dañados, las áreas aunque estuvieran divididas…  ¡En la desgracia igualaban!

Nadie hubiera supuesto, ancianos y niños, serían los más afectados.

Aparte cuantos recibieron el impacto de lo que hasta pudiera considerarse una bomba, por ser el estallido de brutales efectos…  

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Recordando dónde se había aliviado y dejado la criatura cuando ocurrió la explosión, procede a presentar en la clínica La Providencia. 

Pide entrevistar con la Directora Sor Denise. Ella había explicado, humanamente podía afirmar,  se habían hecho todos los estudios, tratando saber si no hubiera   secuelas. Con esa confianza, la madre había llevado su hija al hogar. Ahora cuando estaba temiendo hubiera daño, con ella venía para aclarar… En cuanto la ve, expresa sus temores.

Ésta muy amable  al escuchar sus dudas, pone pensativa. Ciertamente el daño puede estar presente, lo mejor será  hacer unos estudios. 

Mónica la enfermera es llamada. La orden es perentoria.

¡Harán estudios exhaustivos, para saber si la niña quedara dañada!

La religiosa trata consolar a la madre, sugiere no adelantar, sólo debe esperar.

Los médicos irán trabajando. No preocupar por adelantado. Ojala sólo sean sospechas. Aunque ella sabe bien, cuando esos traumas ocurren, suele suceder, quede dañado el oído. Espera no…, pero no está muy segura… 

Y si no lo está, sus palabras suenan a hueco, pues en el corazón de la madre, la sospecha está matando…

Esperar, muy cierto… ¿Y si tiene razón en cuanto sospecha?

¿Su pequeña vivirá una vida difícil, quizás marginada…?

¡Pide al cielo ocurra un nuevo milagro…! ¡El cielo siempre escucha si se reza con fe ciega…! ¿A poco las lágrimas de una madre no cuentan…?

De momento espera, como esperan las madres, pidiendo un prodigio que el Todopoderoso puede dar… ¡Si quiere…! Y si no…, ella verá cómo minimizar cuanto su hija quizás tenga…

Así va cumpliendo cuanto los doctores exigen para realizar estudios.

Comenzaron los análisis. Idas y venidas a cada rato.

Toma de muestras, revisiones con aparatos que no sabe para qué sirvan…

Sobre todo tiempo, al parecer perdido inútilmente.  Mucho tiempo,  que no sabe en qué ocupar, sino es aprovechado para rezar…

¡Siempre implorando misericordia para su hijita…!

Largas horas de espera, complicaciones en casa. Descuido de otros asuntos…  Y la madre aguanta. ¡En este momento, su hija necesita esto! 

¡Nada hay más importante…! Aunque trata no descuidar los otros hijos.

Está decidida.  Debe iniciar por saber si es lo que teme, pues si no inicia a conocer si es verdad cuanto presiente, su nena podrá tener mayores complicaciones… No sabe qué hará luego, pero valientemente enfrenta el problema, queriendo descartar si hubiera daño.

¡Encarar es lo mejor!  ¡Aunque duela demasiado!

Hay ligeras esperanzas de haber equivocado. Si el daño no fuera tan grave…

Ojala con un tratamiento, la nena salve su audición… ¡Ojala que…!

Y esos ojalas multiplican, pues no acaba admitir el porqué debía ocurrir esa desgracia,  precisamente con ella…  

La madre con tal verla sana, está dispuesta en realizar cuanto sacrificio pidan, daría su vida,  si con ello aliviase la niña, todo, con tal si está dañada, sea  curada a toda costa. ¡Es una determinación de la que ni siquiera duda…!

Somete a cuanto requerimiento exigen, una sola es su meta, tratar salvar el oído de quien luego tanto estudio, los médicos tan sabios, condenan de por vida, anunciando lo que siempre temiera… 

¡Confirman cuanto había entrevisto…!  Uno de los doctores, a nombre el equipo, es el encargado de dictar sentencia. Es ese que tiene el nombre de su especialidad tan raro… ¡Otorrinolaringólogo…!

