Un día, Deborah Feldman subió a su hijo al coche y se marchó. No llegó a salir de Nueva York: apenas recorrió unos pocos kilómetros y atravesó el puente de Brooklyn.

La cineasta Barbara Miller en Madrid

Pero, en realidad, cruzó la frontera a otro universo. Llevaba cinco años preparándose para ello, aunque tal vez ni eso bastó ante lo que vino a continuación. Cuenta a la cámara que su familia únicamente contactó con ella para animarla a “comprar una lápida”. La invitaron a suicidarse, así podrían “bailar sobre su tumba”. 

Una mujer se alzaba contra la comunidad judía ortodoxa de Williamsburg; contra una vida de obediencia, un marido impuesto, un idioma que no prevé la expresión “te quiero” o la prohibición de tocar siquiera a su esposo si tenía la menstruación, para no contagiarle su impureza.

La cineasta Barbara Miller (Zúrich, 1970), quiere que la historia de Feldman se difunda por todo el planeta. Y, con ella, la de las otras cuatro protagonistas de Placer femenino, un documental que se estrenó el pasado viernes en España. 

La japonesa Rokudenashiko se enfrenta a dos años de cárcel por “obscenidad”, por crear moldes de su vagina como obras de arte, en un país donde el festival del pene se celebra con desfiles y esculturas; Vithika Yadav ha pasado del acoso y el manoseo callejero a sufrir ahora la intimidación de sus compatriotas indios, desde que lanzó la web de educación sexual Love Matters; la alemana Doris Wagner prometió amor eterno a Dios y al catolicismo y recibió a cambio los repetidos abusos de un cura; y a la somalí Leyla Hussein, con siete años, le pusieron su vestido más bonito y la llevaron a casa de la tía, con su hermana de tres años. Cuando escuchó los gritos de ella desde la otra habitación, supo que no habría fiesta. Otras 200 millones de mujeres en el mundo han sufrido la mutilación genital.

“Hace cientos de años que se demoniza nuestro cuerpo, afirmando que es la fuente de todos los pecados”, afirma la directora.

Placer femenino también tuvo que pelear, en una carrera de obstáculos de varios años. “¿Cinco mujeres, hablando de religión y de su sexualidad? Demasiados tabúes”, le decían a Miller los potenciales financiadores. Finalmente, entre otros fondos, logró también una ayuda del Parlamento Europeo.

 “Como se dice en la película, el patriarcado es la gran religión global”, sostiene Miller. Y cita violencia de género, brecha salarial, anuncios machistas o una pornografía a medida masculina, donde el clítoris y el éxtasis femenino son ausentes injustificados. “El lugar más peligroso para una mujer es su casa”, tercia, antes de recordar que el 75% de las violaciones en Alemania ocurre entre las paredes domésticas.