No puedo imaginar algo más triste
que que creas que mi corazón ya no te quiere
porque yo no apruebe lo bastante tu tierno y humilde ser,
te veo pensando dolorida que ya nunca me tendrás
y además, cargando con el tormento
de una culpa que no comprendes
y mi sensibilidad se hiere
porque no conozco una persona con una bondad
más dulce y digna de recompensarse,
a un alma niña no se la puede hacer sufrir,
yo tuve dos amigos, un matrimonio que exaltaba
con cierta arrogancia su propia importancia y dignidad,
busqué en ellos el amor de unos padres
pero solo recibí un afecto ambiguamente demostrado
y el sufrimiento profundo del remordimiento y la vergüenza
cada vez que por el más leve detalle, me sentía
dura y radicalmente censurado, sin un hueco al perdón
pero tampoco una palabra leal y directa que me trajera el sosiego
de estar junto a dos seres humanos como yo
a cuya misma dignidad pudiera aspirar con un poco de esfuerzo,
me hacían sentir malvado sin explicarme el motivo,
como hace quien pega a un perro
o comete un acto terrorista,
me metían en los abismos de la locura sin un rescoldo de piedad
despertando mi culpabilidad
incluso por mostrarme humilde ante ellos
y cuando, atormentado,
sin poder soportar más el peso de mi conciencia
olvidando el pudor de destapar lo evidente,
intentaba indagar si era verdad o delirio mío
la condena que sentía que me arrojaban,
respondían que era fantasía mía
pero lo hacían sin calor alguno y alguna vez, incluso
con profundo desinterés, como creían que debían hacer
con las alucinaciones de un enfermo mental,
me llegaba a sentir envidioso solo por querer disfrutar
de su misma paz de conciencia y su misma seguridad moral
porque su fiscalización era extrema y no tenía más objeto
que demostrar mi inferioridad, ellos,
que tan insignificantes e indecentes son
para quien los conoce con sus máscaras destapadas,
sus almas esconden un odio sectario y profundo,
reclaman para sí el derecho al reproche de las víctimas de una infamia
pero el único pecado de los otros es no tener menos que ellos
y no dejarles ser más grandes,
qué inmundo me hicieron sentir sin darme una sola razón
aquellos dos ladrones que me robaron la salud
y que creían que el mundo estaba en deuda con ellos,
mi conciencia es indulgente, perdono los errores leves de los otros,
no utilizo la moral para humillar ni torturar y destruir,
no disfruto con los defectos ajenos, ni siquiera
me río de ellos para volverlos más inofensivos,
no me permito hacer sufrir a un ser humano
por un mísero salario de orgullo moral,
a ti, no te muestro amor por compasión de hombre vano
y remordimientos de alma sin bondad
como aquellos dos falsos amigos
que por no negarme ese amor, creían
que estaban en el derecho a degradarme y discriminarme
como a su propiedad más vil,
te muestro justo el amor del que puedo dar garantía,
nunca te diría algo que no sienta
porque necesito la inocencia y no quiero para mí
lo que no sea mío,
cuanta devoción te demuestro es verdadera
y te la confirmo cada vez que estoy a tu lado,
sin mostrar negligencia alguna,
llevado por un ansia verdadera,
por una necesidad íntima de hacerte bien y proteger tu pecho
porque podrías pensar que te hablo solo con palabras,
con unas entrañas frías, como hacen por urbanidad
todos los seres ajenos.

©Luis Rafael García Lorente