Como culminación a tanto análisis,  presenta por fin su veredicto…, el cual es escuchado, confirmando lo previsto…

- ¡Señora lo siento mucho! Con profunda pena debo informar, la niña…

¡Tiene el tímpano perforado…! ¡Lo siento…! Daño irreversible...

¡Esta niña crecerá con sordera! De momento, nada podemos hacer…

Para tratar menguar un poco el impacto, sugiere…

- ¡Hay que aguardar, la ciencia va haciendo progresos insospechados…!

El silencio que siguió lo dijo todo. La madre ha quedado estupefacta.

¡Aplastamiento, confusión, desconcierto…!

Eso y más fue la primera impresión, al confirmar cuanto  temiera, era una realidad presente en Guille, la niña que todos calificaban vivía una vida de milagro… Gracias una enfermera sacrificada, ella estaba viva. No por eso había salvado de la sordera.

Luego el doctor, como si ella no hubiera hecho su parte como madre, fue explicando cuanto en esos casos debe hacerse. Habló de resignación, de aceptar las cosas.  Además terminó dando una serie de consejos, a cual más magnífico, pero todos esos,  ella  ya los había practicado desde siempre…

- Debe dar mucho cariño, señora.  No importa tanto tenga una deficiencia, si usted la sabe educar… ¡No le haga sentir especial!

¿Es su vida…?  ¡Que la viva…!

¡Hágala vivir conforme  con lo que tiene, sin hacer sentir menos…!

Con el tiempo, tráigala para seguir haciendo evaluaciones…

La madre escucha al doctor. Considera está pontificando… Claro, como no es su hija la dañada… ¡Qué vacías pueden sonar las voces de los especialistas, cuando todo lo ven, desde la óptica de sus conocimientos!

Hablan de problemas que atañen sus pacientes, sin tomar en cuenta, cuánto están sufriendo los involucrados. Se les agradece, pero al mismo tiempo… ¡Ella los sintió insensibles a su dolor…!

 Si para ellos es un caso, para la madre, es parte de sí misma…

Ha escuchado dar un consejo de cómo debe tratar su hija… Está mal… 

¿Ella…? ¿Hacerla menos? ¿Cómo piensa…?  ¡Si es su hija…!

El médico no entiende o se hace… ¿Cómo cree, ella le hará sentir menos…?

Hasta ese momento, ha quedado sólo escuchando. Entiende todo, pero como si no hubiera captado la trascendencia del diagnóstico.

De pronto cae en cuenta ¡Su nena, crecerá Sorda…! Su hijita…, su chiquita…

Y ella sin poder hacer nada por ella…

Si una granada hubiera explotado en ese momento, no hubiera hecho tanto efecto en el ánimo de la madre, como las palabras que una, otra y otra vez, resonaban en su mente, haciendo sentir el peso enorme de una carga echada sobre su hija, con la deficiencia oficialmente  descubierta…

¡Tiene el tímpano perforado…!  Ha quedado petrificada. Ni siquiera escucha cuando el médico, explica

- Desgraciadamente su sordera es profunda. Tendrá imposibilidad de aprender como aprenden los demás niños, pero podrá comunicar a base terapias….

Y así siguió hablando, explicando, exponiendo. Bla, bla, bla, palabras y palabras que a la madre ya no dicen nada… ¡Su hija será Sorda…!

Así como se oye… ¡No oirá nada…! ¡Sentencia definitiva…!

La madre ya no escucha, sólo sabe… ¡Su niña ha quedado dañada de por vida…!   En una reacción muy comprensible, deja al doctor hablando solo, pues necesita estar consigo misma… Va de inmediato al lugar donde sabe nadie irá a molestar. No quiere escuchar lamentaciones. Tampoco pretende hacerse la víctima. Sólo quiere analizar un poco, para saber qué determinación tomar, cuando ya sabe lo presentido, fue resultando ser cierto en realidad… Lloraba en silencio. Dios supo cuánto dijo por dentro…

¡Su mundo ha desquiciado! Debe enfrentar una adversidad que apabulla. 

