La histeria colectiva  rodeaba las giras de Michael Jackson. Tal era el furor alrededor de su persona  y sus conciertos, que era noticia en los telediarios de todo el mundo. 

En aquellos años, Jackson parecía pertenecer a un mundo superior en donde la fama era el escudo e indulto de todos sus pecados. 

Y esa contradicción entre la delgada línea entre el artista y su arte, la fama y la realidad, la plantea Leaving Neverland. El documental del que habla todo el mundo y que recuerda la gran controversia que rodeó su vida.

Desde su proyección en el Festival de Sundance -y tras su paso por la televisión de EEUU, Inglaterra y ahora España (ya disponible bajo demanda en Movistar+)- el documental parece haber abierto una herida entre los fans del cantante y aquellos espectadores que dudaron o creyeron su inocencia cuando dos niños lo acusaron de abuso sexual en 1993 y 2005. 

Pero Leaving Neverland va más lejos que meras acusaciones de supuesta pedofilia. El documental lo acusa directamente con el testimonio de dos supuestas víctimas, Wade Robson y James Safechuck, enseñando la faceta manipulativa y destructiva de un pedófilo.

A través de sus testimonios, revelan que ambos conocieron a Michael siendo unos niños. Wade era fan del cantante, y al imitar sus coreografías a la perfección, llegó a conocer al artista cuando tenía 7 años durante un tour en su país natal, Australia. En el caso de James, lo conoció tras participar juntos en un comercial de Pepsi de 1988. 

 Según ellos, Michael los llevaba a dormir a su habitación, donde jugaban, veían televisión y terminaban en la misma cama con tocamientos, besos, masturbación y pornografía incluida. 

Michael involucró a la familia de cada uno, mostrándoles una vida de lujos que cegó por completo la realidad que supuestamente escondía detrás de la puerta. 

Las madres estaban en la misma casa y en el mismo hotel. A pocos metros o en otras plantas, pero a corta distancia de las habitaciones donde sus hijos estaban siendo supuestamente abusados. Resulta increíble que dos mujeres adultas permitieran que sus hijos durmieran en la misma habitación con un hombre adulto. Pero era Michael Jackson. Un personaje tan  grande en los años 80 y 90, que ofrecía una vida de limusinas, jet privados y hoteles cinco estrellas a cambio.

Mientras tanto, Wade y James eran manipulados en creer que lo que hacían a solas y en secreto era “su manera de demostrar el amor que se tenían”. Que irían a la cárcel si le contaban a alguien la verdad. Les hacía sentir especiales. La mayor estrella del mundo era su mejor amigo. Pero cuando ambos llegaron a la adolescencia, Jackson desapareció reemplazándolos por otros niños, haciéndoles sentir aun más especiales cuando regresaba a sus vidas.