Nadie comprendería qué tanto había soñado para ella.

Sólo anhelaba verla triunfadora en una vida difícil, pero finalmente normal…  Y sus sueños derrumban estrepitosamente….

¡Tímpano perforado…! ¡Sorda…!  ¡Desde niña…!

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Guillermina comenzó a formar parte, nada más y nada menos ¡Del cuerpo de Policía…! Estaría a las órdenes de Gael, quien a partir ese momento, quiso llenara los papeles, para gozar de una vez los privilegios que otorgan, para quienes quedan inscritos,  en una labor específica.

¡Guillermina ya era policía…! No de crucero, de tránsito, o vigilando comercios e instituciones, sino… ¡Revisando las imágenes captadas en las cámaras!  ¡Estaría previendo faenas no muy claras para otros, observando las actitudes  como acostumbran desarrollar  los maleantes,  en las cuales  debería  con su intuición, detectar y de ser posible  prevenir sus malas intenciones, para actuar antes sucediera el ilícito…!

Su marido cuando lo supo, apenas si daba crédito. Su respuesta fue expresiva frase de incredulidad… ¡Ah caray…!  ¿De verdad quieres ser policía…?

No es lo quisiera ella. ¡Era el único trabajo que  habían ofrecido! 

Y pues si eso sería…, debía preparar  para estar a la altura. 

Por tanto  aún estando embarazada, presentó en la academia, para ir aprendiendo lo básico, como debe saber todo guardián del orden, si quiere tener menos problemas al cumplir su encomienda.

Si el marido no hizo mayor aspaviento, en cambio Mónica en cuanto supo, trató hacerla desistir, por el cariño sentido hacia ella. 

-  ¡Es un medio muy rudo!  ¿Crees poder aguantar…?

Ni se diga la reacción que hubo por parte Sor Denise, quien no podía concebir, aquella muchachita  aunque ya casada y con hijos, quien hasta ahora, considerara su pequeña, por haber seguido su trayectoria desde cuando naciera fuera vestir un uniforme casi masculino,  y cumplimentara turnos para ejercer violencia.  A lo cual Guille, rápidamente corrigió

- ¡No es para ejercerla nosotros, sino para  impedir otros la realicen…!

Como fuera, una vez sobrevino el parto, nació  un pequeñín quien pasaría sus ratos mientras ella estuviera en servicio, quedando al cuidado de la abuela. 

En tanto Guille, día con día pondría en práctica sus facultades, donde había encontrado como trabajo decente.

¡Ya era policía!  ¡Ya portaba un uniforme!

¿Quién dijo un Sordo no puede obtener un buen trabajo…?

Además quienes le conocían, pronto entendieron, su labor fue  muy alabada. Gracias su intuición, comenzó dando resultados magníficos, tanto cuanto luego eso tradujo en ascensos y por supuesto en mejoras de sueldo…

Así como ocurrió, cuando pudo darse cuenta, viendo en la pantalla rondar por el  rumbo de una institución bancaria, alguien con todas las trazas de actuar de manera sospechosa. ¡Para ella…, no para los demás…!

Una vez  pasó todo, Guillermina misma fue quien hizo el relato para dar entender cómo logró prever,  cuanto había impedido efectuar.

Ver al hombre, fue captar llevaba propósitos no muy buenos. 

Los detalles hicieron fijar su atención en cuanto hacía. Analizarlos  fue todo uno. Seguramente iba querer asaltar.

Caminaba, detenía, hablaba con alguno, revisaban relojes seguramente sincronizando al segundo los tiempos. 

Luego habló  con otro, para volver a dar nueva pasada por el frente, mirando disimuladamente de vez en cuando  el reloj, como esperando llegase la hora acordada. Quien hubiera fijado en él la vista, hubiera considerado, sería sólo un cliente preocupado,  aguardando llegara alguna otra persona para hacer un depósito, o bien efectuar algún retiro.

En su facha nada presentaba dando pie para sospechar.

Aquél  hombre vestía elegantemente.  Por sus facciones, cualquiera calificaría de persona decente y correcta. 

Imposible saber en qué parte  Guillermina  captó  por cuanto aparecía,  no correspondía a sus reales intenciones.

¿Simplemente fue una premonición?

¿O fue el fruto de años estar analizando la conducta de la gente?

¡Vaya usted a saber!  Sólo supo, el sujeto a su criterio, estaba a punto cometer algún delito.  Decidió seguir observando, sin perder de vista.

Eran tiempos de manifestaciones locas, de tipos que inmolaban a sí mismos, en aras exigir fueran cumplidos ideales reivindicativos, o para conseguir prerrogativas que jamás tuvieron. Había habido varios que habían inmolado a sí mismos,  suicidando para llamar la atención en su demanda.

Dirían las autoridades… ¡Asesinando buen número de gente!

¡Lo que antes nunca se viera…, estaba ocurriendo en el país!

En general todos los policías habían sido instruidos, para vigilar estrictamente  las partes álgidas, a fin  no hubiera presuntos mártires, queriendo llevar a cabo como ofrenda, el terminar con  su propia vida.

A toda costa, debían impedir tales actos. Fue reforzada la vigilancia.

Principalmente en lugares significativos. Dígase ministerios, oficinas gubernamentales, monumentos,  plazas públicas, y en general lugares con algún simbolismo, los cuales estaban continuamente monitoreados. 

¡Para evitar martirios!

¿Quién podría pensar,  un banco pudiera ser un lugar para ofrendar su vida en aras unos ideales cuestionables? 

Y quien así presentara…  ¿No sería más bien, otro su objetivo…?

Al parecer ninguno creería alguien llegara ahí, portando un cargamento peligroso, gracias al cual sembraría pánico. Después si todo saliera bien, resultaría  obteniendo un copioso botín.

Guillermina había visto algo en el sujeto, que invitaba para estudiar sus pasos.

No correspondían a lo que debiera ser. Algo en él no cuadraba.

¡Aunque no pudiera explicar qué…!

Siguió muy atenta los movimientos del hombre sospechoso.

¡Ese hombre escondía algo! 

Eso impedía hiciera los movimientos normales en sus brazos. No podía decir en qué basaba su conjetura, sólo supo, ese sujeto estaba ahí, con aviesas intenciones.   

Si entendió el fulano era demasiado sospechoso, actuó en consonancia, poniendo en práctica cuanto el Jefe había repetido, cuando instruyera qué esperaba de los Sordos contratados… Resumía en pocas palabras.

¡Mejor prevenir, no lamentar…! 

Aunque en ese caso cualquiera hubiera podido pensar…, con una persona como la señalada, no había peligro alguno.  Había captado al menos dos sujetos más con actitudes sospechosas.

Después sabría realmente eran cómplices. ¿Cómo supo?

¡Entraron en la institución, luego haber sincronizado tiempos…! 

Como fuera, Guille sospechó de inmediato. Supo, si no vigilaba, pronto estarían  vaciando el efectivo que hubiera en cajas, para en seguida  arrebatar cuanto más  pudieran, obligando a clientes y empleados a entregar carteras.

Ese sería el menor de los males, pues si algún contratiempo sobreviniera en desacuerdo lo planeado, podría desatar la violencia, haber heridos, o quitar la vida de más alguno de los asistentes en el banco.

Con solo verlos, Guillermina entró en alerta. Supo cuáles eran sus verdaderas intenciones.  Entonces, arriesgando hacer el ridículo, de inmediato avisó al Superior.  A objeto facilitar el trabajo, lo hacían a través una computadora, con la cual avisaban cuanto veían.